miércoles, 28 de mayo de 2014

Almas muertas y alumnos virtuales

La obra cumbre de Gógol es indudablemente 'Almas muertas', una especie de novela picaresca ambientada en el siglo XIX ruso en la cual el protagonista, Chichikov, recorre el país comprando siervos (almas) que han fallecido desde el último censo y que, por tanto, sólo suponen perjuicios para sus propietarios, porque, obviamente, no realizan ningún trabajo y, sin embargo, hay que pagar impuestos por ellos hasta que se realice el próximo censo. Chichikov pretende registrar esos siervos a su nombre y así poder aparentar que es un gran propietario, para lucrarse con la apariencia de riqueza y obtener todo tipo de ventajas.

Uno pensará que este argumento es rebuscadísimo y que semejantes situaciones están totalmente fuera de la realidad actual rusa, igual que en España los locos no van recorriendo el país a guisa de caballeros andantes deshaciendo entuertos.

¿Fuera de la realidad? Ni un poquito.

Uno de los objetivos del viaje a Rusia que estamos haciendo es que Abi, Ro y Ame visiten a sus compañeros de clase, con quienes han estado en contacto más o menos esporádico por internet, y también a quienes fueron sus profesores y que echan mucho de menos. Alfina y yo nos hemos parado a saludar a los profesores, que, después de no haber creado el menor problema a lo largo de siete años de reuniones de padres, algo de afecto sí que nos han tomado.

Cuando saludamos a la profesora de Ame, y después de lo primeros abrazos de rigor, nos llevó aparte y nos dijo:

- Ustedes saben que Ame sigue figurando como alumno mío este curso, ¿no?

Alfina y yo nos miramos sin comprender bien.

- Pero, ¿no cerramos el expediente? Y nos llevamos un certificado de estudios a Bruselas...

- Bueno, pues lo hemos mantenido en el colegio, yo lo tengo en clase, y en el diario electrónico de clase le voy poniendo notas. A veces le pongo un notable, a veces le pongo un sobresaliente... Se lo digo por si les hace falta a ustedes un certificado de estudios que incluya este curso.

Poco a poco empezamos a comprender que la subvención que recibe el colegio depende del número de alumnos y que, si no se pasan del tope para hacer un nuevo grupo, les conviene acercarse lo más posible al número máximo de alumnos. Es más, poco después supimos que Abi también figura como alumna del colegio, y que ha sacado sobresaliente en Álgebra, y no hemos llegado a preguntar sobre Ro, pero tenemos pocas dudas sobre cuál es su situación.

Después de esto, espero que nadie se crea las estadísticas rusas, igual que nadie debería creerse las soviéticas. Chichikov no es que haya creado escuela, es que ha sido ampliamente superado.

lunes, 26 de mayo de 2014

Museos literarios

Es domingo, son las doce de la mañana, hace un calor del quince, yo estoy más colgado que un traje de boda viejo, en pleno centro de Moscú, y tengo casi dos horas que ocupar hasta que llegue la hora de comer con la familia. Escudriñando mis recuerdos, me vino a la cabeza que, cuando entrenaba para preparar mi primera maratón a cinco bajo cero, hace ya un par de años, pasaba por delante de una casa-museo de Gógol, más o menos en el kilómetro dieciocho del entrenamiento, y me decía que aquella casa-museo parecía interesante y que sería cosa de entrar algún día. Supongo que, cuando son las ocho y media de la mañana, no has desayunado y llevas dieciocho kilómetros en las piernas, a uno se le ocurren pensamientos harto curiosos.

Sea como fuere, me fui de Moscú sin cumplir mi propósito, así que la casa-museo se quedó por visitar, pero parecía llegado el momento de cubrir ese vacío en mi conocimiento. Ni corto ni perezoso, me dirigí al lugar, preocupado por si las hordas de turistas que infestan Moscú se habían conjurado para visitar el museo y no me dejaban sitio para ver nada. Después de todo, cuando hablamos de Gógol, hablamos de una de las glorias de la literatura universal, autor de obras inmortales como 'Almas muertas', 'El inspector' o 'Tarás Bulba', y los culturetas de entre los turistas no podían dejar de lado el museo dedicado a tan insigne escritor.

Entré en el museo, esperando encontrar hordas de frikis literarios, empujé la pesada puerta y accedí al vestíbulo. La guarda de seguridad que había a la izquierda de la entrada me miró con cara de sorpresa, y la vendedora de entradas de la derecha me miró también con aspecto de no esperar mi llegada.

