Otro de los guiños a los clichés belgas es la famosa neutralidad belga. Bélgica nació como un país neutral y, al menos según Alberto I, como ya vimos, siguió siéndolo incluso después de que los alemanes violaran la neutralidad del país durante la Primera Guerra Mundial. Luego vino la entrada en la OTAN y la cosa cambió, pero en su día Bélgica era algo similar a lo que hoy es Suiza.
En el álbum, el guiño se produce con la nave pirata que los galos hunden regularmente en cada una de sus aventuras. El capitán dice que las luchas entre romanos y belgas no les incumben, porque ellos son neutrales. Sin embargo, como de costumbre, la nave resulta hundida por un proyectil que lanza Obélix a uno de los campamentos romanos y que se pasa de largo.
El capitán, irritado, dice que eso no quedará así y que alguien deberá pagar por su barco, así que se pasa el resto del álbum paseándose por campamentos romanos con una tabla de su barco (a la que se han pegado unos cuántos mejillones) y preguntando quién va a pagar por el hundimiento de una nave neutral.
La cosa adquiere caracteres exagerados cuando los legados informan al Senado romano sobre el recrudecimiento de las luchas en Bélgica. Obviamente, quedaría muy feo decir que los responsables del jaleo son tres galos y un perrito, así que se convierten en "hordas de galos, con jaurías de perros feroces y apoyados por una misteriosa flota pirata neutral", lo cual cambia bastante las cosas y muta los disturbios en alzamiento generalizado, para regocijo de la oposición senatorial a César.
El capitán pirata incluso se acerca al campamento de César, una vez éste ha llegado a Bélgica, para reclamar una indemnización por su barco neutral hundido. Claro que ese día César está de mal humor y la cosa se salda con un fracaso.
Al final, claro, los piratas se quedan con un palmo de narices, como en todos los álbumes, pero la tabla del barco con los mejillones adheridos acaba en las manos de los belgas, que comienzan a tener ideas culinarias con los mismos, unidos a patatas fritas.
Una vez más, una serie muy lograda de Goscinny que, con el efecto de la repetición, como hará en tantos álbumes, consigue dar al texto un señalado efecto humorístico.
Cosa que, por desgracia, sucederá mucho menos en el siguiente apartado que vamos a ver, pero, claro, hay una explicación, que veremos en la próxima entrada.
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