viernes, 5 de junio de 2020

Los gobernantes de Bruselas reciben un ascenso

Hasta ahora, los mandamases de Bruselas que hemos visto han sido pipiolos de -relativa- poca monta, reducidos a una esquinita del Sacro Imperio y con una actitud de matones feudales que es lo único que les salvaba de la invisibilidad más absoluta.

Pero esto va a cambiar bien pronto.

Nos habíamos quedado embobados mirando el mapa de la zona. Bueno, al menos me quedé embobado yo, cosa que me pasa casi cada vez que me acerco a un mapa. Antes de eso, vimos que Godofredo II había fallecido en 1142, tras únicamente tres años de gobierno, siendo sucedido por su hijo, Godofredo III, que tenía a la sazón la tierna edad de dos años. Dos años, tú. Era lo que esperaban todos los enemigos que se habían granjeado con el tiempo los condes de Lovaina para devolverles los tortazos que llevaban décadas dándose. Se levantaron prácticamente todos y, si no se acabó allí lo que se daba, fue por la intervención del emperador Conrado III, que era el cuñado de la madre de Godofredo y consiguió poner paz.

Eso no duró mucho. En 1148, tras la caída de Edesa, se predica la Segunda Cruzada. Recordemos que la primera había sido un éxito y había culminado con la toma de Jerusalén, ahí es nada. Digamos que, por la zona que nos ocupa, tomar la cruz empezó a ser visto como algo bastante prestigioso, así que el que partió hacia Tierra Santa fue el emperador Conrado en persona. A falta de perro guardián, los nobles revoltosos de la Lorena siguieron a lo suyo, aprovechando también que nuestro Godofredo apenas había hecho la Primera Comunión y tuvo que esconderse antes de que lo hicieran desaparecer convenientemente.

Entretanto, la Segunda Cruzada fue un fracaso sin paliativos y Conrado III volvió con el rabo entre piernas y probablemente con la salud bastante perjudicada, con lo que no es de extrañar que no sobreviviera mucho a su retorno. Le sucedió su sobrino, Federico Barbarroja, un tipo de treinta años que no se andaba con chiquitas y que pacificó la Lorena y el Brabante sin muchos miramientos.

A partir de ahí, nuestro Godofredo, que ya era un adolescente hecho y derecho, se dedicó a casarse con Margarita de Limburgo, un excelente partido que le vino de perlas, y luego, cuando enviudó, con la hija de Luis de Looz, un noble que encabezaba la clasificación de la liga de nobles revoltosos del imperio y que había fallecido diez años antes dejando a su hija una dote considerable. El hecho es que Godofredo se había construido un capitalito, por ser suave.

En esto, llegó la llamada a la Tercera Cruzada, que se ha hecho con el tiempo la más famosa de todas porque ha salido bastante en el cine, indudablemente porque creo que es la única en la que participó un rey de Inglaterra, el conocido como Ricardo "Corazón de León". En las películas y en las novelas de Walter Scott es el que lleva la voz cantante con su "amigo" Saladino, pero lo cierto es que en la cruzada participó gente de mucho peso, como el rey de Francia, Felipe Augusto, o el emperador de Occidente, el ya mencionado Federico Barbarroja. Bueno, pues estos próceres fueron acompañados de un buen puñado de nobles, entre los que estaba el cuñado de Godofredo III, Gerardo de Looz (que no volvería vivo). Godofredo III ya había estado por allí entre 1182 y 1184, intentando defender aquello, y no se apuntó a la cruzada de los reyes.

En la plaza real de Bruselas hay una estatua dedicada a Godofredo de Bouillon, participante de la Primera Cruzada y mente pensante (y actuante) de la toma de Jerusalén de 1099, como si el tal Godofredo hubiera tenido algo que ver con Bruselas, que seguramente ni siquiera visitó jamás. En realidad, el primer gobernante de Bruselas que se planteó algo relacionado con la cruzada fue este Godofredo III, y la cosa, como es bien sabido, fue un éxito a medias. Jerusalén cayó en 1187 en manos de Saladino, y fue para quedarse. Federico Barbarroja murió ahogado, porque a quién se le ocurre cruzar ríos con los pedazos de armaduras medievales que se gastaban estos chicos; Felipe Augusto de Francia se las piró a mitad de la cruzada y se dedicó a guindarle al Rey de Inglaterra sus dominios continentales, y Ricardo Corazón de León, no está claro si de muy buena gana, por mucho que diga Hollywood, consiguió conquistar una serie de ciudades costeras, pero no Jerusalén, y se volvió a Europa a tener unas palabras con Felipe Augusto y, sobre todo, con su hermano Juan Sin Tierra, que andaba buscando la manera de usurparle el reino. El Reino de Jerusalén ya no tendría Jerusalén entre sus dominios (bueno, con una excepción bastante breve).

Godofredo III murió en 1190 y dejó sus dominios, que había engordado bastante, a su hijo Enrique, que no se quedaría sólo con el título de conde de Lovaina y señor de Bruselas, sino que se convirtió en duque de Brabante. Es lo que tiene que tu familia se lleve bien con el emperador. Como era duque, fundó una ciudad en una zona bastante boscosa que, lógicamente, se llamó Bolduque en castellano, Bois-le-Duc en francés y 's Hertogenbosch en neerlandés. Pero de ésa ya hemos escrito.

Así que ya tenemos a los señores de Bruselas convertidos en la flor y nata del Sacro Imperio. Y en la siguiente entrada seguiremos escudriñando cómo les fue.

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