miércoles, 25 de diciembre de 2013

Feliz cumpleaños

O sea, feliz Navidad. Tanta zarandaja y tanta historia hueca de "espíritu de la Navidad", de días entrañables de estar en familia y tantas vaciedades que se cuentan en estos días, de lo que es buena cuenta el mensaje de Juanca, sedicente monarca, de ayer, y lo que estamos celebrando es el cumpleaños de Cristo.

El resto son chorradas, lo siento mucho.

Feliz Navidad a todos los lectores y, si Dios quiere y me da tiempo, espero escribir muchas más entradas, porque, lo que es materia, Bélgica da para muchísimo. Sólo falta tener cuándo glosarlas...

lunes, 23 de diciembre de 2013

El aterrizaje de Abi

Si las aventuras de Ame a la hora de adaptarse al nuevo colegio ya son bastante chocantes, las de su hermana mayor, una preadolescente que los próximos años que cumplirá serán los quince, son directamente de otro planeta.

- ¿Qué tal te va en clase? ¿Cómo son tus compañeros?

- No sé. Son todos raros.

- ¿Todos?

- Sí. No han oído hablar de Pushkin.

- Ya...

- Ya digo: son raros.

- Y no se te ha pasado por la cabeza la idea... verás, esto igual es como el chiste aquél del que iba por la autovía por la noche, con poco tráfico, y se dice: "Voy a poner la radio, a ver qué cuentan.". Pone la radio, y están dando las noticias: "¡Atención! Peligro en la autovía CV-35. Hay un coche que está circulando en dirección contraria." Y el conductor dice: "¿Uno? ¡Qué va! Yo, por lo menos, ya he visto cincuenta."

- Ah...

- Vamos, que a lo mejor resulta que no es que los demás sean raros: es que quizá es que la rara seas tú.

- No, qué va, yo no soy rara. Son ellos.

- Vale, vale.

- Y, como son raros, cuando tengo una hora libre y ya he hecho los deberes, lo que hago es irme a la biblioteca del colegio y ponerme a leer a Chéjov.

Como todos los niños, claro.

domingo, 22 de diciembre de 2013

El aterrizaje de Ame

Lamentablemente, la escasez de tiempo continúa, y por eso he resuelto compartir las tareas de publicación con una persona de confianza, que ya fue el autor de algunas entradas hace un par de años. Así que, sin más, le cedo los trastos a Ame.

* * *

Hola.

Me llamo Ame, y soy un niño.

Hasta hace unos meses vivía en Moscú. Moscú es la capital de Rusia. Es una ciudad muy grande, donde hace mucho frío, y eso es muy divertido, porque nieva y te lo pasas muy bien jugando con la nieve. Es guay, Moscú.

Mi papá, que trabaja solucionando problemas, tuvo que irse a trabajar a Bruselas. Parece que en Moscú ya no quedaban problemas por solucionar, porque todos los había solucionado mi papá. En cambio, en Bruselas hay muchos problemas, así que mi papá va a tener trabajo mucho tiempo. Qué suerte.

Ha sido una pena irse de Moscú. En Moscú estaban todos mis amigos. Cuando tienes cinco años y eres pequeño es fácil hacer amigos, pero luego te haces mayor y es mucho más difícil. Yo ya tengo casi diez años, y claro, a esta edad todo el mundo ya tiene sus amigos y es difícil que te acepten.

Otra cosa que ha cambiado es el colegio. En Rusia, el colegio era pequeñito, pero estaba muy bien. Llegábamos, saludábamos a Ella Lvovna, que era nuestra profesora, y luego teníamos clase todo el día con ella y hacíamos cosas muy chulas.

Mi papá dice que, para comparar cómo son las cosas aquí, debo escribir "aquí, no". Bueno, pues aquí, no.

Aquí las cosas son muy diferentes.

Para empezar, aquí los profesores son españoles. Voy a un colegio un poco raro, donde hay gente de muchos países diferentes, pero mi papá dice que a mis profesores los envían desde España una cosa que se llama ministerio y que es como si fuese a un colegio normal español.

Pues los colegios normales españoles no me gustan mucho.

El primer día de clase estaba muy nervioso. Era la primera vez que iba a clase en autobús. Mi papá dice que en Bruselas eso se puede hacer, pero que sólo le faltaba a Moscú, con los atascos que hay, que además hubiera autobuses escolares. No sé por qué se llaman "escolares" en castellano, cuando deberían llamarse "colegiolares". "Escolar" supongo que viene del valenciano.

En el colegio, la clase estaba llena de niños españoles. Luego supe que eran españoles, pero no del todo, porque casi todos tenían un papá o una mamá de otro país. Eso debe ser un lío muy gordo, pero aquí parece bastante normal, así que no dije nada.

La profesora también era española. Un problema es que, como no es rusa, no tiene patronímico, así que no sé cómo llamarla. Entonces, lo que hice fue esperar a ver lo que hacían los demás.

Y eso me dejó muy sorprendido: los demás la llamaban "tú" y por su nombre. A Ella Lvovna nunca se nos hubiese ocurrido llamarla de tú, porque seguro que es de muy mala educación y se hubiera enfadado mucho y hubiera llamado a los papás. Y, cuando un profesor llama a los papás de uno, eso es señal de que va a haber problemas, seguro.

