lunes, 9 de diciembre de 2024

Inmaculada Concepción

Uno pensaba al llegar por estos pagos que el calendario litúrgico católico era inmutable e igual en todo el orbe, pero resulta que no, que hay diferencias, a veces muy sensibles. Así como en España el día de la Inmaculada Concepción se celebró ayer, 8 de diciembre, como toda la vida, en Bélgica no es así.

En Bélgica, el 8 de diciembre, que era domingo, se celebró el segundo domingo de Adviento y se leyeron las lecturas correspondientes a dicha festividad. La Inmaculada Concepción se ha celebrado hoy, lunes, 9 de diciembre, cosa que debe parecer un poco insólita a alguien imbuido de la mentalidad religiosa española, en donde la Inmaculada Concepción es lo más de más y ay de quien intente cambiarla de lugar. El último intento serio lo hicieron los políticos de los años ochenta, que vieron el puente enorme que se montaba con el día de la Constitución, que en España se celebra el 6 de diciembre, San Nicolás, y trataron de convencer a la Conferencia Episcopal de pasar la festividad de la Inmaculada al domingo más próximo, si no recuerdo mal. Los obispos españoles pusieron pies en pared, probablemente pensando que los políticos podían haber convocado el referéndum constitucional en otra época, si tanto les preocupaba el asuntillo del puente enorme, y se salieron con la suya. Hasta hoy tenemos el 8 de diciembre como festivo. Con el Corpus tragaron, con la Ascensión también (en Bélgica sigue siendo el jueves de toda la vida), pero la Inmaculada no se toca.

En Bélgica, menos señalada que España en lo que toca a la devoción a la Inmaculada, el 8 de diciembre, salvo que caiga en domingo, es un día laborable y ni siquiera es lo que los católicos llamamos día de precepto, en los que es obligatorio oír misa entera, como los domingos. Es cierto, y lo sé porque lo he visto esta mañana, que se leen dos lecturas, salmo y evangelio, como día festivo que es, y que hay una afluencia a misa algo mayor que los días de diario, y que se observa, pero en España la festividad es más importante que el segundo domingo de Adviento, que queda totalmente borrado, y aquí lo que queda borrado es la fiesta de la Inmaculada.

domingo, 8 de diciembre de 2024

Tras las elecciones

Las elecciones municipales terminaron hace un par de meses, y yo me quedé con las ganas de escribir una entrada postelectoral sobre los candidatos que habían salido elegidos y, sobre todo, sobre los que no habían salido elegidos a pesar de habérselo currado.

Habérselo currado, en mi caso de no participación electoral ni de seguimiento más que superficial de la campaña electoral, significa haberse tomado la molestia de dejar un pasquín en mi buzón, cosa que hicieron cuatro candidatos. Dos de ellos fueron de la lista del alcalde (bueno, el burgomaestre, si se quiere, pero es que queda muy pedante), y dos de la lista de los "Comprometidos". La única que salió elegida es la de la foto, que atiende por Marion Van Offelen. La foto la he obtenido de la página web del ayuntamiento y, al menos a mi parecer, es significativamente peor que la del pasquín, lo cual me lleva a pensar que la señora ha envejecido considerablemente en los dos meses que han transcurrido entre el buzoneo y la toma de fotos oficiales. En ningún momento se me ha ocurrido que la foto del pasquín estuviera retocada para aparentar más lozanía, porque ya se sabe que los políticos no mienten nunca.

Pero claro, la señora Van Offelen era la décima de la lista oficialista, que ha obtenido un número sensiblemente superior de concejales (19), así que su elección no ha sido una sorpresa. Los otros tres candidatos que me dejaron sus respectivos pasquines en mi buzón eran candidatos relativamente peor colocados, pero una de ellas, Juliette Absil, una niña de 25 añitos recién licenciada en Derecho, la quinta de la lista de los Comprometidos (que han obtenido cuatro), parece que esperaba formar parte del gobierno municipal, así como el sexto, de nombre Eric Cabaret (reconozcamos que el apellido no parece muy serio). No creo que ninguno de los dos se enfade por revelar sus datos personales, porque en el pasquín viene su dirección de correo electrónico y hasta su teléfono móvil. Puesto a revelar la intimidad de uno, la señora Van Offelen también metió su dirección, pero éstos dos no llegaron a tanto.

El resultado de los dos candidatos comprometidos no ha sido muy alentador. Evidentemente, trataban con su campaña de obtener lo que se llama votos preferenciales, porque ya dijimos que en Bélgica las listas son cerradas, pero no totalmente bloqueadas. Eric Cabaret, a pesar de su campaña, apenas obtuvo votos preferenciales, muy por debajo de casi la totalidad de los candidatos de su lista. He escrito que a pesar de su campaña, o quizá a causa de ella, vaya usted a saber, porque dejó claro en su pasquín que era discapacitado, y la gente parece que es muy solidaria de boquilla, pero menos proclive a ella cuando se trata de que rijan tus destinos.

En cuanto a Juliette Absil, ha obtenido algún que otro voto, pero le ha adelantado la séptima de la lista, que se convierte en concejal gracias a los votos preferenciales. Juliette, ya la tuteo y todo, a fuerza de ver su foto por ahí, se ha quedado como tercera suplente, incluso por debajo de su posición natural, por lo que va tener que dimitir bastante gente para que ella entre en el consejo municipal.

En fin, que queda por analizar lo que consiguió la cuarta de las candidatas que me hizo llegar su pasquín y que pertenece a la lista del alcalde y seguro que va buscando acomodo en el sector público. Ya puestos, quizá no estaría de más una entrada para explicar cómo se atribuyen los escaños en Bélgica, cosa que es toda una ciencia.

Pero eso será en otra ocasión, porque hoy se hace tarde.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Algunos obispos belgas reaccionan, otros ni eso

Después de prestar atención a la irrupción musulmana, vamos a volver a la parte católica de la población. Ya vimos que no hace mucho que estuvo por aquí el papa. Al final, el viaje del papa Francisco a Bélgica ha escocido más de lo que uno pensaba. Una vez más, la causa ha sido las habituales declaraciones del papa en el vuelo de vuelta a Roma. Uno ya no sabe si lo más sustancioso de los viajes es lo que dice en el avión, que es donde es más espontáneo y donde no le escriben los discursos, pero el caso es que en los aviones ha pronunciado algunas de sus frases más controvertidas. En bastantes ocasiones ha sido para espanto de los católicos más tradicionales; sin embargo, esta vez, ha resuelto poner de manifiesto la doctrina de siempre sobre el aborto con una frase enormemente gráfica, al calificar a los médicos que los practican de "sicarios".

No está mal traído, no. Etimológicamente, un sicario es aquél que utiliza una sica, especie de puñal curvo bastante mortífero y fácil de ocultar que podemos relacionar con las navajas o facas actuales, e incluso con cierto material quirúrgico. El significado ha acabado por evolucionar a "asesino a sueldo" y si, como considera el Cristianismo (y la ciencia no vendida al mejor postor, dicho sea de paso) la vida humana comienza con la concepción y no en un momento indeterminado posterior, el médico que termina con esa vida humana a cambio de un precio concuerda exactamente con la definición de sicario. Bien por el papa. Un día u otro tenía que decirlo.

Pero sicario es una palabra fea y a la masonería gobernante en Bruselas no le ha hecho gracia. Al episcopado y a una buena parte del clero tampoco, y no seré yo quienes lo critique demasiado, porque, al fin y al cabo, el papa se vuelve a Roma y allí en el fondo no lo molesta nadie, pero los obispos y sacerdotes se quedan por Bélgica y les toca lidiar con las declaraciones del jefe. El primer ministro (interino, como casi siempre), Alexander de Croo, obviamente del MR, decidió llamar a consultas al nuncio por declaraciones semejantes, que no deberían sorprender a nadie en boca del papa, y quinientos sedicentes católicos belgas amenazaron con apostatar como protesta por dichas declaraciones. Ya tardaban, ya…

En conversaciones con un sacerdote diocesano de Bruselas sobre la visita del papa, me vino a decir que uno de los motivos del viaje era dar un tirón de orejas al episcopado belga, para que dejaran su posición acomodaticia habitual de quedar bien con tirios y troyanos. De esta caracterización puede escaparse, como mucho, el primado belga y arzobispo de Bruselas y Malinas, que es el más joven del grupo y el que lleva menos tiempo en el puesto, algo más de un año. En principio, el arzobispo de Bruselas causa buena impresión, es muy activo visitando parroquias y ha tenido algunas iniciativas pastorales, como la peregrinación diocesana a Lourdes del pasado verano, que representan un cambio sustancial con sus antecesores. El toque, pues, no va con él o, por lo menos, no creo que se sienta aludido. Los demás es otra cosa. En el extremo está, como casi siempre, el obispo de Amberes, monseñor Bonny, al que sólo le parecen bien las palabras del papa cuando se apartan de la doctrina y se aventuran por terrenos resbaladizos, donde el propio monseñor Bonny se encuentra de manera permanente.

Hay que decir que algunos de los obispos se han dignado a reaccionar de alguna manera, básicamente diciendo que no están muy de acuerdo con la forma de expresarse del sumo pontífice. Otros han callado discretamente, porque ya se sabe que el que se mueve no sale en la foto, y parece que nadie quiere terminar con un berrinche y un año sabático, como el anterior obispo auxiliar de esta bendita ciudad de Bruselas, que iba para arzobispo primado y se quedó con un palmo de narices.

Pero bueno, vamos a dejar por un tiempo este espinoso asunto de la religión católica en Bélgica, a no ser que suceda algo inesperado. También es verdad que el papa Francisco a veces parece que tira por un sitio y a veces parece que tira por el contrario, sin que uno sepa muy bien a qué atenerse. A veces pregunta quién es él para juzgar, y más adelante dice que los médicos abortistas son unos sicarios, cosa que, si no es un juicio, yo diría que se le acerca bastante. Corren vientos de cambio y yo diría que al papa reinante no se le recordará por haber seguido una línea recta sin vacilaciones durante su pontificado.

Sea como fuere, el tiempo se le acaba a él... y a mí, que se me hace tarde.

martes, 19 de noviembre de 2024

Un partido musulmán en Bruselas

Después del mal trago de la riada de Valencia, volvamos a las elecciones en Bélgica, que nos han dejado algunas conclusiones interesantes, una de las cuales es la irrupción de una fuerza política que podríamos llamar novedosa, porque se trata de un partido claramente confesional, cosa que no sucedía en Bélgica desde que el antiguo partido católico decidió sacudirse la confesionalidad de encima y hacer creer a la gente que conviene votarles porque son buenos gestores, no porque defiendan (no lo hacen) supuestos "valores". No sé a quién me recuerdan en España...

