miércoles, 28 de mayo de 2025

El aeropuerto de Charleroi y la madre que lo parió

En Charleroi hay cuatro aparcamientos. El primero está cubierto y está cerca de la terminal, pero poco menos que has de vender el coche para pagar las tarifas del aparcamiento. El segundo está descubierto y está algo más lejos, así que, si nieva o llueve, se siente. Yo lo tuve que usar en enero un fin de semana largo, nevó y, bueno, fue molesto, pero nada más. Después de todo no estoy en silla de ruedas y sigo en edad de merecer. Hay que decir que no es mucho más barato que el primero, pero está casi lleno, sobre todo las plazas más cercanas a la terminal.

El tercero es especialmente vergonzoso, igual que el cuarto, porque están literalmente en la quinta porra, es decir, que llegar a la terminal desde el aparcamiento no lleva menos de media hora. Sí, lo que se dice treinta minutos. Lo llaman retóricamente Foot & Fly, y no hay duda de que habrá que usar los pies (además, mucho) para poder volar. Según el destino, ya puede uno tomarse las cosas con antelación. Eso sí, no necesariamente tiene que andar para acercarse al avión, porque puede tomar un autobús lanzadera que el aeropuerto pone a disposición del viajero perezoso para acercarse a la terminal. Como todo en este aeropuerto, el autobús cuesta. Seis euros es el último precio que vi, pero en el aeropuerto de Charleroi todo es susceptible de encarecerse.

Finalmente, uno se acerca a la terminal y, cuando cree que puede entrar en el edificio, resulta que el pasajero debe dar una vuelta de tres pares de narices para pasar un control de seguridad previo, que no es el de verdad, y que no sé a qué viene, porque no tienen ni equipos ni nada. Normalmente pasa uno como quien no quiere la cosa, sin importar si eres pasajero o no. Claro, además de ser pasajero, podrías ir por allí para recoger o a acompañar a alguien a quien indudablemente quieres mucho, porque, si ir al aeropuerto de Charleroi cuando uno vuela desde allí tiene una justificación, hacerlo sin tener que utilizarlo sólo puede hacerse por amor. Mucho amor.

Luego está el paisanaje que hay por allí. Uno pasa todos los obstáculos que se interponen entre él y la terminal, y finalmente consigue acceder a la misma. No hay ningún pasajero, pero ninguno, de porte mínimamente elegante e indicios de viajar por trabajo. No nos engañemos, porque yo he viajado por trabajo desde Charleroi, vale, pero tuve que convencer a la agencia de viajes de que me venía mejor el horario que la alternativa que me ofrecían ellos y que implicaba levantarme a las cuatro de la mañana como poco. Y, así y todo, me vestí lo más informal que pude, metiendo el traje en la maleta doblado, sólo para no ser el único trajeado en todo el aeropuerto. Las agencias de viajes que se respetan y que trabajan con gente de negocios tienen vetado ofrecer vuelos que salgan de Charleroi o aterricen allí. No quieren líos ni reclamaciones; si hay que pagar más, se paga y punto.

Sí, amigos, desde Charleroi sólo vuela gente lumpen, de los que se van de vacaciones de baja estofa o van a visitar a sus parientes en Marruecos. En verano, casi no hay pasajero que no lleve tatuado hasta el esternón. Los (y, sobre todo, las) que no lo hacen es porque llevan la cabeza tapada con un pañuelo y el resto del cuerpo con ropas amplias, además de ir un par de metros por detrás de sus supongo que maridos. Esa gente lumpen ha comprado los billetes atraídos por el bajo precio que ponen las compañías, sin reparar en que, entre los treinta euros que cuesta llegar allí en transporte público (en cada sentido), la clavada que supone facturar la maleta (¿Cómo vas a ir a Marruecos sin regalos para todo el pueblo, demostrando lo bien que te va entre los infieles?) y que en ese aeropuerto te cobran hasta por orinar, quizá los billetes no sean tan baratos como parece.

El control de seguridad es igualmente patético. Frente a los mostradores amplios de Zaventem, en Charleroi hay sólo dos filas frente a las que se atestan miríadas de pasajeros. Últimamente, las compañías aéreas (o sea, Ryanair, que es quien ha tomado la terminal) advierten a los pasajeros que deben personarse tres o cuatro horas antes de la salida del vuelo, porque, por mucho que lo piden, el aeropuerto de Charleroi no habilita más puestos de control de seguridad y eso crea colas y retrasos del quince. Creo que quien ha volado con Ryanair ya sabe lo que le gusta a esta compañía curarse en salud y dramatizar las cosas, para poder soltar un 'ya te lo dije' si las cosas vienen mal dadas. En realidad, con llegar dos horas antes de la salida del vuelo, como toda la vida, hay tiempo de sobra.

