sábado, 27 de febrero de 2021

Neerlandés (II): controles pandémicos

Las autoridades belgas están muy estrictas con los viajes desde el extranjero en estos tiempos de pandemia, y a mí me ha tocado hacer más de uno últimamente. Después de Navidad, al día siguiente a mi llegada me estaban llamando del Centro de Enfermedades Infecciosas para asegurarse de que me quedaba en casita y de que me hacía las PCR de rigor. Y, la víspera de cumplir siete días desde mi retorno, me llamaron nuevamente para recordarme que, si quería salir de casa antes de diez días, tenía que hacerme otra prueba, pero no antes del día siguiente. Tienen que haber montado un centro de llamadas bestial...

A finales de enero volví a viajar al extranjero y, por tanto, a entrar en Bélgica a la vuelta. Tuve que rellenar la declaración dando mis datos personales, y mi número de teléfono, y así, no fue de extrañar que al día siguiente volvieran las llamadas del Centro de Enfermedades Infecciosas recordándome mis obligaciones para no propagar el virus que vaya usted a saber si había contraído durante mis andanzas por esos mundos de Dios. A decir verdad, la primera llamada me pilló ocupado y no pude ponerme; de hecho, ni siquiera sabía desde dónde venía la llamada, pero los del Centro de Enfermedades Infecciosas me habían dejado un mensaje en el contestador diciéndome que me pusiera en contacto con ellos.

Les llamé al teléfono desde donde habían llamado. Ay, que ingenuidad...

"Bienvenido al Centro de Enfermedades Infecciosas. En este momento, todos nuestros operadores están ocupados. Permanezca en línea."

Varios minutos después, ni pum, como si me quisiera dar de baja de una compañía de móviles, y no salvar el mundo cooperando a la erradicación de este virus malévolo. Obviamente, pasé de todo y seguí a la mía.

La víspera del fin de la cuarentena y del segundo examen PCR, sábado por la tarde era, sonó de nuevo mi teléfono y vi el número del Centro de Enfermedades Infecciosas.

- ¿Sí...? (Ja...?)

- Buenas tardes, le llamo del Centro de Enfermedades Infecciosas ¿Hablo con don Alfor von Buchweizen? (Bonne soir, je vous appele du Centre de maladies infectieuses. Est-ce que je parle avec M. Alfor von Buchweizen?)

- Sí, así es ¿Podemos hablar en neerlandés? (Ja, inderdaad. Kunnen we in het nederlands spreken?)

- Eh... ¿Neerlandés? ¿Esto qué es? ¿No habla usted francés? (Eh... Neerlandais? C'est quoi, ça? Vous ne parlez pas en français?)

La verdad es que, para llamarme de un organismo público belga, estaba quedando bastante en evidencia. Así aprenderéis a tener a la peña en espera, y a todos vuestros operadores pelando la pava con a saber quién.

- Mi francés no es muy bueno, y prefiero hablar en neerlandés (Mijn frans is niet zo goed, en ik spreek liever in het nederlands).

- Yes... Ja... Understand... Ik wil zeggen... I would like to say... - ahí, ahí, desenterrando lo que aprendiste en el colegio.

- ¿No es eso inglés? (Is dat niet engels?)

- ¿Sabe qué? Voy a buscar una colega que hable neerlandés. No se vaya... siga en línea (Yes, oui, you know... Ik zou een collègue chercher qui speaks Dutch... Don't go away... continuez en ligne).

Yo pensaba que en los organismos federales belgas era obligadísimo hablar fluidamente las dos lenguas, pero se ve que tienen problemas de personal cuando se trata de encontrar gente para sus centros de llamadas. Los que hablan francés y neerlandés deben estar todos pillados o cobran el oro y el moro.

La cosa terminó bien: el telefonista francófono avisó a una colega que me explicó, en un flamenco precioso, que debía quedarme en casa hasta que una segunda prueba PCR diera negativo.

- ¡Muchas gracias! Si todo va normal, la haré el lunes por la mañana (Dank u wel! Als alles normaal gaat, zou ik de test om maandag 's ochtens doen).

- Muy bien. Gracias a usted (Heel goed. Dank u!).

