jueves, 30 de noviembre de 2006

Cartas sinérgicas

Querido Roberto:

Ayer la empresa me encomendó la misión de elaborar un plan de desarrollo en Rusia... hoy he agarrado el lápiz y el papel, he comenzado a redactar, y he tenido como una regresión, como si eso ya lo hubiera vivido... inevitablemente me he acordado de ti y del legendario PSFR, relegado ahora a un papel secundario por parte de quienes lo ejecutan ¡Ah, qué tiempos aquéllos en que se planificaba con criterio! Ahora que estás en la vida real, de todas formas igual te viene bien recordar algo de ésta tu vida pasada.

He concluido la primera parte, la más importante, que es la de escoger un buen acrónimo, fácil de pronunciar: PIFR, Plan Indicativo de la Federación Rusa. Quizá PIR valiera también, pero me pareció corto. PIFR comienza por "pif", como "pifia", lo cual quizá indique lo que pienso de cómo puede terminar el asunto. Ahora tengo que procurar que no se note. El nombre del plan lo dejaré como una llamada para el subconsciente de quien lo lea.

Ya tengo escogidas las palabras clave: plan táctico, estrategia, evolución, sinergia (ya sabes, importantísimo), dinamización, ejecución, acuerdo de colaboración, exploración de posibilidades, profundización, dilema... si recuerdas alguna más de cuando estabas en este negocio, haz el favor de decírmelo, que hoy no me veo muy inspirado.

Ahora sólo falta poner unas cuantas preposiciones, verbos (también procuraré que sean "sinérgicos") y algún adverbio, para unir las palabras anteriores entre sí.
El contenido no debería preocuparme mucho, vista la definición de plan: "Cosas que ya estábamos haciendo paquetizadas bajo un nombre pomposo." Efectivamente, PIFR es más pomposo que PIR. Con lo único que hay que tener cuidado es con proponer nada nuevo, eso sí que sería peligroso.

Lo bueno es que este plan se basa en no sé cuántos planes horizontales (que fueron elaborados con criterios parecidos), con lo que va a ser sencillísimo cumplir otro de los requisitos: que haya siglas a saco. Sólo con los PPI, PPE, PDINS, PSPVERS, PDIMD y la retahila de planes de nombre pomposo (¿ves? Todos empiezan por "p") ya seré capaz de pergeñar un documento que no pueda entender nadie. Lo ideal sería que tampoco lo entendiera yo, pero eso sólo está al alcance de los grandes genios.

¡Ah, casi se me olvidaba el cronograma! Va a ser la leche: lo voy a hacer en varios colores, con gráficos bestiales. Y le meteré un fondo cañero para que pese un par de megas por lo menos. Quizá fuera eso lo que le faltaba al PSFR: pesaba poco, y para mí que por eso no le hacían todo el caso que le hubieran debido hacer. Éste no: hay que asegurarse de que no quepa en un disquete de 3,5". Y de que la mayoría de servidores de correo lo rechacen por tocho.

Ánimo y duro por Polonia.

Alfor von Buchweizen

martes, 28 de noviembre de 2006

El barro y la rusofilia

A principios de noviembre estuvo nevando unos cuantos días sobre Moscú. Las calles se pusieron blancas. No era fácil caminar, pero la ciudad se veía bien hermosa. Para evitar resbalones y heladas, echaron Dios sabe qué producto químico a las calzadas y tierra a las aceras, sobre la nieve. Pero he aquí que las temperaturas subieron, la nieve comenzó a derretirse, y unida a la tierra que habían echado, y a la que de suyo tiene la ciudad, que no es poca, se montó un lodazal de impresión. Las calles de Moscú están hechas un barrizal.

¡Eh, un momento! "Las calles de Moscú están hechas un barrizal" ¿Qué dirían ciertos personajes antes esta frase? Supongamos, pues.

Un ruso de a pie: "Ya lo creo que están hechas un barrizal. A ver cuándo dejan de echar productos químicos."

Un ruso con alma: "Las calles están hechas un barrizal. Es el destino."

Un español de a pie, en Moscú: "Maldita sea su estampa. Tengo los bajos de los pantalones hechos una porquería."

Un habitante de Torzhok (precioso pueblo, por cierto, pero donde no limpian las calles prácticamente nunca): "¿Que las calles de Moscú están hechas un barrizal? Ya me gustaría que las calles de Torzhok estuvieran como las de Moscú."

Un alto funcionario ruso, a su chófer: "Alfor dice que las calles de Moscú están hechas un barrizal. Kolia, no lo sabía ¿De verdad hay calles en Moscú?"

Un nuevo ruso: "Pues sí... hoy ya he mandado al chófer tres veces al túnel de lavado. Tengo el Lexus hecho un asco. A ver si encuentro un túnel de lavado donde le pongan repelente antibarro."

Un policía de tráfico: "¡Fantástico! Las calles están hechas un barrizal. Los coches se van a poner de barro hasta arriba, y a algunos no se les distinguirá ni la matrícula. Me voy a hinchar a poner multas. Bueno, multas o lo que ya sabemos... A ver si me compro pronto el Mercedes."

