viernes, 30 de abril de 2010

Post iucundam iuventutem (III)

"La economía es la ciencia que estudia la asignación de recursos escasos"

Cualquier manual de primero de Economía, tema I, probablemente página 1.

La primera que pasó fue una estudiante algo más maquillada de lo que debería, alta y bastante bien parecida, salvo alguna irregularidad en las mejillas que quizá explicara su insistencia en el maquillaje. Se sentó delante de nosotros y cruzó las manos nerviosamente.

- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- ¿Motito? - pregunté.
- Sí - explicó ella -. Los estudiantes no participan en el concurso con su verdadero nombre, sino con un mote. Un nick.
- Ah, mira, como en internet.
- Evalina - dijo la estudiante con voz tíiiimida.
- ¿Y qué estudia?
- Economía. El español es mi segunda lengua, después del ruso.
- Bueno, pues vamos a empezar - Ludmila Marlenovna tomó un pequeño reloj de arena y le dio la vuelta.
- Bueno, pues le voy a hacer una pregunta - dije a Evalina -. Hábleme de los períodos más importantes de la historia económica rusa.

Todos conocemos, o eso creo, que Rusia pasó de una economía básicamente feudal hasta 1861 (liberación de los siervos), a una rápida industrialización hasta 1913, a una economía de guerra hasta, aproximadamente, 1922, en que se impone el modelo de asignación centralizada de recursos (con un breve período de NEP) propio del socialismo, hasta 1990. Desde entonces, podemos hablar a grades rasgos de una economía de mercado con precios libres y alguna intervención estatal.

Bueno, yo pensaba que una estudiante de Economía rusa podría recitar eso de carrerilla, aunque fuera en español, que se supone que es su primera lengua extranjera.

Pues parece que, en la UPM (Universidad Pijísima de Moscú), mis expectativas eran exageradas.

- La historia económica rusa... - acertó a decir arrastrando las sílabas, antes de comenzar a mover la cabeza de izquierda a derecha.
- Creo que no lo han visto en clase - me susurró, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.

En España, historia económica se da en primero, para dar una culturilla general al alumno. Como vi que mal íbamos a poder calificar los conocimientos de español si no decía nada, pasé a otra pregunta:

- ¿Qué es la inflación?

Evalina me miró, y enseguida bajó la vista.

- La inflación... bueno, la inflación... pues...

La arena del reloj seguía cayendo. Evalina seguía callando.

- Seguro que usted sabe que en agosto de 1998 hubo una crisis en Rusia ¿sabe usted cómo esa crisis, que venía de Asia, se propagó a Rusia?

Los lectores de esta bitácora, por lo menos, han leído algo de esa crisis. Como mínimo una estudiante de Economía de la UPM, Evalina, ha prescindido en su formación de esas minucias ocurridas hace tanto tiempo.

- Bueeeeno, ¿me podría decir que es una crisis?

Evalina volvió a mirarme con ojos inexpresivos.

- Una crisis... es cuando las cosas van mal.
- Síii, claro, cuando van mal. Pero, ¿cómo se manifiesta eso en Economía?

Silencio. La arena del reloj se había consumido. Yo esperaba que hubiera comentado algo del comportamiento de las variables macroeconómicas, de los ciclos económicos, e incluso, puestos a esperar, de las implicaciones micro de todo eso. Esperando me quedé.

- Venga, una última pregunta: ¿Qué es la Economía?

Evalina se me quedó mirando aterrada, como si estudiara Arquitectura en lugar de Economía.

- No importa, déjelo. Al salir, ¿puede avisar al siguiente participante, para que entre?

Evalina salió y, por fortuna, su examen, ese mal trago para todos nosotros, terminó. Entró una chica muy morena y risueña, vestida de negro.

- ¡Hola! - dijo al sentarse.
- ¿Cuál es su motito? - dijo Ludmila Marlenovna.
- Consuelito - seguro que era alumna de Ludmila Marlenovna.
- Venga, Consuelito, dígame, ¿qué estudia usted?
- Empresariales, y el español es mi primera lengua.

Y, efectivamente, se la veía suelta hablando.

- Muy bien, Consuelito, ¿qué es la Economía?

Consuelito se quedó mirando y su sonrisa se borró de su boca.

- Bueno, pues la Economía es el estudio de las, o sea, relaciones económicas...
- Pero no puede meter la defición en lo definido.
- ¿Ah, no?
- No.
- ¿Por qué?
- Porque, para eso, diga que la Economía es la Economía, y será cierto y exactísimo.
- ¿Sí? ¿Y es eso?
- Déjelo. Explíqueme la ley de la demanda.
- No, yo estudio marketing, no soy jurista.
- Ufff...
- Creo que no han dado esto en clase - susurró, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
- ¿Que no han visto en clase la ley de la demanda? - pregunté aterrado.
- No, no son juristas.

Suspiré.

- Pregúntele algo de marketing - sugirió.
- De mercadotecnia, de mercadotecnia - añadió Ludmila Marlenovna, haciendo gala de su dominio del español económico.
- Bueno, venga, hábleme de las cuatro P.
- ¡Eso! ¡Las cuatro P!

Consuelito se quedó mirando a su profesora:

- ¿Son cuatro?
- Bueno, él dice que son cuatro - respondió Ludmila Marlenovna.
- Está bien, en la versión clásica son cuatro, pero modernamente les han añadido más. Dígame lo que sepa de las P, sean las que sean - dije yo, ya un poquito harto.
- Bueno, pues eso... son... precio, muy importante el precio... promoción... huy, ¿cuáles más hay?
- Es igual, dígalo en inglés, que en español hay una que no empieza por p.
- ¡No! ¡En inglés no! ¡En español! - exclamó Ludmila Marlenovna.
- Bueeeno, pues en español.
- ¿Y cómo era en inglés? - preguntó Consuelito.
- A ver, la que no empieza por P en español es "place", que en español solemos traducir por "distribución". - "Dios mío, ¿es que esto no va a terminar nunca?"
- Ah, entonces, ¿ya he dicho tres?
- Si usted quiere...
- ¿Y sólo falta una? Es que no me acuerdo.
- A ver, ha dicho precio, promoción y distribución. Le falta la más importante.
- ¿Sí?
- Sí.

Consuelito se quedó parada, mirándome con una sonrisa de oreja a oreja.

- Producto, Consuelito, producto. Le falta el producto. Si tiene precio y promoción, y está en el lugar adecuado, pero no tiene producto, no va a vender nada.

Lo dije, y me la quedé mirando.