Con lo cual, finalmente, y aunque poco, hemos conseguido practicar el neerlandés. Por lo general, es más difícil de lo que parece. Por ejemplo, suena el teléfono, y respondo:

- ¡Buenos días! (Goedemorgen!)

Y quienquiera que haya al otro lado de la línea, cuelga. Es que ni llega a preguntar si hablo francés. Cuelga.

Así las cosas, uno comienza a preguntarse si los flamencos, que están cabreadísimos porque en Bruselas el flamenco se ha perdido en gran medida, no tendrán al menos un poquito de razón. En todo caso, la saga de practicar flamenco en esta parte de Flandes que es Bruselas continúa, y en próximas entradas veremos cómo.

jueves, 25 de febrero de 2021

Miquel Navarro en Schaerbeek

Hace ya muchas entradas, y no está de más recordarlo, que vimos la copia de la Pantera Rosa en una plaza de Schaerbeek, a pocos kilómetros de esta mi vivienda, al igual que mi vivienda en Valencia está a pocos kilómetros (no creo que llegue a dos), tanto de la genuina Pantera Rosa como del municipio, Mislata, donde vio la luz el autor de esas obras, el famoso Miquel Navarro, cuya obra artística, de calificación difícil, ya fue glosada por un servidor con motivo de la exposición que le dedicó el IVAM y que, como se echa de ver, indiferente no me dejó.

Ni a mí ni, en su día, a los habitantes de Schaerbeek, como se puede leer en el artículo que en su día apareció en Le Soir y que reproduzco aquí. Empecemos por decir que Le Soir es el periódico sociata francófono de Bélgica, algo así como El País en España; por tanto, es poco sospechoso de antipatía hacia los representantes de la cultureta, como nuestro Miquel Navarro. Aquí abajo está el artículo: yo creo que, sabiendo español, se entiende perfectamente, pero, por si acaso, en cursiva sigue la traducción de éste vuestro seguro servidor.


La fontaine de Jamblinne de Meux enflamme les habitants

La fuente de Jambline de Meux incendia el vecindario

OEuvre d'art ou pompe à pétrole? 

¿Obra de arte o bomba petrolífera?

Avant la fin avril sera inaugurée, place de Jamblinne de Meux à Schaerbeek, une fontaine d'art moderne, signée par l'artiste espagnol Miquel Navarro. Son esthétique est contestée par des habitants. Mais leur combat est inutile: les dés sont jetés et leur avis n'a pas été entendu. 

Antes de abril (de 1994) será inaugurada en la plaza de Jamblinne de Meux, en Schaerbeek, una fuente de arte moderno, firmada por el artista español Miquel Navarro. Su estética es discutida por los vecinos. Pero su lucha es inútil: la suerte está echada y su opinión no ha sido escuchada.

Ceux-ci fulminent. Il y a un an, c'était «Cachez cette cheminée que Jamblinne de Meux ne saurait voir». Cette fois, c'est «Cachez cette barre de douche qui nous insupporte». 

Éstos están que echan rayos. Hace un año, se decía "Ocultad esta chimenea que no debe ver Jamblinne de Meux". Esta vez, es "Ocultad esa barra de ducha que no aguantamos".

Ces tours d'aération du tunnel Cortenbergh avaient remué tout le quartier, l'année passée, quand l'État fédéral décida de rénover la place, saccagée par une voirie provisoire. Le ministère des Communications confia ce travail au bureau d'architecture A2RC. Le réaménagement fut bien accueilli par les habitants, sauf pour les tours d'aération. On trouva un compromis: une seule tour serait construite, intégrée dans un immeuble à construire, au bord de la place. 

Aquellas torres de ventilación del túnel de Cortenberg habían revuelto todo el barrio el año pasado, cuando el Estado federal decidió reformar la plaza, arrasada por un camino provisional. El ministerio de Comunicaciones confió aquella obra al estudio de arquitectura A2RC. La reforma fue bien acogida por los vecinos, excepto las torres de ventilación. Se encontró una solución de compromiso: se construiría una sola torre, integrada dentro de un inmueble pendiente de construcción, en el límite de la plaza.