- ¿Es ésta la casa museo de Gógol? - pregunté, por sí acaso.

- Sí, sí, es aquí ¿Quiere usted visitarlo?

- Pues sí.

- La entrada son cien rublos, la audioguía, si la quiere, son doscientos. Y, si quiere hacer fotos, son cien rublos más.

Pagué los cien rublos de la entrada, pasando de audioguía en esta ocasión, por si me pasaba de tiempo, recibí un papelito con la efigie estilizada de Gógol, y atendí las explicaciones de la vendedora de entradas.

- Empiece por aquí a la derecha, donde hay tres salas. Luego la exposición continúa por aquí.

Dos babushki jubiladas se asomaron al vestíbulo, como pensando: "¡Un visitante! ¡Por fin un visitante!". Luego vi que una de ellas se encargaba de la parte derecha del museo, y la otra de la izquierda. No tardé en comprender que el único visitante del museo era yo, y que en todo el día no había habido otro.

Gógol había vivido en aquella casa, más o menos de huésped o de gorrón, los últimos tres años de su vida. Allí quemó el manuscrito de la segunda parte de "Almas muertas", y allí murió pocos días después, en una situación de extrema debilidad física y mental agravada por la estricta y exagerada observancia del ayuno cuaresmal. En el museo, que sin saber leer ruso es bastante inútil visitar, se conservan bastantes objetos personales del autor, incluyendo una capa y un sombrero, un tintero en su mesa de escritura (escribía de pie), y retratos de las compañías que frecuentaba y que, además de los dueños de la casa y de su familia, eran religiosos ortodoxos de bastante alcurnia, incluyendo el arcipreste Mateo Konstantinovsky, única persona que leyó la segunda parte de "Almas muertas" y que, por lo visto, hizo de la misma una crítica demasiado negativa que desencadenó los acontecimientos posteriores. Es el señor de la foto que ilustra esto.

La salud mental de Gógol en los días que vivió en aquella casa ya estaba bastante comprometida, y el museo trata de reflejar esta situación. Efectivamente, cuando iba a abandonar la primera sala, una de las celadoras me detuvo.

- ¡Espere! Voy a ponerle la ambientación acústica.

Apagó las luces, encendió un interruptor y, sobre un fondo de un cristal, se reflejaron pájaros, cuervos, sombras de árboles y todo tipo de imágenes macabras. Yo me quedé de pie sin saber muy bien qué hacer, pero se ve que era la primera vez en algún tiempo que la señora conectaba los efectos especiales y le hacía ilusión, así que me quedé obedientemente hasta el final.

En la siguiente sala, dedicada a "Almas muertas", los efectos especiales eran los sonidos que, supuestamente, estaban en la cabeza de Gógol y le inspiraban. Graznidos de cuervos, silbidos de jilguero, ulular de todo tipo de bichos, distintos sonidos del viento y finalmente un órgano, porque estuvo en una iglesia católica y el órgano le gustó. Desde luego, si realmente ésos eran los ruidos que oía Gógol en su cabeza, estaba como una regadera.

Cuando pilló confianza, la cuidadora comenzó a contar cosas sobre Gógol y su estancia allí. Como yo no había contratado guía, se supone que no debía decirme nada, pero la pobre mujer debía llevar varias horas sin hablar con nadie y tampoco era eso, así que la escuché atentamente, mientras asentía con la cabeza.

- ¿Y usted de dónde es?

- De España.

- Ah, pues mi cuñado se ha ido a España de vacaciones. Le ha gustado mucho.

- Claro.

- La exposición sigue por el otro lado. Yo no le he dicho nada, ¿de acuerdo?

- ¿Usted? ¡Qué va! Usted no me ha dicho nada.

En las dos últimas salas de la exposición, dedicadas al "Inspector" y donde se conservaba el lecho donde murió Gógol y su máscara mortuoria, la cosa era parecida. La cuidadora de ese lado por lo visto había oído el rumor de que había un visitante en el museo y me esperaba con impaciencia. Me pasaba un rato viendo cada sala y leyendo los carteles, y después me daba pena largarme sin escuchar los efectos especiales, a cual más fúnebre, y las explicaciones de la abuelilla, así que al final las dos horas que tenía se pasaron en un suspiro y por poco no llego tarde a comer con la familia.