Un rusófilo: "Ya está este tío desinformando. Habrá gente que lo leerá y se lo creerá y todo. Moscú tiene una oferta cultural impresionante. Y más zonas verdes que ninguna otra ciudad del mundo."

Otro rusófilo, éste más exaltado: "A mi la verdad que no me hace ni puta gracia. Me descojono tanto como leyendo El País o viendo las noticias de Antena 3 cuando han de desinformar sobre algo sucedido en Rusia."

sábado, 25 de noviembre de 2006

Exiliado sin salir de casa

Un viejo chiste dice que había una granja en la frontera entre Rusia y Checoslovaquia (sí, Checoslovaquia, ya digo que el chiste es viejo). Los agentes checos y los rusos fueron a visitar al granjero con ánimo de que se decidiera por uno de los dos y poder adelantar su frontera unos cuantos metros.

- Queremos que seas checo -dijeron los checos.
- Bueno, vale - dijo el granjero.
- ¿Cómo que "vale"? - dijeron los rusos- ¡Tú ahora mismo declaras que te haces ruso o te enviamos a Siberia!
- Bueno, pues ruso.
- ¿Cómo que ruso? - replicaron los checos - ¡Vas a saber lo que es una represalia a la checa!

Cuatro días estuvieron las dos partes mareando al granjero, hasta que éste se levantó y dijo:

- Decidido: voy a ser checo - y se sentó a la mesa y firmó una declaración por escrito.
- Pero, ¿por qué? - le respondieron los rusos, extrañados.

Y el granjero les dijo:

- Es que en Rusia hace mucho frío.

A propósito del chiste, Ilyá Repin, ese señor de la estatua, es el pintor más conocido de Rusia. Lamentablemente, fuera de Rusia no se sabe apenas nada de él, supongo que en buena parte porque no hay apenas obra suya expuesta fuera del país, pero no por ello deja de ser uno de los grandes a escala mundial.

Le daba a todo: retrato, género histórico, religioso... y todo le salía bien. El que venga a Rusia y no pase, en Moscú, por la galería Tretyakov o, en San Petersburgo, por el Museo Ruso, está cometiendo un delito imperdonable. O eso, o es un patán sin gusto que no merece más que destripar terrones.

Nació en 1844 en Ucrania, que entonces, como casi siempre, pertenecía a Rusia; cuando ya adquirió suficientes posibles, hacia 1885, se estableció definitivamente en la entonces capital del imperio, San Petersburgo, y diseñó él mismo su residencia, que llamó Penaty ("penates", como los dioses del hogar en la mitología romana), unos cuantos kilómetros al norte de la capital.

En 1917, se montó la gorda en el imperio ruso. Tras el golpe de estado de noviembre, el imperio se cae a cachos y el Gran Ducado de Finlandia, que desde 1809 pertenecía a Rusia, se declaró independiente en diciembre. Sin comerlo ni beberlo, Repin se encontró con que se había exiliado de Rusia sin moverse de su casa, porque su residencia cayó en territorio finlandés. En 1920, la Rusia soviética reconoció la frontera con Finlandia y Lenin invitó a Repin a salir de allí y establecerse en Rusia de nuevo.

Repin, que sería anciano (73 años tenía para entonces), pero parece que de tonto no tenía un pelo, le dio largas y dijo que ya estaba mayor para el viaje. Teniendo en cuenta que el viaje hubiera sido de unos veinte kilómetros, el argumento no parece muy convincente, pero parece que Lenin lo dio por bueno. También le podía haber dicho que en Rusia hacía mucho frío...

Repin murió en 1930, a los 86 años, en suelo finlandés que no tardó mucho en dejar de serlo. A finales de 1939, la Unión Soviética declaró la guerra a Finlandia y conquistó la Karelia meridional, incluida la ciudad de Kuokkala, donde estaba la residencia de Repin, que pasó a llamarse Repino, y así sigue hasta hoy.

La estatua de la foto está en el parque Repin, justo frente al Kremlin, al otro lado del Moscova, y fue inaugurada en 1956: al final, consiguieron traer al genio a casa.

jueves, 23 de noviembre de 2006

Gente disipada

Cuando el otro día examinaba las búsquedas que ocupan a quienes acceden a esta página, vimos que una de ellas versaba sobre las bebidas alcohólicas que consumen los rusos, y la segunda sobre "tías buenas rusas". Ésta última, recordaremos, la despaché de manera algo displicente, cosa que me ha dejado cierto resquemor; no es que me quite el sueño, pero quizá fuera procedente dirigir los pasos pecadores de quienes se enfangan en búsquedas semejantes. Vamos a ello, aunque me cueste cambiar de tono frente a lo que es habitual por aquí.

El otro día, meditando sobre tales cuestiones, aparecí en uno de esos foros de internet algunos de cuyos visitantes no tienen desperdicio. No es que no sea yo consciente de que gente así (ni mucho menos todos lo de ese foro), y probablemente mucho menos calificable, existe y seguirá existiendo. Pero siempre sorprende encontrarse con personas que NECESITAN emparejarse, vaya Dios a saber en qué régimen, con una eslava, precisamente con una eslava, y que para ello dedican buena parte de su tiempo a su búsqueda a base de internet y tentetieso.

