domingo, 7 de marzo de 2021

Aglomeraciones

La peña está bastante hartita de pasarse el día en casa, sin un bar al que acudir a socializar, así que, a la que hemos tenido un par de días de buen tiempo, el desmadre ha sido de los que no se habían visto en meses.

Primero sucedió el domingo pasado. Diecisiete grados y sol. Pre-verano. Vamos, que hay días de verano bastante peores en Bruselas. Yo decidí salir a correr por el bosque, y a la vuelta mi recorrido de larga distancia me hace pasar por el pulmón de Bruselas, el Bois de la Cambre. Fue salir del bosque de Soignes, cruzar la carretera de La Hulpe, y toparme con una multitud enorme, que nadie podía contar, como si fuera el Apocalipsis. Las praderillas del bois estaban petadas de grupitos de jóvenes charlando animadamente y con la música a tope; no sé si era el Apocalipsis o más bien Woodstock. A veces, se veía a alguno con máscarilla.

Mi trote, hasta aquel entonces en línea recta, pasó a ser una especie de eslalom, tratando de esquivar los grupitos, paseantes, y todo tipo de gente que se agolpaba por todos los rincones del Bois. En mi recorrido, creo que escuché una enorme variedad de lenguas (excepto neerlandés, claro, eso nunca), en una especie de Babel que, en lugar de una torre, se hubiera conformado con no construir nada, sino con retozar tranquilamente aprovechando el buen tiempo.

Aparcada en medio del camino, con un par de eso que sabemos, y además con un par de agentes en su interior, una furgoneta de la policía asistía al festival con cierta indiferencia. Al pasar a su lado, a duras penas, porque la furgoneta impedía el paso bastante bien, me asomé a su interior, por curiosidad de ver si a los policías que la habitaban, además de impedir el paso, se les veía con ganas de impedir algo más. Y no, no se les veía con gana de absolutamente nada. Me miraron y me devolvieron la mirada como lo hubiera hecho un pez.

El miércoles pasado volvió a hacer diecisiete grados y tiempo de camiseta y pantalón corto. Esta vez, y no me preguntéis cómo lo hicieron, se montó, ojo, una manifestación contra las medidas anti-COVID, por supuesto en el propio Bois de la Cambre y, por supuesto también, con animación musical y, al decir de Ame, que, ejem, pasaba por allí por casualidad, animación etílica superior a la recomendable en algunos casos. Debió ver doblado a más de uno, o más bien a más de una, a la que algo que habían tomado les había sentado mal. El miércoles por las tardes no hay clases en los centros educativos, así que, ¿qué mejor momento para manifestarse? De todas formas, prohibir una manifestación es cargarse la libertad de expresión y está muy feo. Así que la policía asistió a la misma como un participante más, sin disolver nada de nada, y sin poder amonestar a nadie que no llevara mascarilla, porque está permitido no llevarla puesta mientras algo entra en la boca. Bueno, o sale de ella. Este último caso no está previsto en la legislación, pero entendemos que es algo de sentido común.

Afortunadamente, y nunca pensé que diría esto, el tiempo ha empeorado bastante. El viernes salí a correr de nuevo, pero nos habíamos quedado en tres grados, muy lejos de los diecisiete de poco antes. La peña no convocó ninguna manifestación, ni auténtica, ni de mentirijillas. Por la tarde, el comité competente vio las cifras de contagios, que están desde noviembre en unos valores constantes de entre doscientos y trescientos casos por cien mil habitantes, como media de los últimos catorce días, y decidieron no aflojar ninguna de las medidas en vigor. Total, para que no hagan caso. Y sí, Bélgica ha vuelto a adelantar a España como país contagiador, cosa que no es de extrañar. Cuando hablo con mis amigos en España, se lamentan mucho de lo indisciplinada que, según ellos, es la población española; y no me creen cuando les digo que los belgas son peores. Si estuviera permitido, y si hubiera vuelos, me gustaría que vinieran y que lo vieran.

El sábado por la mañana el Bois apareció cerrado. Para que luego digan que no se pueden poner puertas al campo. Al campo no sé, pero al bosque...

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