sábado, 25 de junio de 2022

Primer encuentro con los belgas

Después de pasar la frontera con la Galia Bélgica, Abraracurcix, Asterix, Obélix e Ideafix se encuentran con un grupo de belgas, en la escena que se ve en la imagen (pinchar para ampliar). En esta página ya se muestran la mayoría de los tópicos belgas, comenzando por el carácter campechano y bromista. No siempre es verdad, porque hay gente avinagrada, como en todos los sitios (un día hablaré de mi vecino de enfrente), pero, cuando te encuentras con un belga gracioso, es gracioso de verdad.

Aquí ya vemos varios ejemplos del dialecto belga. Para empezar, hay que tener en cuenta que el idioma que se habla en Bélgica y que pasa por ser francés no es el francés de Francia, aunque desde luego los dos son perfectamente inteligibles para cualquier hablante de francés estándar. Y no digamos el que se habla en Bruselas, que tiene un dialecto aún más particular. Goscinny no duda en hacer hincapié en estas diferencias, hasta el punto de que Obélix, cuando se acercan a la aldea de Gueusealambix, que le recuerda tanto a la suya, dice: “Si habláramos la misma lengua, se podría pensar que estábamos en casa.”

En efecto, Gueusealambix y sus compañeros utilizan constantemente expresiones que no se usan en la Francia actual, aunque sí en Bélgica, y que tuvieron que desesperar enormemente al pobre traductor, que era imposible de todo punto que transmitiera los múltiples sentidos de la obra original. Aquí va una pequeña lista, por si el lector tiene la ocasión de afrontar una conversación con un grupo de belgas.

Oué es la forma que los belgas tienen de decir que sí. Todo el mundo sabe que “sí”, en francés, es “oui”, pero desde luego no en esta reducida parte de la francofonía. De hecho, haciendo una pequeña digresión, “oui”, del latín “sic”, en su día fue la forma de afirmar del centro de Francia, mientras que en el sur la forma era “oc”, del latín “hoc”, por lo que no es de extrañar que el sur de Francia se llame Occitania, hasta que la Revolución Francesa hizo tabla rasa de las diferencias regionales y el francés del oui se impuso en todo el país.

Pues en Bélgica es “oué”, que aparece por todos los lugares en el tebeo. Claro, un belga cultivado no va a hablar así, si no quiere, pero mucha gente sí que lo va a hacer en el lenguaje más informal.

Fieu es otra de las muletillas que aparecen por doquier. En francés de Francia posiblemente se diría fiston. En los dos casos se trata de una expresión familiar, algo así como “tío” en español informal.

Otra expresión muy frecuente es utilizar el verbo savoir (que normalmente significa "saber", obviamente), con el significado de "poder". En francés de Francia, pouvoir. Los franceses se divierten mucho con esta diferencia y les sirve para menospreciar un tantico a los belgas, y es curioso que, en esta página, son precisamente los belgas los que tratan a los franceses con condescendencia, en un guiño de Goscinny a lo que hacen sus propios compatriotas con los belgas.

Venir avec es otra expresión particular del país. Nada más sencillo que entender esta expresión (“venir con”), lo que pasa es que en Bélgica se utiliza a pelo, sin acompañar avec de ningún complemento, en el sentido de “acompañar”. Evidentemente, se trata de una construcción que procede del flamenco “meekomen”, un verbo separable que quiere decir exactamente eso (al que sepa alemán le sonará “mitkommen”, que es casi literalmente la misma cosa). No olvidemos que Bruselas es predominantemente francófona desde hace relativamente poco tiempo, y que el poso flamencófono sigue siendo muy importante.

El pobre traductor tuvo que sufrir lo suyo para salir airoso del trance de expresar estos dos dialectos de una misma lengua, y evidentemente hay cosas que se pierden: oué, venir avec o fieu desaparecen completamente, y sólo se atreve a utilizar "saber" como traducción de "savoir", lo cual indudablemente sonará extrañísimo al lector hispanófono que no sepa de que va el asunto. A la izquierda está la versión española del tebeo, que se puede pinchar para ampliar.

Sí que se aprecia el sentido del humor del que hace gala el jefe belga Gueusealambix (sobre los nombres de los personajes volveremos más adelante).