No sé. Le noto algo de raro a esta actitud. Si alguien está viviendo aquí, es normal que acabe con una pareja rusa, aunque sólo sea, porque, evidentemente, son mayoría, pero ¿a santo de qué un españolito quiere "precisamente" una eslava? ¿Porque están buenas? Pues hay de todo, como, si nos atenemos únicamente a este criterio, hay de todo en España, donde, además, probablemente estamos mejor alimentados ¿Porque son sumisas? Eso habría que matizarlo muchísimo: el grado de sibilinidad que desarrollan puede ser alto (supongo que como en todos los sitios) ¿Porque son exóticas? Da la impresión de que a alguien le dé morbo no poderse comunicar correctamente con su novia, porque no tener una lengua meterna común, de verdad, es una desventaja. Hay quien acaba hablando una jerigonza incomprensible para terceros, lo cual, claro, también es una idea, pero no le envidio. Hay quien habla bien, claro...

Extranjero que por aquí apareces: detente antes de proseguir tu búsqueda y piensa bien lo que estás haciendo. Ahí fuera, cerca de ti, seguro que tienes algo mejor de lo que buscas: levántate del puñetero ordenador, sal a la calle, mira a tu alrededor, busca cosas que hacer, viaja si quieres, pero no te empeñes en buscar novia a cinco mil kilómetros de tu casa. Si te engañan, te estará bien empleado.

Si eres de los que no se comen un rosco en España, tranquilo, chico. Estoy contigo por solidaridad y por larga experiencia: sé perfectamente lo que se pasa en esa situación y sé que en España una buena parte de los españoles ligan poco, pero hay gente que lo supera, el que la sigue, la consigue. Paciencia, autocrítica y una caña. Una caña, no un módem.

Y, si tienes sesenta años, y lo que pasa es que te siguen gustando demasiado las chicas de veinte, sabe que esas cosas funcionaron durante unos cuantos años en los primeros noventa, en que mujeres jóvenes estaban dispuestas a venderse al diablo con tal de salir de una ciudad de provincias rusa donde nadie sabía distinguir la mano derecha de la izquierda. Ya no vale. El nivel de vida ha aumentado más de lo que muchos están dispuestos a admitir, y los problemas de la gente no son tanto conseguir comida para el día siguiente como que la vivienda está muy cara y que los sueldos son bajos. Es decir, españolito medio, exactamente los mismos problemas que te preocupan a ti. No te busques otro.

(En general, la Casa Rusia es un sitio web excelente sobre Rusia, con un contenido que va mucho más allá de lo que aparece en el foro citado arriba. Pero sobre rusófilos prometo escribir otro día, que hoy ya es tarde)

martes, 21 de noviembre de 2006

Autobuses interurbanos

Dentro de las formas de desplazarse que tiene a su disposición el viajero, el avión ha quedado suficientemente abordado en estas pantallas. Es la hora de pasar a otras alternativas para destinos menos distantes, con lo que, en primer lugar, consideremos el autobús.

El retorno desde Ryazán de hace dos semanas fue bastante incómodo. En la estación de autobuses, atestada de gente esperando, con enormes colas en las cajas, cabreo de la gente que no consigue billete (la demanda supera a la oferta y ésta es totalmente inelástica), policias y militares por doquier (eso siempre) y las garitas de información cerradas. En mi retorno a Moscú, como a doscientos kilómetros de allí, iba yo tranquilo pensando que había siete autobuses en las siguientes dos horas.

Primera norma: Nunca, ¡nunca!, hay que fiarse a ciegas de los horarios de autobuses. Como vieron que no llenaban las plazas completamente, quienquiera que fuese decidió empezar a cancelar salidas. Todo antes que afrontar la menor probabilidad de llevar plazas vacías. Eran las cuatro y media y el siguiente autobús salía a las seis: compré el último billete. Los que vinieron poco después de mí se quedaron con la boca abierta y sin plaza, alguno hasta el día siguiente.

Segunda norma: No hay que ponerse nervioso. Pero no porque no haya motivos, sino porque no sirve para nada.

- Oiga, ¿el autobús para Moscú?
- No sé.
- ¿Y usted a dónde va?
- A Moscú.
- ¿Y no sabe cuál es?

Encogimiento de hombros.

Tercera norma: La agudeza del oído es importante. Desde un altavoz cascado, suena una voz semidistorsionada: "Último aviso: el autobús de Moscú saldrá dentro de dos minutos desde el andén ocho." ¿Dos minutos? ¿Cómo que dos minutos? ¿Y me lo dicen ahora? Por cierto que luego era mentira: el autobús ni siquiera había llegado al andén ocho. De hecho, salimos a las seis y cuarto. Pues menos mal...

