jueves, 16 de junio de 2022

Astérix en Bélgica: Introductio

Después de terminar con éxito, aunque fuera dos años más tarde de lo previsto, la serie de mandamases en Bélgica, uno se encuentra con una especie de vacío vital, como cuando un estudiante termina los exámenes y, una vez ha salido de fiesta el día que los acaba, se encuentra al día siguiente por la tarde un tanto confuso y sin saber muy bien en qué ocuparse.

Como la molicie es la cuna de todos los vicios, yo voy a intentar analizar una de las obras cumbre del octavo arte: nada menos que una de las obras maestras de Goscinny y Uderzo, “Astérix en Bélgica”. Estoy seguro de que muchos de los lectores de esta bitácora la han leído en castellano y se habrán encontrado con una historieta muy divertida, que es la impresión que me llevé cuando la leí, siendo un adolescente. Pues bien, es hora de desvelar que quienquiera que haya leído la obra en castellano se ha perdido una enormidad de guiños y sutilezas que en la versión original, en francés (o, mejor dicho, en dos franceses diferentes), dan para muchísimas reflexiones.

Ello es tanto más importante cuanto que Bélgica se enorgullece de pocas cosas, pero una de ellas es de tener los mejores historietistas del mundo. Ya hemos dedicado en esta bitácora algunas entradas a este fenómeno y, Dios mediante, vendrán más sobre la cuestión. Este orgullo tiene un motivo por lo menos desde que Georges Rémy, a.k.a. Hergé, dibujó su ópera prima “Tintín en el país de los Soviets”, que hoy es muy sencillo calificar de panfleto anticomunista, pero que en su día causó furor y puso las bases de una industrial editorial de enorme éxito. En estas circunstancias, mientras Tintín era el favorito de todo el mundo, unido a otros éxitos como los Pitufos, el Marsupilami, Gastón Elgafe y muchos más, aparecieron por Bruselas dos dibujantes franceses, pero de origen, respectivamente, húngaro e italiano, que atendían por Goscinny y Uderzo.

No voy a descubrir a estas alturas el enorme talento de Goscinny, el guionista, siempre excelentemente documentado en todos sus trabajos. “Astérix en Bélgica” es el vigésimo cuarto álbum de la colección, además de, probablemente, el más logrado hasta entonces. Los dos autores de la obra conocían Bélgica a la perfección por haber residido en ella y, si ya de por sí no paraban de hacer guiños a las particularidades locales (los que hayan leído “Astérix en Hispania” sabrán a qué me refiero), en este álbum desbordan de imaginación.

La frase alrededor de la que pivota todo el libro es una cita del principio de los Comentarios de la Guerra de las Galias, de Julio César. Si alguno de los lectores es lo suficientemente mayor como para haber recibido clases de latín, quizá incluso recuerde el comienzo de la obra:

Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. Hi omnes lingua, institutis, legibus inter se differunt. Gallos ab Aquitanis Garumna flumen, a Belgis Matrona et Sequana dividit. Horum omnium fortissimi sunt Belgae, propterea quod a cultu atque humanitate provinciae longissime absunt, minimeque ad eos mercatores saepe commeant atque ea quae ad effeminandos animos pertinent important, proximique sunt Germanis, qui trans Rhenum incolunt, quibuscum continenter bellum gerunt.

Es decir, que la Galia está dividida en tres partes, de la que una la habitan los belgas, otra los aquitanos y la tercera los celtas. Ahora bien, de todos éstos, los más valientes son los belgas, alejados de toda civilización y refinamiento y con el culo pelado de pegarse con los germanos.

Bueno, pues de esta afirmación de César parte toda la obra. Los campamentos romanos que rodean la aldea gala están ocupados por romanos que han pasado por Bélgica y que van allí a descansar, a un lugar donde normalmente tendrían que estar preocupados por la presencia de los galos rebeldes. Finalmente, llega a oídos de Abraracúrcix, el jefe de la aldea, que César cree que los más valientes galos no son ellos, sino los belgas. Enfurecido, Abraracúrcix decide partir hacia Bélgica para demostrar que ellos son los más valientes. Nadie le hace el menor caso, así que sale solo, pero el druida Panorámix le dice a Astérix y Obélix que lo acompañen, obviamente provistos de una buena provisión de poción mágica. Tras un viaje razonablemente tranquilo, los tres llegan a la frontera belga, que atraviesan después de zumbar al legionario que la custodiaba.

Y, ya en la Galia Bélgica, tiene lugar el primer encuentro con la población local, encuentro que vamos a dejar para la próxima entrada, porque hoy ya no son horas de seguir escribiendo.

2 comentarios:

Fer Sólo Fer dijo...

¡Qué placer cada vez que llegaba al kiosco la siguiente nueva aventura de la colección de Astérix! No obstante, cuando los leía, tenía la sensación de que la traducción no podía expresar todos los matices de los extraordinarios guiones de Goscinny. Estoy deseando leer sus aportes. Muy agradecido

Alfor dijo...

Fer Sólo Fer, pues a ello voy poco a poco. A ver si consigo terminar esta serie en menos de dos años... Y es cierto que los traductores hacían lo que podían, y tenían mucho mérito, pero la versión original tiene unos matices que se pierden, inevitablemente.