Sí, yo también hacía tiempo que venía escudriñando cuál sería la reacción de la desnortada iglesia católica en Bélgica al último documento procedente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Fiducia supplicans, un texto ambiguo (y probablemente ambiguo a propósito) que ha puesto patas arriba, o no, que para eso el texto es ambiguo, la doctrina de toda la vida de la Iglesia Católica en materia sexual. Vamos, que uno ya no sabe a qué se refiere exactamente el sexto mandamiento, y no digamos el noveno, que siempre fue mucho menos claro que el anterior.
En Bélgica, la cosa estaba calentita. En algún momento, ya se dijo en esta bitácora que los obispos flamencos se habían puesto a encargar un ritual de bendición de parejas homosexuales. Eso podría pensarse que es una ida de olla como otra cualquiera que le puede pasar al más pintado, aunque tenga órdenes mayores, pero resulta que no, que iban en serio. Después de las cosas que dicen los del camino alemán, que es como el procès catalán, pero mucho más descabellado, uno pensaría que en Roma iban a poner coto a todo esto, pero, lejos de ello, lo que han hecho es emitir un documento tan claro como el chocolate español, donde la cuchara se mantiene de pie.
Naturalmente, me he puesto a curiosear por los medios (más o menos) católicos belgas. El oficial es la página Cathobel, de los obispos de la Bélgica francófona, donde encontramos un testimonio como éste. Se trata de un homosexual católico, o así se considera, que no quiere dejar de ser católico ni de mantener relaciones sexuales contra natura con el hombre con el que convive, y eso con la conciencia tranquila. Uno pensaba, en su inocencia, que ambas cosas eran poco compatibles, o más bien nada, pero aquí está monseñor Fernández para liarla parda.
El homosexual del artículo está decepcionado con Fiducia supplicans, porque no va lo suficientemente lejos. No acepta el matrimonio homosexual, ni siquiera bendecir su unión, al menos claramente. Sin embargo, ha decidido apoyar al Papa (que seguro que se lo agradecerá) a la vista de los ataques que está recibiendo. Pobret.
Bueno, el hecho de que el equipo de redacción de Cathobel haya escogido ese testimonio ya nos debería indicar de qué pie cojea, y eso que los obispos francófonos pasan por ser un poquito (pero muy poquito) más ortodoxos que los flamencos. Es el momento de ver cuál es el editorial de la publicación, que nos encontramos aquí. No dice nada demasiado claro, lo cual comienza a ser una costumbre bastante lamentable... pero uno ya puede ver como piensa un editorialista que escribe "genre" en lugar de "sexe", y eso que la Academia Francesa parece todavía tenerlo bastante claro, ya veremos por cuánto tiempo.
Para hacernos una idea de por dónde tira la iglesia católica en la Bélgica francófona, podemos echar un vistazo a la foto adjunta, que ha sido publicada en Cathobel y a quienes me remito. Podríamos pensar que son un matrimonio más bien talludito, miembros de algún movimiento, y que quizá ayuden en alguna parroquia, o que son unos voluntarios. Uno se preguntaría, por ejemplo, por qué la señora de la izquierda, que es una mujer (sí, lo es) lleva el pelo tan corto, como si fuera independentista vasca de los ochenta o Sinead O'Connor después de empezar a tener malas ideas. Lo que pasa es que esta señora es un cargo importante en la iglesia de Bruselas, nada menos que la adjunta al vicario episcopal de Bruselas.
Que es... el señor de la derecha. Sí, amigos, ese señor del jersey azul claro y de la corbata a rayas amarillas y negra, en lugar de sotana, o al menos clergyman, y alzacuellos, es sacerdote, y no contable. Y no un sacerdote cualquiera, sino canónigo y vicario episcopal de Bruselas. Con lo que ha sido Bruselas en la Cristiandad. Al cardenal Mercier, que en gloria esté, le iba a dar un síncope a la que se enterara de cómo se las gastan hoy en la que fue su diócesis.
Yo entiendo que la iglesia belga anda escasa de personal consagrado. No sé qué esperaban. La culpa nunca es del camino mundano que han ido llevando, claro, porque los belgas no se equivocan jamás, sino de cualquier otra circunstancia, la que sea. Éstos son capaces de echarle la culpa al duque de Alba del estado en el que se encuentran hoy en día, fruto, por ejemplo, de la vergüenza que les da que les reconozcan por la calle como sacerdotes. O de que se pongan a designar laicos, hombres y mujeres, para desempeñar funciones que sólo deberían ejercer sacerdotes o, como mucho, diáconos. Ah, pero es que quieren ser inclusivos.
En el fondo, es como lo del homosexual del artículo anterior: no se puede pensar que el pecado, por ejemplo, las relaciones fuera del matrimonio, está bien y al mismo tiempo ser católico. Tampoco se puede actuar como el mundo, con tu inclusión, tu igualdad de género, tus opiniones progresistas, tu corbatita, tu camisita y tu canesú, y esperar que la gente te respete. Es que no te respetas ni tú.
Esto no va a quedar así, porque todavía no hemos hablado de Flandes, y de otra circunstancia que podríamos añadir ¿Queda alguien, por aquí, que piense como Dios manda?
Pero eso será asunto de otro momento, porque hoy se hace tarde.
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