martes, 29 de octubre de 2013

Comprando un coche

En Bélgica, podría parecer que el artículo traducido en la entrada anterior no es sino el desahogo de una inglesa inadaptada que no merece sino unas palmaditas en la espalda, junto con la conmiseración de sus congéneres y una sonrisita de complicidad.

Ojalá. Pero va a ser que la Bruselas de 2013 no es mejor que la de 1994, y que en más de un aspecto es bastante peor.

Tomemos, por ejemplo, el caso del coche. Emma Hawton dice, sencillamente, que se compró un coche, así, por las buenas y de sopetón, como sin darle importancia, y como si un paso como el de la compra de un coche fuera una minucia comparado con el calvario en que consistió su regularización administrativa.

Veamos como funcionan las cosas en la Bruselas del siglo XXI:

No tenemos coche. El que teníamos en Moscú lo vendimos, y con lo que nos pagaron por él (estaba en perfecto estado de revista, algo rarísimo para un coche con ocho años de combates por Moscú) y algunos ahorrillos que hemos ido consiguiendo a base de prescindir de lujos y de reducir las raciones de sopa, tenemos para comprarnos un coche algo más postinero. Alfina tenía entre ceja y ceja un modelo y, naturalmente, dicha elección fue aprobada por unanimidad.

Hasta ahí, normal. Resulta que el fabricante de coches es una conocida empresa alemana de razonable enjundia, que atiende por dos de las últimas letras del alfabeto. La distribución en Bélgica de sus productos está en manos de un único distribuidor, probablemente para simplificar el asalto al mercado belga. Las opiniones sobre el susodicho distribuidor son dispares. Unos me dicen que son unos monopolistas y se aprovechan; otros, menos comedidos, dicen que es un mafioso de m**rd*. He intentado buscar opiniones favorables, hasta el momento sin resultados positivos, pero el éxito se espera a cada momento.

Como Bélgica es un país moderno y les saca varias cabezas a los mostrencos del sur de Europa, nosotros no podíamos menos que considerar todo aquello como falacias e infundios. Un buen sábado por la mañana, nos plantamos en el concesionario con optimismo y buen ánimo.

Cuando uno va a un concesionario español, y más en los tiempos que corren, los vendedores sacan las alfombras rojas y loan las glorias del bienhechor que viene a convertirse en cliente. En Rusia, que es nuestra experiencia anterior, quizá sean menos obsequiosos, pero igualmente no hay mucho que temer.

En Bruselas, se hizo el vacío a nuestro alrededor. Asomamos la nariz por el monstruo de concesionario, dimos un par de paseos, descubrimos el modelo que nos interesaba y, a todo esto, ¿allí no se dedicaban a vender coches, o sólo era a exponerlos?

Finalmente, conseguimos atraer la atención de una chica rubia, que nos pasó la información que queríamos obtener. Bien. Nos llevamos el folleto a casa, descubrimos que aquello era un galimatías sin sentido para nosotros, vimos más siglas incomprensibles que en una sopa de letras, y llegamos a una conclusión. La primera, que la chica era rubia y bastante mona, pero albergábamos sospechas sobre su conocimiento de producto.

La segunda conclusión fue reconocer que, aunque el conocimiento de producto de la chica fuera mejorable, el nuestro era totalmente nulo, lo cual convertía cualquier decisión en una decisión poco informada. En consecuencia, habría que regirse por otros criterios.

- ¿Qué tal si compramos el que tengan en almacén, sea el que sea?

Hay que decir que, la última vez que planteamos esta actitud, el resultado fue un exitazo, y nos salió un coche buenísimo.

- Venga.

El resultado fue un sencillo correo a la chica preguntándole qué tenía en el almacén. La chica, para cuando se lo preguntamos, estaba de baja (yo creo que fue la única persona que recibió a un cliente en sábado y, claro, el cuerpo se resiente); más tarde estuvo en un curso de formación (indudablemente, la intención era buena). Finalmente, nos ofreció dos opciones que tenían <i>en stock</i>. Elegimos la que mejor nos pareció y preguntamos cuándo podíamos pagar y recogerlo.

- A principios de diciembre.

Estamos hablando de primeros de octubre.

- ¿Cómo que a principios de diciembre? Pero, ¿no habíamos quedado en que lo tenían en stock?

- Y lo tenemos. Si tiene que ser por encargo, tendríamos que esperar, como pronto, a final de enero.

No tengo ni idea de dónde tiene esta gente su almacén, pero, si les cuesta tres meses traer algo de allí, miedo me da.

<i>Continuará</i>

4 comentarios:

Fernando dijo...

Hola Alfor,
"Resulta que el fabricante de coches es una conocida empresa alemana de razonable enjundia, que atiende por dos de las últimas letras del alfabeto".
¡Ah, el proverbial anonimato de esta bitácora!
Curioso, pero lo que cuentas sobre la compra de tu coche en Bélgica (pocas ganas de vender y mucho tiempo esperando el coche) he oído que ocurría en España hace tropecientos años.
Saludos

Cesar Ojeda dijo...

En mi pais Venezuela tienes que esperar 2 años o sino tienes que mojarle la mano a la rubia por lo menos con el 20% del valor del vehiculo como poco

Miguel dijo...

y porque no te vas y te lo compras en Alemania que al fin y al cabo te queda a tiro de piedra?

conoces las leyes de exportacion de vehículos belga?

Alfor dijo...

Fernando, lo de España era otra cosa, pero, ahora, desde luego, entras en un concesionario y sales con el coche prácticamente puesto.

Me alegra que valores el anonimato de la bitácora. :-)

César Ojeda, ¡quiero bitácora tuya sobre Venezuela ya! Eso debe ser la monda.

Miguel, no es tan fácil. El papeleo es impresionante y la matriculación complicada. El IVA de automóviles es un caso especial, que no se paga en origen en el caso de las exportaciones y, si ya es complicado ceñirse a un solo país (si el país es Bélgica), complicar la vida a los funcionarios belgas con una importación sólo puede acabar con un efecto bumerán como la copa de un pino.

Así que, de momento, en bici o en el coche de San Fernando.