El único buen momento del aeropuerto de Charleroi es cuando te montas en el avión y queda claro que lo vas a perder de vista más pronto que tarde.

Tarde es precisamente lo que se ha hecho ahora, así que vamos a dejarlo hasta mi próxima aparición por Charleroi, que tendrá lugar fatalmente dentro de unos días, si Dios quiere.

viernes, 9 de mayo de 2025

Aeropuertos: sí, en plural

En el pasado ruso, la etiqueta "aviones y aeropuertos" era bastante frecuente en esta bitácora, y no era para menos, porque en los aeropuertos rusos (bueno, y fuera de ellos) solían suceder cosas originales y curiosas que merecían la pena relatarse. Es lo que tienen los controles de pasaportes y los controles de aduanas, y no digamos los controles de seguridad a partir del, digamos, incidente, de las torres gemelas.

En Bélgica, es verdad que ha habido alguna que otra entrada sobre aeropuertos, pero menos. El desplazamiento al aeropuerto está mejor organizado que a los aeropuertos moscovitas, al menos hasta que los rusos pusieron los trenes directos; es más, uno llega a los aeropuertos belgas y se encuentra con que, siempre que no se vaya fuera de la zona Schengen, cosa que hace mucho tiempo que no hago, los controles de acceso a la zona de embarque son muy simples. No hay control de pasaportes. De hecho, ni siquiera hay obligación de llevar el pasaporte en el viaje con mucho más frecuente que hago, que es de Bruselas a Valencia y viceversa. Tampoco hay control aduanero. Lo que sí que hay es control de seguridad, pero suele ser bastante rápido y, si uno tiene el ojo de chapurrear un poco el neerlandés, los encargados del control se quedan gratamente sorprendidos y se deshacen en parabienes. Bueno, me estoy pasando, que al fin y a la postre son seguratas y belgas; quizá no se deshagan en parabienes, pero, por lo menos, no son directamente desagradables.

Uno pasa ese control y ya sólo le queda deambular por las instalaciones del aeropuerto, quizá comer algo, o pasar por la capilla (sí, sí, hay una), o hacer alguna compra que se haya quedado a medias o directamente por hacer. Llega el momento del vuelo, se pasa una revisión de la documentación y, ¡hala!, al avión. No hay mucha diferencia con lo que pasa en las estaciones de tren en España y sus controles de equipajes. No, en Bruselas, normalmente, en los trenes de alta velocidad no hay controles de equipaje; eso es un invento español con Dios sabrá qué oscuras intenciones.

En Bruselas hay un aeropuerto, el internacional de Zaventem. Bueno, hay uno...  excepto si le preguntamos a Ryanair, que nos dirá que hay dos, el susodicho internacional de Zaventem, que está a unos quince kilómetros del centro, y el que ellos denominan Bruselas Sur, pero que la IATA y el resto del mundo llamamos aeropuerto de Charleroi y que, efectivamente, está en la ciudad de Charleroi. Es verdad que Charleroi, con su aeropuerto, está al sur de Bruselas, con lo que Ryanair no va totalmente desencaminado, pero, ya puestos, podían haberlo llamado aeropuerto de París Norte, no en vano está al norte de París y París vende más.

El aeropuerto de Charleroi está a cincuenta y cinco kilómetros de Bruselas. Es pequeño y cutre, y de él vuelan compañías aéreas de bajo coste y ninguna intención de disimularlo. Obviamente, Ryanair es la más destacada, aunque también opera vuelos desde Zaventem. Hay que decir que lo único que hay de bajo coste en ese aeropuerto son los vuelos, y aun de esto habría mucho que discutir. El resto de los servicios de ese aeropuerto es de pago o incomodísimo, y no es que los pasajeros tengamos mucho donde elegir. Este pasajero que escribe y que suele viajar a Valencia está prácticamente condenado a utilizar Charleroi mucho más de lo que le gustaría, porque Ryanair, al menos estos meses, es la única línea aérea que cubre el trayecto sin visitar más que los aeropuertos de origen y destino.

Como tengo tres hijos en edad universitaria y los estudiantes son pobres, también me toca visitar Charleroi cuando los llevo o los recojo en coche. En Zaventem, igual que en todos los lugares decentes, hay una zona en la cual uno puede descargar a los pasajeros que lleva, darles un beso, un abrazo o un simple apretón de manos, según la confianza que se tenga con ellos, y a partir de ahí ya se apañan ellos y el conductor puede volver sobre sus pasos sin pagar por llegar hasta allí.

En Charleroi, no.

En Charleroi, uno tiene que rascarse el bolsillo en cuanto uno se acerca a menos de un kilómetro del acceso, pero se está haciendo un poco tarde, así que voy a ir cerrando esta entrada y reservando mis invectivas y palabras soeces para la próxima, en la que intentaré disuadir a los potenciales pasajeros de utilizar esa cuadra.