La novedad es que el Team Fouad Ahidar es un partido musulmán y que su líder (sí, Fouad Ahidar, no se han roto mucho la cabeza buscando el nombre) no oculta que es musulmán practicante. Es un caso curioso. Procede del partido socialista flamenco, llamado “Vooruit”, del que se separó hace un par de años por un quítame allá esos mataderos rituales. “Vooruit” buscaba regular los sacrificios de corderos o, al menos, que los corderos fueran anestesiados antes de la matanza. Fouad Ahidar votó en contra de la anestesia y a partir de ahí ya tenemos partido musulmán y solamente musulmán. En diciembre de 2023 consumó la ruptura con Vooruit al declarar que los atentados de Hamás eran una pequeña respuesta a la violencia ejercida por los israelíes durante décadas.

Su bautismo de fuego electoral sucedió en las elecciones regionales de antes del verano, en las que muy cucamente se presentó en la sección neerlandófona. La vasta mayoría de musulmanes bruselenses son francófonos, pero precisamente él es bilingüe (por lo menos), así que coló una lista en la sección neerlandófona, donde los requisitos para ser elegidos son menores. Sus algo más de trece mil votos le llevaron a conseguir tres diputados neerlandófonos (con los mismos votos, en la sección francófona no hubiera obtenido ninguno), a lo que se añadió uno más en el parlamento flamenco. Y ya tenemos un partido parlamentario abiertamente musulmán.

En las elecciones municipales de octubre se presentó en varios municipios bruselenses. En Uccle, ya vimos que no, porque en Uccle hay una clara mayoría masoncilla y los partidos confesionales de cualquier índole, incluso la musulmana que está al alza, no tienen el menor éxito electoral. Sin embargo, en municipios como Molenbeek, Anderlecht o Schaarbeek (como era de esperar, por otra parte), entre otros, ha obtenido varios concejales, mientras que, fuera de Bruselas, sólo ha logrado representación en Vilvoorde (probablemente también era de esperar).

No hay que tomarse a broma a Fouad Ahidar ni mucho menos. Es una persona enormemente popular entre su público, que conoce mejor que ningún otro político, y es perfectamente capaz de detectar las incoherencias del sistema y aprovecharlas. Al reproche que se le hace de no respetar la separación entre política y religión, responde categóricamente que en Bélgica no hay separación entre política y religión y que es la política la que decide todo, incluyendo cómo se puede consumir carne, o si se puede llevar velo o no, o una cruz o no (atención al guiño), y que el que decide si una mezquita o una iglesia puede funcionar es un funcionario del Estado sentado tras una ventanilla. Y le parece incoherente que le reprochen a él que no separe ambos ámbitos, cuando lo cierto es que en Bélgica no están separados. La verdad es que resulta complicado rebatirle, y menos aún desde una perspectiva católica, habida cuenta de que el Estado belga tiene absolutamente cogida por el cuello a la Iglesia católica (bueno, más o menos católica…) en Bélgica, a la que mantiene los templos, que son propiedad estatal, y a cuyos sacerdotes les paga un sueldo que les permite dedicarse exclusivamente a la predicación del Evangelio, o a lo que sea que hagan. Si Fouad Ahidar ha venido a poner de manifiesto la profunda hipocresía que anida detrás de la llamada separación de religión y política, ya se puede decir que su llegada tiene algo de bueno.

De momento, toca esperar. Hasta ahora, los candidatos musulmanes, que los había, estaban en todos los partidos por igual, pero no había una lista únicamente musulmana. Ahora la hay. No sabemos si la irrupción de esta lista y de este carismático candidato será el factor que lleve hacia los parlamentos belgas (¡Hay tantos!) a unos parlamentarios que no se opondrían mucho (ni poco) a la implantación de algunas normas musulmanas que chocan con la cultura occidental. El resultado tiene toda la pinta de ser una radicalización de las posturas de unos y otros, y quizá no es casualidad que Vlaams Belang haya experimentado un fuerte aumento en las elecciones regionales flamencas. De momento, parece que el cordón sanitario se aplica a ambos, pero ya veremos cuanto dura.

O quizá sea tarde para detener la marea que viene. Como a mí se me está haciendo tarde, porras, que tengo que ir a cenar…

sábado, 16 de noviembre de 2024

El semáforo español

Probablemente todos conocemos esos semáforos que se sitúan en las entradas de las poblaciones, justo cuando pasamos a zona urbana y la velocidad máxima de los vehículos deja de ser la que sea en la carretera de que se trate y pasa a ser de 30 ó 50 kilómetros por hora, normalmente la segunda. El objeto de semejante tipo de semáforos no consiste en dejar pasar a quienes estén esperando en un cruce (porque frecuentemente no hay ningún cruce que regular), sino únicamente en obligar a los conductores a reducir la velocidad ante de entrar en la zona urbana. Incluso es muy habitual que, poco antes del semáforo, veamos la limitación de velocidad con la advertencia "a más velocidad, semáforo en rojo". Porque, en efecto, si te pasas, el semáforo se pone rojo. Es un semáforo que no tiene disco verde, sino únicamente dos discos naranja intermitentes y el disco rojo fijo.

Yo pensaba que esos semáforos existían en todo el mundo, pero he aquí que me encuentro con la sorpresa de que en Bélgica no han existido hasta hace poco y que se llaman "feu à l'espagnole", es decir, "semáforo a la española" o, más simplemente "semáforo español", lo cual me induce a pensar que estamos ante una contribución española a la seguridad vial de todo el mundo.

En la región de Bruselas, hay tres municipios que ya han instalado alguno de ellos, normalmente cerca de algún colegio. Los concejales encargados les ven ventajas claras con respecto al radar. Claro, si pones un semáforo de éstos, los conductores reducen la velocidad y no llegan a cometer ninguna infracción, a no ser que se empeñen mucho; en cambio, si pones un radar y el conductor se lo traga, comete la infracción, pero sigue rodando por encima del límite. Recibirá la multa unos días después y el municipio recaudará lo suyo, pero se supone que el objetivo no es recaudatorio (bueno, se supone...), sino la seguridad vial, y no digamos cuando pones el semáforo cerca de un colegio. Con el semáforo español el municipio quizá recaude menos, pero los niños van a poder cruzar la calle más tranquilos.

En fin, que no todo son los tercios de Flandes ni la tortilla de patatas. La contribución de España a Bélgica llega hasta nuestros días, en este caso de una manera que, al menos para mí, era completamente inesperada. Esta visto que nunca es tarde para aprender algo nuevo.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Riadas

En el Museo Histórico Militar de Valencia, que por cierto es una preciosidad que bien merece pasar en ella una mañana o más para verla con el debido detalle, hay una serie de salas dedicadas a las distintas épocas en que el ejército de tierra español ha tenido una actitud destacada. Así, hay una sala dedicada a los tercios y a su época, otra a la guerra de la Independencia, otra a la guerra de África, más allá otra a las guerras carlistas y luego a la Guerra Civil y, finalmente, cuando ya parece que se acaba la Historia y no queda sino llegar a la actualidad y, todo lo más, a las misiones de paz en el marco de la ONU, hay una sala más.

Esa sala, sin embargo, no está dedicada a una guerra, al menos no a una guerra tal y como la solemos considerar, en el sentido de que no se enfrentan dos bandos armados. La sala lleva el curioso título de "La guerra contra el fango" y se refiere a la intervención del ejército tras la riada de 1957 que dejó Valencia en un estado tan lamentable como hoy están los pueblos situados inmediatamente al sur de la ciudad. En efecto, en aquel tiempo el ejército se empleó a fondo desde el primer momento con resultados muy positivos, hasta el punto de que las autoridades militares que decidieron la configuración del Museo Militar no dudaron en incluir en la misma una actuación que tiene muy poco de bélica, como no sea en sentido muy figurado, pero de la que estaban tremendamente orgullosos y, cuando uno sale de la sala en cuestión, hay que coincidir en que no es para menos.

A estas alturas no hay nadie que ignore que una nueva riada ha causado más de doscientos muertos y enormes daños en distintas poblaciones de la comarca de l'Horta Sud y algunas, menos, de la Ribera Baja. La ciudad de Valencia estaría en las mismas condiciones, de no ser porque las autoridades que gobernaban España en 1957 (fascistas, dictatoriales y bla) llevaron a cabo una obra de enorme envergadura con el fin de desviar el río Turia del centro de la ciudad y hacerlo desembocar en el Mediterráneo por el Sur. La obra ha demostrado su eficacia estos días, porque ha resistido perfectamente lo que se le vino encima y ha arrojado al mar la avenida que de otra forma hubiera terminado destrozando la ciudad.

En comparación con lo sucedido en 1957 (y también podría escribir sobre la pantanada de 1982, que me pilló cerca de la zona afectada), la reacción de 2024 deja una agria impresión de incompetencia de muchos de quienes hubieran debido tomar las decisiones adecuadas. Ello es tanto más lamentable cuanto que los medios de 2024 son infinitamente mejores que los que existían en 1957. En aquel entonces, el ejército español no disponía, ni de lejísimos, de los medios que tiene hoy. Era más numeroso que el actual, pero técnicamente estaba a años luz de ser una fuerza comparable a la de cualquier país puntero de entonces; estaba compuesto de soldados de reemplazo que en buena medida estaban allí muy de mala gana, mientras que ahora se trata de un ejército profesional parangonable con los mejores del mundo. Hay una unidad militar de emergencias que no existía en 1957 ¿Qué ha sucedido, entonces, para que se haya dado una imagen de ineptitud tan lamentable?

Se ha escrito mucho estos días sobre las causas. Muchos echan la culpa a los políticos y yo creo que no les falta razón, pero sólo he visto algunas, no tantas, voces señalar con el dedo a los partidos políticos, que se han convertido en la carcoma del sistema. Hay que decir claro que los partidos políticos hace mucho tiempo que han abandonado el que se supone que era su propósito inicial y que debía consistir en canalizar una opinión política determinada y proponerla a los electores, una mayoría de los cuales decidiría cuál (o cuáles) de ellas tendría la responsabilidad de ejercer el poder durante un tiempo.

La perversión del sistema ha llevado a que los partidos políticos hayan dejado de ser lo que se supone que deberían ser. Ahora su propósito es conquistar el poder, para lo cual adaptan vergonzosamente su programa electoral a lo que creen que va a gustar a la mayoría de los electores, a la vez que les modulan el gusto mediante campañas de mercadotecnia de lo más refinado ¿Y para qué quieren el poder? Para colocar a sus afiliados. Los partidos políticos se han convertido en gigantescas agencias de colocación en las que el mérito y la capacidad se han visto reemplazadas por la fidelidad perruna como único factor determinante para desempeñar un cargo, a veces -por desgracia- de mucha responsabilidad.