Cuarta norma: Hay que conservar a mano las prendas de abrigo. El autobús que me tocó en suerte (o en lo que sea), no estaba en demasiado mal estado (la verdad es que, para doscientos kilómetros, la cosa salió por unos seis euros, o sea, que tampoco hay que exigir bayaderas con bandejas de fruta). Pero, ¡ay!, cuando me fui a sentar, en el asiento del extremo derecho de la última fila, encontré una especie de tapa del mismo material plástico y del mismo color gris oscuro del que estaba hecho el autobús. "¡Qué curioso!", pensé. La aparté a una lado y, cuando nos hubimos sentado todos, íbamos como sardinas en lata, lo que aproveché para quitarme la boina. Entonces noté un violento biruji en la coronilla, subí la mano para tapar el mando de la ventilación y... allí no había nada que palpar. Alcé la vista y me encontré con un agujero, el que había dejado libre la tapa que había apartado al principio, y la chapa del techo del autobús directamente sobre mi cabeza, por entre cuyos agujeros se entreveía el hermoso cielo estrellado que nos regalaba la Madre Rusia. Ocho bajo cero hacía por allí fuera.

¿A que nunca habéis hecho un viaje de autobús de larga distancia con una boina calada? Pues yo sí.

domingo, 19 de noviembre de 2006

Más sobre bebedizos locales

De todos los que entran en esta bitácora buscando iluminación sobre los dimes y diretes de la Santa Rusia, hay un número razonablemente elevado de internautas que accede aquí mediante búsquedas en Google. Aparte de los que pensaban que iban a leer una comedia clásica de Plauto, que no son pocos, hay dos búsquedas específicas sobre Rusia que se llevan la palma.

La primera es gente que va buscando fotos de tías buenas rusas. Ya dejé dicho que, en Rusia, las tías buenas abundan, pero esta bitácora no es el mejor lugar para encontrarlas, así que, amigos, encaminad vuestros pasos pecadores hacia otras páginas, que no os faltarán referencias.

La segunda pregunta la formulan buscadores que tratan de averiguar algo sobre las bebidas alcohólicas que se consumen por aquí. Después de las entradas anteriores sobre la cuestión (Beber como un cosaco, Ley seca, Bebidas alcohólicas autóctonas, Pabellón de reposo y El chivo expiatorio), parece que ha llegado el momento de dar una respuesta definitiva a las peticiones de los visitantes. Qué no haría yo por ellos.

Pues bien, aquí tenemos, según una concienzuda investigación de mercado, qué es lo que bebe el ruso ansioso de colocarse cuando sus medios no le permiten costearse vodka en cantidad suficiente:

1. Líquido limpiaparabrisas. Suele llevar una elevada proporción de alcohol industrial para que no se congele en invierno (en verano, con agua vale), y a veces le ponen olor a manzana o a limón. Mmmm... apetece un traguito.

2. Colonia de baño. Será si hubiera. Yo no he sido capaz de encontrar todavía. Desde luego, a tenor de cómo huele la humanidad en el metro, lo que es evidente es que no la utilizan para el uso al que estaba destinada.

3. Líquido para hacer fuego. Debe llevar una mezcla de petróleo y alcohol que coloca inmediatamente... en la caja.

4. Limpiaalfombras. Otra de las bebidas estrella. De hecho, no siempre es fácil de encontrar, y me temo que no es porque la peña se dedique en cuerpo y alma a limpiar sus alfombras.

5. Desinfectantes, pero no cualquiera, sino sólo de la marca "Extrasept" y "Antiseptin". Deben ser los que dan alguna posibilidad de sobrevivir al que los ingiera.

6. "Dijlofós". Se trata de un insecticida tradicional, como el flit, que ya se usaba como sucedáneo de la priva cuando Gorbachov intentó, con un fracaso clamoroso, prohibir las bebidas alcohólicas. Yo debo ser de los pocos que una vez lo compró con ánimo, no de colocarme, sino de eliminar unas chinches que habían invadido la casa. Quizá le hubiera sacado más provecho bebiéndolo, porque, lo que son las chinches, ignoraron el insecticida y siguieron vampirizándome hasta la llegada de los desinsectizadores profesionales.

Bueno, pues esos son los sucedáneos del vodka más extendidos. Hay mucho más que escribir sobre esta materia, pero tengo que irme rápidamente a la tienda, porque, con el frío que hace y el barro mezclado con nieve que hay por las calles, llevo dos semanas buscando líquido limpiaparabrisas anticongelante para el coche, y no hay manera de hacerse con él. Se acaba enseguida.

sábado, 18 de noviembre de 2006

Costumbres nupciales


A esto había que llegar algún día. En España, las costumbres nupciales son bastante rutinarias (menos para los novios, claro), y se pueden configurar con las siguientes etapas: febril actividad por la mañana, desplazamiento a la iglesia, espera de rigor por parte del novio, celebración del matrimonio propiamente dicho, firmas de los testigos, fotos, desplazamiento al local donde se va a producir el banquete, banquete, palabras de rigor de los contrayentes, vals, bailes progresivamente atrevidos, barra libre, cogorzas incipientes, promesas de amistad eterna entre ciertos invitados, desplazamientos desde la zona de baile a la de la barra libre, cogorzas progresivas (sobre todo de ciertos parientes serios, a los que nunca se esperó ver en tal estado), decimoséptima copa en mal estado (sólo la decimoséptima, no como las dieciséis anteriores, que eran de buena calidad), mareos y náuseas, fin de la celebración, cierre del local, retirada de algunos carnés de conducir, noche de bodas (en la que pudorosamente omitimos los detalles) y, finalmente, viaje de novios.

