martes, 27 de septiembre de 2022

La batalla de Waterloo

Volvamos, después de algún tiempo, a Astérix en Bélgica. En una de las últimas entradas de esta serie, ya anuncié que trataría de la batalla final del cómic. César, mosqueado por los disturbios en la Galia Bélgica, decide desplazarse allí con sus legiones. Con bandera de parlamentarios, Astérix y Obélix le cuentan que todo lo que está pasando es una competición para dirimir si los más valientes son los galos de la Galia Céltica o de la Galia Bélgica, y que él es el árbitro de la competición. Astérix le dice que lo mejor es que lo deje todo en empate y así podrán volver a casa tranquilamente.

Claro, César se enfada y grita que el más valiente es él. Obélix dice que no está bien que el árbitro participe en el concurso, y César dice que va a atacar con sus legiones. Y se monta el lío.

No tengo claro que Goscinny completara el guion de esta última parte. Es más, estoy casi seguro de que no lo completó. Sí que es conocido que falleció antes de que estuvieran a punto las diez últimas páginas del álbum, por lo que es probable que Uderzo, el dibujante, sólo tuviera las líneas generales, pero no el guion detallado. Se ve que el cielo está gris y plomizo a lo largo de todas estas páginas, lo cual no sólo es una alusión al tiempo que suele hacer en Bélgica (doy fe), sino también un signo de tristeza de Uderzo por el fallecimiento de su compañero. En todo caso, los ingeniosos juegos de palabras propios del talento de Goscinny no se encuentran en esta parte del cómic, o son menos brillantes, lo cual permite sospechar que Uderzo se las tuvo que apañar solo, con únicamente las indicaciones generales que viniesen del plan general de la obra. Efectivamente, cuando uno lee los álbumes posteriores a éste, se ve a las claras que la brillantez de los primeros es mucho más opaca: hay un antes y un después de la trigésimocuarta página de Astérix en Bélgica.

Sea como fuere, el resultado es una parodia de la batalla de Waterloo (y que nadie lo pronuncie "guaterlú", por favor). Probablemente sea la batalla más famosa que haya tenido lugar jamás en suelo belga, lo cual tiene su mérito, porque en suelo belga han tenido lugar muchísimas batallas cruciales en la historia europea, hasta el punto de que Bélgica pasa por ser el campo de batalla de toda Europa. En esta bitácora ya hemos visto algunas, como la de Gembloux, que recuperó la iniciativa en los Países Bajos para la Monarquía Hispánica, o la de Ramillies, que significó el final del dominio español (a esas alturas ya muy poco español) en la actual Bélgica, además de una batalla sumamente importante en una de las primeras guerras mundiales de la época, la de Sucesión de España.

Pero la de Waterloo es la más conocida, posiblemente por la participación de ese corso usurpador con tan buena prensa en Francia, que atendía por Napoleón Bonaparte y se hacía llamar por esta época Emperador Napoleón I. Un excelente general que, para 1815, fecha de la batalla, ya iba de capa caída, después de haber sufrido derrotas en las campañas de 1812 (fallido intento de conquistar Rusia), 1813 (destrucción de su ejército en Leipzig) y 1814 (campaña de Francia, que los aliados conquistan, a pesar de la genial oposición de Napoleón, seguramente en su campaña más meritoria). Napoleón se escapó de su semiprisión de la isla de Elba para desembarcar en Francia, de donde se dio a la fuga el rey Luis XVIII, recuperar el gobierno y levantar un ejército de medio millón de hombres, que apenas sé de dónde sacaría, mientras las potencias reunidas en Viena lo declaraban proscrito y se disponían a marchar contra él.

Napoleón tomó la iniciativa y se dirigió derecho hacia la actual Bélgica, que entonces estaba para ser adjudicada al Reino de los Países Bajos. Frente a él se movilizó un ejército prusiano al mando de Blücher y un ejército compuesto de ingleses, holandeses y varios países más, a las órdenes del duque de Wellington, aunque el mando nominal correspondía al hijo del Rey, al Príncipe de Orange.