El resultado ha sido una colonización de la administración pública por parte de arribistas de escasas luces que difícilmente llegarían lejos en ningún lugar mínimamente exitoso del sector privado. La administración pública franquista era bastante reducida en tamaño, como el Estado franquista en general, y (con todas las excepciones que se quieran) básicamente compuesta de profesionales que forzosamente eran apartidistas porque no había partidos. Cuando los hubo, los primeros partidos políticos se nutrieron de tecnócratas que habían trabajado en aquellas administraciones o en las universidades para encomendarles los altos cargos públicos. Los ministros de los primeros gobiernos democráticos, tanto de la UCD como del PSOE, eran gente, por lo general, bien preparada y con experiencia, que venían de la administración o del sector privado anterior.

En algún momento de la década de 1980 la cosa empezó a torcerse con la multiplicación de la administración pública, que ganó enormemente en tamaño, al mismo tiempo que los partidos políticos empezaban a colonizarla, primero en los niveles más altos, y luego descendiendo a los de rango inferior. Después de un proceso lento, pero seguro, una cantidad absurda de mandos intermedios, además multiplicados de manera no menos absurda, han venido a ser ocupados por afiliados sin preparación suficiente para desempeñarlos con una mínima eficacia. Alternativamente, miembros de esas administraciones que por su desempeño y capacidades no podrían acceder a puestos de mando, al menos sin que sus compañeros se llevasen las manos a la cabeza, lo han conseguido con el simple expediente de darse de alta en el partido político que les conviniera más a sus propósitos. Como eso ha sucedido igualmente en la administración educativa, funcionarizada hasta la náusea, buena parte de los puestos en los centros educativos y en las universidades están copados por coleguillas que los ocupan no por ser los mejores docentes o investigadores, sino por eso, por ser coleguillas. Y así, la educación languidece y quienes salen de allí no están en condiciones de mantener el listón de sus predecesores.

Los dos responsables máximos de la pésima reacción a la nueva riada de Valencia son dos ejemplos de libro de la calamitosa situación a la que hemos llegado. Ni el presidente del Gobierno ni el presidente autonómico han hecho nada en la vida fuera de sus respectivos partidos políticos. El uno estudió Economía, y hasta ostenta un doctorado por el que habría que destituir, cuando no colgar de los pulgares, a quienes tuvieron la osadía de calificarlo positivamente, pero no se le conoce la menor contribución aplicando lo que hubiera estudiado en la universidad; el otro estudió Derecho y pasó de las juventudes de su partido a empalmar un cargo detrás de otro sin solución de continuidad, y si no ha dimitido todavía es porque en su partido no tienen más remedio que aguantarlo como sea hasta que caiga, si cae, el gobierno central, ya que, de lo contrario, sería como aceptar que tiene toda la culpa del desaguisado que se ha montado.

Hasta aquí, la culpa es nuestra, porque la información que obra en el párrafo anterior es fácil de encontrar. Lo sabíamos, ellos se han presentado a las elecciones y los hemos elegido, así que allá nosotros. Lo malo es que, una vez elegidos, han ido colocando en los escalones inferiores de la administración a cargos de confianza en puestos muy bien pagados. Se supone que están bien pagados para que sean atractivos a los mejores profesionales, pero, como el sistema está podrido, el hecho de que estén bien pagados atrae a los lameculos de los partidos como las moscas a la miel, de manera que se amplifican méritos de los mediocres que terminan ocupándolos.

El currículum de los que hubieran debido responder ante la emergencia que ha sucedido en Valencia ha sido aireado por no poca gente en las redes sociales y es bastante elocuente a este respecto. No puedo resistirme a poner un ejemplo que conocí en mi pasado en Moscú y que era de un funcionario que se había puesto el carné de su partido político entre los dientes y había logrado ser nombrado, Dios sabrá con qué otros méritos, Secretario General de Hacienda, lo cual le dio preferencia para acceder a un puesto tremendamente bien pagado en el servicio exterior español, en este caso en Moscú. El susodicho ignoraba lo más básico de Rusia y de su trabajo, pasaba los fines de semana -a veces alargados- en España usando los coches y chóferes oficiales para traerle y llevarle al aeropuerto, no aprendió una palabra de ruso en los cinco años que se chupó en Moscú y provocaba la vergüenza ajena de quienes le acompañaban a cualquier reunión con alguien mínimamente competente, pero se embolsó un sueldo público anual de seis cifras (y la primera no era un uno) a lo largo de cinco años. Sí, con el sistema que nos hemos dado y que concede todo el poder a los partidos hegemónicos, un buen sueldo público no significa que el puesto va a ser ocupado por alguien competente que se lo gane con creces, sino por todo lo contrario.

Estamos avanzando hacia el final de este ciclo, que algunos llaman con cierta displicencia "el régimen del 78", y no sabemos lo que va a reemplazarlo. Los incidentes de estos días harían desear una situación en que el Estado, tan mal gestionado, se redujera, y los partidos políticos perdieran poder mediante expedientes tan sencillos como eliminar las listas cerradas y bloqueadas y finalizar la financiación pública de los mismos (un sistema como el de dedicar un 0,7% de la recaudación del IRPF a los partidos elegidos por los contribuyentes sería una opción, como se hace con la Iglesia Católica), por no hablar de medidas más radicales. Una situación en que las comunidades autónomas, que han quedado en evidencia, se ocuparan mucho más de gestión de lo básico y mucho menos de política. Y una situación en que el Estado fuera sustituido por iniciativas sociales, que es lo que ha pasado en esta crisis, pero de manera totalmente desorganizada. Porque, contra lo que piensa casi todo el mundo, "lo público" y "lo estatal" no tienen por qué sinónimos, aunque el liberalismo gobernante nos lo quiera vender así; hay, o debería haber, un sector público no estatal, que sale de la sociedad y que no necesariamente es una empresa mercantil con su ánimo de lucro, como querrían los liberales, sino entes que se mueven con ánimo de servir a la sociedad de la que salen. Se ha demostrado estos días, en que la "guerrilla" ha sido mucho más ágil que el "ejército" para luchar contra el barro con prontitud, aunque finalmente ha tenido que llegar el ejército con su maquinaria.

Eso sí, al ejército se le ha hecho tarde. Como a mí ahora.

martes, 22 de octubre de 2024

Después de las elecciones

Como es preciso, después de las elecciones municipales, a pesar de que el seguimiento que se les ha dado desde esta bitácora no ha sido todo lo profundo que me hubiera gustado, me toca referir cuál ha sido el resultado de las mismas.

Ha ganado la lista del alcalde, o sea, la alianza entre MR y DéFi, lo cual no era ninguna sorpresa en este pueblo habitado mayoritariamente por gente de clase media-alta. El alcalde Boris Dilliés ha obtenido 6692 votos preferentes (el total de votos válidos es de algo más de 35.000), lo cual le coloca claramente en cabeza de esta categoría, triplicando al siguiente candidato y que también es de su lista. Un voto preferente es una particularidad del sistema electoral belga para hacer creer al pueblo que quien manda no son completamente los partidos políticos. Es un sistema de listas cerradas, pero no bloqueadas, al menos no del todo. Los votantes pueden poner una crucecita en uno o varios candidatos de una lista, queriendo decir que quieren alterar el orden de la lista del partido político que la ha presentado; si ponen la crucecita en la casilla del propio partido, quiere decir que aceptan el orden propuesto (y, si no ponen crucecitas, también). Lo que no pueden es poner crucecitas al lado de candidatos de distintas listas, lo que serían listas abiertas. El caso es que 6692 votantes han marcado la casilla de Boris Dilliés, que, de todas formas, era el cabeza de lista, así que, o yo he entendido mal el sistema, o no veo la diferencia, pero lo que está claro es que el alcalde debería estar contento.

O no tanto. Ha perdido votos, porque los resultados de su lista son algo inferiores a los que obtuvo la suma de MR y DéFi, por separado, hace seis años. Sin embargo, ha ganado apoyos, porque DéFi se quedó en la oposición hace seis años y ahora los tiene, no ya en la mayoría, sino incluso en su propia lista.

En segundo lugar han quedado los verdes de Ecolo-Groen, que estaban en la coalición mayoritaria saliente. Han perdido tres concejales y bastantes votos, después de la sorpresa que dieron hace seis años. El hecho es que han llegado rápidamente a un acuerdo con Dilliés para formar una coalición y seguir en el gobierno municipal, supongo que porque los sillones son cómodos y atraen lo suyo. La coalición tiene 29 concejales de un total de 43, así que no van a tener ningún problema en la asamblea municipal para hacer más o menos lo que prefieran.

¿Quién queda? Pues seis concejales de los sociatas, que ganan bastante peso; cuatro de los, -as Comprometidos, -as, que doblan sus resultados, y cuatro más del díscolo Marc Cools y su lista de "Uccle en Avant". Por cierto que los medios de comunicación se están cansando de la murga igualitarista de los, -as, Comprometidos, -as, y ya ponen "Les Engagés" sin marca de género gramatical, y eso que en francés es mucho más sencillo que en español, así que voy a seguir su ejemplo y voy a hacer lo propio en lo sucesivo. 

En toda esta historia, y después de su para mí inesperado éxito en las elecciones regionales de antes del verano, los Comprometidos creo que se las prometían mucho más felices que el resultado que finalmente han obtenido, y eso que han doblado lo que tenían, pero no les ha ido demasiado bien, ni aquí ni en el resto de municipios de la región de Bruselas, donde se han mantenido, pero nada más. En Uccle, estaban en la coalición de gobierno y, sorpresa, la concejala que habían metido en el equipo de gobierno les ha dicho adiós y se ha metido en la lista del alcalde, así que han tenido que ser originales, una vez más. Su cabeza de lista en las elecciones de Uccle era nada menos que la presidenta de la Federación Valonia-Bruselas, Élisabeth Degryse, que dijo que, si era elegida concejala, iba a participar en el consejo municipal. Pues lo ha sido...