Hablando de tarde, eso es lo que se ha hecho hoy, así que lo dejo, pero seguiremos hablando de Gógol, porque sus obras, aunque escritas en la primera mitad del siglo XIX, son de una actualidad pasmosa. Lo veremos en una de las próximas entradas.

domingo, 25 de mayo de 2014

La relación entre Crimea y los atascos de Moscú

Volver a Moscú un año después, con un calor sofocante, es una experiencia extraña. Al contrario de otros compañeros, que jamás han vuelto a pisar el país, yo no salí rebotado de Moscú. Salí porque ya hacía algún tiempo que sentía que me había llegado la hora, primero la hora laboral, y también la hora vital de pasar a otra etapa. Y a la que Dios, tras poner a prueba mi paciencia, me puso enfrente la oportunidad de desencasillarme del país, tuve claro que tenía que decir que sí.

Entretanto, he vuelto a un sitio de cuyo paisaje ya no formo parte, y he vuelto con toda la familia. Ninguno formamos ya parte del paisaje, pero mis hijos creo que no son totalmente conscientes del asunto. De momento, tienen una agenda mucho más poblada que la mía, que tengo asumido que estoy aquí para plegarme a lo que ellos prefieran hacer. Y así es como esta mañana, tras acompañar a Ro a una cita con una amiga, me he encontrado tirado en la confluencia entre Novy Arbat y el bulevar sin saber muy bien qué hacer, con un sol brutal, cerca de treinta grados y dos horas por delante. Y lo primero que he visto ha sido el anuncio que aparece ilustrando esta entrada. En principio, se trata de algo muy loable: una iniciativa de un señor, el de la foto, para recuperar un Moscú sin atascos. Pero veamos la traducción del texto del anuncio:

Hemos recuperado Crimea; recuperemos también un Moscú sin atascos.
Shuisky (que es el de la foto) está recogiendo firmas. Probok.net.

Más allá de la retórica oficial, que es bastante moderada, cosas como este anuncio y alguna conversación que me ha dado tiempo a mantener viene a indicarme que, en el imaginario popular, la "recuperación" de Crimea se percibe como algo enormemente positivo, como un auténtico logro que viene a demostrar que el pueblo ruso es capaz de mucho (aunque lo de conseguir eliminar los atascos de Moscú parece demasiado, incluso para él), y que el orgullo está de vuelta, y posiblemente para quedarse durante mucho tiempo. Las cosas ya no van a ser igual de ahora en adelante. No es la primera vez que Rusia imponía un cambio de fronteras tras el fin de la guerra fría, porque ahí están los casos de Transnistria, Osetia del Sur o de Abjasia, pero sí que es la primera en que Rusia obtiene un beneficio territorial directo, no vergonzante como en los casos anteriores, y además conseguido de forma rápida, incruenta y eficaz.

Me quedé un rato mirando el anuncio. Domingo por la mañana, efectivamente no hay atascos, tengo dos horas por delante, Ro y su amiga deben estar de paseo por Arbat, y yo tengo que ocupar este tiempo de alguna manera provechosa.

Antes de que se me hiciera tarde. Como ahora se me ha hecho.

sábado, 24 de mayo de 2014

Independentistas

Yo creo que los había juzgado mal. Suponía que, al ver junto al timbre de la puerta un apellido que no es flamenco en absoluto (¡si fuera Alfoor van Boekweit!), cualquier miembro de un partido neerlandófono huiría espantado y se dedicaría a repartir sus pasquines por lugares más propicios. Pero no. He aquí que en buzón ha aparecido un pasquín de un partido neerlandófono, y no de uno cualquiera, no, sino del más neerlandófono de todo, nada menos que Vlaams Belang.

Vlaams Belang, a pesar de que esa página que sugirió Ieau me lo daba como el partido más afín de los que pululan por aquí, no tiene mucho que ver conmigo. Independentistas (yo, de eso, nada). Antiinmigración (yo son inmigrante). Euroescépticos (me mola el euro). Me cuesta bastante entender por qué los de Eurvox piensan que tienen algo afín a mis ideas, pero no voy a discutir sobre ese detalle.