Napoleón logró forzar su avance en Quatre-Bras, en dirección a Bruselas, y envió mensajeros (que no llegaron a su destino) a su general Grouchy para que tomase la retaguardia del ejército angloholandés con su cuerpo de ejército. Tras el bombardeo de las posiciones aliadas, las distintas cargas de caballería del mariscal Ney no lograron quebrar la resistencia del ejército aliado, que había tomado las mejores posiciones defensivas, por lo que el bombardeo no les perjudicó lo suficiente. La propia guardia imperial tuvo que ser enviada a la lucha, pero tampoco pudo hacer nada para progresar. Cuando Napoleón vio un ejército acercarse, pensó que era Grouchy que venía en su ayuda para romper las posiciones aliadas, pero en realidad era Blücher con sus prusianos, que se lanzaron al ataque junto con los aliados, destrozando completamente al agotado ejército francés. Napoleón pudo escapar, pero ya carecía de medios para mantenerse en el poder, sin apenas ejército y enfrentado a un enemigo infinitamente superior a él, incluso sin haber completado la movilización de todas sus fuerzas, así que se entregó a los ingleses, que le enviaron a la isla de Santa Elena, en mitad del Atlántico, de jubilación forzosa. Allí murió seis años después.

En muy resumidas cuentas, esto es la batalla de Waterloo, que los escolares franceses posiblemente conocen bastante bien (o conocían en la época de Goscinny). Los españoles no la conocemos apenas, porque no participamos en la misma, y porque en general limitamos las guerras napoleónicas al período 1808-1814 en la Península Ibérica, así que es probable que la traducción española pasase sin pena ni gloria lo que para un francés es evidente.

El papel de Napoleón pasa a ejercerlo César. Lo normal sería que lo ejercieran los franceses, pero, como fueron derrotados, había que pensar otra cosa, porque no vamos a hacer perder una batalla al Astérix y los suyos. El papel de Grouchy, el general que debería haber pillado desprevenidos a los aliados, lo desempeña el legado Volfgangamadeus, jefe de las fuerzas romanas en Bélgica. Los belgas son equivalente a Wellington, mientras que Astérix, Obélix y Abraracurcix tienen el mismo papel que Blücher en la batalla: su llegada (en este caso tras desbaratar a Volfgangamadeus, mientras que, en la batalla real, Blücher no se encontró con Grouchy) cambia el curso de la batalla y da lugar a un contraataque decisivo.

El problema de esta parte del álbum es que tiene mucha menos gracia que el resto. Está bien como reconstrucción histórica, al menos para el que conozca algo la historia, pero tiene mucha menos chispa que el resto del álbum.

Pongo el texto traducido al castellano, lo cual nos dará una idea de las dificultades de la traducción. Vemos en la página anterior el plan de batalla de César, trasunto del de Napoleón. Los belgas se lo toman más a la ligera. Vale, tenemos al mensajero rápido que alerta a las tribus vecinas (y que es una caricatura de Eddy Merckx, quizá el mejor ciclista de todos los tiempos, que en el momento de la publicación del álbum estaba en activo, aunque en declive y cerca de la retirada). Y, en la viñeta siguiente, tenemos a Gueusealambix preguntando a Nicotine si ya se ha puesto a freír patatas. Las patatas, obviamente, no se conocían entonces en Bélgica, pero en francés se dicen "pommes", que también quiere decir "manzana", juego de palabras totalmente intraducible al castellano.

Cuando Gueusealambix ve que la comida antes de la batalla es waterzooie, el plato típico flamenco (ellos sabrán por qué les gusta), lo mira con expresión triste, diciendo en la versión en español "Este waterzooie no está muy bien hecho... El cocinero ha fracasado... ¡Qué derrota! ¡Es una derrota de waterzooie!".

El traductor se lo inventó todo esto, con ese juego de palabras que mantiene entre "Waterloo" y "waterzooie". Supongo que es lo mejor que pudo hacer. En francés, lo que dice Gueusealambix cuando mira el plato con tristeza es:

Waterzooie! Waterzooie! Waterzooie! Morne plat!

"Morne" quiere decir "aburrido, sombrío, deprimente". En realidad, lo que dice Gueusealambix es una "adaptación" de un poema de Víctor Hugo, "La expiación", que se refiere a la batalla de Waterloo y cuyo verso más famoso es el siguiente:

Waterloo! Waterloo! Waterloo! Morne plaine!

