La palma se la lleva la fricadelle, que en versión flamenca es frikandel. A simple vista, una salchicha como las demás, pero ésta se considera típica de esta zona del mundo que atiende históricamente por Países Bajos.
Comenzaré por lo obvio: está buena. Y es barata. Para lograr lo primero se esmeran en meter todo tipo de saborizantes y mucha sal en la composición. Para lograr lo segundo utilizan la peor carne que pueden encontrar y la mezclan con miga de pan y desperdicios varios en una especie de "bañera belga" (así la he oído llamar), de donde sale embutida como se ve en la foto y se envía a la distribución, de donde se nutren las friteries de toda Bruselas. Últimamente estoy yendo con cierta frecuencia a Maison Antoine, la friterie con más solera del mundo mundial, y por consiguiente también estoy recurriendo con idéntica frecuencia (no más de una vez a la semana, por Dios) a la comida rápida belga, que se parece demasiado a la de la foto que ilustra esta entrada.
En fin, que los fritos (y lo frito) son el pan nuestro de cada día en esta ciudad y que, si uno se lo trasiega sin hacerse muchas preguntas, llegará un momento en que la enfermedad cardiovascular se manifestará. A los belgas ya les pasa.
Total, que, para compensar los últimos desmanes, me voy a ir al bosque a correr y a despejar las arterias un poco, porque, si no, luego, todo son prisas. Como comienza a anochecer pronto, más vale que salga ya, que se me está haciendo tarde.
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