De momento, el panfleto se las trae. Para mi sorpresa, no está sólo en flamenco, sino que es perfectamente bilingüe francés-neerlandés; se nota que los chicos han adaptado su mensaje para infiltrarse en Bruselas, donde los independentistas se deben esconder para que nadie les descubra, porque la verdad es que el pasquín es la única cosa en francés que les he leído. Uno entra en su página, incluso en la bruselense, y ya se puede poner a descifrar el holandés, porque no va a encontrar otra cosa: ni inglés, ni francés, ni alemán. Sin embargo, el panfleto está también en francés; supongo que, cuando te apoya el Front National y Marine Le Pen, no cuesta mucho quedar bien con los aliados, y más si los aliados tienen trazas de sacar más de veinte diputados en las elecciones europeas, y tú, si sacas uno, ya vas bien, y si sacas dos organizas una fiesta.

El contenido del panfleto es el típico de la extrema derecha euroescéptica: antiinmigración (si usted hubiera sabido hace diez años que uno de cada tres niños nacidos en Bruselas no es belga, ¿qué hubiera votado? ¡Sólo nosotros lo advertimos!), antimusulmanes (pero tampoco cristianos, palabra que ni se menta en todo el pasquín), antieuro (el sonsonete de que ha provocado una inflación galopante también suena por aquí... cualquier economista medianejo les podría decir que, muy al contrario, sin el euro se iban a enterar de lo que es inflación). Vamos, la típica derecha populista que ha sustituido a Dios, en quien no cree, por la nación, en quien cree porque en algo hay que creer, aunque sea en Flandes independent i triomfant.

Mención aparte merecen los candidatos que presenta en Bruselas Vlaams Belang. Son esos chicos de la foto de la izquierda y, francamente, creo que los asesores de imagen del partido, o dejan mucho que desear, o tienen por delante una tarea titánica, porque ahí hay un problema por resolver. Si el otro día, cuando salió Reynders, el de la sonrisa Profidén, hubo quien alabó mucho la foto, el que vea la foto de estos dos casi que se va corriendo a votar por Reynders. Qué digo por Reynders, hasta por Darth Vader dan ganas de votar, con tal de no ver a estos pollos representando a Bruselas. Que ya sé que no son políticos profesionales, pero, aun así...

Y hasta aquí la serie. Las elecciones son pasado mañana, la jornada de reflexión comienza, y los Von Buchweizen se van a reflexionar al avión, porque, durante unos días, cambian su teatro de operaciones, que vuelve a ser Moscú por unos días.

A ver cómo está últimamente la comida kosher...

miércoles, 21 de mayo de 2014

Fotos y más fotos

La segunda consecuencia de que los electores puedan manifestar sus preferencias por unos candidatos dentro de una misma lista también tiene su enjundia, y es que todo el mundo puede ser elegido y tiene sentido hacer campaña no para la lista del partido, sino para uno mismo. Y ya lo creo que hay gente así, y el resultado es que en los carteles electorales sale todo el mundo, no sólo el cabeza de lista.

No estoy en España, pero estoy casi seguro de que en los carteles electorales de los peperos sale Arias Cañete y nadie más, y en los sociatas sólo sale Valenciano, y así los demás. Eso no tiene el menor sentido en las elecciones europeas, porque, una vez elegidos y llegados a Estrasburgo, el hecho de ser cabeza de lista no significa absolutamente nada y son tan eurodiputados como, digamos, el décimo de la lista, cuya jeta cara no conoce nadie y que se ha pasado la campaña, si quiere, en el salón de su casa preparándose mentalmente para calentar el escaño. En las elecciones generales, como hay un candidato a presidente, pues tiene sentido, pero o mucho me equivoco o Juncker, que sí es el candidato a presidente, no aparece en los carteles de los peperos, y no tengo muy claro que Martin Schultz aparezca en los de los sociatas.

Aquí, no.

Aquí, el décimo de la lista, como se quede en el salón de su casa esperando que lo elijan, va listo y le puede comer el terreno el último de la lista o hasta el primer suplente, si éstos son activos y reciben los votos preferenciales necesarios para ganar terreno. Así que, el que no corre, vuela, y todo quisqui pone sus carteles donde puede y donde le dejan, incluso en la vitrina de la tienda del cuñado, que puede que no sea comunista precisamente, pero, si tiene un cuñado candidato comunista, lo menos que puede hacer es apoyarlo, que la familia no se elige.

