lunes, 26 de junio de 2006

El taxista cegato

El retorno de Georgia, a través del aeropuerto de Domodiédovo, que está a unos cincuenta kilómetros de mi casa en Moscú, fue un poco más molesto de lo habitual. Comoquiera que Georgia es un país algo sospechoso en Rusia, el control de pasaportes se alargó muchísimo (como que estuvimos una hora en la cola) y, de resultas de ello, perdimos el tren y nos vimos ante la perspectiva de esperar una hora o tomar un taxi. Ganó la segunda, y nos acercamos a la ventanilla eludiendo a la nube de piratillas que nos querían ofrecer sus servicios.

- ¿A dónde van? - preguntó la dependienta.
- Al metro M*** - dije.
- Serán 1.200 ó 1.500 rublos, según el coche, pero ahora no tenemos coches. Tendrán que esperar.

Nos separamos de la ventanilla con cara de hartazgo. En esto, nos abordó un hombre de unos cincuenta años con evidente aspecto de taxista "espontáneo".

- ¿Les hace falta un taxi?
- Depende -comenzaba, pues, la toma de posiciones.
- ¿A dónde van?
- Al metro M***.
- ¡Vamos!
- ¿Por cuánto?
- Mil quinientos rublos, como siempre.

Era el precio oficial cuando el servicio lo prestaba un coche importado. Supuse enseguida que iríamos en un coche ruso, el servicio del cual costaba algo menos. Pero no tenía ganas de regatear (digamos que "paga Juanca"), ni de esperarme una hora al tren o a un taxi oficial.

- Necesitaré una factura.
- ¡Claro que sí! Y con su sello y todo.

Bueno, al menos estaba organizado el hombre. Le seguimos hasta su coche, que, efectivamente, era ruso; al menos, era un Volga, que, a falta de otras cualidades, es amplio.

Después de un duro recorrido por el Moscú de los atascos eternos, y eso que no era hora punta, llegamos a mi casa.

- ¿Me puede hacer la factura?

El taxista sacó un papel sellado de la guantera.

- Bueno, le pongo la cantidad y usted lo rellena, que yo me he dejado las gafas.
- Vale -tragué saliva. Mi interlocutor esforzó la vista.
- Mire, sin gafas ni siquiera leo dónde he de escribir. Se lo doy en blanco y ya lo rellenará usted.

Y luego hay quien se pregunta por qué los taxistas de Moscú dan miedo.

3 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Madre del amor hermoso (una vez más, no sé la de veces que lo habré dicho ya al leerte ni la de veces que tendré que decirlo) pero Alf ¿no habíamos quedado en que esos taxistas pirata son muy peligrosos?¿no habíamos quedado en que valía la pena la espera?¿recuerdas que eres padre de familia y el agente Forfón, Alf-Forfón?
En fin, no tengo más que decirte, ah sí, por fin hice reformas en mi blog, jejejejeje. A ver si te pasas... Besotes

Alfor dijo...

Uno acaba viviendo peligrosamente aunque sea de forma involuntaria. Oye, por cierto, te ha quedado chulo el blog, negro y rosa.

Esther Hhhh dijo...

jejeje, y me he currado cambios y todo, que todos los nombres los he cambiado y para una persona que no tenía ni idea de eso del HTML es todo un logro, ¿o no?
Besos