jueves, 30 de agosto de 2012

La cuestión de la lengua

En Estonia los rusos no son demasiado bienvenidos, y eso que constituyen por lo menos la cuarta parte de la población, y posiblemente algo más. Uno ya comienza a verlo desde el primer momento en que pisa el país.

En España, llega un avión desde Moscú cargadito de rusos (porque los españoles que volamos entre España y Rusia somos cuatro gatos) y la marabunta forma una cola (rusa, obviamente) delante del control de pasaportes, sin importar que la ventanilla en la que están diga que ahí sólo se puede pasar con pasaportes de la Unión Europea. El guardia civil de turno no le da importancia, y se pone a revisar pasaportes del país que sea. En honor a la verdad, en Moscú ocurre exactamente lo mismo y puedes ponerte en la cola de control de pasaportes que quieras, aunque un cartel diga que sólo es para los ciudadanos rusos y bielorrusos.

En Estonia, no.

El vuelo entre Tallinn y Moscú va cargado en sus cuatro quintas partes con rusos con su pasaporte ruso. Acostumbrados a hacer de su capa un sayo en los términos vistos, se ponen en cola a barullo, y he aquí que la policía estonia, que puede tener su mala leche si se lo propone, al primer ruso que le presenta el pasaporte le dice que tururú, que si no es ciudadano de la UE no va a pasar por ahí y que su ventanilla es la de al lado. Con un murmullo creciente, hay un trasvase de gente hacia la otra ventanilla, en la que se forma una cola de dos pares de narices, y en la cola-UE nos quedamos cuatro, tres estonios y un servidor español de ustedes, que obviamente atravesamos el control de pasaporte en un periquete, mientras que los rusos igual están todavía esperando para pasar.

El aeropuerto de Tallinn es el único aeropuerto que conozco del que no es descabellado salir a pie. El centro está a cuatro kilómetros de la ciudad, y mi hotel (bueno, por llamarlo de alguna manera) está sólo a dos, así que me planto allí en media hora, recojo mi llave, dejo mis cosas en el zulo que me han asignado y me voy a pasear por el centro.

De camino hacia él, la segregación nacional se huele en el ambiente. Es sábado por la noche y lo lógico es que la gente salga y hasta que se mezcle, pero no tengo yo muy claro que se mezclen los estonios con los rusos. Son muy diferentes y la verdad es que no cuesta mucho trabajo distinguirlos, con las siguientes características:

1.- Para mujeres, la cosa es sencilla. A medida que lleva los tacones más altos, más posibilidades hay de que la chica sea rusa. Las estonias llevan calzado más plano, visten más informales y, muchas veces, van en bicicleta (Tallinn está lleno de carriles-bici cutres, pero existentes, que no es poco). Las rusas van mucho menos en bicicleta, supongo que porque es poco compatible con los tacones.

2.- Los hombres tampoco son muy difíciles de distinguir. Si van hablando por la calle, y aunque no entiendas ruso, tienes más posibilidades de que sean rusos cuanto más alto hablen. Si gritan, entonces es completamente seguro que son rusos y, si se ríen, entonces puedes poner directamente la mano en el fuego por que lo son. Sí, los estonios no son precisamente la alegría de la huerta.

Si no hablan, pero cruzan las calles por cualquier sitio o cuando el semáforo está en rojo, o van haciendo cosas raras por la calle, entonces también es muy probable que sean rusos. También podrían ser finlandeses borrachos, pero a mí me da la impresión de que los finlandeses borrachos caen directamente a plomo en el mismo lugar donde se bebieron el último trago y no se mueven hasta que no salen del coma.

Y luego está la cuestión del idioma. En Estonia, la lengua es algo más que una forma de comunicarte: es lo que los ingleses denominan "statement". Yo, por mucho tiempo que lleve aquí, no tengo pinta de ruso y se me nota; sin embargo, tras tanto tiempo por aquí, hablo ruso con más fluidez que el inglés, por lo que me sale con más facilidad, así que cuando pido algo, lo hago en ruso. Que si quieres arroz, Catalina: las camareras estonias me miran inexpresivamente y me responden en inglés, más cuanto más jóvenes, con lo cual, y como no quiero quedarme sin cenar, finalmente me resigno y paso a la lengua de Shakespeare. Desde entonces, antes de hablar, pregunto si les importa que lo haga en ruso, y hay de todo: gente que no tiene problemas con ello (habrá cosa de un 40% de rusos en Tallinn, lo cual es una probabilidad interesante de encontrarte con uno) y gente que te dice que nanainas y que sólo habla inglés. Y dale con el puñetero inglés.

