De entrada, un aficionado ciclista se quedará algo perplejo, porque lo que le sonará al leer este nombre será más bien el Cauberg, que es un lugar mucho más famoso, al menos en el mundillo ciclista, porque se trata de una elevación en los Países Bajos (alguna tenía que haber) que se ha utilizado frecuentemente en el recorrido de carreras clásicas y que suele ser decisiva en su conclusión. Pero no vamos a referirnos a esta elevación, sino al Kauwberg, que se pronuncia igual, pero no está en los Países Bajos, sino en el sur de la región de Bruselas.
El Kauwberg existe porque Bélgica es el país del desacuerdo. Los españoles pensamos que el país donde la gente discute más y nos tratamos más a cara de perro es España, y puede que sea así, pero en España, al menos, manda alguien. Podremos estar más o menos de acuerdo con ese alguien, pero, lo que es mandar, manda. Y decide. Y gasta. A veces, las más de ellas, gasta demasiado, pero gasta.
Aquí, no. Aquí la gente se puede tratar con relativa cortesía y buenas maneras, pero los desacuerdos se quedan estancados por décadas y, como no está muy claro quién manda, si es el gobierno central, o las regiones, o el municipio, o Angela Merkel, al final es muy difícil tomar decisiones, y no digamos si las decisiones son caras. Ahí la gente se pone flamenca.
Un ejemplo de libro es el ferrocarril de Bruselas a Luxemburgo, una tortuga que recorre doscientos kilómetros en tres horas, casi todas por territorio... valón (ahí está el problema), con numerosas interrupciones de servicio y unos trenes desangelados a los que más vale subir con toda suerte de provisiones, armas y equipo, por si acaso. Los planes para construir una conexión digna entre dos ciudades con un trasiego importante se han estrellado sistemáticamente contra el desacuerdo. No va a contribuir Flandes, la región rica, a una infraestructura que no discurre ni un metro por su territorio.
Y el Kauwberg es otro ejemplo de lo que digo. El Kauwberg es un espacio semisalvaje olvidado en el sur de la región bruselense que, si todo hubiera pasado en un país donde se supiera quién mandaba, hoy sería una autopista que uniría el anillo de circunvalación de Bruselas con la carretera de Waterloo. Cuando uno ve los atascos que se producen en la carretera de Stalle, se entiende un poco mejor por qué se quería construir esa autopista que, efectivamente, lo más seguro es que los redujera a cero. Eso sí, a costa del Kauwberg.
Los políticos no se pusieron de acuerdo, igualito que hoy, y el resultado es que no se tomaron decisiones. Cuando la democracia falla tan estrepitosamente, o no, llega el momento de quien quiera tomar las riendas de la situación. Primero fueron los promotores inmobiliarios, que pensaron en un campo de golf, para lo cual quizá no había mucho sitio, y después en casoplones, como toda la zona.
No se sabe muy bien por qué, alguien debió coscarse de que con poco esfuerzo era posible tener un peso importante en las decisiones que se tomaran sobre el destino del Kauwberg (y sobre cualquier cosa en Bélgica, donde lo sencillo es que las cosas se queden como están). Ahí apareció una asociación vecinal, llamada "SOS Kauwberg", que desde luego da una impresión de urgencia. En Valencia, el equivalente son los "salvem", que se hicieron famosos mientras Rita Barberá fue alcaldesa como única oposición digna de tal nombre, tuvieron bastante éxito, y han desaparecido con la llegada de Joan Ribó a la alcaldía, cosa normal, porque de hecho han llegado al poder y hacen lo que pretendían.
"SOS Kauwberg" parece una asociación mucho menos politizada que los "salvem". Lo suyo era, efectivamente, salvar el Kauwberg, no cambiar el gobierno municipal, regional o nacional. Es posible que los ecologistas anden detrás, pero a primera vista no se nota. El caso es que se pusieron manos a la obra, y han logrado que los planes de construcción de la autopista se hayan archivado definitivamente en un cajón, donde supongo que siguen hoy día criando polvo hasta que los descubra algún historiador de infraestructuras frustradas y decida escribir una tesis doctoral sobre los mismos.
De la autopista nonata escribiré otro día, porque, nonata y todo, ha dejado huellas en la configuración urbana del municipio de Uccle. Del Kauwberg seguiré escribiendo, también otro día, porque hoy se hace tarde.
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