Porque, bien mirado, quizá Consuelito fuera la prueba de lo contrario.

miércoles, 28 de abril de 2010

Iuvenes dum sumus (II)

La UPM (Universidad Pijísima de Moscú) cuenta con un alumnado selecto como pocos. Mi llegada a la misma tuvo lugar en un atardecer nublado, pero seco. En el exterior del edificio principal, justo debajo de la señal de prohibido aparcar, había una hilera brutal de Lexus, Mercedes, Toyota y algún Maybach. Entre ellos, se distinguían dos o tres Volkswagen de gama alta, avergonzados por su modestia y medio ocultos entre los grupitos de chóferes. Sí, amigos, la UPM no es precisamente la Facultad de Filosofía de la Universitat de València, no. Allí es difícil encontrar un poste libre para atar la bicicleta. Aquí, no. Aquí hay poderío.

- ¿Alfor von Buchweizen?
- ¿Ludmila Marlenovna?
- Sí. Le estábamos esperando dentro. Venga, venga, que le tenemos preparado el pasecito.

Sí. A los establecimientos de enseñanza no puede pasar cualquiera, y mucho menos a éste, donde se agolpa la futura élite del país. Por tanto, aquí funciona un sistema de própusk, ése que ya vimos hace unos años. Documento de identidad por aquí, conversación de Ludmila Marlenovna con el segurata por allá, y Alfor von Buchweizen que pasa al templo del saber local.

- ¿Había estado antes por aquí, Alfor?
- No, no, es la primera vez- le dije en ruso.
- ¡Oh! ¡Si habla ruso! ¡No esperaba que nos enviaran a alguien que hablara ruso! - dijo Ludmila Marlenovna en un español impecable, y ya seguimos en español, que está visto que le hacía ilusión.
- Pues ya ve. Poquito a poco, uno que ha ido aprendiendo algo.
- Fíjese. De todas formas, yo nunca me he arrepentido de dedicarme a la lengua de Cervantes.
- Es que Cervantes la usaba estupendamente.
- ¿Quiere dar una vuelta por la facultad, o vamos directamente al departamentito de español?
- Estoy a sus órdenes.
- Daremos un paseíto. Nuestros huéspedes suelen querer dar una vueltita por la facultad, porque les gusta ver a nuestras chicas, que son muy guapas.
- Si no lo dudo... pero...

Está visto que Ludmila Marlenovna, o no haría carrera en el Ministerio de Igualdad, o me ha visto una pinta varonil (y salidil) que pá qué.

Dimos una vuelta por el mareo de pasillos que es todo edificio público ruso, incluso el más atildado, y llegamos al departamento. Por el camino, grupillos de estudiantes se quedaban callados a nuestro paso, saludaban con una inclinación de cabeza a Ludmila Marlenovna y me miraban con curiosidad. Jo. Y eso que no llevaba la bicicleta, sólo la mochila anarcorrojinegra.

Al llegar al departamento, me presentaron a los profesores que había por allí. Un par de ellos se dedicaba al español económico; otro par al español jurídico, y otro par no sé muy bien a qué se dedicaba. Como la cabra tira al monte, y lo mío es el Derecho antes que la Economía, me puse a charlar con la profesora de español jurídico; pero se hizo la hora de empezar el concurso, y la profesora me dio una hoja con una serie de párrafos que parecían un temario de estudios.

- Es para que sepa qué es lo que estudian los alumnos y les pueda preguntar.
- Ah, vale...

Comercio internacional, economía, marketing, algo de logística, mercados financieros internacionales. Esquemático, pero ilustrativo. Luego, en el concurso, no le eché ni un vistazo a la hoja, pero estaba visto que se lo habían currado.

- ¿Vamos al concursito, Alfor?
- Vamos.
- Venga, Natalia Vladlenova, acompáñenos.
- Voy.

Una mi derecha, otra a mi izquierda, salimos del departamento y avanzamos bajo la atenta mirada de los estudiantes que respondían con monosílabos a los saludos que les digirían sus profesoras. Parecían cohibidos, los pobres. Claro, eran los que iban a participar en el concurso. A mí me miraban con una mezcla de pánico y curiosidad. Y eso que no llevaba la bicicleta, sólo la mochila falanjorrojinegra. Yo incluso diría que tenían más pánico que curiosidad. A saber qué les habrían estado diciendo sobre mí las profesoras los días anteriores. Pues se iban a c*g*r, lorito. Lo que les hubieran contado iba a ser poco comparado con lo que les iba a caer encima.

Entramos en la sala del concurso. Me senté en el centro y ellas a los lados. Me daba la impresión de que esperaban que el que llevara la voz cantante fuera yo. Pues a cantar. Ludmila Marlenovna se levantó, abrió la puerta de la sala y dijo hacia fuera:

- Que pase el primer alumnito. Comenzamos.

lunes, 26 de abril de 2010

Gaudeamus igitur (I)

Nos encontramos en el departamento de lengua española de la Facultad de Economía Internacional de la UPM (Universidad Pijísima de Moscú). Dicho departamento asiste a los alumnos de la UPM que escogen como lengua extranjera, lógicamente obligatoria en la Facultad de Economía Internacional, nada menos que el castellano.

- Natalia Vladlenovna, tenemos un problemita.
- Diga, Ludmila Marlenovna.
- Como usted sabe, dentro de poco tenemos el concursito de todos los años entre nuestros alumnitos de español.
- Sí, sí, claro que lo recuerdo. Como que es dentro de una semana.
- Sí, una semanita.
- Eso.
- Y, bueno, siempre invitamos a un nativo de español a que forme parte del tribunal. Un nativito, para que los alumnos respeten al tribunal. Porque si estamos nosotras, Natalia Vladlenovna, no nos respetan lo suficiente.
- No nos respetan, no.
- Son muy traviesitos...
- Sí.
- Y necesitamos que el nativito que venga sepa algo de Economía Internacional, para que pueda hacer preguntitas a los alumnitos.
- Claaaro. Y la verdad es que nosotras sabemos mucho de español y un poquito de economía, pero no somos economistas. Somos lingüistas.
- Bueno, pues se acordará del año pasado, cuando invitamos a ese diplomático uruguayo tan amable y tan exquisito. Pues le he vuelto a llamar para que nos dé una ayuda... una ayudita.
- ¿Sí? ¡Qué bien!
- No, el pobrecito ya no está en Moscú. Se acabó su período de estancia aquí y se ha vuelto al Uruguayito.
- Qué pena... eran tan amable el señor ¿Y ahora qué hacemos?
- Tengo un conocidito. Voy a llamarlo a ver si nos ayuda.

* * *

Ahora nos encontramos en Zons Ra, entidad dirigida con mano de hierro por ese conocidito del párrafo anterior, y en la que presta sus servicios (a cambio de un precio, no vayamos a creer) un servidor de ustedes (en este caso, gratis total). El conocidito, que a los efectos de esta bitácora atiende por Oskarl, conversa por teléfono con Ludmila Marlenovna. Acabada la conversación, se pone la mano en la barbilla y pronuncia una palabra:

- Alfor...

A continuación, el conocidito aprieta un botón del teléfono y le dice a su secretaria:

- Frau Rottenmeyer, ¿podría ponerme con Alfor?