Claro, los candidatos no son tontos y colocan sus carteles, que no olvidemos que son un recurso escaso, allá donde crean que pueden sacarles partido. En Uccle, y en particular en la zona donde vivo, los carteles son de gente con sonoro apellido europeo, tirando a francófono, y raza blanca. En cambio, uno pasa por Matongé y el porcentaje de carteles con candidatos blancos se reduce espectacularmente; en cambio, en los carteles azules del MR puede figurar Mboko Kalome, que difícilmente sería admitido en partidos como el Vlaams Belang. Y el otro día pasamos por Marolles, volviendo de misa, y allí veíamos candidatos como Tarek Said, que se presenta por el CDH, el Centro Democrático Humanista, que en tiempos ya remotos era el partido católico, pero hace ya bastante que perdió la unidad, perdió el nombre y probablemente perdió también la sustancia, porque Tarek Said, o Abdulhamid Salaf, es bastante dudoso que estén bautizados.

No, últimamente no he pasado por Molenbeek, pero es poco probable que haya carteles, pongamos, del Vlaams Belang, o de un candidato (me lo invento), Hans Josephus van Angeren (conde de Angeren). Como que no le doy muchas posibilidades; sin embargo, en Uccle, igual tendría algo que hacer.

Y ahora, por fin, tras llegar hoy a mi casa, me he encontrado un pasquín ¡de un partido neerlandófono! ¡Podría ser neerlandófono y todo!

Pero, como se está haciendo tarde, creo que eso lo dejaré para la próxima entrada.

lunes, 19 de mayo de 2014

Tránsfugas

Bueno, pues lo que ocurre cuando los electores pueden elegir en qué orden van los candidatos de las listas, es que el orden que deciden los partidos pierde importancia y el fenómeno de personalidades conocidas que entran en las listas en los últimos puestos para dar apoyo a la candidatura, pero sin ganas de ser elegidas, tiene sus problemillas. Supongamos que los sociatas españoles se encuentran con un sistema como éste, y deciden poner a una persona carismática y muy conocida y querida por el pueblo español, como el ex-presidente Zapatero, en el último lugar de la candidatura. Con el sistema español actual, todos sabemos que no será elegido, pero que manifiesta su apoyo a la candidatura y eso atrae votos. Con el sistema belga, en cambio, Zapatero podría ser elegido perfectamente, porque el recuerdo de su gobierno significaría un porrón de votos preferenciales para él, que pondría patas arriba el orden electoral elegido por el partido sociata. Así que mejor sería dejarlo tranquilamente en el Consejo de Estado, sin meterse donde no le llaman.

Por tanto, los partidos pierden poder, y las personas que forman parte de los mismos los ganan. Veamos por ejemplo el caso del señor de la foto, antiguo liberal reformista decepcionado con la línea política de su partido y que, sin afiliarse ni nada, ha decidido formar parte de la candidatura del FDF como liberal-independiente, harto de lo que él denomina contubernios del MR con la Alianza Neoflamenca (N-VA), que no es precisamente partidaria de permitir el uso del francés en las comunas próximas a Bruselas, por mucho que la mayoría de la población sea francófona. Como el señor van Hoobrouck d'Aspre, otra cosa no sé, pero es belga, orgulloso de serlo y deseoso de permanecer en esa condición, ha hecho mutis por el foro liberal reformador, y se nos ha hecho del FDF, pero independiente y, de hecho, su cartel parece una fotocopia que se ha hecho él mismo, pasando de los signos distintivos de los carteles del FDF fetén.

Total, que la política belga del siglo XXI va recordando fuertemente esa escena de "La vida de Brian" en que se enzarzan el Frente Popular de Judea, el Frente Judaico Popular, el Frente Popular Judaico y disidentes varios. Sea como fuere, el hecho de que los electores puedan alterar el orden de las listas tiene otra consecuencia muy interesante, pero, como voy con algo de prisa, la dejo para la siguiente entrada.

viernes, 16 de mayo de 2014

FDF

Pues no, el FDF no es precisamente el Frente Democrático de Flandes, sino todo lo contrario. Bueno, es posible que sea "frente", y hasta admito que sea "democrático". Lo que no es, es de Flandes. O sí, a saber, porque su campo principal de actuación está en Bruselas que, bien mirado, hasta cierto punto, históricamente o como se quiera, está, o ha estado, en Flandes. El caso es que FDF quiere decir "Federalistas Demócratas Francófonos" y están por la defensa de los derechos de los francófonos allá donde sean vilipendiados, comprometidos o puestos en entredicho por la malévola mayoría (¿mayoría?) neerlandófona.