En resumidas cuentas, pocos cambios, nada demasiado nuevo y Uccle queda fuera de las dos listas que van avanzando en el resto de Bruselas. El PTB ni siquiera se presenta, y la lista de musulmanes local, el Colectivo Ciudadano, no ha llegado al 2% de los votos, y me parecen muchos para lo que es esto, mientras que en el resto de Bruselas hay lugares donde listas semejantes han tenido un éxito resonante. No sé si ya será tarde para evitar el califato, pero, desde luego, al que se está haciendo tarde es a mí, así que aquí lo dejo.

sábado, 12 de octubre de 2024

Medidas electoralistas

Falta nada para las elecciones, así que éste es el momento ideal para que los partidos se empleen a fondo en adoptar medidas que gusten a sus votantes ¡A ver si los lectores que le queden a esta bitácora van a pensar que este fenómeno sólo sucede en sus países! En últimas entradas ya se había mencionado la intención del MR, de los Comprometidos, -as y de los sociatas, probables socios de coalición en el gobierno de la Región de Bruselas, de prolongar dos años la vida útil de los coches de motor Diésel Euro 5 y gasolina Euro 2, que, de lo contrario, hubieran debido desaparecer de las calles de Bruselas a final de este año. Gracias a la confluencia de una nueva mayoría parlamentaria en la región, esta vez sin ecologistas, y de unas elecciones municipales inminentes, esta medida ya ha sido adoptada (de ahí sale la foto, sí), con lo que voy a tener dos años de prórroga del Topomóvil, que va a estar contaminando horriblemente las calles de Bruselas los cuatro días mal contados que se usa.

Los ecologistas, además de en bicicleta, han montado en cólera. Hasta ahí, bien, porque la cólera tampoco contamina el medio ambiente. Aducen que esto no puede ser y que no cuenten con ellos para nada y mucho menos para ayudarles a formar gobierno. Y que vamos a morir todos.

Los ecologistas, por su parte, se han quedado prácticamente solos en su oposición al aplazamiento de la prohibición de mi coche. El PTB, nada menos, que es algo así como Podemos, pero más estalinista, también ha votado a favor, así como Vlaams Belang. Ver votar en el mismo sentido al PTB y a Vlaams Belang es una cosa totalmente insólita que no presenciaremos en muchas ocasiones, así que más vale que tomemos buena nota del hecho. Los otros partidos neerlandófonos del Parlamento de la Región de Bruselas han optado por una prudente abstención, supongo que para no malquistarse demasiado con los ecologistas, que siguen siendo lo suficientemente importantes en el Parlamento como para no convertirlos en algo así como un movimiento antisistema.

Así las cosas, a los verdes sólo les ha quedado el derecho al pataleo. Como suele suceder, han encontrado el apoyo de asociaciones medioambientalistas, que se dicen apolíticas, pero a las que se les puede perfectamente aplicar el típico refrán español de "Dime de qué presumes, y te diré de qué careces". Estas asociaciones, pues, han convocado una manifestación masiva delante del Parlamento para protestar contra lo que se estaba cociendo dentro de él. En España, como sabéis, está prohibido manifestarse delante del Parlamento, en principio para todo el mundo, pero en la práctica, si eres de izquierdas, sí que puedes manifestarte, porque estás luchando contra el fascismo y tararí, tarará. Aquí no sé si está prohibido o no, pero de hecho ocurre delante de todos los parlamentos, y ya sabéis que en Bruselas, sol y sangría no habrá, pero parlamentos, todos los que queráis.

Los convocantes de la manifestación lograron convocar, según la prensa, un centenar de personas, entre los cuales se encontraban delegados de la asociación "Abuelos por el Clima", obviamente apolítica, como todas, que incluso entraron en el Parlamento para seguir el debate, con lo que lógicamente diezmaron la manifestación, porque, si ya un centenar es una cifra generosa (y dudosa), si encima los manifestantes no están a lo que debían estar y se distraen con debates parlamentarios, esto no hay quien lo aguante. Si es a Rólex, a Rólex; y si es a setas, a setas; y es que soplar y sorber, no puede ser.

En resumidas cuentas, que mis planes han cambiado. El Topomóvil se iba a España a ser utilizado allí hasta el final de su vida útil, pero eso puede esperar de momento a abril de 2027, momento en el que decidiré si me compro otro coche o no vale la pena y ya me espero a jubilarme. De momento, me toca pasar la ITV belga, no se me vaya a hacer tarde. Pero ésa es otra historia, que habrá que contar a su debido tiempo.

viernes, 4 de octubre de 2024

Antes de las elecciones: los candidatos

Las elecciones municipales van a ser el domingo de la semana que viene. Qué emoción. Bueno, igual no tanta. Desde que hay memoria, en este municipio gana las elecciones el MR, Movimiento Reformista, partido liberal masoncillo, algunas veces incluso con mayoría absoluta de votos. Es lo que tiene este municipio o barrio, poblado por gente con el riñón bastante bien cubierto que no quiere aventuras izquierdistas ni que se metan en su vida. Vamos, no es por nada, pero la propia Reina de los Belgas es de aquí, por poner un ejemplo evidente de clase alta. El caldo de cultivo ideal, pues, para un partido como el MR. En las últimas elecciones, las de 2018, seguramente también hubiera arrasado si no hubiera sido por un escandalillo de segunda división, pero que llevó a la fragmentación del partido en dos partes antagónicas.

La parte oficialista se llevó el gato al agua, y consiguió seguir siendo la lista más votada, pero el defraudado disidente Marc Cools consiguió cerca de un 10% de los votos y tres concejales, que no está nada mal para empezar. Eso sí, hubo una novedad interesante: los votantes se mosquearon lo suyo y un porcentaje importante se pasó a otro partido, los Verdes, que prácticamente doblaron su representación.

El alcalde, visto lo visto, construyó una mayoría aliándose, precisamente, con los Verdes y con los dos concejales de lo que entonces todavía era el Centro Democrático Humanista y a lo largo de la legislatura pasaron a ser "Los,-as Comprometidos, -as". Sea como fuere, la mayoría se quedó con 31 concejales sobre los 41 totales, lo cual es prácticamente todo lo holgado que se puede ser. En la oposición se quedaron los tres concejales de Cools, que ideológicamente son la misma cosa que el MR, tres socialistas y seis concejales de DéFi, un partido creado para defender los derechos de los francófonos y que tampoco parece precisamente de extrema izquierda, como vamos a ver. Poca oposición ha tenido el alcalde durante estos años. El Partido del Trabajo, que es algo así como Podemos, pero en Bélgica, lo tiene extremadamente crudo en este municipio, qué se le va a hacer. Y los independentistas flamencos parecían haber tirado la toalla, después de no haberse comido un rosco jamás. Parecían...

Esta vez hay seis (o siete, si se quiere) listas para elegir, aunque sólo cuatro de ellas presentan los cuarenta y tres candidatos máximos que podrían potencialmente ser elegidos. Se trata del MR, enmascarado bajo la denominación "Lista del Alcalde" (Liste du Bourgmestre, en vernáculo francés y que nadie se ha molestado en pedir en otra lengua, como, un suponer, el flamenco); los Verdes; Los,-as Comprometidos, -as, que están muy subiditos después de su buen resultado en las elecciones regionales; y, finalmente, los socialistas, entre los que se ve incluso algún apellido español (hay censados cerca de dos mil españoles en Uccle, ahí es nada). Treinta y nueve candidatos ha logrado reunir el disidente Marc Cools para su candidatura de "Uccle en Avant".

Fuera de esos cinco que evidentemente se van a partir el bacalao, hay una llamada "Candidatura ciudadana" que no parece tener muchas posibilidades, porque sólo presenta dos candidatos, uno de ellos, o de ellas, con un nombre marroquí que no sé de dónde habrán sacado, porque en Uccle, no es que no haya marroquíes, vale, pero no abundan demasiado, desde luego menos que los españoles y no digamos que los diez mil franceses que huyen aquí del régimen fiscal de su país.

La séptima candidatura es otra que me ha dejado un pasquín en el buzón, el único pasquín bilingüe que me ha llegado. Se trata de la Alianza Neoflamenca, que presenta seis candidatos de aspecto combativo que hacen hincapié en la seguridad, en la necesidad de poner en marcha alguna escuela neerlandófona y en que la documentación en el municipio sea bilingüe. No les auguro ningún éxito, pero bueno, ¿qué sé yo de estas cosas? Tampoco me parecía que los Comprometidos fueran a tener éxito con su cambio de nombre y de actitud y aquí estoy, comiéndome mis palabras.

Se echan de menos a los francófonos de DéFi, pero no es que no se hayan presentado, sino que están incluidos en la Lista del Alcalde. La verdad es que uno no se explicaba bien la necesidad de defender los derechos de los francófonos en Uccle, que debe ser algo así como defender los derechos de los francófonos en París o de los hispanohablantes en Madrid ¿Qué más quieren? ¡Si todo se hace en francés! El caso es que unos cuantos han debido integrarse en la lista del alcalde, que por eso seguramente no se llama "MR", pero tiene una lista de color azul intensito, que es el del Movimiento Reformador, para que nadie se llame a engaño.

En fin, que el domingo se vota y el lunes veremos a quién tenemos de alcalde los próximos seis años. A ver, no es que se esperen grandes sorpresas.

De hecho, no se esperan ni sorpresas pequeñas.

miércoles, 2 de octubre de 2024

Francisco

El papa ha pasado por Bélgica el pasado fin de semana. Yo, bien lo sabe Dios, entre el papa actualmente reinante y sus dos predecesores, que son los que he conocido en mi vida adulta, me quedo con sus dos predecesores, que tendrían sus cosas, no lo dudo, pero, cuando decían o escribían algo, lo hacían con suma claridad y sin que hubiera que preguntar a ningún oráculo si realmente querían decir lo que parecía que habían dicho. Con Francisco los mensajes son algo más confusos, no siendo éste un terreno que debiera prestarse a la confusión.

Pero eso es asunto mío. Conozco bastante gente que es muy partidaria del papa actual, al que considera un pastor que cuida de sus ovejas, y desde luego no seré yo quien se lo discuta. Estos partidarios del papa actual, sin embargo, no son de misa frecuente ni siquiera semanal, pero oye, al menos están bautizados, así que, como diría él mismo ¿quién soy yo para juzgar? Sí que parece claro que algunas ovejas tienen más fácil desmandarse que otras bajo este pontificado, y los que fatalmente nos hemos desmandado, esperemos que sólo de momento, tampoco recibimos un mensaje demasiado nítido sobre lo que efectivamente hemos hecho. A lo mejor estamos más dentro que fuera, o más fuera que dentro; es más difícil de discernir que en los buenos tiempos en que lo blanco era blanco, y lo negro, negro.

En cualquier caso, con estos antecedentes, mi entusiasmo para asistir a los eventos del viaje no era demasiado elevado. Bueno, en realidad, con "los eventos del viaje" me refiero únicamente a la misa masiva del estadio de Heysel, que hoy se llama del Rey Balduino, porque la celebración en la Universidad Católica de Lovaina no estaba entre mis posibilidades, y mucho menos las reuniones con jesuitas que ha estado manteniendo y que, por lo visto, mantiene allá donde va.

