jueves, 25 de abril de 2019

Delft

Delft es una ciudad sumamente coqueta, situada de camino hacia Ámsterdam. Aunque sus días de gloria quedaran atrás, y hoy sea una ciudad más bien modesta, con sus cien mil raspados habitantes, ha vivido tiempos en los que fue un lugar muy destacado.

Dentro de la ciudad, lo destacado es el centro de la misma, en el que descollan sus dos iglesias principales: la oude kerk, o iglesia vieja, y la nieuwe kerk, o iglesia nueva. No, no se han roto mucho la cabeza para ponerles nombre: efectivamente, la iglesia vieja es del siglo XIII, y la nueva (que entretanto tampoco es tan nueva) se termino de construir a mediados del siglo XV.

Sin embargo, nosotros comenzamos la visita por la iglesia nueva, por la sencilla razón de que la encontramos antes según salimos del aparcamiento público del mercado. Y la verdad es que la iglesia nueva impresiona. Hasta 1572, era la iglesia católica de Santa María y Santa Úrsula, pero, ese año, las cosas se pusieron feas para los católicos que vivían en el norte de los Países Bajos, y Delft fue desde el principio uno de los apoyos más fuertes de los rebeldes, hasta el punto de que Guillermo de Nassau, el Taciturno, jefe de los mismos, escogió Delft como su residencia, y efectivamente vivió allí hasta 1584, en que fue asesinado por Balthazar Gérard.

Los Nassau eran tradicionalmente enterrados en Breda, pero Breda estaba en poder del rey, así que le buscaron otro lugar, y ese lugar era el que tenían más a mano: la propia Delft, y más concretamente la iglesia nueva. Y, como quien comienza una tradición, allí están los restos mortales de los Nassau desde el traidorzuelo de Guillermo el Taciturno hasta nuestros días. La iglesia presenta al visitante una coqueta exposición de los Nassau, y más parece un museo que una iglesia, pero bueno, consta que todavía funciona dos veces a la semana como iglesia protestante, ya sin las advocaciones originales a Santa María y Santa Úrsula, porque los protestantes ya se sabe que tuercen el gesto cuando se oyen hablar de la Virgen y de los santos.

A Balthazar Gérard, el asesino del Taciturno, las cosas no le fueron muy allá. No logró escapar y los orangistas lo sometieron a tormentos durísimos, incluyendo el despellejamiento y el descuartizamiento, hasta que murió cuatro días después de su propio crimen.

¿Quién era Balthazar Gérard? Bueno, eso lo dejaremos para otra ocasión, así como también dejaremos para otra ocasión la continuación del recorrido por Delft, que nos llevará a la iglesia vieja, que no por ser vieja es menos interesante, sino todo lo contrario. Lo veremos pronto, pero no ahora, porque ahora se ha hecho un poco tarde.

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