lunes, 20 de enero de 2014

Mudanzas y atascos

Como ya quedó dicho en otra ocasión, en Bruselas no tendría por qué haber atascos. La superficie de la ciudad es grande y la densidad de población no es exagerada. Sin embargo, parece que una ciudad, para tener pedigrí, tiene que tener atascos como sea, y Bruselas se las quiere dar de pedigrí. Ya hablamos de una de las medidas que ha tomado la administración para conseguir que en Bruselas haya atascos, como es poner a los camiones de basura a trabajar en hora punta (eso sí, dos días a la semana, que luego todo son hernias).

La segunda medida es más de los bruselenses que de su administración. La segunda medida importante para fomentar los atascos son las mudanzas.

Yo no sé qué diablos pasa por aquí, pero la gente es muy nerviosa y no se está quieta en una vivienda. Para mí, una mudanza es algo sólo ligeramente mejor que un incendio y, por ello, conviene evitarlas como las inspecciones tributarias; en mi vida, hasta la fecha, me ha tocado hacer cuatro, siendo la siguiente siempre más complicada que la anterior, y la quinta, que llegará, me produce una aprensión terrible. Yo diría que procuro deshacerme de cosas no tanto porque estorben, sino por aligerar la siguiente mudanza.

Aquí, yo no sé si a la gente le gusta o no mudarse, pero lo cierto es que parece que hay gente que no haga otra cosa. Apenas hay día en que, de camino al trabajo, o de vuelta del mismo, no me encuentre con una grúa pegada a un camión y muebles subiendo o bajando, guiados por una cuadrilla de mozos y, obviamente, cortando media calzada de la calle en cuestión, que no suele dar anchura como para mucho más. Entonces se montan unos cirios muy entretenidos, sobre todo cuando se cruzan a esa altura dos autobuses, uno en cada sentido.

La verdad es que me dan ganas de quedarme a mirar cuánto dura el parón, con los dos carriles bloqueados y coches y más coches añadiéndose a la fila, y tal vez algún día que no tenga prisa lo haga. Como ese día, Dios lo quiera, aún tiene que llegar, me conformo con doblar el manillar de mi bicicleta a derecha e izquierda, pasar por delante de los autobuses, mirar hacia atrás con incredulidad y, finalmente, salir de allí. Eso sí, no sin antes mirar con sorna a los operarios de las mudanzas que, ajenos al pitote que se está montando, hacen su trabajo con parsimonia y sin preocuparse de que haya atascos en el mundo. Pachorra, debe llamarse eso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Alfor ¡¡¡

Soy Andreu, en serio todavia no te has dado cuenta que estas en la capital de la Europa que tu y los tuyos quereis ???

Disimulando todo lo posible, pero si ¡¡ lo que quereis.

Salut.

Alfor dijo...

Andreu, bienvenido, no recuerdo que nos conozcamos.

Hombre, sería muy prolijo escribir sobre la Europa que yo y los míos queremos. Si con lo de "los míos" te refieres a los de mi cuerda, te aseguro que la Europa que queremos no es la que tenemos ahora.

Aunque, en la Europa que queremos, problemente habrá también camiones de la basura en hora punta y mudanzas a porrillo. Es lo que tiene la subsidiariedad...