Aujourd'hui, nouveau conflit. La fontaine d'acier fait 13 m et l'eau sera projetée de 6 m de haut. Le bec est en forme de demi-lune. L'eau tombera dans un bassin à l'emplacement précis de l'ex-tour d'aération. Les habitants disent qu'elle ressemble à une barre de douche moderniste. Nous optons plutôt pour une pompe à pétrole stylisée. Une autre structure, de taille humaine, complète l'oeuvre. Elle est en laiton et surmontée d'une petite cheminée symbolisant la ville. L'eau de la petite fontaine alimenterait le bassin de la grande. 

Hoy hay un nuevo conflicto. La fuente de acero mide 13 metros y el agua será proyectada desde una altura de seis metros. El pico tiene forma de media luna. El agua caerá sobre una cubeta en el lugar exacto de la ex-torre de ventilación. Los vecinos dicen que se parece a una barra de ducha modernista. Nosotros optamos más bien por una bomba petrolífera estilizada. Otra estructura, de estatura humana, completa la obra. Está hecha de latón y recubierta de una pequeña chimenea que simboliza la villa. El agua de la fuente pequeña debe de alimentar la cubeta de la grande.

- C'est un coup de Jarnac, dit l'un des habitants. On nous met devant le fait accompli. On ne nous a jamais pardonné notre opposition aux tours d'aération. D'ailleurs, ils installent ce «machin» là où aurait dû être érigée la tour. Cette fontaine est une horreur. Nous n'avons pas été consultés. Belle concertation démocratique... 

- Es un golpe bajo, dice uno de los vecinos. Nos ponen ante el hecho consumado. Nunca nos perdonaron nuestra oposición a las torres de ventilación. Por cierto, van a instalar este artefacto donde se hubiera debido levantar la torre. Esta fuente es un horror. No se nos ha consultado. Bonita concertación democrática...

Hélas pour les habitants, le choix est fait. L'oeuvre a été commandée et son installation est imminente. Au bureau d'architecture, on tient un langage différent. 

Lamentablemente para los vecinos, la elección está hecha. La obra ha sido encargada y su instalación es inminente. En el estudio de arquitectura se mantiene un tono distinto.

- Les habitants n'ont pas été consultés, c'est vrai, reconnaissent Brigitte d'Helft et Michel Verliefden d'A2RC. Pour le reste, l'esthétique est un domaine où les avis divergent. Nous avons contacté trois représentants des habitants: deux étaient pour et un violemment contre. C'est de l'art. Il ne laisse pas indifférent. C'est le but recherché: une remise en cause. 

- Los vecinos no han sido consultados, es cierto, reconocen Brigitte d'Helft y Michel Verliefden, de A2RC. En general, la estética es una materia en la que las opiniones divergen. Hemos entrado en contacto con tres representantes de los vecinos: dos estaban a favor y uno violentamente en contra. Se trata de arte. No deja indiferente. Es el objetivo que se busca: poner en entredicho.

Cette fontaine, notons-le, n'était pas prévue au départ. C'est un plus qui a été accordé par le ministère des Communications. Le choix de Miquel Navarro semble logique à A2RC. C'est un artiste renommé (à qui il est hors de question d'imposer un type d'oeuvre). Il a construit plusieurs fontaines en Espagne et démontré qu'il était possible de marier art moderne et décor urbain. Un premier projet avait toutefois été refusé (un marteau plutôt qu'une pompe à pétrole).

FRANÇOIS ROBERT

Esta fuente, señalémoslo, no estaba prevista en un principio. Es un añadido que fue concedido por el ministerio de Comunicaciones. La elección de Miquel Navarro le parece lógica a A2RC. Es un artista renombrado (al cual está fuera de lugar imponerle un tipo de obra). Ha construido varias fuentes en España y ha demostrado que era posible maridar arte moderno y decoración urbana. Sin embargo, un primer proyecto había sido rechazado (más que una bomba petrolífera, era un martillo).

Habría que haber visto cómo sería el martillo aquél... Con un artista tan sumamente fálico como Miquel Navarro, me temo que me lo imagino.

martes, 23 de febrero de 2021

Neerlandés (1)

Por fin lo he conseguido. Después de años pegándome con el idioma, el mes pasado logré el certificado que avala que he alcanzado el nivel B2 de neerlandés, es decir, el nivel mínimo para poder trabajar en dicho idioma que, así como el que no quiere la cosa, es uno de los tres idiomas oficiales de Bélgica. Ya puedo presumir de que tengo un nivel suficiente de todos ellos.

