viernes, 4 de enero de 2008

Confesiones

- Ave María Purísima.

- Sin pecado concebida.

- Padre, yo me acuso de que, bueno, el otro día, en el último viaje en avión que hice, el viajero que iba delante de mí inclinó el asiento hacia atrás todo lo que pudo y yo, bueno, pues me pasé todo el viaje fastidiándole como pude. Y la verdad es que me pasé bastante.

- Mmmm... ¿cuánto tiempo llevas sin confesarte?

- Pues desde Todos los Santos. Hará unos dos meses.

- Bueno, ¿y dices que inclinó el asiento al máximo?

- Todo lo que pudo. Y me dio en las rodillas. Entonces yo, bien, pues le hinqué las rodillas en el asiento, y luego estuve fastidiándole en lo que pude. Y me pasé.

- ¿Y no pudiste haberlo resuelto hablando con él?

- Ya lo intenté, ya. Pero él decía que ésas eran las medidas del avión, y que estaba en su derecho de reclinar el asiento.

- No, no, eso no es así. Está visto que en estos tiempos en que impera el egoísmo y el propio interés, hay que hacer un esfuerzo por evitarlo.

- Bueno, sí, pero yo creo que me pasé fastidiándolo. Claro que es una chiquillada, pero, así y todo...

- Bueno, vale, pero desde luego él no tenía derecho a ser tan egoísta y mirar únicamente por su propia comodidad. No está bien no tener en consideración las necesidades de los demás. En estos tiempos, en que prima el individualismo sobre cualquier otra consideración, nos encontramos mucha gente así, ciega a mirar a los otros como prójimo.

- Sí, sí, pero creo que igual me pasé fastidiándolo, que estuve todo el viaje haciendo la puñeta.

- Vale, vale, sí que son tiempos difíciles, y tenemos la tentación de prescindir de los demás. Y no es así. No es cierto, como en este caso, que exista ese derecho supuesto a reclinar el asiento todo lo posible. No, desde luego, cuando el prójimo se ve afectado y nosotros, ciegos a la caridad y ofuscados por el egoísmo y la soberbia, abandonamos toda consideración por los demás.

- Pero yo es que me pasé mucho...

- ¿Y no hubiera podido intervenir alguna azafata?

- Sí, al final intervino, pero tampoco hubo forma de sacar nada en claro.

- Bien, esas cosas pasan. En fin, que el Señor misericordioso extienda su protección sobre ti y que te haga partícipe de la gloria de la Resurrección. Yo te absuelvo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

- A-amén.

Luego caí en la cuenta de que mi confesor pasa buena parte del año en misiones, que se desplaza desde allí, hacia allí y por allí en avión, y no precisamente en primera, que debe tener más horas de vuelo que el Barón Rojo, y más en viajes transoceánicos... y que con seguridad le ha tocado sufrir a algún bárbaro sobre sus rodillas.

Eso lo explicaría todo.

1 comentario:

Esther Hhhh dijo...

Muy comprensivo, si señor, jejejejeje... Ainssssss

Besitos Alfito y feliz añooooo