* * *

- ¿Que tengo que hacer quéeeee?
- ...
- ¿En la UPM? ¿La Universidad Pijísima de Moscú?
- ...
- Sí, ya sé que soy español y economista, pero, ¿qué c*j*n*s pinto yo por allí?
- ...
- ¿Que las profesoras quieren tener un nativo entre el tribunal para que los alumnos respeten al tribunal, y que no les respetan a ellas? No me extraña. Para que los alumnos de la UPM respeten a alguien, tiene que conducir un Lexus, por lo menos.
- ...
- No, Lexus no. Yo voy en bicicleta.
- ...
- ¿Que ya le ha dicho que sí? ¿Y no podría ir...? Leche, ha colgado.

* * *

Una semana después, me dispongo a volver a la universidad, aunque sea una universidad tan exclusiva como la UPM. En la próxima entrada sigue la serie.

viernes, 23 de abril de 2010

Músicos acabados (VIII)

Sí, amigos, como hemos dicho muchas veces, Moscú es el no va más de los músicos. Es el no va más, porque, después de pasar por aquí, es seguro que no irán ya a ninguna parte. En dicha situación están todos los músicos extranjeros que dirigen sus pasos pecadores hacia esta ciudad. Algunos, sin embargo, no habían venido todavía, por lo que podría pensarse que aún serían capaces de hacer algo.

Así que, con seguridad para disipar dudas, aquí tenemos, por ejemplo, a Billy Idol. Ni de broma os creáis que físicamente tiene el aspecto del cartel. Los managers han pillado una foto de hace treinta años e incluso ésa la habrán tenido que maquillar para meterle el aspecto de mazas musculitos que presenta en el cartel. Teniendo en cuenta que no cumplirá los cincuenta (ni los cincuenta y cinco) y que tiene el cuerpo bastante castigado por su pasado, de todas formas, podría estar muchísimo peor. Probablemente lleva acabado algún que otro lustro, siendo generoso, pero no podíamos estar seguros hasta que edcidió venir a Moscú a actuar.

Aquí tenemos a otros: Los Cranberries. No son tan mayores y eran bastante buenos. Cuando pateaba el monte con los colegas, en esos días que cada vez están más lejanos, era casi tradicional, ya en el coche, en el camino de vuelta, anocheciendo por entre los bosques, poner su música y callar. Se habían separado en 2003, se vuelven a juntar el año pasado y, ¡taca!, tiran todo su potencial viniendo a actuar a Moscú ¡Por favor! ¿Cómo pueden hacer eso? A partir de ahora, concentrémonos en lo que han hecho hasta ahora, porque, la verdad, no creo que podamos esperar mucho más de ellos.


Y, para acabar, nada menos que lo más de lo más: U-2 ¿Os pensabáis que Bono y los suyos iban a resistir la tentación de certificar su pase a la historia? Noooooo. Y es cierto que hasta ahora se habían resistido con una perseverancia ad-mi-ra-ble. Y es verdad que hasta hace bien poco han estado haciendo cosas de muchísima calidad, vale; pero hasta aquí hemos llegado. Probablemente han visto que su genio se ha ido terminando y que, por tanto, ya era hora de actuar en Moscú, a partir de lo cual, más les vale dedicarse a otros proyectos. En el caso de U-2, de eso no les falta. Fue bueno mientras duró.


¿Y los artistas rusos? Bueno, obviamente, los artistas rusos no están incluidos en la lista de músicos acabados, porque estarían todos acabados, y no es así, sino que los hay muy buenos. Sin embargo, no me puedo resistir a meter el cartel del próximo concierto de Piotr Mamónov (Mamónov, sí, menos mal que no fue al colegio en España, porque ¡se le iban a haber reído poco los compis!). Piotr Mamónov merece una entrada monográfica, que ya llegará; de momento, baste decir que, visto el cartel, uno no sabe muy bien si el espectador tendrá que pagar un precio fijo por la entrada, o bastará con echar la voluntad en una caja de cartón con una ranura.

miércoles, 21 de abril de 2010

Músicos acabados (VII)

Hacía ya tiempo, ¿eh? ¿Verdad que hacía tiempo que Moscú no cumplía su función notarial de certificar fehacientemente el acabamiento de los músicos que no tienen otro lugar donde subir a un escenario? Pues sí, ya hacía tiempo, y en el intervalo desde la última entrada de esta serie hay material acumulado como para tener que ampliar el cementerio de los elefantes.

Porque, efectivamente, si uno de los indicadores de la crisis mundial es el presupuesto dedicado al ocio cultureta-musical, Moscú ha salido ya de la crisis, o está a punto de hacerlo. Así como el año pasado se podía escarbar apenas la presencia de músicos acabados, y aun éstos eran más o menos de medio pelo, este año los promotores musicales moscovitas se han soltado el pelo y han traído a las glorias más provectas del panorama musical internacional.

Y así es. Los promotores son así. Si bien muchos artistas de importancia han pasado por Moscú, el público capitalino insiste en pedir que venga un gran artista. Aunque sólo sea uno. Prestos a satisfacer los deseos de su público, las paredes de la capital rusa rebosan de variopintos carteles que anuncian el acab... la presencia en Moscú de una caterva de músicos no menos variopinta que los carteles. Para este cronista, indudablemente, la fuente de información fundamental es la zona de Tverskoy Bul'var, donde los anuncios conviven con las parejitas de novios, con los jovenzuelos peludos y con las jovenzuelas que aprovechan el, por fin, bonancible tiempo para acortar sus faldas y alargar sus escotes. Y yo sacando fotos a los cartelitos... Señor, Señor...

Pero bueno, ¿a quién tenemos ahí arriba? Nada menos que a Gary Moore. No es la primera vez que viene. Ni la segunda. La verdad es que saldría a cuenta darle un permiso de residencia.

Sin dejar el rock, ahí tenemos a Metallica. Tampoco es la primera vez que vienen por aquí, pero siempre es agradable estar seguros de que ya no harán con sus vidas nada de provecho, al menos en el plano musical. Bueno, lo cierto es que cuando se cortaron el pelo y comenzaron a hacer baladitas muchos pensamos que no podían ir mucho más allá, pero, efectivamente, no hay como aparecer por Moscú para que la intuición se convierta en certeza de defunción musical.

Y Eso no es todo ¿Alguien se acuerda de "Madness"? Era un grupo ingenioso, con unas letras muy buenas, graciosillos y con una música bastante ligerilla y relajante. De hecho, es el grupo favorito de mi hermano pequeño, Reyrata. Me consta que Reyrata no lee esta bitácora, y es por eso que meto a Madness en el conjunto de grupos que ya no levantarán cabeza ni harán nada más que repetirse una y otra vez. Y es lástima, porque éstos sí que eran originales. Eso. Eran.