En Rusia, hay algunas diferencias, claro, pero hay una que llama poderosamente la atención, que es la que se produce en la fase de desplazamiento de los recién casados entre el lugar donde se celebró el matrimonio y el de la celebración. Así como en España, cualquier pariente con un coche más decente que el resto se ofrece a conducir a los contrayentes hasta donde haga falta, en Rusia, hay que ir en limusina y, cuanto más larga y fardona, mejor. El que no lo hace es un pobre diablo y mejor es que no se case.

Y en Armenia, además, es de buen gusto y tradición montar un cortejo de coches, a ser posible con varias limusinas, dependiendo de los posibles de la familia, y dar tres vueltas alrededor de la plaza principal de la capital, cortando el tráfico todo el rato posible.

Se casó una chica armenia de pueblo, que iba a vivir a la ciudad, y la llevaron a la plaza de la República en la limusina de rigor. Dan una vuelta, una segunda, una tercera... y, en lugar de desviarse, siguen dando vueltas, una cuarta, una quinta... y así hasta diez.

- Pero, ¿de qué vais? ¿Para qué dais tantas vueltas?
- Es que a la novia la han contratado como limpiadora en el ayuntamiento, y queremos que conozca bien la plaza, porque, desde mañana, la va a barrer todos los días.

jueves, 16 de noviembre de 2006

El corazón de las tinieblas

Suena el despertador. Son las seis de la mañana...

"¡Moscú! ¡Mierda!"

Me levanto. Y me viene a la memoria lo que pudo haber pasado, o no, unos días antes.

- Alfor von Buchweizen.
- ¡Presente!
- Tenemos una misión peligrosa. Una misión que sólo usted, con su experiencia, puede afrontar.
- Le escucho.
- Tenemos un problema. En un rincón de nuestra zona de competencia, en una zona de guerra, se ha acantonado uno de nuestros mejores hombres. Sí, de los mejores. Su nombre es Kurtz. Antiguo militar profesional. De los primeros de su promoción, iba derecho al generalato. Algo pasó. Ahora está en esta zona disputada, con un ejército de asalariados que lo temen y lo tienen allí como casi un dios. Alfor, hay que sacarlo de allí.

- Que los hombres aquí no quieren estudiar. Están fuera de la universidad esperando en los BMW a las chicas. Cuando les llega el examen, le dice el profesor: "Te suspendo." Y ellos dicen: "No, apruébeme." "¿Qué nota quieres?" "Un aprobado" "Son cien dólares" Si es un notable, pues doscientos. Y si lo que quieres es un sobresaliente, pues ya son quinientos. Pero el papá paga, y luego va diciendo por ahí: "Mi hijo tiene un título." ¡Los cojones tiene un título!

El horror... el horror tiene rostro.

martes, 14 de noviembre de 2006

Los ortodoxos se modernizan

Muchos católicos asociamos la Iglesia Ortodoxa rusa con el pasado remoto, habida cuenta de su liturgia en eslavo antiguo (preciosa, pero no demasiado accesible al común de la feligresía), sus templos con cupula en cebolleta obligatoria (incluso los que se construyen hoy, que no son pocos, a Dios gracias), sus popes de pelo larguísimo y vestidos de negro de arriba a abajo y, en demasiadas ocasiones, su retórica nacionalista. Por no hablar de su persistencia en mantener el calendario juliano y vivir con trece días de desfase con respecto al resto del mundo.

Pues nos equivocamos de medio a medio, porque, en lo que no toca a la liturgia, la Iglesia Ortodoxa tiene más vista que un águila y es más modelna que Alaska. Prueba de ello es que son pioneros en la recaudación de limosnas y contribuciones en máquinas de cobro automáticas.

El aparato de la foto, parecido a un cajero automático (si no fuera porque sólo cobra, pero no da dinero), es muy utilizado en Rusia para adquirir tarjetas de teléfono o de acceso a internet. Pues bien, los ortodoxos han logrado hacerse con un hueco en la pantalla. Traduzco la pantalla encontrada en este aparato, situado en la estación de autobuses de Ryazán (el retorno de Sumbulovo fue duro, ya seguiré comentándolo en otras entradas).

"Caridad. Templo de la Santísima Trinidad. Construido en 1865, tenía tres límites y estaba construido en madera. El 2 de octubre de 2006, como resultado de un incendio, el templo fue completamente destruido. Por la bendición del arzobispo Pavel se están recaudando donaciones para la construcción de un nuevo templo de piedra, que se erigirá en lugar del incendiado. DIOS OS SALVE POR LA AYUDA PRESTADA."

"Suma: 0. Introducir."


Hala. Para que luego digamos que la Iglesia Ortodoxa está chapada a la antigua. Que yo sepa, ni a Informáticos sin Fronteras se les había ocurrido todavía la ciberdonación desde un cajero automático en la calle.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Músicos acabados (II)

Moscú continúa ejerciendo su función de cementerio de elefantes artísticos. Ahora es nada menos que Isabel Pantoja la que, sintiéndose probablemente en la curva de bajada de su carrera artística, ha decidido poner de manifiesto esta circunstancia y venir a Moscú a actuar. Señal inequívoca de que ¡está acabada!