Y no es poca cosa, el neerlandés, idioma oficial en Flandés y en esta ciudad de Bruselas de mis entretelas. Es cierto que en Bruselas lo oía poco, pero eso yo lo atribuía a que la gente, al hablar conmigo, usaba el francés por deferencia, suponiendo que yo lo hablaría mejor. Qué majos...

Nada más obtener el certificado, me propuse usar el neerlandés todo lo que pudiera. Por ejemplo, hasta ahora, cuando me han llamado por el teléfono fijo, siempre era para venderme algo (o más bien para intentarlo).

- Soy el marchante de vinos de su barrio (Je suis le marchand de vins de votre quartier).

Hasta entonces, le contaba que era abstemio, y la conversación no llegaba ni a iniciarse, pero, ¡ja!, la cosa iba a cambiar.

- ¿Podemos hablar en neerlandés? (Kunnen we in het nederlands spreken?)

Ésta resultó ser una pregunta totalmente inesperada para mi interlocutor.

- ¿No habla usted francés? (Vous ne parlez pas français?)

- Sí, hablo un poco, pero el neerlandés es lengua oficial en Bruselas, y me gustaría hablarlo (Ja, ik spreek er een beetje, maar het nederlands is een officiële taal in Brussel, en ik zou graag het spreken).

Mi interlocutor colgó directamente. Y me dio la impresión de que no me había entendido ni tantico.

Claro, el sector de los vinos es muy francófono, pensé enseguida. Es incluso posible que el marchante de marras sea francés de pura cepa, no en vano se dice que en Uccle (¡No! ¡Ukkel!) viven cosa de diez mil franceses, que es como uno de cada nueve habitantes del municipio.

Pero el pequeño fracaso en mi primera conversación seria en neerlandés no iba a suponer que mi moral decayera. Efectivamente, poco después volvieron a llamar al teléfono fijo. Lejos de dejarlo sonar y que se cansara quienquiera que quisiera venderme yo qué sé, tomé el auricular con entusiasmo y dije:

- Met Alfor von Buchweizen.

Que es como en los Países Bajos, y supongo que también en Flandes, la gente responde al teléfono. Un día que no se haya hecho muy tarde igual es una buena idea escribir una entrada sobre cómo la gente responde al teléfono según el país que sea, sobre todo porque es algo que, con los móviles, se está perdiendo. Pero volvamos a nuestra conversación.

- Buenos días, le llamo de parte de Olga la Astróloga, que querría hablar con usted para anunciarle una buena noticia. Parece que va a recibir usted una importante suma de dinero. (Bonjour, je vous appele de la part d'Olga l'Astrologue, qui voudrait parler avec vous pour vous annoncer une bonne nouvelle. Il semble que vous allez recevoir une importante somme d'argent).

- ¡Gracias! ¿Podemos seguir el dialogo en neerlandés? (Dank u wel! Kunnen we de dialoog in het nederlands voortzetten?)

Mi interlocutora pareció confusa.

- ¿Acaso no habla usted francés? (Est-ce que par hasard vous ne parlez pas français?)

- ¿Quizá no habla usted neerlandés? (Spreken ze misschien geen nederlands?) - repuse veloz.

- No, no le entiendo, lo siento (Non, je ne vous comprends pas, désolée) - y colgó.

El sector de la adivinación parece también ajeno a un idioma de gente eminentemente práctica como los holandeses o los flamencos, pero ya podía Olga la Astróloga haber contratado una operadora que le sacara las castañas del fuego en las dos lenguas oficiales. Y, por cierto, vaya birria de adivina. Igual sus poderes de adivinación se limitan a la pasta que va a pillar la peña, y no a la lengua en que se comunican.

Inasequible al desaliento, resolví no dar mi brazo a torcer, pero seguiremos con ello en otro momento, porque ahora se hace tarde.

viernes, 19 de febrero de 2021

Vivan las cadenas

El otro día, hace unas cuantas entradas, estuve elucubrando sobre el hecho, aparentemente paradójico, pero sólo aparentemente, de que sean los regímenes surgidos de la Revolución Francesa los que hayan llevado a la situación en la que estamos, en que los humanos estamos encantados de renunciar a nuestra responsabilidad en favor del monstruo estatal que es consecuencia -lenta, pero segura- de dicha revolución, mientras le vendemos también nuestra libertad, que se ha convertido en un estorbo y que, después de todo, no nos permitiría renunciar a la responsabilidad.

