domingo, 25 de octubre de 2020

En casita

El gobierno de la región de Bruselas (ésos de la foto) ha decidido ser más (o menos) papista que el Papa, y ha tomado una serie de decisiones que deja chiquitas a las que había adoptado el gobierno federal belga. De momento, el toque de queda (couvre-feu, se llama en francés, lo cual tiene un curioso origen que queda para otra ocasión) va más allá del federal. Como vimos, el federal transcurre entre medianoche, como el de Cenicienta, y las cinco de la mañana, mientras que el regional se aplica desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana.

El gobierno regional es, pues, aún más socialista que el federal, a la hora de hacer el trabajo de los demás, en este caso de los padres de adolescentes. Durante el próximo mes, ni me tengo que molestar en ponerle a Ame hora de llegada, cosa que podría ser objeto de conversaciones más o menos tensas: el benévolo gobierno regional bruselense ha cortado el problema de raíz. Su padre permite a Ame llegar a casa a la hora máxima que marca la ley, y más generosidad no es posible dentro del marco jurídico que nos limita. A las diez en casita. Qué gusto, tú...

Además, el gobierno regional lo ha prohibido casi todo: deporte, salvo que sea estrictamente individual; bares, restaurantes y establecimientos similares (otra ayuda a los padres de hijos adolescentes); la mascarilla vuelve a ser obligatoria en todo el territorio de la región; ah, y también ha prohibido las misas. En eso es en lo que, me imagino, son menos papistas que el Papa, aunque el Papa (éste) es a veces tan confuso que sólo Dios sabe con certeza su nivel de papismo.

A todo esto, para contagiarse en una iglesia hay que proponérselo con una seriedad admirable. He estado en cuatro iglesias distintas bruselenses en este período, y los responsables de las mismas han currado de tal forma que no te acercarías a menos de dos metros de ningún otro feligrés, a menos que tu intención fuera precisamente ésa: flechas, barreras, asientos señalizados... más que en parroquias de barrio, se diría uno en la capilla de una prisión de alta seguridad. Pero el gobierno regional, ese ente entre sociata, masónico y ecologeta, entiende que los templos pueden ser un foco de contagio; más, por ejemplo, que el Decathlon o el IKEA. Del último no sé (y es cierto que en la región de Bruselas no hay ninguno), pero estuve el sábado pasado en el Decathlon y allí no había ni limitaciones de aforo, ni distancia social, ni flechitas o barreras. Pero los Decathlon de Anderlecht y de Evere seguirán abiertos a despecho de la presencia de virus en este mundo en general, y en la región de Bruselas en particular.

Porque, sí, Bélgica se ha impuesto a sus perseguidores y hoy es el país más tocado por la pandemia, que está más rampante que el león del escudo de Flandes. Se veía venir, claro, tal y como es Bélgica, que, recordemos, es un país de voluntades libres que sólo se someten, y con desgana, al pago de impuestos. Ahora queda por ver cómo se someterán esas voluntades libres a la obligación de llevar mascarillas y de recogerse a las diez de la noche, obligación que comienza a partir del lunes. En lo de las mascarillas me voy a fijar; no, en cambio, en lo de recogerse a las diez, porque eso implicaría salir a deshora para curiosear y, con ello, rebelarse contra la misma norma, y no estoy yo a estas alturas de mi vida como para que me devuelva a casa la policía bruselense con un multazo, y que Ame se comience a hacer preguntas sobre si merece la pena o no llegar a casa a las diez, como su padre le pide y el gobierno regional le impone.

Y es que hay que dar ejemplo. Además de que, como es notorio a los lectores de esta bitácora, no me gusta a mí que se haga tarde. Como ahora.

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