Tuve ocasión de ir, lo reconozco, y no la aproveché, aduciendo que prefería dejar la entrada a alguien que quizá la necesitara más. En Bruselas, Heysel está lo más lejos que se puede estar de Uccle y, aunque la misa empezaba a las diez de la mañana, había que estar allí a las ocho y media. La misa acabaría a las doce y se nos hizo saber que contáramos con dos horas para salir del estadio. Creo que, si hubiera sido para ver a Juan Pablo II o a Benedicto XVI, hubiera ido, pero no estaba muy seguro de recibir un mensaje suficientemente relevante y, de todas formas, a las dos tenía que estar en algún lugar de Overijse actuando con mi equipo. Como el campo se llenó, todo apunta a que hice bien, porque mi plaza la ocupó alguien más devoto que yo y esa gente merece respeto. Cuarenta mil personas, que se dice pronto, pasaron la mañana enterita en Heysel asistiendo a una misa de campo, más que de campaña.

El problema consistió en otra cosa. Vale, yo me había excusado de ir a la misa del papa, pero eso no quería decir que fuera a ignorar el mandato dominical. El sábado no pude ir porque estuve de excursión (eso es otra entrada, por cierto), el domingo por la mañana, sorpresa, todas las misas de Bruselas (y de varios lugares de fuera) fueron canceladas y, como mucho, reemplazadas por la retransmisión de la misa del papa en una pantalla, con distribución de la comunión, sí, pero no tengo claro que eso sea realmente una misa.

Quedaba el domingo por la tarde. El domingo por la tarde no es sencillo encontrar una misa en Bruselas, pero uno siempre puede confiar en la misa de las ocho de la tarde en la Viale Europe, que recoge a todos los fieles rezagados y despistados del fin de semana y que, como cualquiera supondrá, es frecuentada por un número razonable de españoles ¿Que siempre puede confiar uno, he dicho? Pues no. Es verdad que no había mucha gente por allí, pero había gente esperando que comenzara la misa, hasta que un acólito dijo que no la habría y se ofreció, al menos, a organizar una exposición del Santísimo y adoración allí mismo, cosa que hizo.

Vamos, yo entiendo que hacen falta muchos sacerdotes para atender a los cuarenta mil de Heysel, y que esos mismos sacerdotes también querrían asistir a la visita de Francisco acompañando a los feligreses de sus parroquias que se hicieron con entradas, pero, claro, si el precio a pagar es que en un domingo sólo se organice una misa de verdad, la del papa, en toda la ciudad de Bruselas, me parece un poco excesivo.

Total, que precisamente cuando el papa viene a Bruselas, yo me he quedado sin ir a misa.

En cuanto a la visita en sí misma, no me he enterado demasiado. Si uno lee la prensa belga, parece que sólo se habló de los abusos a menores y de la ordenación de mujeres. Bueno, y del cambio climático. Con estos asuntos de conversación, no parece probable que se aborde la situación calamitosa de la iglesia católica en Bélgica, ese cascarón que sobrevive a duras penas en reductos muy puntuales, mientras los que la han llevado hasta donde está ahora siguen haciendo las mismas cosas que han hecho siempre y cuyo resultado está siendo la desaparición de la fe en este país en el que vivo.

Pero eso ya ha sido tratado en muchas otras ocasiones y no es cuestión de repetirlo una y otra vez, y menos hoy, que se hace tarde.

sábado, 21 de septiembre de 2024

Más elecciones

En este año multielectoral, en Bélgica no sólo ha habido elecciones europeas y regionales, sino que dentro de unos días, el 13 de octubre, habrá elecciones municipales. Ya nos dedicamos a ellas la última vez, cuando apareció una entrada sobre el candidato aparentemente, y sólo aparentemente, llamado a terminar con el sistema de partidos, al menos a nivel municipal, pero que toda la vida estuvo en un partido que no le daba toda la cancha que él deseaba, así que se enfadó y montó el suyo.

Hasta donde yo sé, a día de hoy sigue siendo concejal opositor a su propio partido de siempre, y cuyas ideas no se diferencian gran cosa de las suyas propias, y tengo entendido que tiene la intención de presentarse de nuevo. Estos masones...

Aunque la proclamación oficial de los candidatos tendrá lugar dentro de unos días, ya hay madrugadores que se han dedicado al buzoneo; los lugares indicados para pegar los pósteres electorales ya lucen con la efigie de los candidatos a próceres dedicados a sus municipios. Todo huele a elecciones, incluso las medidas electoralistas del Parlamento bruselense, que ojalá las tomen pronto, porras, por la cuenta que me trae. Pero a las medidas electoralistas es mejor que dediquemos otra entrada.

En esta nos dedicamos a los primeros que han dejado su pasquín en mi buzón, que resultan ser nada menos que "Les engagé·e·s", o sea, "Los, -as comprometidos, -as", y que, como sabemos, no son sino los antiguos demócrata-cristianos, que hoy se avergüenzan visiblemente de la mitad de su ideología, y me temo que no de la primera parte, así que hace algún tiempo efectuaron un cambio de nombre, en lenguaje mercadotécnico rebranding, y la verdad es que el susodicho cambio, a despecho de los agoreros como yo mismo, les ha venido de perlas, porque han roto la acusada tendencia a la baja que venían sufriendo en las anteriores elecciones. De hecho, en la región de Bruselas han doblado el número de diputados.

El pasquín está en francés, y sólo en francés, lo cual es un signo elocuente de que no esperan obtener votos del electorado neerlandófono. Ni ellos, ni me temo que nadie. Básicamente, el electorado neerlandófono, de suponer que exista, se ha hecho bilingüe a la fuerza, ante la perspectiva de quedarse aislado.

La cabeza de lista es la señora de la foto, que atiende por el nombre de Elisabeth Degryse y que es ministra-presidente de la Federación Valonia-Bruselas, más conocida en castellano como Comunidad Francesa de Bélgica, pero de esa jerigonza también tocará escribir en otra ocasión. Uno pensaría que, si eres presidente de un ente que se ocupa de todo tipo de asuntos culturales, lingüísticos y deportivos, no te queda tiempo para ser concejal de Uccle, o de donde sea, pero esto es Bélgica, señores. Aquí vale casi todo y, en este caso, lo que vale es que si esta señora saca votos, la metemos de cabeza de lista de lo que sea y adelante. Lo cierto es que nadie le puede negar que es de Uccle, porque aquí es donde nació, mañana hará cuarenta y cuatro años.

A nivel belgoregional, entre los "comprometidos" hay negros, blancos, guapos y feos (hay algún caso dramático de fealdad cuya foto me resisto a poner para no reventar las pantallas de nadie). En la lista de Uccle sólo con pena y trabajo consiguieron encontrar una negra, y tampoco lo es mucho; además, parece haber un moro, a juzgar por el nombre, porque por la foto no se averigua. El resto son todos blanquitos, razonablemente bien parecidos y con aspecto de gente de bien o de ciudadano estándar. Claro, eso refleja la relativamente escasa variedad racial de este municipio.

Yo no sé si van a sacar más o menos de lo que tenían, que no era mucho, pero me da la impresión de que este grupo buenista-francisquista-vergonzante, por alguna razón, está en alza. No tienen programa, porque las propuestas que hacen son la cosa más sosa y llena de lugares comunes que he visto en ningún sitio, pero me temo que eso ya da lo mismo en los tiempos que corren, y que lo que cuenta es quedar bien en las fotos y sonreír con mejor o peor fortuna. Lo de Milei es una excepción que en Bélgica está lejísimos de darse.

Pero al programa de los "comprometidos" y a otros aspectos de su candidatura y sus andanzas tocará verlo en otro momento, porque hoy se hace tarde.

domingo, 15 de septiembre de 2024

Reconectando

Después de un mes largo de no escribir una línea, me siento delante del ordenador con la sensación de que, después de todo, quizá escribir no me guste tanto como pensaba. Vaya por delante que sí, que he estado de vacaciones en España y no me he estado ocupándome de temas laborales ni académicos lo más mínimo; han sido unas vacaciones de verdad, y además han sido estupendas: lo único indudablemente malo es que ya han terminado.

Y he debido desconectar enormemente. Ayer tuve que coger el coche para ir a un lugar en el que he estado decenas, si no centenas de veces, y me pasé el camino hasta en dos ocasiones, como si hubiera puesto el piloto automático, no para ir a la place Jourdan, que era más o menos mi destino, sino al aeropuerto de Zaventem, que (desgraciadamente) no lo era.

Es verdad que la reconexión con la realidad ha sido bastante brutal. Eso de pasar de noches con una mínima de 24 grados, que es lo que se puede encontrar uno en Valencia, a noches con una mínima de seis grados, como anoche o anteanoche, es uno de los tragos más duros que existen. Se lo he comentado a algún amigo o familiar por Valencia, de manera absolutamente despreciable y con la evidente intención de hacerme el mártir, sólo para encontrarme con una inesperada reacción envidiosa por parte de mi contertulio, en forma de "¡Ya quisiera yo estar a seis grados por la noche, bajo la manta, en lugar de no poder dormir con este calor!" Perdónalos, Señor, porque no saben lo que dicen.

La reconexión está siendo lenta, para qué negarlo. Y, si bien mi intención era continuar con la última entrada y seguir hablando sobre la singladura de Carles Puigdemont en este país en el que sigue residiendo, creo que será mejor dejar eso para una próxima ocasión, porque, al fin y a la postre, el susodicho parece tener la intención de seguir viviendo en Waterloo algún tiempo más, y así será si nada lo remedia, por lo que tiene toda la pinta de que no se le va a hacer tarde.

A mí, en cambio, sí, de modo que hasta aquí ha llegado esta entrada, mientras hacemos una pausa hasta la siguiente.

martes, 13 de agosto de 2024

Exiliándose

Mientras España entera está bastante achicharrada en estos momentos, no sólo por el calor que hace, sino por el bochorno de que Carles Puigdemont se haya paseado impunemente por Barcelona sin que nadie le molestara, habiendo un ejército de policías a pocos metros de donde estaba, en Bruselas y Bélgica en general el tiempo es muy agradable, con temperaturas de poco más de veinte grados, noches fresquitas y dando cobijo al propio Carles Puigdemont cuando no está por Barcelona burlándose de quienes se supone que tienen que meterlo en chirona.

