miércoles, 22 de enero de 2025

Comenzando el año

Ya decía yo a finales del año pasado que, tal y como veía el panorama, era difícil que tuviera mucho tiempo en los primeros días de 2025 para escribir nada, y efectivamente, así ha sido hasta hoy, en que he encontrado un hueco y tomo la pluma, o más bien el teclado, para quitarle el polvo a esta bitácora de mis entretelas, con los buenos propósitos de todos los años de escribir más a menudo, pero que fatalmente se compadecen mal con la realidad.

Lo típico de la primera entrada del año es plantearse qué hacer durante el mismo, y a eso voy. Veo que en los últimos años, además de una reducción del número de entradas y de la frecuencia de publicación con respecto a la primera etapa moscovita y exuberante, la temática se ha encogido bastante. Al principio, esto era un egoblog, tal cual, y además orgulloso de serlo. Se escribía de mí y de mis vivencias, que tenían lugar en Rusia, que ya de por sí es un país como para que pasen muchas cosas chocantes, pero también en otros sitios, España incluida. Incluso llegué a escribir de Bélgica, mucho antes de sospechar siquiera que unos años más tarde terminaría viviendo aquí. En los últimos años, sin embargo, escribo más de Bélgica y algo menos de mis vivencias diversas por esos mundos de Dios o por donde sea. Y es lástima, porque, aunque resido habitualmente en un municipio, Uccle o Ukkel, según el idioma que elijamos, de la región de Bruselas, también es verdad que me desplazo bastante a lugares como Luxemburgo, Alsacia, otras regiones belgas y, naturalmente, España, y últimamente no sólo a Valencia, sino que estoy asomando el hocico por otros lugares de nuestro hermoso país. El año pasado y el anterior, aprovechando que tengo hijos desperdigados por Europa, pasé fugazmente por Hungría y Dinamarca, y pienso volver por este segundo país, pero no he escrito una línea sobre mis impresiones sobre estos lugares.

Pues ya va siendo hora de cambiar un poco la orientación. Yo supongo que el hecho de cambiar de perspectiva y escribir más de Bélgica y menos de mis impresiones en general va unido al hecho de tener cierto pudor con respecto a mis circunstancias personales, que han cambiado muchísimo desde los felices tiempos de Moscú. Uno piensa que a los lectores, si es que queda alguno, no le interesan en demasía mis cuitas personales, que me han llevado a conocer lugares tan desagradables como los juzgados belgas, cosa que no deseo ni siquiera a mis enemigos. Bueno, puede que a los lectores, que para eso lo son, sí que les interesen mis cuitas personales, pero creo que a mí me va a costar algunos años poderlas contar con algo de sentido del humor, que es de lo que se trata en estas pantallas.

En fin, que la idea consiste en hacer esto un poco más variado. Después de todo, cuando comenzó esta aventura allá por 2006, en mi hogar había cinco personas, tres de ellos niños de seis, cinco y dos años, y dos más o menos niñeras a tiempo completo, lo que daba mucho juego sin necesidad de salir de casa; ahora los niños, lógicamente, tienen casi veinte años más, no viven en casa y, no menos lógicamente, no hay niñeras, sino una señora que viene a limpiar los jueves lo poco que, viviendo solo, ensucio por aquí. No es lo mismo.

Sin embargo, para hacer la transición un poco más llevadera, y porque tampoco se trata de hacer una revolución (sigo siendo fervientemente contrarrevolucionario), la primera entrada de este año tras ésta todavía va a tener como protagonista un político belga, seguramente el más conocido para el público español.

Pero eso será dentro de un par de días, porque hay cosas que no cambian, y una de ellas es que se me hace tarde...