Éstos son, digamos, los sospechosos habituales, sin contar a los Scorpions, cuya gira de despedida (ojalá) no podía prescindir de una ciudad en la que cuentan con tantísimos partidarios. Pero, ojo, la primavera moscovita está siendo desusadamente prolífica en decepciones, hasta el punto de que están llegando músicos que nunca antes habían pasado por aquí y de los que, en consecuencia, no podíamos saber a ciencia cierta si iban a hacer algo decente o no. Ahora ya sabemos que no. Pero, sobre ellos, toca escribir en la próxima entrada.

lunes, 19 de abril de 2010

Sobre el líder del proletariado mundial

Después de las dos últimas entradas sobre Stalin y su resurgir, y después del número de comentarios que han originado, y en lugar de responderlos uno por uno, voy a escribir una entrada sobre el caso. Normalmente suelo intentar introducir algún elemento menos serio en las entradas, pero esta vez no va a ser así, así que, si entráis en esta bitácora porque os hace gracia, pero las opiniones de su autor no os interesan, podéis dejar de leer tranquilamente y esperar a la siguiente entrada.

En la retahila de comentarios de hace dos entradas, estoy más de acuerdo con Lluis que con Behemoth, y ello por una causa fundamental que él también cita, y es que el fin no justifica los medios. Porque Stalin pudo tener fines la mar de nobles, como conseguir la igualdad, lograr un desarrollo económico elevado, llegar al socialismo y conseguir un tipo de persona "homo sovieticus", culto, intachable y adornado de todo tipo de cualidades, pero los medios para llegar hasta ese fin hacen odiosos los mismos fines y, desde luego, a quienes ejecutan las medidas empleadas y mucho más a quienes las mandan.

La triste realidad, sin embargo, es que lo que logró Stalin fue construir un pensamiento único en el que nadie osaba salirse por la tangente, porque enseguida llegaban los cortes de cabeza, y de paso cargarse a muchísima gente que tenía capacidad de pensar y quedarse con personajes bastante mediocres que, eso sí, eran artistas del escape y de la adulación más perra.

Y, sí, es cierto que, además, logró un importante desarrollo económico, pero el desarrollo económico no justifica la vida de tanta gente ni la pérdida de libertad de todos los demás. Lenin decía "Libertad, ¿para qué?", pregunta que tiene su aquél en un contexto de pobreza extrema, pero que también da pistas sobre cuál es la estima, la poquísima estima, en que los bolcheviques tenían a la libertad.

Y, ojo, efectivamente Stalin no es el único que sitúa los medios al margen de la moralidad y los supedita a los fines. Su archienemigo Hitler tambien quería un "hombre ario" rubio, de ojos azules, alto y dominador, lo que, en sí, no tiene nada de malo, salvo que, por ejemplo, te pongas a exterminar a todo el que no te entre en el molde, entre otras lindezas.

Y, más aún, no hace falta irse demasiado lejos: acabar con ETA es un fin estupendo y loable, pero pagar a una banda de pistoleros para que cree un grupo contraterrorista que se dedique a secuestrar y a matar etarras es un medio perverso. E, incidentalmente, si ese grupo comete una chapuza tras otra y se equivoca de persona, lo suyo no tiene nombre; pero, aunque hubiera acertado, es que apartarse de los medios lícitos acaba por perjudicar el fin, como se ha demostrado en España, en que poco menos que hay que ir pidiendo perdón a los terroristas por haber sido malos y haberlos perseguido haciendo trampa.

O más cerca en el tiempo: conseguir controlar el petróleo iraquí puede ser algo buenísimo para Estados Unidos, y tener relaciones inmejorables con Estados Unidos puede ser fantástico para España, pero eso no justifica mentir pretextando que en Irak hay armas de destrucción masiva y montar una gorda, como tampoco justifican las buenas relaciones con los yanquis creerse a pies juntillas las trolas que dicen, poner los dos pies sobre la mesa, hablar con acento mejicano siendo de Madrid, y mandar tropas españolas a Mesopotamia.

Tener un hijo, ya entrando en cosas más de estar por casa, está la mar de bien, pero tengo muy serias dudas de que fecundarlo en vitro y generar un porrón de seres vivos sobrantes, aunque haya una ministra idiota que insista en que no son humanos, y con los que sólo Dios sabe qué pasará, justifique lo primero.

En fin, que, aunque sólo sea por eso, porque el fin no justifica los medios, Stalin no me merece la menor consideración, como tampoco me la merecen otros gobernantes que serían muy de su tiempo, pero que mejor hubiera sido que no se hubieran metido a gobernar y se hubieran quedado pintando cuadros en Viena o enseñando francés en Oneglia. Ahora bien, si pensáis que el fin justifica los medios y además estáis de acuerdo con los fines de Stalin, entonces sí, entonces entiendo perfectamente que a tanta gente le merezca un juicio favorable.

A mí es que, por si fuera poco, los fines de Stalin me convencen poquísimo. No me convence su intento de imponer un pensamiento único, ni el de conquistar media Europa, ni las guerras de agresión contra Finlandia y Polonia. Sí, Hitler no fue el único agresor en la segunda guerra mundial, lo que pasa es que los rusos no comienzan la Gran Guerra Patria hasta 1941, y las dos guerras de agresión que condujeron antes, así como la anexión de las repúblicas bálticas, como que han quedado en segundísimo plano y no les gusta tanto recordarlas. Ya puestos, tampoco me gusta la política de puteo y martirio a la Iglesia para el fin de eliminar a Dios de la sociedad, ni la de exterminio de todo polaco sensato para que luego fuera más fácil apiolarse al país.

Y sí, vale, hay fines que sí me van: educación, progreso económico, mejora del nivel de vida... vale, eso estuvo bien. Y efectivamente, suena a lo que decía el Frente Popular de Judea (que no los disidentes del Frente Judaico Popular) en la Vida de Brian, pero la consecuencia de setenta y cinco años de bolchevismo es que, al desaparecer la Unión Soviética, al consumismo le ha costado poquísimo entrar y hacerse el amo del cotarro, porque no había nada que pudiera servir para resistirse. Hay algún bicho raro por ahí, matemático él, que va rechazando los premios millonarios que le conceden, pero, en general, el consumismo campa en Rusia por sus respetos. Y no digo que en España no pase tres cuartos de lo mismo, pero tres cuartos no son cuatro.

Sobre los muertos con Stalin, la guerra y las estadísticas, hay varios puntos que se podrían comentar. El primero es que, por mucho que los censos mitiguen un poco los cálculos de alguno, el número de muertos en guerra es altísimo y la mortandad mucho mayor que en otros frentes. Pero, bueno, es cierto que es una guerra y en las guerras muere gente. En cuanto a los muertos fuera de acción de guerra, a lo largo de varias décadas de encarcelamientos, purgas, genocidios, procesos judiciales vergonzosos, torturas, campos de concentración y diversos programas de depuración a cual más destarifado, no creo que sea posible establecer su número exactamente, pero que eran un porrón y medio está clarísimo, siempre teniendo en cuenta que la Unión Soviética no era el país de las estadísticas exactas, sino más bien el del camuflaje estadístico de las cosas que no existían.

