miércoles, 1 de mayo de 2019

Decimotercer año

No sé si el hecho de cumplir trece años de entradas significa algo, o si traerá mala suerte, pero bueno, no deja de ser un aniversario, y en esta bitácora, incluso en sus momentos más languidecientes, los aniversarios se celebran.

Si echo la mirada atrás, pero no muy atrás, sino sólo a lo que ha sucedido en el último año, resulta que no ha sido un año de los mejores. Pero tampoco ha sido un año malo. Las cosas avanzan con lentitud, pero avanzan, aunque algunas parezcan retroceder. Lo suyo es intentar una visión de conjunto y no dejarse cegar por asuntos parciales, y eso que los asuntos parciales tienen su importancia.

En los últimos meses le he vuelto a coger el gusto a esto de escribir por aquí, después de varios años de agobio y de sequía escritural llevada al extremo. No es que el agobio haya terminado, antes al contrario, pero creo que le estoy volviendo a encontrar las ventajas a esto de escribir, algo que permite pensar en algo diferente y desconectar de una realidad que, lamentablemente, a veces podría ser mejor. Observará el lector (si es que queda algún lector que haya sobrevivido al estiaje de entradas) que hay un tema que jamás se aborda en esta bitácora, y ese tema es todo lo relacionado con el trabajo. No siempre fue así. En los tiempos de Moscú, de manera indirecta, pero tangible, aparecían retazos que venían de mi trabajo como, digamos, consultor, que en suma era lo que venía a realizar por allí, con independencia del título más o menos rimbombante que me atribuyeran quienes me empleaban. A mi hijo Ame le decía, para explicar un poco a qué me dedicaba y que lo entendiera, que me dedicaba a solucionar problemas, pero los problemas que solucionaba no eran inconfesables y podía contar muchas cosas que me pasaban por allí y que yo consideraba ilustrativas.

Aquí, no.

La verdad es que es lástima. Quienes saben de qué me ocupo me dicen con más o menos frecuencia que debería escribir un libro con los episodios que me suceden en relación con mi actividad laboral, y no les falta razón en que tal libro sería sumamente entretenido, a poco que yo supiera presentar mis aventuras de manera mínimamente atractiva.

Porque, en realidad, lo cierto es que, en el fondo, sigo haciendo lo mismo: solucionar problemas. Y, como le decía a mi asistente en Rusa (con la que nos salvamos el pellejo mutuamente varias veces), nos dedicamos a tareas que nadie quiere hacer, y que no hemos sido lo bastante irresponsables para rechazar. Esto sigue siendo totalmente válido aquí, con el añadido de que me rodea un equipo de voluntarios para tareas ingratas.

Mientras en el trabajo vamos solucionando problemas como Dios nos da a entender, el resto del tiempo los problemas crecen. Yo no sé si hace trece años estaba hecho un chaval, pero ahora lo estoy mucho menos, aunque para mi sorpresa, el otro día me encontré terminando una media maratón en un tiempo más que aceptable para ser un entrenamiento de pachanga. Pero está claro que trece años no pasan en balde, ni para mí, ni para mi tropa, que ya ha empezado a dispersarse, y mucho me temo que esto es sólo el comienzo.

Pero ya digo que le he vuelto a encontrar el gusto a esto de escribir. No es que tenga más tiempo que antes, de hecho, más bien tengo menos, pero es que escribir ayuda. El clásico que escribió aquello de Nulla dies sine linea no sé si pensó en la lectura, en la escritura, o en qué, pero yo voy a intentar aplicarlo a las dos y que no pasé día sin escribir, como no lo pasa sin leer. Eso, claro, no pasa de ser una buena intención, y tampoco garantiza una entrada diaria (ya hace tiempo que deje de ser iluso), pero sí que iré avanzando en los borradores que van por ahí.

Entretanto, menos reflexiones y, como estamos de fiesta, y no sólo la del trabajo, voy a celebrar el decimotercer cumpleaños de esta bitácora no sólo con una entrada (ésta), sino también con un poco de dedicación al jardín. Ya lo decía Voltaire, por boca de Candide: Tout est pour le mieux, mais il faut cultiver notre jardin.

A ello vamos, y por cierto que mi jardín está pidiendo a gritos una entrada, que tendrá que esperar a mejor ocasión, porque hoy se hace tarde y los aperos de labranza me esperan.

2 comentarios:

Óscar Aransay dijo...

Gracias por seguir compartiendo tiempo y vivencias con nosotros. Un abrazo

Alfor dijo...

Gracias a ti, Óscar, por seguir ahí en la brecha. :D