Quien más, quien menos, ya sabe que los agricultores europeos están molestos con ciertas políticas que, según ellos mismos, les ponen en mala situación, así que llevan algún tiempo protagonizando disturbios. Muchos de los españoles residentes en España con los que he hablado creen que tal cosa sólo se ha producido en nuestro país, así que es cosa de aclarar que no, que ha habido movilizaciones, llamadas coloquialmente tractoradas, por toda la Unión Europea, y Bruselas ha sido una de las protagonistas, como no podía ser menos. Al fin y al cabo, yo no estoy muy seguro de dónde se urden las medidas que amenazan con colapsar al sector primario europeo, pero todo el mundo sabe dónde se aprueban formalmente las susodichas medidas, y sí, es en Bruselas.
Al llegar esta altura, tengo que confesar que mis simpatías están con el sector primario. Todos mis antepasados, pero todos, han sido agricultores. Gracias al sector primario he estudiado... para poderlo abandonar. Sin embargo, eso no me privó durante mis estudios de esgrimir la azada durante las que eran vacaciones para mis compañeros y escardar la tierra, modelar caballones y desherbar terreno. O de madrugar para regar, según cuándo pasara el turno de riego por los campos de la explotación familiar. O de mezclar herbicida con agua y pasar campos de mochila hasta no dejar hierba con vida, con diecisiete años y sin carné de manipulador, cosa que ahora es imprescindible para cualquier adulto y directamente prohibido para menores de edad. Sí, eran tiempos durillos, pero, una vez pasados, hasta los miro con simpatía, cuando no con nostalgia. Así que, sí, claramente, a pesar de trabajar actualmente en un despacho con aire (más o menos) acondicionado, entre quienes están en un despacho como el mío fastidiando a los agricultores, y los propios agricultores, me quedo con éstos de calle.
Así y todo, hay quien se desmanda. El primer día de febrero, los tractores tomaron la plaza de Luxemburgo, por donde paso forzosamente para ir a trabajar y donde, fatalmente, se encuentra la sede del Parlamento Europeo, así que es un lugar idóneo para obtener visibilidad. Los agricultores ocuparon la plaza, la bloquearon y allí no pasaba nadie... bueno, excepto yo, que iba en bicicleta y me escurrí entre tractor y tractor. Aquello estaba animado y algunos se habían puesto a asar salchichas a la brasa. Con gusto me hubiera quedado a hacer el cabra, pero el deber llamaba a atravesar la masa y, en una calle adyacente, incorporarme a mis funciones que, a Dios gracias, no tienen nada que ver con la agricultura.
Digo yo, además de salchichas, alguno debió pasarse con la cerveza y, en lugar de ponerse a conducir los John Deere o New Holland chulísimos que llevaban, se dedicaron a montar una hoguera en la plaza y a abatir la estatua que la presidía. Luego, algo más serenos, se fueron en sus respectivos tractores. Desde entonces, han aparecido un par de veces más por la plaza, dejando la zona ajardinada central, donde los lechuguinos protofuncionariales con aspiraciones que abundan por Bruselas se aparean los jueves por la tarde, hecha un asquito.
Las autoridades municipales declararon que los daños a la estatua eran irreparables. Sería para dar pena, porque a los dos días la estatua estaba allí de nuevo, subida a su pedestal, como si tal cosa sin que su apariencia hubiera sufrido alteración alguna. Donde sí se han puesto a currar es en el césped central, acusando a los agricultores en sus dos o tres marchas de haberlo dejado en un estado lamentable. El mismo sitio es hollado todos los jueves por miriadas de jovenzuelos acervezados en busca de apareamiento, pero nadie parecía sospechar que ésa sea la causa principal del estado del césped.
Sea como fuere, se han puesto manos a la obra. El concejal de espacios verdes del municipio, un tal Yves Rouyet, dijo que los "afterworks" (es decir, los jovenzuelos) ya habían pisoteado lo suyo el césped, y que los agricultores, que habían quemado neumáticos, habían terminado de estropearlo. Yo vi neumáticos ardiendo, sí, pero no sobre el césped, pero vale, quizá se me escapara algo. El caso es que quieren excavar cuarenta centímetros para descontaminar la tierra, replantar el césped, meter cuatro árboles, unos bancalillos con setos y reparar las baldosas estropeadas. Oye, igual quedará bien y todo. Gracias, agricultores.
A primeros de marzo, el concejal decía que la estatua, que había ardido, pero supongo que poco, porque las estatuas son un combustible pésimo, había sido salvada de las llamas. Que había sufrido daños importantes, una grieta enorme y había perdido la capa superior de pintura; total, que la habían llevado a Gante a que la repararan unos especialistas que ya digo que no debieron tardar mucho, porque a los dos días ya estaba por allí.
No sé cómo quedará la plaza. Yo, personalmente, la evito todo lo que puedo, y más los jueves por la tarde, pero estoy por echar una miradilla a ver cómo se apañan las bandas de "afterworks", como dice el concejal, para hacer lo que hacen siempre, ahora que el espacio está en obras y a despecho de que se acerque el buen tiempo. Espero que terminen antes de que llegue la primavera de verdad, porque, si no, se les va a hacer tarde. Como ahora.
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