La comunidad española residente en Moscú ha reaccionado de manera consecuente. La primera actuación ha sido unánime: no conozco a nadie, pero a nadie, que haya hecho siquiera ademán de pasar por taquilla y comprar una entrada. A medida que pasaban los días, la cosa se les debía complicar a los organizadores, que evidentemente no iban a llegar al llenazo, así que comenzó a propagarse la especie (que se demostró auténtica) de que iba a ser posible acceder a entradas gratuitas, "para españoles, porque los organizadores quieren que haya españoles entre el público, para dar ambiente."

Ahí sí. Ahí la gente, percibiendo que no habría que retratarse en taquilla, sí que empezó a manifestar interés por recibir entradas. Frente a ellos, otro grupo, no menos numeroso, passsssa totalmente de Isabel Pantoja y prefiere dedicarse a otros menesteres. Ello ha producido un pequeño cisma amistoso en mi familia. De hecho, en estos momentos debe estar terminando la actuación, y Alfina debe andar por allí disfrutando (espero) del espectáculo, mientras que servidor, aunque hubiera podido ir, ha tenido un prurito de responsabilidad y abnegación (jo, jo...) y se ha quedado ganando puntos con Abi, Ro y Ame. Pero los detalles supongo que los dará Alfina cuando vuelva.

Eso sí, entiendo que la canción con que la Pantoha habrá empezado su actuación habrá sido: "Hoy quiero confesáaaaaa, que estoy algo acabadaaaaa."

viernes, 10 de noviembre de 2006

Revolución

El 7 de noviembre fue el aniversario de la revolución de octubre. En aquel entonces el calendario que regía en Rusia era el juliano, que difiere en trece días de nuestro gregoriano (que se adoptó el 1918 por la autoridad civil, aunque no por la Iglesia Ortodoxa). Así que no falta quien diga que en esa revolución estuvo mal incluso el nombre. En su día había sido, por supuesto, día festivo, con manifestaciones tremendas a lo largo y ancho del país.

El primer golpe se lo dio Yeltsin, que cambió el nombre del día: del rimbombante "Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre" pasó a "Día de Reconciliación y Concordia", pero, al menos, seguía siendo festivo.

El segundo golpe se lo dio Putin, al eliminar la festividad y pasarla al 4 de noviembre, con el nombre de "Día de la Unidad Popular", celebrando al parecer la liberación de Rusia de la invasión polaco-lituana, en 1612. De aquello ya no se acordaba nadie, pero los blancos aprovecharon el hecho para organizar sus marchas nacionalistas y, alguno, para desempolvar sus esvásticas y desahogarse por la calle con sus gritos de "Rusia para los rusos". Lo han llamado "Marcha rusa". El día 7 de noviembre, horror de los horrores, pasó a ser día laborable, pero las manifestaciones seguían siendo imponentes.

Y el tercer golpe se lo ha dado Luzhkov, alcalde de Moscú, que les ha dado permiso a los comunistas para manifestarse por la calle Tverskaya, pero sin interrumpir el tráfico rodado. Sólo podían ocupar la acera. Y allí que estaban el 7, con la nevada que estaba cayendo, frente al antiguo museo de la revolución, las banderas rojas y los comunistas prácticamente en fila india, porque, además de ellos, por la acera íbamos los peatones habituales, buscando cómo pasar entre tanto rojo añejo, y los OMON (el equivalente ruso a los GEO), que estaban ocupando también la acera, cada dos metros, no sé si para impedir a los manifestantes que se bajaran a la calzada o para impedir a los coches que aparcaran encima de la acera (como hacen siempre) y ocurriera alguna desgracia con algún rojo provecto que pasara por allí poco atento al tráfico.

En fin. Lo curioso es que los tres individuos que han reducido la fiesta del 7 de noviembre a una reunión de amiguetes con banderitas han tenido, y hasta bien talluditos, carnés del Partido Comunista de la Unión Soviética. Cosas veredes.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Pabellón de reposo (II)

Bueno, pues no han pasado ni dos meses, estamos aquí de nuevo, y mira que las cosas han cambiado. La casita de madera que ocupamos en septiembre ha dado paso a una casa de ladrillo con calefacción (paradójicamente, la llaman "casa de verano", "letny dom"). La ermita sigue en su sitio, pero las señoras que la atendían en septiembre parece que han preferido quedarse en casa, al menos de momento. Los escalones que permitían el acceso hasta la ermita están cubiertos de nieve, con lo que, más que una escalera, tenemos una rampa para deslizarnos.

Podemos hacer batallas de bolas de nieve, tirarnos encima de la nieve, quizá incluso hacer un muñeco de nieve, hacer castillos de nieve. Es nieve blanca, nadie la ha pisado aún, y está limpia. Más adelante, sobre todo en Moscú, la nieve se pondrá marrón, sucia y asquerosa, pero ahora es blanca y da gusto tocarla.

