Ya va siendo hora de volver a la sala del ayuntamiento de Bruselas, donde, hace unas cuantas entradas, nos habíamos dejado a un chiflado por la historia, que el lector habrá adivinado que es el autor de estas líneas, escudriñando los detalles de la sala en la que se encontraba, e ignorando la presencia de la Asociación de Amigos del Manneken Pis y de la Hermandad del Rocío de Bruselas. Cada uno a lo suyo.
Pues señor, la sala refleja la identidad de quienes han mandado en Bruselas desde que se tiene conciencia de la fundación del condado de Bruselas hasta que se les terminó la pared, con Alberto I, que reinó a principios del siglo XX. No sé si han continuado la lista hasta el día de hoy en algún otro lugar, pero, si ha sido así, yo no he sido capaz de descubrir dónde...
En un rincón se advierte el nombre del primer pollo que mandó en Bruselas. Se trata de Lamberto el Barbudo, probablemente enemigo de las navajas y otros instrumentos de afeitar, que gobernó Bruselas de 994 a 1015. Era un individuo bastante belicoso, y más le valía, porque no eran tiempos como para andarse con chiquitas. Su padre era el conde de Henao, Reginar III, pero no debió pasar mucho tiempo tranquilo, enzarzado en las disputas entre los carolingios menores y los pujantes Otones de Alemania. En el año 994 pegó el braguetazo de casarse con Gerberga, hija de Carlos, duque de la Lorena Inferior, y nieta de un rey de Francia, Luis IV de Ultramar, no muy poderoso (no eran buenos tiempos para la monarquía), pero rey al fin y a la postre. Gerberga trajó a Lamberto la villa de Bruselas como dote. Su padre Carlos era un pez muy gordo, que había disputado el trono de Francia muy seriamente a Hugo Capeto cuando la dinastía carolingia perdió el poder. De hecho, hay indicios que le indican como fundador de Bruselas, y algún exagerado piensa que, si aquella guerra entre nuestro Carlos y Hugo Capeto la hubiera ganado Carlos, la capital de Francia no sería hoy París, sino Bruselas. Lo que nos faltaba...
Pero esa es otra historia, que deberá ser contada en otro momento.
En todo caso, no creo que Bruselas fuera gran cosa por aquel entonces. Quizá incluso Salvacañete fuera mayor. Lo que hoy es Bélgica (y los Países Bajos en general) formaba parte del "Imperio del Centro", un grupo de territorios situados entre Francia y Alemania (se ve que la vocación de estado tapón viene de lejos), que se formó tras el tratado de Verdún, en 843, y que se adjudicó al hijo mayor de Ludovico Pío, Lotario I, de quien lo heredó su hijo, Lotario II. Lotario II ya no tuvo el título de emperador, que pasó a su hermano, rey de Italia, y su territorio terminó por llamarse Lotaringia, lógicamente. En francés es Lorraine, por lo que en español también se usa "Lorena". Como pasaría después constantemente, Francia y Alemania se pasaron el siglo X invadiendo sucesivamente Lotaringia. En la época que nos ocupa, quienes llevaban la voz cantante eran los alemanes, liderados sucesivamente por los Otones, I, II y III.
En el lío que se montó cuando los Capetos subieron al trono francés, Lamberto el Barbudo se quedó con Lovaina, que le dio el emperador Otón II, harto de las trifulcas que Lamberto montaba para recuperar el Henao. Lo de Bruselas, al menos, fue más pacífico, aunque Lamberto se pasó el resto de su vida pegándose con todo el mundo, hasta morir en una batalla contra Godofredo I, duque de la Lorena Inferior, a quien el emperador había enviado para poner un poco de orden en Flandes.
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