En Uccle, tienen campo abonado. De todas las comunas de Bruselas, Uccle es la más francófona, al menos la que menos vota a los partidos neerlandófonos, que en las últimas elecciones se llevaron cosa de un 6% de los votos. No es de extrañar, pues, que en mi buzón aún no haya recibido un pasquín en holandés, porque los flamencos tendrán sus cosas, pero tontos no son, y no creo que quieran gastar papel en buscar votos allá donde no los hay. Con casi el mismo provecho podrían repartir pasquines por los buzones de Valencia, por ejemplo.

Sin embargo, en Bélgica se ven cosas de las que podríamos aprender en España. En España, las listas son cerradas y bloqueadas, y así nos luce el pelo. Solamente conocemos a los cabezas de lista de los partidos; los demás, con que tengan nombre, dos apellidos y certificado de nacimiento ya es suficiente. Bueno, a veces también para los cabezas de lista parece que no exijan mucho más, pero eso es otro asunto.

Aquí, no.

Aquí las listas son cerradas, pero por lo menos no están bloqueadas. Eso quiere decir que la chica de la foto, que va como vigésima cuarta candidata de la lista del inefable MR, tiene posibilidades de ser elegida si los electores la prefieren a ella respecto de sus compañeros de lista. Lo que no se pude es votar a personas de candidaturas diferentes, pero, hombre, ya es un avance.

¿Y qué consecuencias tiene eso? Varias, pero, como me tengo que pirar y se me hace tarde, las dejo para la siguiente entrada.

lunes, 12 de mayo de 2014

Presumiendo de afiliación política

Otra cosa curiosa de estas elecciones es que la peña pone carteles electorales en su casa, delante de la misma, o pegados a las ventanas, y hasta en los coches. Se nota que estos chicos no han pasado por una guerra civil desde 1830, y aun aquello fue una guerra corta y secesionista, que además tuvo éxito. Si hubieran pasado por nuestras por lo menos cuatro guerras civiles desde que ellos tuvieron la suya, además de por terrorismos y represiones varias, a buenas horas les iban a entrar ganas de andarse confesando a grito pelado de qué pie cojean. No me puedo imaginar, en Valencia, a mi vecina de enfrente poniendo en la terraza, a la vista de todo el mundo, una bandera azul con gaviotas, por mucho que es evidente que cojea de ese pie, y eso que vive en un sexto y seguramente no tiene que temer a las pedradas.

Éstos no. Éstos viven a pie de calle, y el vecino de dos casas más allá ha empapelado sus ventanas de carteles de su partido, el FDF, para que los demás sepan lo que vale un peina. Y doy fe de que las ventanas de este no son precisamente el sexto piso de mi vecina y podrían ser objeto de las pedradas de los... de los enemigos del FDF.

Continuando con el paseo por el barrio, uno advierte bastantes carteles del MR, todos ellos con la sonrisa reglamentaria impuesta seguramente por su cabeza de lista; alguno que otro del PS, con su característico color rojo, y algunos, también, de un partido cuyas siglas son CDH. Verdes no se ven por este barrio, y eso debe ser porque los verdes deben ser tirando a perroflautas, mientras que en este barrio los propietarios tienen el riñón pero que muy bien cubierto. Pero los que más abundan por aquí son los carteles profidén del MR y los del FDF. FDF, ¿Frente Democrático de Flandes?

Pues no. No precisamente. Pero eso será en la siguiente entrada.

jueves, 8 de mayo de 2014

Francofonía

Finalmente, la cosa me está quedando clara: soy francófono o, al menos, así es como me consideran aquí. Hasta el momento, todos los pasquines que me han llegado son en francés puro y duro, sin un mísero 'goedemorgen' en toda la correspondencia. Es más, todos los folletos son del mismo partido, el MR, que quiere decir 'Mouvement Réformateur', son liberales y, si me tienen que convencer ¡a mí! de las bondades del liberalismo, me parece que están perdiendo el tiempo y empleando papel en balde.

El MR sólo se presenta, como buen partido francófono, en Valonia y en Bruselas. En Flandes, y en Bruselas, los liberales belgas, digooooo... neerlandófonos deberían votar por el 'Open Vlaamse Liberalen en Democraten', que también se presentan en Bruselas, pero que no se han molestado en introducir papelorios en mi buzón, por lo que deduzco que soy francófono a efectos electorales, al menos el día que me dé por registrarme y tener derecho a voto.