A mi lado se sentó una pareja de rusos, y le preguntó a la misma camarera que me servía a mí. Los rusos que no se bajaban del burro, y la camarera que no lo hacía del suyo, al final lograron llegar a un acuerdo por señas y porque "chocolate" se dice más o menos igual en todos los idiomas que conozco, y quizá en estoniano se diga parecido.

Éstos acabarán pegándose otra vez. No sé cuándo, pero la tensión se puede cortar y la cosa no tiene visos de mejorar.

6 comentarios:

javier dijo...

Bueno, como en Barcelona que tu preguntas algo en español y los chavales te responden en catalán, lo que me hizo mucha gracia. O la clásica de París, donde los parisinos se hacen los longuis mientras le hablas en inglés. En todas partes se cuecen habas y se sirven pelmenis.

Adrià dijo...

Disculpa Javier, pero eso será en tu Barcelona; en la mía te aseguro que es al revés. Sólo hace falta leer los anuncios del periódico verlos por televisión para darse cuenta.

Es más, cuando alguien habla en catalán y le contestan en castellano, es habitual pasarse al castellano. A la inversa no se produce.

Fernando dijo...

Pues nada, si estalla la tensión occidente tendrá algo más que añadir a lista de cargos contra Putin (porque está claro que la culpa será de él, ¡quién lo duda!).
Saludos

Anónimo dijo...

Oye javier, tú a veces tienes la sensación de como si oyeras voces, ¿verdad?. Si es que no, entonces tranquilo, puedes seguir con tus chavales, habas, y pelmenis.

Anónimo dijo...

Hola,
en la vida uno elige que actitud adopta, lo triste es que otros la adopten por ti y te veas en el mismo saco... lo digo por todos los temas de lenguas identidades y tal...Pues los catalanes, pues los madrileños, pues los españoles en el extranjero... ojo ojo... Mi lengua materna es el valenciano porque mis padres me dijeron que se llamaba así, y casi al mismo tiempo aprendí castellano, mis padres también me dijeron que se llamaba así, y esta es la razón que doy con las polémicas. Después hablo alemán, no inglés, lo que me lleva también a que en cuanto te pillan que eres extranjero te contesten en inglés que no hablas, y yo sigo con mi alemán que es lo único que hablo... y bueno, conozco a bastantes lituanos que son muy amenos, a una letona muy simpática, residentes todos en españa pero mira por donde estones no conozco... en fin, esperemos que se calmen y no se peleen mucho... Aquí en Valencia con lo de la crisis una cosa buena es que hablamos de cosas importantes como hospitales educación etc. y no de nacionalismo castellanismo catalanismo que cansaba un poco ya, temas de estos de ponerte la boina enroscada...
Saludos
Lluis

Alfor dijo...

Javier, mi experiencia en Barcelona ha sido que la gente (alguna excepción habrá) no tiene inconveniente en pasarse al castellano si se lo pides con educación. También he visto conversaciones en que los protagonistas se conocían, uno hablaba catalán, otro respondía en castellano, y así seguían con la mayor naturalidad, probablemente incluso sin darse cuenta de que estaban hablando lenguas distintas.

Fuera de Barcelona, ahí sí, he conocido gente con dificultades muy serias con el castellano. Pero eso es otra cosa.

Adrià, en Barcelona ya digo que aún no he tenido ningún problema a la hora de utilizar el castellano, y no espero tenerlo nunca.

Fernando, la tensión ya estalló hace un par de años. Falta una chispa lo bastante potente para que vuelva a estallar, pero la pólvora está ahí.

Anónimo, está en el límite de lo admisible en este blog. Respeto, por favor. Se puede estar de acuerdo o no, pero sin ofender.

Lluis, y no le digo nada, con la subida del IVA. Va uno a comprar y a mí se me pasa por la cabeza de liarme una manta y echarme al monte.

Pero ya volveremos a hablar del nacionalismo, seguro que sí, a poco que escampe.