Un día escribí que iba a tocar escribir sobre eso, y parece que ya va llegando ese día. Efectivamente, Carles Puigdemont se alojaba, y parece que se sigue alojando, en la pomposamente llamada "Casa de la República Catalana" en Waterloo, que está a menos de quince kilómetros de la que sigue siendo mi residencia en Uccle, pero ya se encuentra fuera de la región de Bruselas. Waterloo, a pesar de ese nombre tan flamenco que tiene, no está en Flandes, sino que es, saliendo desde Bruselas, el pueblo más septentrional de la región de Valonia. Uno sale de Uccle hacia el sur, abandona la región de Bruselas, pasa por el municipio flamenco, pero más bien francófono, de San Ginés - Rode, y a los dos o tres kilómetros ya ha abandonado Flandes y se encuentra en Valonia. Alguna vez he llegado a hacerlo corriendo, pero ahí hay que estar dispuesto a pasarse de la media maratón.

Un buen día de abril de 2020, recién comenzada la pandemia, y comoquiera que el confinamiento en Bélgica fue muy relajado y las autoridades, más que a quedarnos en casa, nos animaban a salir al exterior, aunque sin contactar estrechamente con quien no viviera en nuestro hogar, tomé la bicicleta y, como tanto me daba ir a un sitio que a otro, me dije ¿y por qué no voy a Waterloo, a ver la famosa casa de la república catalana, que dicen que es un palacio que no hay otro como él en toda Bélgica? Efectivamente, la prensa, supongo que neofascista, por lo menos, encomiaba como no está escrito la susodicha casa, alquilada, según parece, por no menos de cuatro mil euros mensuales, que a quien está en España le debía parecer un fortunón, aunque no sé si daría para alquilar un palacio de las características tan elogiadas que se decían y repetían en la prensa.

Waterloo, como he escrito arriba, no está muy lejos de mi casa. Se trata de un municipio bastante grande, típicamente residencial, al que se desplazan muchos belgas que buscan algo de paz y desdeñan el alboroto y el bullicio de la capital. Tomé la carretera que no en vano se llama "de Waterloo", la cual comienza en los alrededores de la Estación de Midi y termina, lógicamente, en el comienzo del municipio de Waterloo, en el cual pasa a denominarse "chaussée de Bruxelles", no menos lógicamente.

La dirección de la residencia de Carles Puigdemont no es difícil de encontrar en cualquier publicación fácilmente accesible por Internet, así que, tras muchas vueltas y revueltas por la parte más residencial de Waterloo, llegué a los alrededores de la casa y allí hice la foto que se muestra en esta entrada.

A decir verdad, como palacio, el edificio deja bastante que desear, pero es cierto que es un casoplón, eso sí, que no destaca especialmente entre los muchos casoplones que se alzan por aquellos andurriales. Los cuatro mil euros mensuales que cuesta su alquiler pueden salir de muchos sitios, y digo que saldrán un poco de todos ellos, entre los ahorros personales que pueda tener su inquilino, su sueldo que tuvo mientras fue eurodiputado (sólo con las dietas por asistencia a reuniones ya se puede pagar una parte no desdeñable de ese alquiler), el que tiene ahora como parlamentario autonómico en régimen de exilio, teletrabajo, o como lo queramos llamar, así como las contribuciones de su partido político o de sus partidarios, o quién sabe si alguna ayuda de la Alianza Neoflamenca, el partido independentista flamenco que le dio apoyo logístico al principio de su andadura por estas tierras. Y, como la casa es grande, quizá dé para alojar al resto de exiliados en Bélgica, como su colega (o compinche, según a quien se pregunte) Toni Comín, que es actualmente, y tras las últimas elecciones, el único eurodiputado que le queda a su partido político. Y digo yo que, si se aloja allí, también le tocará contribuir al sostenimiento de la sede de la república catalana en Bélgica.

En todo caso, llama la atención este prurito "legitimista" de estos exiliados republicanos. Creo que les viene de familia. Vamos, estoy seguro de que sus antepasados renegarían de ellos si supieran a qué se iban a dedicar sus descendientes, y que se volverían a sus respectivas tumbas después de echarles una bronca bien dada, pero para discutir de eso mejor será dedicarle una nueva entrada, que hoy se hace tarde.

miércoles, 7 de agosto de 2024

Lux aeterna luceat ei, Domine

Tras una larga enfermedad, que le tuvo tres meses entre hospitales y algodones, y un período final de cuidados paliativos, la semana pasada falleció el sacerdote español de la pastoral hispanófona de Bruselas. Ha sido una gran pérdida para todos los que estábamos próximos a él, tanto para nosotros, los feligreses, como para sus compañeros jesuitas. Durante los últimos dieciséis años ha estado en Bruselas, y su estado de salud no hizo posible que pudiera regresar a España, que es donde hubiera querido fallecer. Realmente, ha muerto con las botas puestas, ya que dijo su última misa a finales de abril y desde entonces ha estado empalmando hospitales con residencias. Ya tuvo mérito que aceptara salir de Zaragoza para ir a Bruselas cuando tenía setenta y siete años, que es más bien edad para retirarse a descansar, y no para salir de la patria de uno a una misión bastante incierta, pero que ha desempeñado ejemplarmente a lo largo de quince años más.

Durante las últimas semanas lo había estado visitando con relativa frecuencia. Estuve en el hospital, cosa que me inspiró un par de entradas (ésta y ésta de rebote), y le tuve que decir que en junio habían interrumpido las misas en español en su parroquia, porque no había ningún sacerdote hispanófono dispuesto a sustituirlo.

- Pero, ¿por qué? - me dijo - Eso tenían que habérmelo consultado. Igual me pongo bien y hubiera podido decir misa el domingo que viene.

Esto era en martes y el padre estaba conectado a un respirador, había pillado el Covid en el hospital y no podía dar un paso sin ayuda, pero está visto que la moral la tenía alta y consideraba la posibilidad de salir de allí y decir misa cinco días después. No, no era de Alcoy, pero hubiera podido serlo.

El padre Jorge (a estas alturas se puede mandar el anonimato a la porra) tenía un profundo sentido del deber y de para qué estaba allí. Cumplió los noventa años en plena pandemia y acababa de salir de un cáncer de pulmón. No es que fuera sólo de un grupo de riesgo, es que era de un grupo subrayado en purpurina para que no se expusiera al virus y que tenía preferencia para todas las vacunas. Pues él, ni corto ni perezoso, a la que el gobierno belga abrió un poco la mano y permitió las misas de hasta quince personas, reunió a los que pudo, ordenó abrir la iglesia y allí se puso a celebrar misa con ayuda, entre otros, de su fiel portero, cuya misión era impedir a toda costa que entrasen más de quince personas a la misa. Creo que ya sabemos que el portero cumplió fatal su difícil tarea y que se descontó en numerosas ocasiones, el pobre.

Durante las últimas semanas se fue apagando y los últimos días estaba mucho tiempo bajo los efectos de los sedantes y apenas podía hablar ni reaccionar, pero estuvo presente casi hasta el final. Él se quejaba de que estaba solo, pero la verdad es que pasaba gente a visitarlo todos los días y prácticamente a todas horas. En uno de los últimos días, cuando ya se veía cercano el desenlace, estaba yo al lado de su cama cuando pasaron a visitarlo dos compañeros suyos jesuitas, que tampoco eran precisamente novicios y que no creo que cumplan los ochenta y no sé si los noventa. Me saludaron y yo les cedí el sitio para que se acercaran al padre.

- Ah, está bien presente - dijo uno.

- Lo está, lo está - dijo el otro.

A todo esto, el padre Jorge alcanzaba a mirarles, pero bien poco más.

- Me muero - dijo. Lo había comprendido cuando salió del hospital y entró en cuidados paliativos en la residencia sacerdotal donde estaba pasando sus últimos días.

- Vas a prepararnos un lugar en el cielo, que dentro de poco iremos nosotros y te queremos encontrar allí - dijo el primero.

- Y seguro que también está Pagola. Bueno, Pagola igual tiene que ir primero al purgatorio - dijo el segundo, un tipo más callado pero evidentemente más socarrón.

- No, no, Pagola va al cielo - reaccionó el padre Jorge.

Los otros dos rieron. El padre Jorge no estaba para risas, pero al menos sonrió.

- Bueno, Pagola aún es joven, le queda mucho por aquí.

Ahora mismo, el padre José Antonio Pagola tiene ochenta y siete años, así que, eso de que es joven, depende de con quién se le compare. Se trataba del teólogo de cabecera del padre Jorge, que no dejaba de recomendar sus libros, cosa que puede tener sus peros, porque el padre Pagola es un teólogo bastante controvertido y hay quien dice que directamente arriano, de manera que sus obras, que se venden muy bien para la temática que desarrollan, por lo menos son sospechosas.

Los dos jesuitas se fueron al poco rato de allí para volver a su propia residencia, pero el padre y yo no nos quedamos solos mucho tiempo, ya que no tardó en llegar otro de sus feligreses habituales, y luego otro y otro más. Si esto pasaba a finales de julio, en pleno periodo de vacaciones y con buena parte de la feligresía esparcida por Europa, no sé si hacen falta más pruebas de que el padre era muy apreciado y de que se le echará mucho en falta.

El 31 de julio nos dejó finalmente. Seguro que no es casualidad que falleciera, él, jesuita durante casi toda su vida, en el día de San Ignacio de Loyola.

Requiem aeternam dona ei, Domine
et lux perpetua dona ei

lunes, 5 de agosto de 2024

El sexto sentido

Lo que voy a narrar en esta entrada no es exclusivo de Bruselas, sino que es un fenómeno probablemente universal, pero yo creo que merece la pena reseñarlo. Después de mucho estudio del ambiente viejuno al que pertenezco por derecho propio, me ha quedado clarísimo que los miembros de mi cohorte demográfica, es decir, los que son tan viejunos como yo, no soportamos a los jóvenes por un montón de razones, la principal de la cual es probablemente la envidia, pero entre las que destaca una que nos atrevemos a confesar: que se pasan el día pendientes del móvil.

Sí, amigos. Los viejunos hemos encontrado un motivo incontrovertible para afearles a los jóvenes un aspecto de su conducta y, de esta manera, tener un pretexto para quejarnos de ellos sin reconocer que lo que realmente nos molesta es que sean más ágiles, mejor parecidos (generalmente, vale), más molones y con más vida por delante. Sí, vale, pero se pasan la vida pendientes del móvil, hasta el punto de que lo miran en todo momento, incluso caminando por la calle. Puaj.

De hecho, uno lee por ahí que el hecho de que los jóvenes (y los que no lo son tanto, asumámoslo) vayan mirando el móvil por la calle es causa de un sinnúmero de tropezones y de accidentes, de modo que, a este paso, a lo mejor eso de que los jóvenes tienen más vida por delante que los viejunos hay que calcularlo de nuevo.