Y sobre que los españoles no entendemos lo que significó la guerra y cuántas familias quedaron afectadas, pues probablemente es cierto, como asegura Andrey, lo cual es lógico, porque no es nuestra guerra. En todo caso, me atreveré a decir que recordar machaconamente las guerras de nuestros abuelos es un arma de doble filo para distraer al personal y, si no, que se lo pregunten al juez Garzón, que últimamente no hacía otra cosa y que ha conseguido, junto con los que le miman y consienten, cabrear a un cuarto de España contra otro cuarto. Digo a un cuarto contra otro porque el resto de España está viendo la tele y pasa ampliamente.

Pero bueno, quedaría por opinar, ya lanzados, sobre si realmente esa revolución con la que empezó todo el percal era o no necesaria, pero eso será otro día, quizá el 7 de noviembre. Porque, como dicen los informáticos (al menos, yo se lo he oído a más de uno), ésa es otra historia, y deberá ser contada en su momento.

Y porque hoy, claro, se hace tarde.

viernes, 16 de abril de 2010

Stalin está de vuelta (II)

En España, no hay un solo maestro en su sano juicio al que se le ocurra reunir a los padres y decir algo así como:

- Pronto va a ser el 1 de abril, y se me ha ocurrido que podríamos celebrar el Día de la Victoria. Ya hace tiempo que terminó la guerra, pero seguro que los niños tienen algún abuelito que estuvo haciendo cosas importantes durante la misma. He pensado que los niños podrían hacer un trabajo sobre sus abuelos que estuvieron en la guerra y entregarlo antes de la celebración.

Vamos, si hay algún maestro español tan insensato como para pronunciar la frase de arriba, que me lo presenten, que quiero verlo. En España, inmediatamente, una comisión de padres iría a la dirección del colegio a ponerlo verde. Y, si por algún hado misterioso, semejante actividad llegara a realizarse, con toda seguridad iba a acabar por haber tortas entre los alumnos, que son mucho menos políticamente correctos que sus padres y que llaman al pan, pan, al vino, vino, al facha, facha, y al rojo, rojo.

Pues, en Moscú, Rusia, por lo visto, tal frase fue pronunciada durante una reunión de padres que tuvo lugar la semana pasada, por parte de Galina Sergeevna, maestra cincuentona y tradicional, sin parar mientes en que más de uno de sus interlocutores, un par de décadas más jóvenes que ella, son de palos muy diferentes.

Y es cierto que en España las cosas son bastante distintas y que la versión española de "la guerra" fue una guerra entre españoles y en Rusia, en cambio, fue contra un invasor exterior, con lo que españoles había en nuestra guerra a ambos lados de la trinchera, mientras que los rusos estaban básicamente (con excepciones, no se vaya a creer) solamente en uno.

Por una cuestión de horario, no pude ir a esa reunión de padres, así que Alfina se presentó allí y se encontró con el pastel:

- ¿Y qué puede hacer Ro?

Galina Sergeevna debió rascarse la cabeza. Eso de tener a una española en clase es una complicación innecesaria. Menudo fastidio. Esos países neutrales...

- Bueno, pues en España también hubo una guerra. Seguro que también Ro tiene abuelos que estuvieron allí.

Ya estamos. Esta buena mujer, como todos los rusos de su generación, opina que los soviéticos fueron a ayudar al pueblo español en su lucha contra el fascismo, cuando lo cierto es que los soviéticos fueron a ayudar al pueblo español en su lucha contra... el pueblo español. A ver si se creen estas buenas gentes que el ejército que tenía enfrente el "pueblo español" estaba compuesto exclusivamente por extranjeros. Y digo los de esta generación de cincuentona para arriba, porque los más jóvenes directamente ignoran todo lo relativo a la guerra española, lo cual, por otra parte, casi que es mejor.

Jo, con lo fácil que hubiera sido comentar las guerras púnicas, que no le molestan a nadie. Pues no, a liarla.

Sobre a lo que ocurrirá con ese trabajo, es difícil saber lo que nos tiene deparado el destino y si habrá alguien más mosqueado con la cuestión. Entre los rusos no es demasiado infrecuente encontrarse con apellidos de origen alemán (en clase de Ro hay por lo menos uno), así que es posible que alguno de los ancestros de quienes llevan esos apellidos fuera deportado por Stalin a las estepas asiáticas. También podríamos encontrarnos con descendientes de aquellos soldados soviéticos que fueron hechos prisioneros en acción de guerra por la Wehrmacht, internados en campos de concentración alemanes y, una vez terminada la guerra, enviados directamente a campos de concentración soviéticos "por haber colaborado con el enemigo". Así, con un par.

En cuanto a Ro, la verdad es que entre sus antepasados contemporáneos de la guerra el pedigrí partisano escasea, y el único que intervino en la segunda guerra mundial lo hizo en el lado de la trinchera que menos le mola a Galina Sergueevna. Así que, entre decir la purísima verdad y que me señalen a la niña todos sus compañeros, o pasar ampliamente del trabajo y arrostrar las consecuencias académicas que correspondan, casi que es preferible lo último.

Bueno, eso, o inventarse una trola y decir que Ro es la bisnieta secreta de Stalin. Quizá sea lo mejor, porque, en un país que tiene en su historia impostores tan logrados como los dos falsos demetrios o la supuesta princesa Anastasia Romanova, igual va y cuela.

miércoles, 14 de abril de 2010

Stalin está de vuelta (I)

Tenemos de vuelta a Stalin, cachislamar. Se aproxima el 9 de mayo, consabido día de la victoria, y con esta fecha se aproxima también la conmemoración de una de las dos cosas elogiables que Stalin hizo. La otra fue cesar a Yezhov (el simpático chico de la foto) antes de que dejase el país completamente deshabitado. "Cesar" es un eufemismo. En aquel tiempo, los ceses no te los llevaba el motorista, como hacía Franco, sino el enterrador.

Sin embargo, lo más destacado que ha ocurrido en Rusia en el siglo XX ha sido la victoria en la Gran Guerra Patria. El resto ha sido una sucesión de bofetones, una guerra civil, un régimen alienante y un final de siglo donde a la mayor parte de la población les dieron el timo del tocomocho repetidamente y encima les dijeron que ahora mandaban ellos. Así que a la población sólo le quedaba el consuelo de conmemorar repetidamente la victoria sobre los malvados fascistas. La conmemoración no aliviaba la insatisfacción del estómago, pero al menos daba buen rollo.

Ahora, hemos dado un paso más adelante y nos acordamos del que entonces era el líder del proletariado mundial y jefazo de la Unión Soviética. En realidad, era el Secretario General del PCUS, no el jefe del Estado. Ése era Kalinin, que era tan irrelevante que, en la definición del dicccionario de "marioneta", deberían haber puesto una foto suya, para que todo el mundo comprendiera bien el significado de la definición. Pero el PCUS y el Estado se habían identificado tan bien mutuamente que eran la misma cosa y no dejaron de serlo hasta que, en 1992, desaparecieron los dos al unísono, para bien del mundo. Cierto es que lo que vino después pudo ser muchísimo mejor, pero lo que se quedó en el pasado era lo bastante malo como para no lamentar en absoluto su desaparición.