Por cierto que en esta página hay dos referencias históricas interesante: la primera se refiere a las tribus que habitaban la Galia Bélgica, y la segunda es una alusión al himno nacional belga actual, que pocos belgas conocen, seamos claros, pero que Goscinny sí que tuvo en cuenta.

Pero a esas referencias, afortunadamente más sencillas de traducir, volveremos en una próxima entrada, que hoy se hace tarde.


sábado, 18 de junio de 2022

Descansando

 

No deja de ser un complemento de la entrada anterior, antes de partir al país de los belgas, ver el motivo del cabreo monumental de Abraracúrcix:

Astérix: Precisamente quiero saber qué hace usted aquí de tan buen humor.

Legionario: Volvemos de una campaña contra los belgas. Y no estar ya en su país nos pone de buen humor. Julio César tiene razón cuando dice que, de todos los pueblos de la Galia, los belgas son los más valientes. En resumidas cuentas, estamos de reposo.

jueves, 16 de junio de 2022

Astérix en Bélgica: Introductio

Después de terminar con éxito, aunque fuera dos años más tarde de lo previsto, la serie de mandamases en Bélgica, uno se encuentra con una especie de vacío vital, como cuando un estudiante termina los exámenes y, una vez ha salido de fiesta el día que los acaba, se encuentra al día siguiente por la tarde un tanto confuso y sin saber muy bien en qué ocuparse.

Como la molicie es la cuna de todos los vicios, yo voy a intentar analizar una de las obras cumbre del octavo arte: nada menos que una de las obras maestras de Goscinny y Uderzo, “Astérix en Bélgica”. Estoy seguro de que muchos de los lectores de esta bitácora la han leído en castellano y se habrán encontrado con una historieta muy divertida, que es la impresión que me llevé cuando la leí, siendo un adolescente. Pues bien, es hora de desvelar que quienquiera que haya leído la obra en castellano se ha perdido una enormidad de guiños y sutilezas que en la versión original, en francés (o, mejor dicho, en dos franceses diferentes), dan para muchísimas reflexiones.

Ello es tanto más importante cuanto que Bélgica se enorgullece de pocas cosas, pero una de ellas es de tener los mejores historietistas del mundo. Ya hemos dedicado en esta bitácora algunas entradas a este fenómeno y, Dios mediante, vendrán más sobre la cuestión. Este orgullo tiene un motivo por lo menos desde que Georges Rémy, a.k.a. Hergé, dibujó su ópera prima “Tintín en el país de los Soviets”, que hoy es muy sencillo calificar de panfleto anticomunista, pero que en su día causó furor y puso las bases de una industrial editorial de enorme éxito. En estas circunstancias, mientras Tintín era el favorito de todo el mundo, unido a otros éxitos como los Pitufos, el Marsupilami, Gastón Elgafe y muchos más, aparecieron por Bruselas dos dibujantes franceses, pero de origen, respectivamente, húngaro e italiano, que atendían por Goscinny y Uderzo.

No voy a descubrir a estas alturas el enorme talento de Goscinny, el guionista, siempre excelentemente documentado en todos sus trabajos. “Astérix en Bélgica” es el vigésimo cuarto álbum de la colección, además de, probablemente, el más logrado hasta entonces. Los dos autores de la obra conocían Bélgica a la perfección por haber residido en ella y, si ya de por sí no paraban de hacer guiños a las particularidades locales (los que hayan leído “Astérix en Hispania” sabrán a qué me refiero), en este álbum desbordan de imaginación.

La frase alrededor de la que pivota todo el libro es una cita del principio de los Comentarios de la Guerra de las Galias, de Julio César. Si alguno de los lectores es lo suficientemente mayor como para haber recibido clases de latín, quizá incluso recuerde el comienzo de la obra:

Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. Hi omnes lingua, institutis, legibus inter se differunt. Gallos ab Aquitanis Garumna flumen, a Belgis Matrona et Sequana dividit. Horum omnium fortissimi sunt Belgae, propterea quod a cultu atque humanitate provinciae longissime absunt, minimeque ad eos mercatores saepe commeant atque ea quae ad effeminandos animos pertinent important, proximique sunt Germanis, qui trans Rhenum incolunt, quibuscum continenter bellum gerunt.