El otro día, caminaba yo por una calle razonablemente concurrida, entre otros, por un buen número de familias con hijos adolescentes y preadolescentes, todos ellos pegados al móvil mientras se movían, y decidí hacer un experimento para comprobar si realmente estamos a pique de que la humanidad desaparezca a base de mamporros en la crisma por estar a otra cosa mientras avanzamos a ciegas. Me puse, pues, a caminar en sentido contrario al de la marcha de dichos grupos; no lo hacía adrede, que conste, sino que era realmente el camino que llevaba. La diferencia respecto a otras ocasiones es que no me desviaba de mi camino, sino que seguía en línea recta sin separarme a derecha ni a izquierda, a ver cuánto tiempo pasaba antes de chocarme con alguno de los zombies hipnotizados por el móvil.

Pues bien, para mi sorpresa, no me choqué ni una sola vez. Yo seguía mi camino y, más o menos dos metros antes de la colisión, el adolescente que venía a mi encuentro levantaba la vista del móvil, me miraba sorprendido y se desviaba, evitando así el choque. Y no una vez, no. Todas las que hicieron falta. Salí del paseo completamente indemne, y no fue por haberlo pretendido, sino por una habilidad inexplicable, y de la que yo carezco por completo, que presentan los ejemplares de la subespecie humana homo sapiens nativus digitalis.

Sí, queridos lectores, parece que la naturaleza es sabia. Para compensar otros defectos que parecen también proceder de la dependencia del móvil (todos los adolescentes en cuestión llevaban gafas de miope, y me temo que de muy miope), el mecanismo que rige la evolución humana ha reaccionado proporcionándoles un mecanismo de defensa que les protege de descalabrarse contra cualquier obstáculo que se les presente, incluso si este obstáculo es móvil, como un caminante en sentido contrario: un radar, como el que tienen los murciélagos y otras especies animales. Parece que un sexto sentido, a añadir a la vista, oído, gusto, olfato y tacto, se ha desarrollado entre los ejemplares humanos más jóvenes y más enganchados a los móviles, en quienes la vista no da abasto ante la necesidad de estar pendiente de lo que sucede en la pantallita del móvil y, al mismo tiempo, en los alrededores que circundan a la persona en movimiento. Podríamos llamarlo, a falta de que la ciencia encuentre una denominación más adecuada, percepción de sólidos próximos, o simplemente radar, qué caray.

Si otros experimentos lo confirman, parece que la especie humana tiene futuro, porque, por más cenutrios que sean nuestros descendientes, queda la esperanza de que la naturaleza, o la evolución, les dote de facultades que compensen sus defectos, como, en este caso, la facultad de percibir un obstáculo en sentido contrario al de la marcha y la consiguiente capacidad de levantar la cabeza y desviar el trayecto antes de que sea demasiado tarde.

Eso. Tarde. Como ahora...

jueves, 1 de agosto de 2024

Problemas de ricos (II)

En cuanto termina la jornada laboral, los habitantes de Bruselas que no nos hemos ido en verano salimos escopeteados de nuestros lugares de trabajo y vamos a cualquier sitio, y no digamos si hace buen tiempo. En Bruselas, sobre todo en verano, "buen tiempo" significa "que no llueva, por favor"; podemos estar a quince grados, o a menos, pero que no llueva.

Los lugares estivales de concentración de bruselenses son diversos. Uno de los más pijos es Chatelain, un barrio de Ixelles situado al sur de la avenida Louise en el que cada dos portales hay un restaurante razonablemente popular. Recordemos que ésta es una ciudad de ricos, que, por lo tanto, popular no quiere decir lo mismo que en España, y que los precios son más altos que en el Bar Manolo, de Salvacañete, e incluso que en el restaurante japonés de Alcira (sí, ya sé que hay más de uno).

Pero a Chatelain iremos otro día, si Dios quiere. Nuestros pasos pecadores nos conducen hoy a la plaza Jourdan, y a lo mejor otro día tratamos sobre las causas por las que personajes siniestros como Jourdan o Belliard están en el callejero bruselense, que ya son ganas de lamer el trasero a los franceses, pero eso será en otra ocasión.

En esta, llegamos a la plaza Jourdan en una tarde veraniega y soleada, pero no calurosa, es decir, el mejor tiempo que se puede tener. Son las siete de la tarde, sí, pero ya hay gente cenando. De todas formas, no es demasiado complicado encontrar sitio en uno de los restaurantes de la plaza. Como hace sol, y yo prefiero que no me dé demasiado, intento insinuar que si podríamos cenar dentro.

El camarero que nos atiende se queda confuso ¿Cómo puede haber un habitante de Bruselas que no quiera sentarse en una terraza cuando hay sitio y hace un sol la mar de agradable?

- Se puede, pero igual hace demasiado calor dentro.

- Bueno - respondo con resignación y porque me temo que aquello puede ser la versión bruselense de un Krematorium-, pues nos sentaremos fuera.

Allí no hay sombrilla ni se la espera, así que a mí me da el sol en el cogote y a mi compañera en los ojos, pero en Bruselas es raro que no haya alguna nube en el cielo, así que el sol desaparece a ratos, lo que, la verdad, convierte la experiencia en algo más soportable.

La plaza Jourdan es conocida por ser el lugar donde se encuentra "Maison Antoine", lugar por el que pasamos fugazmente hace no mucho, y que hoy vamos a visitar con un poco más de esmero. Maison Antoine pasa por ser la mejor friterie del mundo, cosa que podría ser, y yo así lo creo mientras no se demuestre lo contrario. Se cuenta que Angela Merkel se alojaba por aquí cerca cuando tenía que venir a Bruselas, lo cual sucedía fatalmente con cierta frecuencia durante el largo período en que fue Bundeskanzlerin, y que pasó en más de una ocasión por Maison Antoine a zamparse una ración de frites.

No se lo reprocho. Están buenas de verdad, incluso solamente con sal, y no digamos si le añadimos alguna salsa. Lo que es improbable es que Frau Merkel tuviera que hacer la cola que normalmente hay para adquirirlas, pero bueno, los dependientes se dan maña para atender al personal lo más rápidamente posible; así y todo, por experiencia, si tenéis que hacer la cola es mejor que estéis acompañados por alguien para poder conversar y que el rato pase de manera lo más entretenida posible. Que sí, que son problemas de ricos, aunque las patatas fritas son un alimento bastante modesto, pero no dejan de ser problemas.

Pero nosotros esta vez no estamos ahí, sino en un restaurante próximo. Por cierto que ninguno de los restaurantes de la plaza sirve patatas fritas, al menos que yo sepa. Está admitido por todos ellos que quien quiera patatas fritas puede adquirirlas en Maison Antoine y comérselas en su restaurante, donde habrá pedido el resto de la comida o de la bebida. Es una curiosa actitud simbiótica. Por una parte, Maison Antoine es, en el fondo, un gran quiosco sin espacio para que sus clientes se sienten, así que le viene de perlas que los más pudientes de entre ellos puedan usar el espacio de los restaurantes de la plaza, mientras que los restaurantes de la plaza, por su parte, se benefician bastante del reclamo que supone estar situados en la inmediata vecindad del mejor puesto de patatas fritas del mundo. Para ellos, naturalmente, no hay ninguna duda de que lo es.

En el restaurante donde estamos sentados, tenemos a nuestro lado a unos jóvenes alemanes con aspecto de turistas de nivel alto, hablando de cotilleos y ajenos al hecho de que entiendo el alemán perfectamente; detrás de nosotros, hay dos españoles que sólo puede ser gente ya local, probablemente funcionarios europeos, que llevan muchísimo tiempo viviendo en la ciudad, porque a santo de qué ibas a poner a un español a cenar a las siete. Bueno, ¡si yo mismo estaba cenando a las siete! Un poco más allá, hay un grupo de italianos, cosa normal, ya que el restaurante es ital... estooo, sardo, el restaurante es sardo. Y hay también, de verdad, una mesa ocupada por comensales que hablan entre sí en francés y que probablemente sean belgas autóctonos.

Si uno pone la oreja en las conversaciones que se producen en la plaza Jourdan, y posiblemente en cualquier otro lugar semejante de Bruselas, se dará cuenta de que a nadie le va realmente bien. Hay quien está envidioso porque han ascendido a otro que lo merecía menos; hay quien ha sido ascendido, pero demasiado tarde para su gusto; Fulanito tiene problemas con su cónyuge; Menganito no tiene cónyuge, y ése es el problema, porque le está dando esa angustia que deben tener quienes han llegado a la cincuentena y cuya única compañía son los gatos, como pasa con las charos que apoyan a la Kamala ésa.

Ninguno de los presentes por allí pasa hambre física, todos tienen un techo que los cobijará esa noche y no tienen realmente límites presupuestarios para comprar ropa, pero todos tenemos problemas. Problemas de ricos.

Más vale que nos dure esta situación, porque la alternativa, aunque no nos lo creamos, es peor.

sábado, 27 de julio de 2024

Problemas de ricos

En julio, Bruselas está muy cambiada respecto a su aspecto del resto del año. Si los turistas ya la invaden de manera habitual, en julio su número aumenta considerablemente, de modo que es muy habitual encontrarse a grupitos de personas más o menos despistadas desplazándose sin saber muy bien hacia adónde. A veces son claramente mochileros apenas salidos de la adolescencia, con aspecto despreocupado y sin ninguna prisa por llegar a alguna parte; otras veces, son grupos de orientales con un guía y un horario férreos; finalmente, nos encontramos con algún grupo familiar, guiado por un padre que mira de reojo a derecha e izquierda mientras trata de asesorarse sobre el camino a seguir a través del GPS de su teléfono móvil, sin que la madre de la familia y los uno, dos o tres hijos que lo siguen con pinta fatigada se preocupen lo más mínimo sobre el camino a seguir.

Pero estos grupos se concentran en el centro de la ciudad y fuera de él sólo en lugares emblemáticos, como el Atomium o la basílica de Koekelberg. Por el llamado barrio europeo, donde está mi puesto de trabajo, se aventuran poco y no les culpo por ello, porque el barrio europeo, que se llama así como si el resto de la ciudad estuviera en otro continente, es un amasijo de edificios de gran tamaño y de estética dudosa, que alojan a la mayoría de las instituciones de la Unión Europea y a todo lo que arrastran consigo en forma de representaciones permanentes, grupos de presión, asociaciones de la más diversa índole, restaurantes de todo tipo de cocina y, en suma, el guirigay que acompaña a quienes disponen de un generoso presupuesto para ejecutar en distintos proyectos. Y, no lo olvidemos, a quienes tienen un salario que les permite llegar a fin de mes holgadamente, incluso cenando en esos restaurantes que acuden prestos al reclamo de una cartera repleta.