Sin embargo, Stalin está de moda. Tanto, que Luzhkov, nuestro bienamado alcalde, va a colocar cartelones con su efigie coincidiendo con el 9 de mayo, eso sí, procurando que no se vean desde la Plaza Roja, donde en el desfile militar van a participar por vez primera soldados extranjeros, lo nunca visto, e incluso del enemigo de toda la vida, los Estados Unidos.

Creo que cualquiera que haya leído hasta aquí habrá comprendido que Stalin no me mola pero ni un poquito, y que el haber ganado la guerra a Hitler no le justifica todas las burradas que hizo. Porque, con la Gran Guerra Patria (en el resto del mundo, segunda guerra mundial), en los choques entre comunistas soviéticos y nazis alemanes, me pasa algo parecido a lo del fin de semana pasado, con el Madrid - Barça: ¿Es que no hay manera de que pierdan los dos?

Sin embargo, el hecho de que no me mole ni un poquito no significa que esté visceralmente en contra de que celebren al Generalísimo como prefieran. Sí, al Generalísimo, porque, en Rusia, el Generalísimo no es Franco, como en España, sino Stalin. Ya tienen algo en que parecerse esos dos, además de en la estatura.

Vamos, que, por mí, como si les da por conmemorar la destrucción de Nínive o la batalla de los Campos Cataláunicos. Mientras no me toquen las narices, a mí me trae completamente sin cuidado. Eso sí, mientras no me toquen las narices.

Pero he aquí que me las han tocado. Eso ocurre cuando una maestra de escuela, por más señas de Ro, decide implicar a los niños en una actividad alusiva sin parar mientes en que su clase es menos homogénea de lo que piensa. Actividad cuya descripción queda para la próxima entrada.

Porque hoy, joroba, se hace tarde.

lunes, 12 de abril de 2010

Desgaste

En muchas ocasiones, los que estamos viviendo por Rusia nos quejamos de que nuestras cosas se quedan hechas polvo en cuatro días que las usamos. Eso sirve para los trajes, que se manchan que no veas con el barro y polvo, para los coches, que no hay quien los saque a la luz con la corrosión producida por las mil porquerías que se echan para evitar que se forme hielo en Moscú, y prácticamente con cualquier utensilio que se emplee en Moscú.

Y eso incluye las bicicletas.

Mi bicicleta, plegable, fue comprada en España por internet hace tres años. Entretanto, ha comenzado a venderse también por aquí. El otoño pasado, justo antes de que comenzaran las nevadas, ya noté que algo no iba bien y, como la semana pasada los problemas seguían, después de la pausa invernal y de una limpieza a fondo, la lleve a ver si la reparaban.

- Sí. La correa de transmisión, que está muy suelta y salta los dientes de los piñones.
- Ya... es que este modelo... ¿de cuándo es?
- Lo compré hace tres años en España.
- Ya... bueno, es que aquí tenemos unos modelos distintos específicos para Rusia.

Me los enseñó. En lugar de mis ruedas de plástico y mi piñón de plástico para que fuera lo más ligera posible, los fabricantes, para poder vender en Rusia, habían metido ruedas de radios metálicos y piñones especiales. Los míos, como pude comprobar, estaban que daban pena y allí no tenían repuestos.

- Ufff... ¿y poner una rueda de las suyas?
- Es que entonces no le podemos meter los frenos, porque el cuadro también en distinto. No querrá ir por ahí sin frenos, ¿no?
- Más bien no.

Resultó que no me podían ayudar y que el bulto misterioso estaba en las últimas.

- De todas formas -dije-, en su página web dicen que la correa de transmisión aguanta 60.000 kilómetros, y yo seguramente no llevaré ni cinco mil, y ya está floja.
- Bueeeeno... sesenta mil kilómetros... claaaro... pero eso es en Londres, que allí está todo limpio. En Moscú, si aguanta ocho mil kilómetros, ya es un logro.
- Ufff...
- De todas formas, la bicicleta le ha durado tres años ¡Tres años! Es un resultado excelente.

Tres años... tres años... mi bicicleta de Valencia todavía es la misma con la que aprendí a montar.

- Bueno, sí, pero es que esto es Rusia.

Ya tardaba en salir la excusa rusa más extendida.

viernes, 9 de abril de 2010

Testaferros (II)

A Zuev se le empezaron a torcer las cosas cuando un aduanero inconsciente, posiblemente recién salido de la academia de aduaneros y quizá no muy enteradillo de cómo van las cosas por allí, tuvo la ocurrencia de inspeccionar las cargas destinadas para la empresa de Zuev y encontrar irregularidades de bastante enjundia. Básicamente, los aranceles de importación del mueble son "a tanto el kilo", para enterarnos. Vamos, que si un mueble pesa cien kilos, y el arancel son tres euros por kilo, ese mueble tiene que pagar trescientos euros para entrar en Rusia. Claro, lo suyo es poner los aranceles "ad valorem", es decir, con un porcentaje sobre el valor del mueble, porque de lo contrario las cosas ligeras y caras pagan menos que las pesadas y baratas, cuando debería ser al revés. Pero es que medir el peso de las cosas es mucho más objetivo que medir su valor, y en Rusia no están como para creerse el valor que los empresarios dicen que tienen sus cosas. Ah, y la mayoría de las veces, con razón.

El caso es que el aduanero, en un entrañable ejercicio de lógica, pensó que, si había una infracción, su obligación era poner en marcha un procedimiento sancionador.

Aquello fue Troya.

Los servicios especiales del Ministerio del Interior (MVD, que es coo suena en ruso) comenzaron a tomar mucho interés en el asunto y, como quien no quiere la cosa, salió a la luz que el verdadero dueño del imperio mueblero de Zuev no era exactamente Zuev, sino un antiguo pez gordo de los servicios secretos, el FSB (y ahora, toda la prensa, cuando pone las siglas FSB, añade, "antiguo KGB"), algún familiar del cual estaba aún en la cúpula del mismo. El Ministerio del Interior y el FSB digamos que se comportan aproximadamente como dos acupuntores: son colegas y se dedican a lo mismo, pero les encanta pincharse mutuamente, y con este caso lo consiguieron, ya lo creo que lo consiguieron.