Es decir, que la Galia está dividida en tres partes, de la que una la habitan los belgas, otra los aquitanos y la tercera los celtas. Ahora bien, de todos éstos, los más valientes son los belgas, alejados de toda civilización y refinamiento y con el culo pelado de pegarse con los germanos.

Bueno, pues de esta afirmación de César parte toda la obra. Los campamentos romanos que rodean la aldea gala están ocupados por romanos que han pasado por Bélgica y que van allí a descansar, a un lugar donde normalmente tendrían que estar preocupados por la presencia de los galos rebeldes. Finalmente, llega a oídos de Abraracúrcix, el jefe de la aldea, que César cree que los más valientes galos no son ellos, sino los belgas. Enfurecido, Abraracúrcix decide partir hacia Bélgica para demostrar que ellos son los más valientes. Nadie le hace el menor caso, así que sale solo, pero el druida Panorámix le dice a Astérix y Obélix que lo acompañen, obviamente provistos de una buena provisión de poción mágica. Tras un viaje razonablemente tranquilo, los tres llegan a la frontera belga, que atraviesan después de zumbar al legionario que la custodiaba.

Y, ya en la Galia Bélgica, tiene lugar el primer encuentro con la población local, encuentro que vamos a dejar para la próxima entrada, porque hoy ya no son horas de seguir escribiendo.

sábado, 4 de junio de 2022

Mandamases de Bélgica: Felipe I

¿Cuál es el nombre más repetido entre los que han gobernado en la ciudad de Bruselas, y en los ducados de Lovaina, Brabante o Borgoña? Como cualquiera que haya seguido los avatares de esta serie, que sería interminable si no fuera porque va a terminar hoy mismo, el nombre más frecuente es Felipe. Si tomamos la numeración borgoñona, el primer Felipe fue un tal Felipe de Rouvres, un jovencito poco relevante que murió de peste en el siglo XIV a los quince años, obviamente sin descendencia, y tras cuyo gobierno, o así, el ducado de Borgoña pasó al dominio de los reyes de Francia y al segundo hijo del rey, Felipe II, el Atrevido, que es el primero de la casa de Borgoña "seria". El siguiente Felipe es nuestro viejo conocido Felipe III de Borgoña, el Bueno, el primero de ellos que gobernó en Bruselas (hay un Felipe de Saint-Pol, pero bueno, lo podemos omitir), y luego siguió una serie de Felipes bastante relacionados con España: Felipe IV es el que conocemos como Felipe el Hermoso; Felipe V es nada menos que nuestro Felipe II; Felipe VI es nuestro Felipe III (que conservó el título de duque de Borgoña, aunque los territorios se cedieran a Isabel Clara Eugenia y al archiduque Alberto); Felipe VII es nuestro Felipe IV y, finalmente, Felipe VIII es nuestro Felipe V, último rey de España que fue soberano en Bruselas.

No me preguntéis por qué, pero los belgas decidieron en algún momento hacer tabla rasa de toda su historia anterior a 1830 y empezar de cero, así que el actual rey no es Felipe IX, sino Felipe I. Hasta ahora se habían limitado a Albertos, Leopoldos y un Balduino, nombres que no aparecían en las listas de monarcas anteriores, pero con el actual jefe del Estado, la cosa cambia. Claro que es fácil argumentar que no procede usar la misma numeración con reyes que con duques, y es bien cierto, pero da un no sé qué ver a un Felipe I a estas alturas del felipismo. Se me podrá replicar con razón que los prusianos hicieron algo muy similar cuando el elector de Brandemburgo pasó a ser rey de Prusia tras la guerra de Sucesión de España, pero también hay casos en sentido contrario, como cuando Pedro I se convirtió en emperador ruso y entre sus sucesores a nadie se le ocurrió cambiar la numeración, y así tuvimos a un Iván VI, que fue emperador, cosa que no fueron los cinco anteriores ivanes que había conocido el Gran Ducado de Moscovia.