Fuera de los lugares más rabiosamente turísticos, Bruselas pierde en verano buena parte de su población. A veces, me cruzo con algún compañero o, más frecuentemente, compañera, que me miran con sorpresa, como si no esperaran verme por allí, y me espetan:

- ¡Oh! ¡Aún queda alguien que no se ha ido de vacaciones!

¡Como si ellos mismos no fuesen la prueba de lo que dicen! Eso sí, esa sorpresa que muestran no es sino consecuencia del incontestable hecho de que, quien más quien menos, en cuanto pasa el Día Nacional de Bélgica, es decir, el 21 de julio, o se va de vacaciones o no va a tardar en hacerlo y se dedica a calentar el asiento lo justito hasta que llegue el momento de partir.

Esa huida generalizada de la capital administrativa europea, unida a un tiempo atmosférico razonablemente bueno, ni muy caluroso ni muy frío, convierte a Bruselas, por una vez, en un lugar agradable. Las cuadrillas habituales han ido perdiendo efectivos a medida que sus componentes se han ido marchando, de manera que se van parcheando otras entre quienes permanecen en la ciudad, como quien se hace un traje a base de retales.

En estos pensamientos, salía yo de mi lugar de trabajo en una tarde agradable y soleada, camino de una cita con una compañera de trabajo a la que hacía tiempo que no veía y con quien había quedado para una cena tempranera, muy a la europea, y luego cada mochuelo a su olivo. Con tan poca gente en las calles del barrio europeo, los enormes edificios parecían aún mayores.

Llegué a mi cita bastante antes de lo convenido, encadené mi bicicleta y me puse a esperar un rato. Y eso no es frecuente, porque, desde que existen los móviles inteligentes, la gente ha dejado de esperar. Lo que hace la gente es mirar cualquier cosa en su móvil mientras llega el resto del personal, y eso no es esperar; de hecho, más de uno (y más de una) queda bastante contrariado cuando su cita llega y le interrumpe el trasteo que llevaba con su móvil, dejando a medias lo que estaba haciendo. Yo soy el primero que lo hago, pero en esa ocasión me dio pereza sacarlo de la riñonera, metida a su vez en las alforjas de la bicicleta, así que me puse a esperar. A esperar genuinamente.

Se dice que los hombres tenemos la capacidad de no pensar en nada y que las mujeres carecen de ella y por eso no nos creen cuando nos preguntan en qué estábamos pensando y les respondemos que no estábamos pensando en nada. Efectivamente, tenemos esa capacidad, pero, y hablo por mí, la usamos en ocasiones menos frecuentes de lo que pudiera parecer; creo que es más frecuente que estemos pensando en cualquier tontería y nos dé apuro confesarlo. El caso es que, en la espera, dejé volar mis pensamientos rodeado de edificios que conocía bien y que eran mi entorno habitual desde que llegué a Bruselas.

En diciembre hará doce años de esto. Doce años de desencasillamiento de Rusia, si se quiere. A veces me pregunto qué pensaría el Alfor del pasado si viese a dónde había llegado el Alfor del presente. El Alfor de quince años, que nunca se tuvo en gran cosa, estaría indudablemente satisfecho; el de veinticinco años estaría dando palmas; el de treinta y cinco años estaría algo confuso, pero probablemente conforme. De lo que no estoy muy seguro es de lo que pensaría el Alfor que acababa de aterrizar en Bruselas y que, eso con total seguridad, no se esperaría lo más mínimo qué iba a sucederle en los casi doce años siguientes. Supongo que de algunas cosas estaría satisfecho (y de algunas extremadamente satisfecho), mientras que otras le parecerían completamente increíbles y hubiera preferido que no sucedieran. Tampoco me quedó claro si globalmente estaría conforme con el resultado y si, tomándolo todo junto, hubiera resuelto, como resolvió, salir de Moscú, de haber sabido lo que iba a sucederle en Bruselas. Claro que está por verse qué hubiera sucedido de haber continuado en Moscú: seguramente lo mismo o, a la luz de cómo está la cosa entre Rusia y el resto de Europa ahora mismo, algo bastante peor.

En estas reflexiones estaba, cuando salió mi compañera del edificio y nos fuimos a buscar un restaurante cuya cocina ya funcionase para cenas a las seis y media de la tarde. En España, y más en verano, a las seis y media de la tarde se puede aspirar como mucho a una horchata o un granizado de limón en cualquier heladería; si dices que quieres cenar, te van a mirar rarísimo, pero en Bruselas hay restaurantes que ya están abiertos para cenar, palabra de honor.

En aquella ocasión no se hacía tarde, ya lo creo que no, pero ahora sí, así que será cosa de proseguir las disquisiciones, y esta entrada, a su debido tiempo, que no es éste.

jueves, 25 de julio de 2024

Elecciones y ecologías

En todos los países de la Unión Europea ha habido elecciones al Parlamento Europeo, pero en Bélgica, además, hubo elecciones regionales de distinta índole. En España diríamos autonómicas, más o menos. Aquí, como ya ha quedado dicho alguna vez, las autonomías se llaman regiones y son tres: Flandes, Valonia y Bruselas. En Flandes se habla flamenco, en Valonia se habla francés, y en Bruselas se hablan muchos idiomas, porque es un guirigay del quince, pero oficiales, lo que son idiomas oficiales, no hay más que dos, que son el flamenco y el francés. Lo de la oficialidad del alemán en una parte de Valonia, si eso, lo dejamos para otro día, a ver si me paso por aquella parte del país este verano a hacer turismo.

El caso es que, en materia interna, en Bélgica se eligió a los miembros del Parlamento valón, del Parlamento flamenco, del Parlamento de la región de Bruselas (que es donde vivo yo, parece que por algún tiempo más) y, bonus, el Parlamento de la Comunidad germanófona, que tiene partidos bastante raritos. Al Parlamento de Bruselas se presentaron la tira de candidaturas, y he aquí que la suerte ha querido que la lista número 1 fuera la de Vlaams Belang. La estuve leyendo, pensando en encontrar todo tipo de apellidos más flamencos que Camarón, y es cierto que la mayoría lo eran, pero el número 4 de la lista era una tal Ekaterina Begunova que me ha dejado algo descolocado. No estoy muy seguro de que alguien que se llama así esté por la tarea de expulsar inmigrantes. Por lo demás, hubo un total de treinta candidaturas, la trigésima de las cuales se llamaba "Viva Palestina!", así, en español, y estaba formada por cinco personas que atendían por Dyab, Yasmine, Nasser, Hakema e Ismaiyl. Supongo que éstos últimos pudieron contar con algunos de los votos de los que se manifiestan poco menos que a diario delante de la embajada de Israel y contribuyen a empeorar todavía más, que ya es decir, el tráfico de la zona.

El resultado de las elecciones regionales dio lugar a un parlamento confuso, como todos los parlamentos en este bendito país trufado de partiditos especializados en una zona lingüística, pero parece que los ecologistas salen del gobierno, cosa que sabremos con certeza dentro de un par de meses, cuando se vuelvan a reunir. Hay que reconocer que los ecologistas han puesto en marcha algunos carriles bici dignos de tal nombre, lo cual era algo que hacía una falta enorme en Bruselas, y los ciclistas lo agradecemos; también es verdad que la pesadilla de los patinetes eléctricos abandonados por cualquier lugar debe considerarse responsabilidad suya. Sólo este año parece que se ha impuesto la cordura y los patinetes de alquiler, que son casi todos, deben ser depositados en lugares concretos, no tirados sobre la acera. Los peatones se lo agradecemos.

Otra medida de los ecologistas ha sido la regulación de la zona de bajas emisiones, cosa que no sé si los conductores agradecemos, pero creo que no. La zona de bajas emisiones es la región de Bruselas enterita y, en ella, los vehículos considerados contaminantes lo tienen crudo. Ya hay un grupo de vehículos que, desde hace dos años, están prohibidos en su interior bajo fuertes multas y el siguiente grupo, los diésel Euro 5, debía ser prohibido a partir del 1 de enero de 2025. Debo hacer notar que en este punto no soy objetivo. En realidad, como todo lector de esta bitácora conoce, no soy objetivo en casi ningún punto, pero en éste todavía menos, porque soy propietario de un vehículo que, si la normativa actual no sufre variaciones, tiene los días contados en Bruselas, con lo que ya estoy pensado qué hacer con él y si comprarme otro que lo sustituya.

Mis planes, de momento, están suspendidos a la espera de saber si el nuevo gobierno, que se constituirá en algún momento y, según todos los indicios, lo hará sin ministros ecologistas, va a conceder una moratoria a los vehículos Euro 5 o no. Se rumorea que sí que lo hará, habida cuenta de que la cosa, si sigue en sus términos actuales, puede acabar en tumultos. Hay numerosos vehículos de ese tipo circulando y no todos sus dueños están en condiciones de pagarse otro coche así como así, de modo que una moratoria de ese tipo sería considerada una medida social, muy popular, sobre todo entre quienes dependen del coche para desplazarse y no tienen posibles para reemplazarlo. Vale, no estoy en ninguno de los dos casos en este momento, pero me pregunto si la prohibición de esos coches es una decisión tan ecológica como se nos quiere hacer creer.

Tengo para mí que ni mucho menos. Los coches que se prohíban en Bruselas no van a desaparecer por arte de birlibirloque, sino que van a seguir circulando en otros sitios, mientras que muchos de sus propietarios se van a ver obligados a hacerse con vehículos que sí que cumplen la normativa, pero que habrán de ser fabricados y, por tanto, van a contaminar por este mero hecho. Los únicos realmente beneficiados por estas decisiones no son los ciudadanos, ni menos aún el planeta, sino los fabricantes de coches, que van a tener más clientes y más ventas ¡Que no hayan sido ellos quienes estén detrás de estos tejemanejes!

Entretanto, me toca deshojar la margarita. El coche, cariñosamente conocido como "topomóvil" o "кротомобиль", por su color característico, se usa de uvas a peras, pero uno le coge cariño a estas cosas y no es cosa de desprenderse de algo que funciona perfectamente, así que tiene todos los números para pasar a prestar servicio a su dueño en España, en algún lugar, que ojalá exista, en donde los ecolotalibanes no se hayan salido con la suya y que quizá esté en la Valencia profunda, quien sabe. La duda es cuándo marchar del país, porque en verano es quizá muy pronto, no se sabe cómo va a reaccionar el todavía no existente nuevo gobierno y, si me espero mucho al año nuevo, quizá entonces, como tantas otras veces, se haga tarde.