Además, me sorprendió mucho que los niños decían palabrotas. ¡Palabrotas! En Moscú, Ella Lvovna hubiera llamado inmediatemente a los padres y hubiera castigado enseguida al que hubiera dicho una palabrota. Aquí, la profesora no hizo nada. Bueno, igual es un poco sorda y no lo oyó bien.

En clase somos veintiséis: trece niños y trece niñas. Las niñas son MUY tontas. Son totalmente insoportables. El primer día de clase, una niña dijo que yo era tonto y me puso una zancadilla, ¡y ni siquiera me conocía! No sabía que las niñas españolas hicieran esas cosas. En Rusia, las niñas van con lazos en la cabeza y no insultan a los niños.

Cuando llegué a casa, le dije a mi papá lo que me había pasado. Mi papá dijo que no me preocupara, que lo que pasaba es que seguramente yo le había caído muy bien a la chica, por eso de ser rubio y tener los ojos azules. Creo que mi papá lleva demasiado tiempo en Bélgica y piensa cosas raras: cuando alguien le cae bien bien a uno, no le insulta ni le pone zancadillas.

Seguiré contando cosas. Creo que voy a tener muchos problemas en Bruselas. Y sí, ya sé que mi papá trabaja solucionando problemas, y que estaría muy bien que me ayudara a resolverlos, pero creo que mi papá no sabe muy bien lo que pasa en mi colegio.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Más basura

Así como quien no quiere la cosa, ya va para un año que dejé Rusia y resido en la capital de Europa. Y, si no recuerdo mal, una de las cosas que me llamó la atención fue la gestión de la basura. Uno podría esperar que, después de doce meses de sacar la basura general dos veces a la semana, y la de envases y la de cartón cada quince días en semanas alternas, ya estaría curado de espanto y habrían dejado de llamarme la atención las prácticas de los basureros locales.

Pues no.

Lo siento, no dejan de sorprenderme.

Bruselas es una ciudad de edificios bajos y muchas casas unifamilares, con una superficie bastante grande para los habitantes que tiene y, por tanto, con una densidad de población relativamente baja, para tratarse de una gran ciudad. Es fácil aparcar, sobre todo lejos del centro y, aunque las calles no son excesivamente amplias (viniendo de Moscú, eso es mposible), sin embargo no tendría por qué haber atascos.

El otro día, Ame llegó tarde al autobús del colegio. Como coincidía que era lunes por la mañana, aún no le habíamos devuelto el coche al tipo del alquiler, así que le llevé al colegio para que no perdiera, él, la clase, y los demás la paciencia. Le dejé y, ya iba con el tiempo un poco justo para llegar al trabajo, cuando giré la calle y me encontré...

sí, con ellos. Los servidores públicos que no paran hasta dejar la ciudad impecable ¡Maldición gitana! No se les ocurre otra cosa que salir a recoger la basura y bloquear las calles a las ocho y media de la mañana de un lunes. Olé tus huevos. En plena hora punta.

En España, en Rusia, y yo pensaba que en cualquier sitio donde la gente tuviera algo de sal en la mollera, los camiones de la basura salen a medianoche, o muy poco antes, cuando todos los gatos son pardos y la mayoría de los coches están aparcados tranquilamente en sus garajes o en donde sea.

Aquí, no.

Holandeses

Hasta este año, había evitado cuidadosamente entrar en Holanda. Un país que ha estado en guerra ochenta años contra España y que está poblado por herejotes no debe ser, decía yo, un sitio propicio para españoles.

Pero ya no ha habido más remedio, y aquí estoy, en Mastrique, con una temperatura de alrededor de cero grados y una llovizna que se está haciendo bastante pesadita. Son como las siete de la tarde, y la ciudad está absolutamente muerta. Uno a veces comprende a los componentes de los tercios cuando se ponían en plan saqueo: los pobres se debían aburrir bastante.


En el hotel en que estoy se lo han currado, sin embargo. Mañana es San Nicolás, al que llaman por aquí Sinterklaas, y me han dejado una tarjeta explicándome la historia de este señor, que yo tenía entendido que era obispo de Bari, pero que debe ser otro.

Resulta que Sinterklaas es un santo que vive ¡en España! y que se dedica a llevar regalos a los niños, pero no en España, no, donde nadie lo conoce, sino que se va a Holanda todos los años ¡en diciembre! para repartir regalitos.

El individuo cabalga por los tejados con su caballo, pero el trabajo sucio no lo hace él, sino su ayudante. Cuando hablo de "trabajo sucio" realmente lo es, porque consiste en descolgarse por las chimeneas, a donde no se le puede pegar nada limpio. Claro, el ayudante se lleva un tizne de hollín de aquí te espero y, así, no es de extrañar que atienda por el nombre de "Zwarte Piet". Como supongo que el ayudante también vive en España, habrá que llamarlo "Pedro, el Negro".

Además de repartir regalos, Sinterklaas y Pedro el Negro reparten dulces. Cartas de chocolate y unos botoncitos muy buenos que se llaman "Pepernoten", y en el hotel se lo han currado y me han dejado una bolsita con unos cuantos, encima de la mesa.

Ah, ¿que si les puedo hacer una foto a los dulces, para que todos puedan ver cómo son?

No, ya no.