Y digo que es paradójico, porque, cuando empezaron a surgir los regímenes liberales, esto no parecía que fuera a terminar así. De hecho, la frase que da título a esta entrada la adoptaron algunos partidarios del Antiguo Régimen en España, tras la derrota del breve, pero intenso, régimen liberal de 1820-1823, y luego la utilizaron mucho los liberales, pero ahora para burlarse de sus adversarios, a los que llamaban serviles.

El caso es que se supone que quienes se llaman liberales han llevado a una situación de escasísima libertad, mientras que los que eran llamados serviles, lo que es servir, servían más bien poco, y consta que hacían de su capa un sayo sin que la mínima administración del Antiguo Régimen quisiera -ni pudiera- impedírselo.

Entretanto, el mal está hecho, el monstruo está ahí y, por si fuera poco, la maquinaria informática a su disposición lo ha convertido en un bicho más poderoso que nunca antes. A despecho de todos los "liberales" que abogan por la reducción de la administración, mientras los socialdemócratas o comunistas no hacen sino aumentarla, lo cierto es que los liberales, en cuanto llegan al poder, éste les hace gustirrinín y ya no quieren reducir nada, sino quedárselo todo.

Y así hemos llegado a lo de ahora. Yo no pongo en duda la gravedad de la situación, ni mucho menos la existencia del virus; lejos de mi el negacionismo de lo evidente. Tampoco me creo las teorías conspiracionistas que predican que Soros está detrás de la propagación del virus, o de que los chinos lo fabricaron en un laboratorio y ahora se ríen del resto de la humanidad. No creo que haya nadie tan retorcido. Otra cosa es que, ya que el virus está ahí, Soros, o los chinos, o el sursum corda, lo aprovechen para sus malvados planes.

Lo que me admira, y quizá no debería admirarme, es que haya tanta gente que esté tan a gusto con la renuncia a la responsabilidad y, por tanto, a la libertad. Que les encanta que el Estado se haga cargo de todo. Que les dé una renta mínima universal. Que les dé subvenciones, muchas subvenciones.

Como saben demasiado bien los lectores de esta bitácora, yo le veo un lado religioso a todas las circunstancias y, por tanto, también a ésta. Y creo que no es de extrañar que la disminución de la fe de las personas haya coincidido con la presencia de este Estado verdaderamente totalitario, que se dice a sí mismo "del bienestar", y que tenga pretensiones de omnipotencia, cuando la omnipotencia es un atributo que tradicionalmente sólo pertenece a Dios. Hemos sustituido a Dios por muchas cosas, pero una de ellas es por un Estado grande, muy grande, que trata de proteger a sus súbditos y darles lo básico por ley, y ya veremos cómo se paga eso. Dios no. Dios se basa en la fe en su providencia, que lo malo que tiene es que requiere confianza en Él, que no es perceptible con la misma claridad que el hospital que ha construido el Estado para curarte.

Las consecuencias de haber cambiado a Dios por el Estado están ahí. De momento, quizá el Estado no es tan omnipotente como nos lo pintaban, o como se pintaba él a sí mismo, pero ahora mismo abandonarlo da una horrible sensación de vértigo.

Lo que sí veo claro es que el número de los que piensan, aun sin saberlo, ¡vivan las cadenas! es mucho mayor que nunca. Esas cadenas que podemos tocar y que nos quitan toda la responsabilidad, porque, atados, nadie nos podrá reprochar nunca que no hagamos nada.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Peluqueros

Las peluquerías estaban cerradas en Bélgica desde noviembre, por lo menos. Por lo menos y por el COVID. No tengo muy claro por qué han decidido cerrar las peluquerías, y no, no sé, el Bois de la Cambre, donde se ven contactos mucho más estrechos de los que pueda haber entre un peluquero y cualquiera de sus clientes. Pero supongo que cerrar las peluquerías es algo que se puede hacer con simplemente escribirlo en un papel, mientras que clausurar el Bois de la Cambre son palabras mayores. Si ponerle puertas al campo ya pasa por ser una solemne tontería, ponerle puertas al bosque debe ser algo similar, y eso que el bosque en cuestión tiene entradas bastante definidas, y no es fácil acceder a él por otra entrada más que las de rigor.