Pero estas disquisiciones interesan poco a nuestros efectos. Del actual rey, parece que es un señor bastante discreto cuya mayor ocupación, actos institucionales aparte, debe consistir en que exista un gobierno o alguien intentando formarlo. En un país tan sumamente dividido como éste, en que, más que coaliciones, lo que hay son rompecabezas, éste no es un trabajo menor y no tiene aspecto de mejorar, sobre todo si en el cordón sanitario se incluye no sólo Vlaams Belang, sino la Alianza Neoflamenca, también independentista y que a veces se incluyen ellos mismos en el cordón sanitario, a pesar de que son el partido más votado del país y gobiernan en Flandes y en no pocos de sus municipios.

Del rey Felipe se han esparcido bastante rumores, probablemente bastante infundados. Como familia real, le saca cierta ventaja a la que se hace pasar por tal en España: no sólo tienen cuatro hijos, pulcramente divididos entre varones y mujeres, en lugar de quedarse en dos, espero que porque Dios no les diera más, sino que la reina Matilde, todo sea dicho, le saca cierta ventaja a la consorte de nuestro Felipe. No sólo es de familia noble, caso único en las descastadas monarquías europeas actuales, sino que sonríe con mucha más frecuencia y evidentemente de manera menos forzada que el protoanoréxico y archivegano caso español, que a fuerza de escuálida no es extraño que encuentre dificultades para sonreír y se limite a esbozar una mueca que no es sencillo interpretar como aprobación de nada. La familia real belga, en cambio, cae bien a casi todo el mundo, aunque de vez en cuando haya algún malentendido. Incluso veranean en España, como un porrón de sus súbditos belgas, sin llamar demasiado la atención, y hasta se les ha visto en familia peregrinando a Santiago de Compostela como quien no quiere la cosa.

Lo que es difícil decir del rey Felipe de Bélgica es que sea mandamás, cosa que se podría haber podido llegar a predicar de alguno de sus antecesores. Bien mirado, hemos llegado a un punto en que da la impresión de que en Bélgica hace tiempo que ha dejado de haber mandamases, si por mandamás entendemos alguien que puede, al menos hasta cierto punto, hacer y deshacer sin que nadie le enmiende la plana. Un Sánchez de la vida, puestos a comparar con lo que sería el caso español.

Aquí, las competencias están tan divididas que es difícil identificar quién manda. Entre regiones, municipios, comunidades lingüísticas, micropartidos políticos y un enjambre de entidades a cuál más complicada, aquí manda demasiada gente, y el resultado es un pandemonio de mil pares de narices.

Pues señor, hemos llegado finalmente al final de esta bendita serie de mandamases de Bruselas, después de casi dos años y medio y no sé ni cuántas entradas. No sé el respetable lector, pero yo he aprendido muchísimo escribiéndola. Para un español, es un poco sorprendente cambiar de perspectiva y ver el mundo no desde la óptica española, que es como estudiamos nosotros el período de la Casa de Austria, sino desde una perspectiva mucho más global, o simplemente belga. Es curioso descubrir que la rivalidad franco-española es, también, o quizá mucho más, la rivalidad franco-borgoñona, y que posiblemente viene de la Guerra de los Cien Años y del asesinato de Juan sin Miedo, antepasado de los reyes de España que siguieron, aunque eso no lo veréis en ningún libro de Historia de España. Y no es menos curioso ver que los Reyes de España, con todo el jaleo que se montó por estas tierras y con todo lo que tenían que perder (y perdieron) si se quedaban, jamás consintieron en abandonarlas o cambiarlas, porque las consideraron el origen de su familia, una especie de tierras patrimoniales, e invirtieron lo que no tenían en enviar tropas para resistir a los distintos enemigos que las rodeaban. España sólo abandonó Flandes cuando la Casa de Austria se extinguió y pasó a ser Rey un chaval francés que no tenía ya la concepción de Flandes como la cuna de sus antepasados. De hecho, no mostró demasiados problemas en cederlos a la Casa de Austria que seguía gobernando en Austria y que sí consideraba aquellos estados como la cuna de su dinastía.

Sea como fuere, hasta aquí hemos llegado con esta serie, pero seguirá habiendo oportunidad de echarle un ojo a la historia y otras circunstancias de estas tierras, que dan para mucho. Pero eso será en otra ocasión, porque hoy se hace tarde.