El caso es que, históricamente, había habido un partido liberal belga, nido de masones y anticlericales varios, que en 1972 se dividió en dos, valón y flamenco. No tengo muy claro si actualmente se hablan entre sí y, en su caso, en qué idioma lo hacen (igual es en inglés), pero desde luego son totalmente independientes uno de otro. Es como si en España no existieran los peperos ni los sociatas, sino que en cada comunidad autónoma hubiera un partido pepero regional, y otro sociata regional, y no tuvieran nada que ver unos con otros y luego se apañaran como pudieran para formar una mayoría. Creo que vamos entendiendo por qué aquí se pasaron más de un año para formar gobierno, con el guirigay de parlamento que les queda después de cada elección.

El caso es que los liberales francófonos de aquí tienen como cabeza de lista a unas de las tres elecciones simultáneas que tenemos a un tal Didier Reynders, que debe ser un señor realmente muy conocido y que muestra en los carteles una sonrisa de anuncio que yo no sé si da ganas de votarle, pero al menos sí de preguntarle quién es su dentista y qué marca de pasta de dientes utiliza. No es poco, no.

De momento, nadie más ha metido nada en mi buzón para convencerme de votar por él. Es lástima, porque siempre podría ver quién aspira a cortar el bacalao por aquí. Me consta que, además del MR, que no tiene buen equivalente en España, al menos de momento, existen dos partidos equivalentes a los peperos, dos equivalentes a los sociatas y dos partidos verdes, que en España tampoco deben tener buen equivalente, porque lo de los verdes en España es bastante mareante y yo nunca me he aclarado bien sobre cuál es el partido verde fetén. Pero, de momento, sólo he visto pasquines pegados en soportes colocados en lugares estratégicos (aquí nadie pega un cartel directamente sobre la pared), además de en otros sitios que me han parecido curiosísimos, porque a nadie se le ocurriría utilizarlos en España.

Pero, sobre eso, mejor me explayo la próxima vez, porque hoy se hace tarde.

lunes, 5 de mayo de 2014

Elecciones

Estamos de elecciones en Bélgica. Europeas, como en toda la Unión, pero en Bélgica también las tenemos federales y regionales (municipales todavía no), todo el mismo día. En Moscú no es que me importaran demasiado las elecciones, porque, por una parte, no tenía derecho a voto y, por otra, no se sabe que en Moscú haya perdido las elecciones quien debía ganarlas, así que mucha emoción no es que hubiera. Ya se ve que, en la bitácora, el asunto de las elecciones en Rusia aparece de manera tangencial. En casi dieciocho años de estancia por allí no he recibido un mísero folleto electoral. Total, ¿pá qué?

Aquí, no.

Aquí la campaña electoral ha comenzado y, para un novato como yo, es muy difícil hacerse a la idea de para que sirve el voto que debería emitir. El voto en Bélgica es obligatorio, cosa que asusta un poco. En realidad, es obligatorio para los belgas; los guiris de la Unión Europea que estamos por aquí, en cambio, podemos abstenernos impunemente, al menos mientras no nos registremos como electores, porque entonces el voto pasa a ser tan obligatorio como para los mismos belgas. Creo que el lector supondrá correctamente cuál ha sido mi actitud ante esta situación, y más teniendo en cuenta que inscribirse como elector probablemente supone acercarse a la comuna a tramitar el asuntillo.

Sin embargo, eso no quita para que vea con curiosidad las elecciones. Bélgica es un caso de país, y las elecciones reflejan fielmente cuál es ese caso: no hay quien las entienda. De momento, no existe un solo partido que se presente en toda Bélgica, ni siquiera para el parlamento nacional: o se presentan en Valonia (y Bruselas), o se presentan en Flandes (y Bruselas). Lo de Bruselas es un pandemonium exagerado con más siglas que la izquierda abertzale, porque aquí sí que se presenta todo el mundo.

El parlamento regional de Bruselas se compone de 82 miembros, 72 francófonos y 17 neerlandófonos, lo que refleja aproximadamente la proporción de unos y otros en Bruselas. Uno podría pensar que los francófonos tienen la sartén por el mango, pero qué va. En realidad, cada una de las "secciones linguísticas" se reúne por separado, vota por separado y, por tanto tiene el mismo peso político, así que el gobierno regional tiene que hacer encaje de bolillos para tener el apoyo de ambas cámaras. Para eso, pensaríamos tanto da tener 72 como 17, y efectivamente algo de eso hay. De hecho, la composición del parlamento bruselense me recuerda fuertemente la composición de las cortes del Antiguo Régimen, que no lo que llamaríamos hoy día una composición democrática, pero mejor vamos a dejar ese asuntillo.

