Pasear por la isla Vasilievsky, cosa que en mis anteriores diecisiete visitas a San Petersburgo había hecho en contadísimas ocasiones, ha resultado una experiencia de lo más gratificante, además de llena de sensaciones, como la que me llevé al acercarmen a la casa cuya fotografía ilustra esta entrada.
Ya sabemos que placas, en Rusia, hay muchísimas (¿verdad? 1, 2 y 3). La mayor concentración de placas se encuentra probablemente en San Petersburgo, donde hay muchísimo que conmemorar, como, por ejemplo, en esta casa, en la que sucesivamente habitaron dos de los monstruos pictóricos más grandes que ha dado este bendito país.
Dice la placa de la izquierda: "En este edificio vivió y trabajó de 1869 a 1887 el destacado pintor ruso Iván Nikoláevich Kramskoy." Y reza la de la derecha: "En esta casa vivió y trabajó de 1897 a 1910 el destacado pintor ruso Arjip Ivánovich Kuindzhi". La casa debió gustarles a ambos, porque el año final de su estancia allí es, igualmente, el año de su muerte. Es curioso que dos de los pintores rusos que más me gustan, y eso que son totalmente diferentes, vivieran -¡y murieran!- en el mismo edificio.
Como de Kramskoy ya tocó hablar en su día, ahora toca hacerlo de Kuindzhi. A diferencia de Kramskoy, que es un retratista no superado, Kuindzhi es un paisajista. Y menudo paisajista. Como se ve, el apellido no acaba en "ov", ni en "sky", ni en "enko", por lo que ya se puede percibir que el señor era algo extraño. De hecho, era griego de origen, de esos griegos que se habían establecido en la ribera del Mar Negro, y allí estaban cuando el kanato de Crimea y el Imperio Otomano tuvieron que salir de allí empujados por los rusos a finales del siglo XVIII. De joven, las pasó canutas, se quedó huérfano, tuvo que trabajar de lo que pudo, y salió adelante a base de esfuerzo y de currárselo, con un viaje a San Petersburgo a buscarse la vida incluido.
Mi primera impresión de Kuindzhi se produjo en la galería Tretyakov y fue nada menos que el cuadro que queda ahí abajo: "Noche de luna junto al río Dniéper". Me quedé parado no menos de un cuarto de hora. Bueno, la verdad es que no tengo ni idea de cuánto tiempo me tiré delante del cuadro.
Hay paisajistas rusos muy buenos, cierto; pero Kuindzhi era diferente. Es el maestro de las tinieblas (como Ozzy Osbourne, vale, pero en otro sentido). Un tío que hace hablar a las sombras como nadie hasta entonces.
En San Petersburgo, que es como decir en la Rusia del siglo XIX, había dos, digamos, organizaciones pictóricas: la Academia, arte oficial y conservador, y los Itinerantes, unos artistas jóvenes y bohemios que se habían hartado de los corsés académicos e iban a la suya, pero en grupo. Kuindzhi pasó por la Academia, pasó por los Itinerantes, fue por su cuenta, vendió cuadros como churros, se hizo rico... y se convirtió en profesor en la Academia, donde su forma de enseñar no sé si acababa de convencer a otros profesores, y en particular a otro de los grandes paisajistas rusos, Iván Shishkin, con el que no parece que se llevara muy bien y que, al menos en mi opinión, queda muuuuuy lejos de Kuindzhi.
Al llegar a la Academia como profesor, y con la vida resuelta materialmente, Kuindzhi dejó de exponer hasta su muerte, pero parece que no de pintar. Tras diez años largos sin noticias suyas, demostró que se acordaba de tomar los pinceles y sacó a la luz una nueva versión de "El bosque de abedules". Y no, no se había olvidado de pintar.
En San Petersburgo no he tenido suerte con Kuindzhi. Varias de sus obras están expuestas en el Museo Ruso, y en mi primera visita al mismo las busqué por todos los sitios. Ni una. Al final, haciendo acopio de valor (el que conozca a las cuidadoras del Museo Ruso ya sabrá por qué lo digo), me acerqué a una cuidadora y le pregunté por las obras de Kuindzhi. Resultó que estaban en una exposición fuera de la ciudad. Sólo las pude ver un par de años después, en otra visita que hice y en la que, por desgracia, tuve que ir un poco al trote.
Tampoco este año he tenido mejor suerte. Dando la vuelta a la casa en la que vivieron Kramskoy y él, me topo con una pequeña placa: "Piso museo de A. I. Kuindzhi". Alborozado, sigo los recovecos y las indicaciones hasta llegar a la entrada, en la que me encuentro con el siguiente cartel.
Un museo, pues, que sólo abre los miércoles, sábados y domingos de 12 a 17. No me podía venir peor, así que tendrá que quedar para otra ocasión, si Dios me la da.
¿Por qué? Pues porque el viaje a San Petersburgo se termina. Me he enterado de que ayer el Real Madrid, afortunadamente para los granotas que echamos de menos a la familia, goleó al Ajax, así que supongo que Fadrique estará contento y habrá olvidado la primera derrota de su equipo en Liga. Porque, joroba, mira que hay equipos para ganarles, y tenía que tocarle al Levante.
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