El contraataque del FSB, con la invalorable ayuda de la Fiscalía General, consistió en hacer procesar al capitán Zaitsev, que tal era el nombre del fulano que había iniciado todo el lío, por abuso de poder y, de paso, a otros dos aduaneros, por intentar exigir sobornos de Zuev. Entre 2002 y 2003, el capitán Zaitsev estuvo que si lo absolvían, que si no; una sentencia le había absuelto, pero a alguien no le gustó que lo absolvieran, así que ese alguien consiguió que se nombrara otro tribunal que, esta vez sí, tomó la decisión correcta y condenó a Zaitsev. A dos años de libertad condicional, tampoco es que lo entrullaran a saco, pero seguro que se le quitaron las ganas de investigar fraudes.

Pero ya estaba la mosca tras la oreja de alguien. Los de aduanas, mosqueadillos y con los de Interior azuzándoles disimuladamente, siguieron con el procedimiento contra Zuev y los que estaban detrás de él y consiguieron ganar para su causa a un diputado llamado Shechekochijin. Sí, todo eso, y basta con leer ese apellido, no es necesario pronunciarlo, y menos con un polvorón en la boca. Ese señor consiguió ponerse en plan mosca cojonera y periódicamente se fue dedicando a escribir artículos en Novaya Gazeta sobre el chanchullo del contrabando de muebles. En el procedimiento también comenzó a adquirir protagonismo, en calidad de testigo, el presidente de la asociación de importadores de muebles de Rusia e, incidentalmente, uno de los principales competidores de Zuev, Mijail Pereverzev. Éste último, a diferencia de Zuev, no había trabajado en la industria del mueble durante la Unión Soviética. En realidad, era militar de profesión, al igual que prácticamente todos sus socios. Y los militares y el MVD (Interior, vamos) digamos que estaban, y aún hoy están, en una especie de frente común contra los chicos del FSB.

De hecho, Pereverzev era un tipo bastante simpático y, las veces que lo traté, muy campechano, que llevaba a gala que todas sus importaciones (que eran muchas) se hacían respetando escrupulosamente los procedimientos legales, o sea, dejándose en las aduanas cosa de un 35% largo del valor de los muebles. Es comprensible que Pereverzev estuviera más harto que un bulímico después de pasar por un buffet libre de que Zuev pudiera vender sus muebles más baratos que él, y encima quedándose con un pastón más en beneficios.

Poco después del episodio del babero de la entrada anterior, en 2003, Pereverzev fue a hacerse una revisión rutinaria en un hospital militar. Uno pensaría que, si un hospital del montón ya es un sitio donde no hay manera sencilla de pasar, intentar pasar la seguridad de un hospital militar sería más difícil que rezar un rosario enterito en la calle principal de La Meca; sin embargo, alguien, nunca se supo quién, logró encontrar lagunas en la seguridad del hospital y se apioló a Pereverzev. Y encima logró salir de allí como si tal cosa.

El siguiente en pasar a mejor vida fue Shechekochijin. Un mes después del asesinato, sufrió una extraña enfermedad alérgica que se lo llevó para el otro barrio. Es lo que tiene el verano ruso: alergias inesperadas.

Como la cosa se estaba poniendo fea, la fiscalía se dejó de historias y se puso a proceder contra el que firmaba los papeles en Tri Kita y Grand: Zuev, en primer lugar, y su socio Látushkin, entre otros mendas, prescindiendo de quién estuviera por detrás, para no jugarse ir a hacer cola con Pereverzev y Shecherochijin en la garita de San Pedro. Acusados de defraudar cinco millones de dólares al fisco ruso en aranceles impagados, fueron detenidos en 2006, y la semana pasada condenados a penas de entre cuatro y ocho años de cárcel.

Y es que la profesión de testaferro es aceptablemente lucrativa, pero hay que reconocer que tiene sus riesgos. Eso sí, si algún día me da por crear una empresa en Rusia, ni jarto vino me pondré de director general ni de director financiero, sino que recurriré a uno de alquiler. No a Zuev, claro, que está ocupado y cobraba un huevo, pero es que Zuev incluso podía pensarse que era el auténtico mandamás del chiringuito. Creo que el mercado salarial de testaferros de confianza en su segmento más inferior está por doscientos euros al mes, así que, si a alguien le interesa, que levante la mano.

miércoles, 7 de abril de 2010

Testaferros (I)

El señor de la foto atiende por Sergey Zuev y es, o era, un empresario. Un nuevo ruso de libro. Todos conocemos ese estereotipo de nuevo rico ruso como persona zafia e inculta que ha hecho su fortuna mediante procedimientos poco ortodoxos. Bueno, pues ese estereotipo es frecuentemente verdadero, porque un buen número de rusos nuevos ricos son tirando a zafios y efectivamente han hecho su fortuna mediante procedimientos poco ortodoxos, pero hay bastante gente que no es así y que tiene buenos modales, además de un porrón de pasta. Y algunos, incluso, la han conseguido honradamente.

El caso de Sergey Zuev posiblemente no sea uno de esos casos, sino de los primeros, pero es quizá paradigmático, además de bastante poco conocido en Occidente, donde todo quisqui conoce hasta la marca de las gafas de Jodorkovsky y cree a pies juntillas que ha sido el único represaliado por el régimen por un quítame allá estos impuestos. Y nada de eso. Los partidarios de Jodorkovsky podrán decir que es injusto que sólo a él le toque purgar sus penas en la trena, cuando hay más gente que ha hecho barrabasadas; pero eso no es verdad. Al menos, no es toda la verdad.

Por lo que tengo entendido, en tiempos, Zuev trabajaba en las estructuras del Instituto del Mueble soviético, una institución absolutamente demencial que se dedicaba a diseñar y vender muebles exactamente iguales, de una calidad muy mejorable y de un gusto ni bueno ni malo: simplemente único. Era el colmo de la uniformidad soviética, aburrida y monolítica, imposible de esquivar, con muebles que te encontrabas en todas las casas a las que ibas y, lo que es peor, en todos los hoteles a los que ibas, aunque en éstos siempre había cajones desvencijados, puertas que no se cerraban (o que no se abrían) y armarios cuyas bisagras sonaban como un violín tocado por un minero.

Al final del camino soviético, el Instituto del Mueble se despeñó, las fábricas rusas de muebles fueron privatizadas y se desligaron de la estructura centralizada y la clientela, que ya estaba hasta la coronilla de sus incómodas cómodas, de sus cajoneras descajonadas, de sus armarios desarmados y de sus lechos deshechos, se lanzó a comprar cualquier cosa que no fuera eso. Y Zuev se encontró vendiendo muebles rumanos, que son sencillotes y, lo que entonces era más importante, diferentes. Zuev empezó a ganar dinero a espuertas, y con él sus socios en la aventura.

Como las cosas en Rusia, o se hacen a lo grande, o no se hacen, Zuev y sus socios, o eso nos quieren hacer creer, montaron la tienda más grande de Rusia, Grand, y poco después la más grande de Europa, Tri Kita ("Las tres ballenas", en castellano), un espacio interminable a las afueras de Moscú donde había realmente de todo lo que quisieras meter en tu casa, desde un juego de servilletas hasta un tresillo puturrudefuá de fabricación italiana y más caro que un Maybach con opciones. Por cierto que, cuando conocí al jefe de tienda, que había sido compañero de Zuev en los tiempos soviéticos y apenas pasaba por la puerta, miré a mi alrededor, a ver si veía a las otras dos ballenas.