Por mi parte, como no tengo televisión y me da pereza seguir la prensa local cuando se pone en plan electoral, voy a seguir la campaña según los pasquines que me vayan dejando en el buzón. Así, de paso, me enteraré de si soy francófono o neerlandófono, porque la verdad es que no tengo ni idea.

jueves, 1 de mayo de 2014

El número nacional (II)

(Viene de aquí)


El número personal prometía ser un dato sencillo de encontrar. Envié a la comuna el correo electrónico que me habían pedido, en la confianza de que, como me habían prometido, me responderían al día siguiente.

Al día siguiente, no me había llegado ningún correo con el número, así que decidí hacer mía la frase 'quien no llora, no mama' y llamé de nuevo.

- Departamento de registros de población, dígame.

Esta voz, femenina, parecía diferente a las de las veces anteriores. De hecho, sonaba a persona avinagrada y con dolor de muelas y menopausia al mismo tiempo.

- Vera usted, ayer hice una petición de mi número de registro personal por correo electrónico, y me dijeron ustedes que me responderían hoy, pero no he recibido nada.

- Claro.

- ¿Y por qué?

- No le vamos a dar el número por correo, así como así. Lo que haremos será enviarle una factura para que pague usted las tasas y, cuando lo recibamos, le enviaremos el número. Aunque lo más fácil sería que viniese usted aquí y pagara las tasas aquí mismo, y se llevara el número.

- ¿Cómo? ¿Que tengo que pagar para que me digan un número con el que ustedes me identifican? Eso no puede ser.

- Sí que puede ser, claro que puede ser. Claro que tiene que pagar las tasas para que nosotros le demos el número.

- Pero eso es imposible. Es un número que me identifica a mí. Tengo derecho a acceder al mismo.

- No es imposible. Usted quiere que nosotros le demos un servicio, pero hay que pagar por el mismo.

La conversación, por llamarla de alguna manera, siguió aproximadamente por esos derroteros. La funcionaria de la comuna de Uccle erre que erre defendiendo su tasa, y yo con mis argumentos jurídicos, pero poco efectivos en este contexto, sobre mi derecho al acceso a mis datos de carácter personal. Al final me tuve que resignar a que me enviasen el papelito con las tasas y a retratarme.

Al día siguiente, sin embargo, pensé que, puesto que en tres llamadas diferentes me habían atendido diferentes funcionarios, con criterios diferentes y con respuestas diferentes, no sería mala idea seguir intentándolo, a ver qué pasaba. Así pues, marqué nuevamente el número del registro de población, que a estas alturas casi me sabía de memoria.

- Departamento de registro de población.

Esta vez la voz era masculina, como las dos primeras veces.

- Buenos días. Verá. Resulta que tengo que rellenar un formulario, para el cual me piden el número de registro nacional, y no lo tengo. Les envié un correo el lunes, y me dijeron que me responderían al día siguiente, pero ya es jueves, y yo tendría que enviar el formulario mañana como muy tarde, y claro, estoy preocupado.

- Claro. De eso se ocupa mi compañera, pero está de baja.

"El dolor de muelas, seguro."

- Pobre, lo siento mucho.

Menos mal que la hipocresía se percibe mal por teléfono.

- El caso es que necesito ese número pronto ¿No podríamos arreglarlo de otra manera?

Cuántas veces no habré formulado esa pregunta en Rusia, Señor.

- Sí, venga. Dígame su fecha de nacimiento y su dirección, y se lo busco ahora mismo y se lo digo.

Se lo dije, casi sin creérmelo.

- ¿Es usted Alföur von Bichwieseng?

- Sí, sí, ése mismo.

- Vale, ya tengo su número. Tome nota.

Me lo dictó, tomé muy buena nota, le di las gracias más cordiales que pude, y colgué. Y naturalmente, copié el número el distintas partes, lo pegué en mi tarjeta de identidad, e hice voto de no olvidarlo nunca más y, de paso, de dar un corte de mangas con peineta incluida en cuanto viera en mi buzón la carta de la comuna pidiéndome que pagara la tasa.

Lo cierto es que la carta, dos meses después, todavía no ha llegado. Y yo ya me había olvidado del asunto cuando, inopinadamente y cuatro semanas después de estos sucesos, encendí el ordenador y me encontré con un correo electrónico de la comuna.

"De acuerdo con su solicitud, le envío su número de registro personal: 12.345.678.90"

Uccle me mata. Y su comuna es la puntilla.