martes, 14 de febrero de 2017

La increíble aventura de la puerta del garaje

Creo que los lectores ya conocen sobradamente que, desde hace casi un par de años (¡cómo pasa el tiempo!) somos dueños de una casa y, desde hace algo menos de uno, después de un vía crucis en forma de obras en Bruselas, incluso la habitamos.

La casa está habitable, incluso perfectamente habitable, pero quedan cosillas por hacer, y una de ellas es la puerta del garaje. Es una puerta sólida, de cuando las cosas se hacían como Dios manda, incluso en Bélgica. Data del mismo año que la casa, allá por 1957, de cuando Bélgica aún era potencia colonial y expoliaba el Congo, antes de hacerse con las sedes de las instituciones comunitarias y pasar a expoliar al resto de los europeos, lo cual es mucho menos racista.

Pero, claro, desde 1957 ha pasado la friolera de sesenta años, y la puerta, no es que esté mal, que no, pero, por ejemplo, presenta algunos problemillas, el principal de los cuales es que no se abre, lo cual, quieras que no, es la función de una puerta. En realidad, no se abre desde fuera; desde dentro sí, y así es como se puede utilizar el garaje para algo. Yo llego con mi bicicleta, la dejo delante del garaje, abro la puerta principal de casa, entro al garaje por detrás, abro la puerta desde dentro, meto la bicicleta, y vuelvo a cerrar desde dentro. Incluso para alguien con mi paciencia, el proceso es tedioso. Además, cuando saco la bicicleta, hay que repetir el mismo proceso, sólo que al revés. No mola nada.

Cuando nos hubimos recuperado hasta cierto punto de la sangría que supuso comprar y reformar la casa, llegó el momento de pensar en cambiar la puerta. Uno pensaría que cambiar una puerta de garaje debe ser algo sencillo, pero ¡ja!, esto es Bélgica. A María Isabel, antes muerta que sencilla, se le debió ocurrir aquí la canción.

Yo hice lo que hubiera hecho en España. Un buen día cogí el buscador de Internet y pulsé 'portes de garage Uccle', porque uno estará más o menos hasta las narices del país, pero hasta cierto punto la elección de vivir en Uccle es mía y para ser consecuente tengo que tenerle algo de aprecio, y qué menos que dar una oportunidad al comercio local.

Me salió una dirección que parecia buena. Vi dónde estaba el establecimiento, y resulta que estaba muy cerca de la pista de entrenamiento de Ame, así que incluso podría aprovechar para hacer los trámites mientras Ame estuviera tratando de enchufar triples.

Bueno, en realidad me fije un poco más y mi gozo se quedó en un pozo, porque no, cuando los establecimiento cierran a las cinco y media y ni un minuto más no hay manera humana de visitar el lugar. Seguí hurgando por la página web, y tenían bastantes cosas colgadas y muchas fotos monas. Me llamó mucho la atención que alardearan de que sus productos eran cien por cien belgas, con calidad belga. Supongo que debía ser algo bueno, o eso creían ellos, pero yo noté un escalofrío en la espalda.

Sea como fuere, un buen día, que no tenía que ir al trabajo por la tarde, me acerqué al establecimiento con ánimo de dejar el asunto arreglado lo más pronto posible. Atravesé la puerta, miré a derecha e izquierda...

...y lo dejo aquí, porque se me hace tarde, pero prometo continuar. Sí, ahora de veras.

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