El lector español, y menos ahora, no tiene ninguna posibilidad de adivinar esa referencia cultural que para el francés de 1977 formaba parte del plan de estudios, así que quizá el traductor hizo bien en eludirla y buscar otra forma de aludir a la batalla. En cambio, mantuvo el "alea iacta est" que dice Bruto a César tras la planificación de la batalla. Quiero pensar que eso todavía es accesible al lector español de la LOGSE, pero no me hago muchas ilusiones.

La batalla comienza con una preparación artillera. O sea, de catapultas, que es lo suyo en la época.


Volfgangamadeus, como debió haber hecho Grouchy, se dirige a la retaguardia del enemigo para rodearlos. Los galos están enfadados porque los belgas no les han dejado participar en la batalla. Abraracúrcix acusa a los belgas de xenófobos, lo cual tiene su aquél viniendo de un francés, y Goscinny, si aún escribió esto, no podía ignorarlo.
Los galos destrozan al ejército de Volfgangamadeus.

César-Napoleón cree que es Volfgangamadeus-Grouchy quien llega al campo de batalla, pero en realidad es Astérix-Blücher, que inmediatamente pasa al ataque. Digamos que Goscinny sigue más o menos el poema de Víctor Hugo citado antes, y que el traductor al español hace lo que puede.

Los piratas neutrales abandonan el campo...y la plancha con los mejillones pegados, lo que dará ideas culinarias a Gueusealambix un poco más adelante. Ante lo complicado de la situación, César ordena intervenir a la guardia.

La anécdota final corresponde a la guardia. En la batalla de Waterloo, conminado a rendirse, parece que el general Cambronne pronuncio exactamente las palabras "La garde meurt et ne se rend pas!", lo cual queda escrupulosamente traducido al castellano como "¡La guardia muere y no se rinde!". Otras versiones dicen, y así ha pasado al lenguaje popular francés, que lo que dijo es "Merde!", palabra fácil de traducir al español. Hábilmente, en el álbum se elude escribir la palabrota, pero sin dejar de hacer mención a la misma. Aún hoy, cuando un francés no quiere decir "merde", dice "le mot de Cambronne" (la palabra de Cambronne). Cambronne, por cierto, que sobrevivió herido a la batalla y aún vivió muchos años, siempre negó haber pronunciado esa palabra.
Finalmente, los romanos huyen al grito de "Sauve qui peut!" o sea "¡Sálvese quien pueda!"... que también es una referencia al poema de Víctor Hugo que cualquier escolar francés conocía. El traductor lo mantuvo, pero en la viñeta siguiente tuvo que hacer un nuevo alarde de traducción imaginativa. En francés (bueno, en algo parecido al francés), lo que Gueusealambix es "Nous avons vaincu! C'est le sauve qui sait général!" Y es que ya vimos en la entrada dedicada a las particularidad lingüísticas belgas que el verbo "poder/pouvoir" se convierte en "savoir/saber". Si el traductor hubiera querido hacer algo parecido hubiera debido poner "Sálvese quien sepa", pero eso no tiene ningún sentido para el lector al que va dirigido el álbum, así que escribió "¡Están corriendo sin cesar!", que al menos contiene el juego de palabras "cesar/César".

Dura vida la del traductor...

Vamos a dejar aquí el álbum de Astérix en Bélgica, pero aún nos queda un pequeño añadido: belgas en otros álbumes de Astérix. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión, porque hoy se hace tarde.

2 comentarios:

Fer Sólo Fer dijo...

Lo que es la ignorancia... ¡Era un poema de Víctor Hugo! Tantos años leyendo el cómic con los ojos vendados... ¡Gracias por arrojar un poco de luz a esta caverna!

Alfor dijo...

Fer Sólo Fer, es verdad que en francés tiene mucho más contenido. Después de todo, el tebeo se escribió para francófonos. Pasa algo parecido con "Mortadelo y Filemón", un tebeo con un enorme éxito en Alemania, donde son "Clever und Smart", pero con una traducción que, evidentemente, a veces no tiene más remedio que poner el significado original patas arriba, perdiendo mucho de la gracia que le quiso meter Ibáñez.