Y no sería la primera vez.
A lo mejor he sido un pelín exagerado a la hora de poner verdes a los obispos belgas. Es verdad que alguno, más valón que flamenco, pero esto era de esperar, ha sido razonablemente beligerante. También es verdad que en Pentecostés pude confesarme (en un sitio), comulgar (en otro), y oír misa (por Internet, vale, qué remedio), y eso calma bastante las cosas.
El caso es que el confinamiento eclesiástico terminará, según todos los indicios, el próximo lunes, 8 de junio, y se permitirán las eucaristías públicas con asistencia de un máximo de cien personas. En un país normal, ello obligaría a celebrar más misas para cobijar a quienes no puedan caber. Está por ver si Bélgica es un país normal, pero espero cerciorarme dentro de unos días.
Entretanto, si me he pasado, me disculpo.
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