El caso es que la gente tenía el pelo largo y desordenado. A mí me afecta poco. El poco pelo que tengo lo llevo cortísimo y me lo corto a máquina, mejor o peor, y no digamos si me cierran las peluquerías. Pero hay gente que realmente necesitaba la reapertura, como he comprobado en alguna de las reuniones en línea de estos últimos meses; alguno parecía un cantante de heavy. Las mujeres no tienen esos problemas. Se hacen una coleta y listos. Pero hay hombres de cierta edad y ciertas entradas que tenían una pinta preocupante y, si además tienen el pelo rizado, el aspecto de científico loco daba algo de aprensión. No olvidemos que son personas que uno ha conocido con traje y corbata y peinado serio. La pandemia ha enviado el traje y la corbata al fondo del armario, y el peinado... bueno, ahí todo el mundo masculino tenía un problema.

Menos uno. Un alemán que estaba en clase de neerlandés -en línea, por supuesto- y que cada primero de mes aparecía con un corte impecable, envidia de los demás participantes. El profesor, con la melena casi por los hombros, lo miraba extrañado, y los calvos -o semicalvos- de la clase con un poquito de envidia.

- Herbert, ¿cómo lo haces? ¿Eres peluquero, o tienes un amigo peluquero?

Ya sería el colmo. Un mercado negro de servicios de peluquería...

- No, es que una vez al mes voy a cortarme el pelo a Alemania.

Mercado negro no será, pero contrabando...

lunes, 1 de febrero de 2021

Trilocación

Parece que, a partir de mañana, voy a hacer caso a las indicaciones de nuestros gobernantes y voy a dejar de viajar por un tiempo, por lo menos por un par de meses. Desde diciembre, muy a despecho de lo que nos recomiendan, no he parado quieto entre Bruselas, Madrid y Valencia, a pesar de que técnicamente no se podía viajar fácilmente entre un sitio y otro. Por una feliz casualidad, tengo papeles oficiales que demuestran que resido en los tres sitios. Sí, ya sé que el don de la ubicuidad sólo se le reconoce a Nuestro Señor, y que las bilocaciones (y no digamos las trilocaciones) son sólo cosa de santos muy reconocidos, pero la burocracia consigue cosas que antes no parecían posibles, es decir, auténticos milagros. Como la trilocación.

Salí de Bruselas, donde resido, justo antes del enésimo endurecimiento de las medidas y, provisto de una PCR negativa, llegué a Madrid, donde resido, pero esta vez a tenor del oportuno certificado del padrón que saqué de internet. Tras algunas gestiones por Madrid, me fui al verdadero destino del viaje, Valencia, donde también resido, esta vez a tenor del DNI que renové unos meses antes de empadronarme en otro lugar. Valencia no está mal a consecuencia del coronavirus, sino que está pésimamente mal, con los contagios absolutamente desbocados, pero mi presencia era necesaria, junto a la de los otros hijos de mi padre, para establecer diversos inventarios, documentos, y para deshacernos de multitud de cosas que habían pertenecido a mis padres y a mi abuela y que nadie había osado tocar hasta esta semana.

Valencia estaba rara. Muy rara. No hay bares, o sí que los hay, pero únicamente cumplen una función de despacho de comida y bebida para llevar, nada de la función social que desempeñan habitualmente y que es seguramente más importante que la otra. La vida social se ha trasladado al cauce del río, donde se ven grupos que desafían la prohibición de que se reúnan más de dos no convivientes. Bajé a correr en alguna que otra ocasión, una vez solo, y dos acompañado por un solo no conviviente, y me sorprendió la multitud de corredores, ciclistas y paseantes que había por allí. Al que no mate o limite la pandemia, va a ir directamente a los juegos olímpicos.