El restaurante y centro de ocio sigue en su mismo lugar, y la única diferencia es que los comensales estamos mucho más abrigados, y los niños visten pantalones de invierno. Y que en el porche de la entrada tenemos que dar patadas al suelo para que se desprenda algo de la nieve que se ha quedado adherida a las suelas y no dejar el interior perdido.

Y que, cuando estamos paseando por el bosque y Ame quiere hacer pis, en lugar de bajarle los pantalones allí mismo, como en verano, tengo que ir corriendo a la casa (es muy cruel bajar los pantalones a cinco bajo cero a un niño que no tiene ni tres años, ¿verdad?), quitarle las botas, ponerle las zapatillas, quitarme las botas yo, ponerme las zapatillas, quitarme el abrigo, quitárselo a Ame, quitarme los guantes, quitárselos a Ame, quitarme la boina, quitarle a Ame el gorro, agarrarlo en brazos, recorrer la distancia hasta la letrina, bajar la tapa, bajarle los pantalones, bajarle los leotardos, bajarle los calzoncillos... mieeeeeeeerda... demasiado tarde.

lunes, 6 de noviembre de 2006

Seguridad vial

Después de mi último viaje a España, he llegado a la dolorosa conclusión de que, en nuestro país, los conductores nos adocenamos y perdemos el valor y la audacia que debe acompañar, por si acaso vienen mal dadas, a todo usuario de las vías públicas.

Un día, no hace ni dos semanas, me asomé por el Maestrazgo en busca de objetivos para visitar con mi familia durante las vacaciones de Navidad. Así, iba yo por el tortuoso puerto de Querol, con sol a raudales y un firme excelente, volviendo de Morella hacia Valencia, y pensando entre mí:

"Ostras, Pedrín, qué pedazo de puerto. Morella está muy bien, pero yo por aquí no me pongo a conducir en enero ¡La de placas de hielo que puede haber! Y eso si no nieva... La leche, qué curva viene... Bueno, ya está, una menos. Y aquí en enero puede nevar..."

(Venía yo muy aleccionado de que Morella, que pasaba por castillo inexpugnable, fue tomada en enero de 1838 por un brigadier y setenta y cinco hombres durante una tormenta de nieve que les permitió colarse hasta la cocina y poner en fuga a la guarnición, mucho más numerosa que ellos. Así que, en enero, nieve hay).

"Nada, nada, descartamos Morella como objetivo. Ya vendremos en verano. La carretera sólo tiene diez kilómetros malos, pero no es cuestión de jugársela."

Sólo diez días después, me encuentro en la carretera de Ryazán a Spassk-Ryazansky, el equivalente a una comarcal española de las muy malas, a doscientos kilómetros de Moscú, conduciendo bajo una tempestad de nieve, con visibilidad poco más que aleatoria, de noche cerrada, tragando saliva, apartando a base de limpiaparabrisas los trocitos de nieve y barro con los que el coche que me precede adorna mi luneta delantera, a cincuenta por hora como mucho. En España, cualquier carretera en esas condiciones sería cerrada inmediatamente; en Rusia, la circulación es totalmente normal.

"¿Pero yo qué hago aquí? ¡Si no me gusta conducir con nieve! ¡Si yo no quería!"

En fin, que los conductores españoles, con tanta autovía y tanta seguridad vial, estamos amariconados. Que nos metan un par de meses en una comarcal rusa, resbalando por las placas de hielo y eludiendo los montones de nieve, y luego que nos vuelvan a hablar de los peligros de las vías públicas ¡Será posible...!

Después de esto, este enero soy capaz de subir a Morella con nieve, a dos ruedas y en marcha atrás.

sábado, 4 de noviembre de 2006

El chivo expiatorio

Pues sí, ya tenemos culpables del desaguisado de las bebidas alcohólicas. La verdad es que, entretanto, el desaguisado se había complicado bastante, hasta el punto de que el número de fiambres por ingesta de alcohol industrial (eso ya iba mucho más allá que el caso de Rzhev), o de cualquier porquería que colocase, ya estaba aumentando tan peligrosamente que en Perm, por ejemplo, habían declarado el estado de emergencia. Uno, que en su ingenuidad relaciona el estado de emergencia con catástrofes naturales, conatos de invasión enemiga o epidemias de enfermedades contagiosas, se ha encontrado con que también es aplicable a situaciones en que un ejército de alcohólicos bebe cualquier veneno a falta de medios para comprar bebida no directamente mortal.

Pues los culpables, según el dedo acusador del primer viceprimer ministro, son tres viceministros, lo que en España llamaríamos secretarios de estado: de dos de ellos no había oído hablar nunca y, después de que la maldición haya caído sobre ellos, lo más probable es que no vuelva a hablar nunca más, más que cuando se dé la noticia de su destitución, cuando no de su encarcelamiento. Y es que hay cosas que se pueden perdonar, pero poner patas arriba el mercado de bebidas alcohólicas, eso sí que no.

