martes, 19 de noviembre de 2013

El alquiler de coches (I)

Como ya quedó dicho, no tenemos coche ni lo tendremos hasta que pasen varias lunas, y luego todavía quedará matricularlo y ésas cosas que sí son burocráticas y que, si la empresa privada es lo que hemos visto, no quiero ni pensar lo que puede ser la administración pública.

En fin, que vehículo propio no tenemos, así que no nos queda más remedio que alquilarlo, siquiera sea para hacer la compra los fines de semana, porque, cuando hay varias bocas que alimentar, el problema básico es tener dinero para comprar las cosas, vale; pero un problema no menos importante es transportar las cosas que has comprado desde la tienda hasta la cocina.

Lo de los alquileres de coche en Bruselas es un caso aparte. Como en todos los sitios, los hay en las estaciones de tren y en los aeropuertos, pero uno no se va a ir a un aeropuerto sólo para alquilar un coche, ¿verdad?, ni a una estación de tren, que, por cierto, no pillan nada cerca de casa. Hay en Bélgica un sistema de alquiler, parecido al de las bicicletas, que, por lo visto, funciona muy bien, pero, por un par de meses, no compensa el pago inicial ni toda la parafernalia y, además, la estación más próxima estará a sus buenos veinte minutos. Por fortuna, a no más de diez minutos a pateo tenemos una oficina de alquiler, que, vale, no es precisamente Hertz ni Sixt, pero que alquila coches.

Y aquí nos encontramos con otro de los arcanos de la prestación de servicios en Bélgica.

El señor que lleva la oficina, que, por cómo la lleva, nadie diría que fuera suya, es, por ser suave, un pelín dejado. Tiene un horario, de lunes a sábado, y de nueve de la mañana a seis de la tarde, pero que respeta sólo en casos excepcionales. Trabaja solo, y no parece que se mate demasiado. Lo que maravilla es su estilo, tan personal, de llevar el negocio.

Como es de suponer, nosotros somos clientes de fin de semana, de día de compra, y nos gustaría alquilar el viernes por la tarde y devolver el sábado por la tarde, antes de que cierre. Una vez, con un vehículo de carga, lo logramos, y lo intentamos la vez siguiente, esta vez con un turismo.

- No, no se lo alquilo.

- Ah, ¿no? ¿Y por qué no?

- Porque, si se lo alquilo, luego ya no me lo recoge nadie para quedárselo el domingo, y yo a ustedes sólo les cobro un día y un día lo tengo parado.

Lo bueno del pequeño comercio es el trato franco y personal, está claro. Como, por otra parte, la verdad es que el alquiler es mucho más barato que el de sus competidores internacionales, sale a cuenta alqular el domingo, aunque el domingo salgamos a pasear al bosque de al lado o llueva a cántaros y nos quedemos en casa todo el día y sólo salgamos a misa y gracias. Vale, lo alquilamos todo el fin de semana, usted gana.

Como en todos los alquileres de coches, el contrato dice que te dejan el depósito lleno, y que tú también tienes que devolverlo lleno y que, si no lo dejas lleno, te cobrarán el combustible que le metan a un precio más elevado que los pensamientos de un místico.

Bueno, pues todavía no he visto un coche de ese sitio con el depósito lleno.

La primera vez, con el vehículo de carga, no sólo no estaba lleno: es que estaba en reserva, y en reserva agónica, de las que te hacen buscar la gasolinera más cercana con un nudo en la garganta por si te deja tirado.

- Oiga, ¿el indicador de combustible funciona? Porque no se ha levantado ni un poquito.

- No, es que está vacío. Pero no pasa nada. Usted póngale lo que vaya a gastar, y me lo devuelve también vacío.

"Póngale lo que vaya a gastar" ¿Y yo qué sé qué voy a gastar? Ni que fuera el oráculo. Total, que me acerco a la gasolinera y llego de milagro. Como la gasolina en Bélgica va más cara que en España y, si comparo con Rusia, ya ni lo cuento, toca economizar, con lo cual vamos todo el fin de semana con en depósito temblando, para dejárselo en la misma comatosa condición en que nos lo dejó. Y, claro, los niños no estan acostumbrados a ver un depósito tan renqueante en esta familia.

- Papá, hay que ponerle gasolina.

- Ya le puse.

- Pero le pusiste poca. Mira el indicador.

- Ya lo sé.

- Nos vamos a quedar sin gasolina.

- No creo.

- Que sí. Y tendremos que volver andando.

"Grrrr..."

Con lo fácil que es que te lo dejen lleno, gastes lo que sea sin preocuparte y, justo antes de devolverlo, pases por la gasolinera y lo llenes. Pues no.

A todo esto, al tío parece que el negocio le funciona. Yo he estado pensando seriamente en poner un negocio de alquiler de coches en el barrio, porque, si éste, con todo lo chapucero que es, tira p'alante, no hace falta ser muy bueno para hacerse con el mercado. Lo único que me tira para atrás es que a ver de dónde saco los coches. Con lo difícil que es hacerme con uno para mí mismo, conseguir una flotilla mínima debe ser un trabajo que ríete de los de Hércules.

En fin...

2 comentarios:

José Manuel dijo...

Eso también pasa aquí, pero de forma institucionalizada. En Mallorca, en el aeropuerto, a mí me lo dieron lleno, me cobraron el depósito a precio místico y me dijeron que tenía que devolverlo vacío... Cuando lo devolví el ordenador de a bordo marcaba 0 kilómetros de autonomía a 10 km del aeropuerto... Llegué, aparqué, les di las llaves, y me fui a coger mi avión...

Alfor dijo...

José Manuel, ¿que tenía que devolverlo vacíooooo? Toma medida de ahorro energético. He de reconocer que eso, aquí, no lo he visto... todavía.