El tercero es especialmente vergonzoso, igual que el cuarto, porque están literalmente en la quinta porra, es decir, que llegar a la terminal desde el aparcamiento no lleva menos de media hora. Sí, lo que se dice treinta minutos. Lo llaman retóricamente Foot & Fly, y no hay duda de que habrá que usar los pies (además, mucho) para poder volar. Según el destino, ya puede uno tomarse las cosas con antelación. Eso sí, no necesariamente tiene que andar para acercarse al avión, porque puede tomar un autobús lanzadera que el aeropuerto pone a disposición del viajero perezoso para acercarse a la terminal. Como todo en este aeropuerto, el autobús cuesta. Seis euros es el último precio que vi, pero en el aeropuerto de Charleroi todo es susceptible de encarecerse.
Finalmente, uno se acerca a la terminal y, cuando cree que puede entrar en el edificio, resulta que el pasajero debe dar una vuelta de tres pares de narices para pasar un control de seguridad previo, que no es el de verdad, y que no sé a qué viene, porque no tienen ni equipos ni nada. Normalmente pasa uno como quien no quiere la cosa, sin importar si eres pasajero o no. Claro, además de ser pasajero, podrías ir por allí para recoger o a acompañar a alguien a quien indudablemente quieres mucho, porque, si ir al aeropuerto de Charleroi cuando uno vuela desde allí tiene una justificación, hacerlo sin tener que utilizarlo sólo puede hacerse por amor. Mucho amor.
Luego está el paisanaje que hay por allí. Uno pasa todos los obstáculos que se interponen entre él y la terminal, y finalmente consigue acceder a la misma. No hay ningún pasajero, pero ninguno, de porte mínimamente elegante e indicios de viajar por trabajo. No nos engañemos, porque yo he viajado por trabajo desde Charleroi, vale, pero tuve que convencer a la agencia de viajes de que me venía mejor el horario que la alternativa que me ofrecían ellos y que implicaba levantarme a las cuatro de la mañana como poco. Y, así y todo, me vestí lo más informal que pude, metiendo el traje en la maleta doblado, sólo para no ser el único trajeado en todo el aeropuerto. Las agencias de viajes que se respetan y que trabajan con gente de negocios tienen vetado ofrecer vuelos que salgan de Charleroi o aterricen allí. No quieren líos ni reclamaciones; si hay que pagar más, se paga y punto.
Sí, amigos, desde Charleroi sólo vuela gente lumpen, de los que se van de vacaciones de baja estofa o van a visitar a sus parientes en Marruecos. En verano, casi no hay pasajero que no lleve tatuado hasta el esternón. Los (y, sobre todo, las) que no lo hacen es porque llevan la cabeza tapada con un pañuelo y el resto del cuerpo con ropas amplias, además de ir un par de metros por detrás de sus supongo que maridos. Esa gente lumpen ha comprado los billetes atraídos por el bajo precio que ponen las compañías, sin reparar en que, entre los treinta euros que cuesta llegar allí en transporte público (en cada sentido), la clavada que supone facturar la maleta (¿Cómo vas a ir a Marruecos sin regalos para todo el pueblo, demostrando lo bien que te va entre los infieles?) y que en ese aeropuerto te cobran hasta por orinar, quizá los billetes no sean tan baratos como parece.
El control de seguridad es igualmente patético. Frente a los mostradores amplios de Zaventem, en Charleroi hay sólo dos filas frente a las que se atestan miríadas de pasajeros. Últimamente, las compañías aéreas (o sea, Ryanair, que es quien ha tomado la terminal) advierten a los pasajeros que deben personarse tres o cuatro horas antes de la salida del vuelo, porque, por mucho que lo piden, el aeropuerto de Charleroi no habilita más puestos de control de seguridad y eso crea colas y retrasos del quince. Creo que quien ha volado con Ryanair ya sabe lo que le gusta a esta compañía curarse en salud y dramatizar las cosas, para poder soltar un 'ya te lo dije' si las cosas vienen mal dadas. En realidad, con llegar dos horas antes de la salida del vuelo, como toda la vida, hay tiempo de sobra.
El único buen momento del aeropuerto de Charleroi es cuando te montas en el avión y queda claro que lo vas a perder de vista más pronto que tarde.
Tarde es precisamente lo que se ha hecho ahora, así que vamos a dejarlo hasta mi próxima aparición por Charleroi, que tendrá lugar fatalmente dentro de unos días, si Dios quiere.