A Zuev lo conocí en los albores de 2003, cuando tratábamos de cerrar un acuerdo de publicidad. Tras una dura mañana de negociaciones con un socio suyo, Latushkin, que me da la impresión de que era quien realmente cortaba el bacalao en el día a día, y que trataba a patadas a sus expertos en marketing, nos invitaron a comer en el comedor para directivos de sus oficinas. Allí se nos reunió Zuev, que no tenía un aspecto tan bueno como en su foto oficial de ahí arriba, pero que tenía, eso sí, una pinta muy saludable. Nos presentaron y comenzamos a comer.

Los modales de cada uno a la mesa son muy reveladores de la clase de persona con la que nos enfrentamos (de hecho, intentamos que Abi, Ro y Ame comprendan bien esto, de momento con poco éxito). Zuev era tremendo. No dijo prácticamente una palabra en toda la comida, a pesar de que tras el tira y afloja de la mañana estábamos en un ambiente mucho más informal. Es más, cuando sacaron la sopa, Zuev dejó la servilleta a un lado y sacó un babero que se ató al cuello, mientras comía ruidosamente. Mis compañeros y yo nos miramos sin saber muy bien qué pensar.

Buen, sí, lo que pensamos es que semejante patán no podía ser capaz de haber montado un pedazo de estructura como la que estábamos visitando y que era el indudable número uno del mueble en Rusia, bastante por delante de IKEA. Esta impresión se vio corrobada al asistir a la fiesta de cumpleaños de Zuev, que fue un espectáculo tremendo, con actuación de variedades incluida, y en el que le entregaron un premio totalmente destarifado que más vale que no le entreguen a nadie más. Mi mente rechaza recordar las palabras que pronunció y su estilo al dirigirse al público.


Puede aclarar un poco la situación la foto de ahí al lado, que fue tomada a Zuev hace unos días, cuando fue juzgado y condenado por contrabando. Aunque parezca mentira, es la misma persona, si bien entre una y otra hay muchos meses sin ver una cuchilla de afeitar y varios años ente rejas.

Entre el momento de principios de 2003 en que compartí con Zuev mesa y mantel (babero no, ése sólo lo llevaba él) y su detención en 2006 hay un par de asesinatos, una serie inabarcable de procesos judiciales a varias bandas, una legión de funcionarios corruptos y una pila tremenda de billetes cambiando de manos. Y esto no traficando con diamantes, con oro o con armas, sino con una cosa tan pacífica, en principio, como muebles. Pero eso queda para una próxima entrada.

lunes, 5 de abril de 2010

Христос воскресе!

Que se pronuncia así en castellano: Jristós vaskriése!

Y ahora todos a repetir a voz en grito: Воистину воскресе! (Pronunciado: Vaístinu vaskriése!)

Feliz pascua a todos.

Tal es el saludo que sustituye en Rusia, cada vez más, al "¡buenos días!" en el día de Pascua. El primero que saluda le dice al otro "¡Cristo ha resucitado!", que no otra cosa quiere decir el título de esta entrada, y la respuesta del segundo es "En verdad ha resucitado".

Naturalmente, hasta hace unos cuantos años, esto estaba pero que muy mal visto, casi como decir hoy en España "¡Feliz Pascua de Resurrección!", o más simplemente "¡Felices Pascuas!", saludo que hoy parece una provocación y, como mínimo, infunde confusión en el saludado, por muy católico que sea.

Supongo que será por eso por lo que estoy recuperando ese saludo...

Y, para celebrarlo, nada mejor que un chiste de Brezhnev, que ya hacía tiempo que no aparecían:

Es lunes de Pascua, y Brezhnev va hacia su despacho. En su camino, se cruza con Súslov, y éste le dice:

- ¡Leonid Ilich, Cristo ha resucitado!

Brezhnev no dice nada y sigue su camino. Llega a su despacho y su secretaria le dice:

- ¡Leonid Ilich, Cristo ha resucitado!

Y Brezhnev responde con cara de preocupación:

- Sí, ya lo sé. Súslov me ha informado.

viernes, 2 de abril de 2010

Tigres en la tripa

Este año las pascuas ortodoxa y católica coinciden, y por tanto también lo han hecho las respectivas cuaresmas y lo harán las demás celebraciones litúrgicas que cuelgan de la Pascua, así que podemos ver muy claramente que, en realidad, las diferencias entre unos y otros en este caso son bastante pocas. Hoy, en ambas confesiones, es Viernes Santo y pasado mañana es Pascua.

Y el domingo pasado fue Domingo de Ramos. En España se hacen procesiones con palmas y ramas de olivo, como dicen los evangelios que sucedió tal día como entonces en Jerusalén cuando Jesús entró en la ciudad montado en un burro.

En Rusia, lo de seguir los escritos evangélicos y utilizar ramas de palma u olivo está complicado. El olivo más próximo debe estar en algún lugar de Bulgaria y las únicas palmas que hay en todo el país son las de las manos, pero aquí hemos encontrado un sucedáneo: ramitas de sauce. No serán palmas, no tienen hojas, no tienen flores, pero oye, es lo que tenemos por aquí. Y, de esta manera, en ruso, el Domingo de Ramos no se dice así. Recordemos que en inglés es Palm Sunday, en alemán Palmsonntag y en latín, que es la lengua fetén para estas cosas, se dice Dies Dominica in palmis. En ruso, lógicamente, se dice "Domingo de Sauces" ("Вербное воскресенье", o sea, "Vérbnoye voskresénye").

Y esto es así con independencia de que seas católico u ortodoxo. Los católicos nos vemos en las mismas dificultades que los ortodoxos en cuanto a conseguir palmas u olivos, así que también usamos las ramitas de sauce, como en el cuadro ése reproducido arriba y que es la obra cumbre de una pintora rusa relativamente poco prolífica y no muy conocida, Serafina Blonskaya, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX y que, obviamente, pintó ese cuadro antes de 1917.

Hay otra coincidencia entre católicos y ortodoxos en el día de hoy. Los ortodoxos pura sangre pasan hambre a base de ayuno durante toda la cuaresma, mientras que nosotros, para aprobar, únicamente nos limitamos a dos días de ayuno. El católico que quiera ir para nota supongo que tiene que ayunar más a menudo. Bueno, pues uno de esos dos días necesarios para llegar al aprobado es precisamente hoy, Viernes Santo, así que aquí me tenéis, con un tigre en el estómago y esperando a que llegue mañana para desayunar en condiciones. Entretanto, felices pascuas y no os atraquéis mucho con la mona.

Jo, sólo con mencionar la mona ya tengo más hambre... me comería el tigre de la tripa si no fuera porque es carne, y hoy no toca.