El valenciano se adapta muy mal a esta situación. Se nos acusa, y se nos acusa con razón, de ser unos meninfots, lo que quiere decir que somos capaces de que nos dé lo mismo todo y de aguantar que nos desprecien y nos timen, con tal de que nos dejen en paz con nuestros almuerzos, nuestras fallas, nuestras tracas, horchata, mistela, cremaets, casalleta y, en suma, con nuestra forma de vivir. Eso es innegociable. No veréis un valenciano gobernando España: no ha habido un solo presidente del gobierno valenciano, ni apenas hay ministros. El PP no puso ninguno, y aquí se seguía votando a los paracaidistas que poblaban las listas gracias a su apartamento en la playa, y el PSOE de Sánchez comenzó poniendo cinco, pero dos le salieron rana enseguida, otro en realidad cuenta como andaluz, el de Cultura hace mucho tiempo que no pasa por aquí, y sólo queda Ábalos, que es un caso especial. Si seremos meninfots que incluso a veces nos traemos gente de fuera para que nos gobierne, aunque sea mal. Zaplana, un señor de Cartagena, es un ejemplo palmario, y no es el único. Gobernantes, pues, pocos, pero el esmorsaret que no nos lo quiten.

Pues nos lo han quitado. Y el valenciano no aguanta esa situación, para la que simplemente no está programado, y reacciona desobedeciendo y con una querencia a llevar su vida anterior que, para el virus, es néctar y ambrosía, como se está comprobando. Ya fue por una especie de milagro que, en marzo pasado, y a pesar de haber disparado unas cuantas mascletaes, actividad multitudinaria donde las haya, no nos pusiéramos a la cabeza de contagios. Pero que haya un milagro una vez no significa que lo vaya a haber siempre; al final, se rompió el cántaro de tanto ir a la fuente.

Y así llegó lo inevitable. Un confinamiento más, que me pilló ya en la ciudad, y que Chimo Puig limitó al fin de semana. Un confinamiento de pega, porque hay multitud de excepciones que permiten salir de los municipios confinados.

El confinamiento municipal de Valencia me pilló de cruces para adentro (es decir, dentro del cap i casal). Al presidente Puig se le ocurrió confinar Valencia (y todos los grandes municipios de la comunidad autónoma), pero, como quedó dicho, sólo durante los fines de semana. En la concepción de Chimo, o de los funcionarios que le redactaron el decreto, el fin de semana comienza el viernes a las tres de la tarde. Si eso es así, Chimo demuestra estar bastante fuera de la realidad del sector privado, aunque me temo que no de la del público, en que posiblemente los viernes por la tarde estén de oficio fuera del horario laboral.

La entrada en vigor del confinamiento produjo unos atascos como yo no había visto antes en Valencia, ni siquiera en fallas. Llegué a temer por mi viaje a Madrid del sábado por la mañana, y más cuando me di cuenta de que las fuerzas del orden estaban controlando sitios bastante improbables, como el antiguo cauce del río, por el cual, ciertamente, se puede salir del término municipal. A pie, pero se puede salir.

El sábado por la mañana me levanté, terminé de recoger mi piso valenciano, sólo Dios sabe hasta cuándo, deposité mi certificado de empadronamiento en Madrid sobre el asiento del copiloto, para blandirlo al primer control que me encontrara, y tomé la dirección de la carretera de Madrid. Para mi sorpresa, el único obstáculo era el viento en contra, porque no había el menor control, ni lo hubo en todo el camino. Por lo visto, o todo el que quiso había salido de la ciudad el viernes, o los mandos decidieron claudicar y dedicarse a poner multas por aparcamiento indebido, que es lo suyo.

El domingo llegó el siguiente obstáculo, en esta ocasión para llegar a Bruselas. Mientras estaba en España, Bélgica se puso dura y se dedicó a prohibir viajes no esenciales, especialmente para no residentes. Mi viaje era esencial, al menos desde mi punto de vista, pero comprendo que mi punto de vista no sea compartido por las autoridades, así que lo más cómodo es esgrimir mi tarjeta de residente, y asunto arreglado.

De momento, a Dios gracias, no se cruzan datos entre administraciones, así que puedo seguir con la ficción de residir en tres lugares diferentes. El día que esto cambie, tendré que buscar otra solución más imaginativa, pero hasta ahora las he ido encontrando, así que algún hueco habrá por donde meterse. Entretanto, se ha hecho tarde, así que me voy a urdir otras formas de apañarse con la situación, pero entre sábanas.