El tercer acusado es Andrey Sharónov, viceministro de Desarrollo Económico y Comercio. Un chaval joven, de poco más de cuarenta años, a quien, además, tuve el gusto de conocer en una conferencia que tuvo lugar a principios de este año. Se suponía que la conferencia la iba a dar el mismísimo ministro German Gref, que no es huésped fácil de conseguir, así que se apuntó la flor y nata de la comunidad empresarial guiri en Moscú (además de la mencionada flor y nata, también me apunté yo); pero, como tantas veces pasa, a última hora se escaqueó con alguna excusa barata y le pasó los trastos a Sharónov. El chaval salió entero del trago, e incluso fue mucho más interesante de lo que se podía esperar. Y ahora, ¡toma!, le ha caído encima el sanbenito de "tú has sido quien ha causado la muerte de tantos buenos bebedores a lo largo de los últimos meses". La verdad es que el chaval me cayó bien y creo que sería una lástima que se lo quitaran de enmedio, además de que íntimamente estoy convencido de que los inútiles que han provocado el colapso del mercado de bebidas alcohólicas hay que buscarlos en otro sitio.

Veremos qué pasa. De momento, su jefe, el mismo German Gref al que sustituyó entonces, no parece que lo vaya a fulminar. Muy al contrario, sus declaraciones han sido algo así como: "Han acusado a un inocente, siguiendo la tradición rusa. Ahora, siguiendo esa misma tradición, sólo falta que den una recompensa a los verdaderos culpables."

Enternecedor. Yo quiero un jefe así. Una pena que haya más de un rumor que anuncia que a Gref le van a dar la patada de un momento a otro. Si es así, estas declaraciones tienen toda la pinta de acelerar la patada.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Atascos

Una vez más, en Moscú se montó, como todas las mañanas, todas las tardes, y dentro de poco, al paso que vamos, todas las noches, un atasco de tres pares de narices. Me he visto en algunas de ésas, y no se lo deseo a nadie. Bueno, quizá a Madonna sí se lo deseo. Horas y horas avanzando centímetro a centímetro, entre los ruidos de claxon, con todos los coches queriendo aprovechar el mínimo resquicio para colarse por delante, sin salida posible, escuchando una y otra vez las mismas canciones, porque el disco ha dado ya varias vueltas. Es mejor no poner la radio, porque baja la moral todavía más: "atasco de treinta y ocho kilómetros en Sadovoye Koltsó, dificultades en el tráfico en Leningradskoye Shossé y en todo el centro, por un accidente en Varshavskoye Shossé hay un atasco de tres kilómetros..." y así una larga lista de calles intransitables.

Ahora, que voy andando a casa, eso parece cosa del pasado. Pero recuerdo algunas veces que un trayecto que, en buenas condiciones, se hacía en quince minutos, en las condiciones habituales en las tardes moscovitas podía transformarse en una tortura agónica de dos horas largas. La última fue la apoteósica vuelta de Sumbulovo, a final de septiembre, en que los últimos cincuenta kilómetros nos costaron cuatro horas de recorrer, mientras mis dientes rechinaban y negros pensamientos se acumulaban en mis sienes.

Bueeeeeeno, pues está visto que llueve igual para todo el mundo. Sin ir más lejos, ayer, el equipo de fútbol del Spartak, que jugaba su partido de la liga de campeones contra el Inter de Milán, tuvo que bajarse del autobús del equipo y llegar en metro al estadio, porque iban a llegar tarde al partido. Llevaban escolta policial (y doy fe de que ésos no bromean), pero ni flores. El autobús del equipo llegó al estadio cuando acababa la primera parte.

El Inter les metió un gol en el minuto uno, y así acabó el partido: el Spartak, orgullo de todo moscovita que se precie, perdió el partido por 0:1. El entrenador Fedotov soltó unas declaraciones bastante irónicas: "Quiero dar las gracias a los trabajadores del metro, que nos condujeron eficazmente por el mismo y, lo que es más importante, nos dejaron pasar gratis." El capitán Titov consiguió la excusa perfecta: "Encajamos el gol ya en el metro." Mmmmm... ya tenemos culpable.

Indignado por la derrota, un conocido de esta bitácora, el inefable Alexei Mitrofánov, quién si no, bramó contra el tráfico en Moscú y, por extensión, contra Moscú misma (seguro que es fan del Spartak): "No sé para qué les financiamos. Me pregunto si Moscú puede cumplir su función como capital." A la que tuvo que saltar, como tantas otras veces, otro viejo conocido de esta bitácora, el portavoz Sergey Tsoy (probablemente sea fan del CSKA o del Dinamo): "Mitrofánov es un populista." Como en la otra ocasión en que hablamos de él, Sergey Tsoy pasa de la pregunta y se pone a hablar de otra cosa. Hombre, pues claro que Mitrofánov es un populista, eso ya lo sabíamos, pero del tráfico ¿no dice nada?

A todo esto, lo mejor es cuando, a las seis de la tarde, en plena hora punto, cruzó la Tverskaya, una calle de ocho carriles, a pie enjuto pasando de los semáforos, mientras centenares de coches atestan la calle maldiciéndose mutuamente ¡Anda que no me río!

P.S.: A todo esto, hablando de Mitrofánov y recordando la primera entrada que protagonizó, ya tenemos culpables en la crisis del alcohol adulterado. Lo dejo para la próxima vez, y es que hay cosas que, en Rusia, siempre están de actualidad.