La verdad es que resulta cada vez más difícil seguir el ritmo de los comunicados cada vez más atrevidos de los obispos católicos (eso dicen ellos...) belgas. En esta ocasión, y no sé si es un precedente, se han unido valones y flamencos para lanzar un comunicado de preparación de la segunda parte del sínodo que viene y que, si Dios no lo remedia, tendrá lugar en octubre de 2024 .
El comunicado, que se puede descargar en francés aquí, consta de cinco páginas. Es un poco difícil de tragar, pero bueno, toca intentarlo. Empieza con un ejemplo de libro de "excusatio non petita, accusatio manifesta", diciendo que abrirse y entablar un diálogo con el mundo, como ellos proponen, no es una voluntad de adaptarse al mundo moderno, ni renunciar a la identidad propia, además de que, en ese diálogo, la Iglesia puede aprender cosas y enriquecer sus posiciones, por ejemplo en materia de derechos humanos, democracia y libertades modernas.
Es difícil no pensar, leyendo semejante pieza, en la reciente aprobación en Francia del derecho al aborto, incrustado en su Constitución. Vaya con los derechos humanos, la democracia y las libertades modernas. Por cierto, que la noticia de marras ha merecido en Cathobel un artículo básicamente equidistante, en el que, si no supiéramos que los autores trabajan en un medio (al menos sedicentemente) católico, no tendríamos claro si están a favor o en contra de la medida. Total, que los obispos belgas exigen una "cultura sinodal de la conversación" que, en el diálogo con el mundo que nos rodea, nos ayudará a comprender mejor los signos de los tiempos a la luz del Evangelio. Miedo me dan.
Pero no se quedan ahí, no, señor, nada de eso. Lo siguiente es preguntarse si la Tradición de la Iglesia representa la mejor interpretación posible de las Escrituras en la actualidad. Si se hacen esa pregunta, cuya respuesta siempre ha sido que por supuesto que sí, es que ellos piensan que no, que de ninguna manera. Así que ellos quieren tradiciones dinámicas y en constante desarrollo. La Tradición es el pasado que llega hasta nosotros para hacerse futuro, según bonita frase de un príncipe que era tradicionalista cuando la pronunció. Ese mismo príncipe se pasó a la teoría de las tradiciones dinámicas y en desarrollo, en cuyo camino perdió a todos sus seguidores. Si estuviera entre nosotros, podría decirles a los obispos belgas que su experiencia no recomienda ir por ahí, pero, como falleció en 2010, no está en condiciones de advertirles. Además daría igual. Los obispos belgas belgas ya hace tiempo que siguen sus ideas de "tradiciones dinámicas" sin necesidad de sínodos, comunicados ni zarandajas varias, con lo que han perdido para Cristo a casi todos sus seguidores y está visto que no tienen ninguna intención de detenerse hasta que los pierdan absolutamente todos. Yo, si tuviera que presentarme al Juicio Final con esos resultados, estaría aterrorizado, pero, oye, se ve que hay gente que no conoce el miedo.
Y siguen adelante, claro. Como se huelen que su camino de perdición no va a ser seguido por los carcas de los africanos, por ejemplo, o esos orientales que insisten en no dejar avanzar al resto, los obispos belgas piden una descentralización, que permita, ojo, "una cooperación en la unidad con una diversidad más legítima". En plata, que, ahora que la Iglesia católica en Bélgica está al borde del precipicio, se les deje dar ese paso adelante que están deseando.
Y todo esto lo concretan en tres temas que, según ellos, preocupan enormemente a la Iglesia en Bélgica. Que son ellos sobre todo y los que llevan la voz cantante en las parroquias. Y vamos a lo de siempre: el lugar de las mujeres en la Iglesia ¡Queremos mujeres diaconisas! Bueno, queremos sacerdotisas, obispas, papisas incluso, pero comencemos por algo. Es que, según ellos, nuestra sociedad enseña la igualdad de los sexos y la igualdad de oportunidad, y este desarrollo refuerza la comprensión del "Nuevo Testamento de la igualdad de hombres y mujeres en Cristo". Están a un paso de reescribir los evangelios y nombrar seis apóstolas.
Lo siguiente que quieren es ordenar sacerdotes casados. Mis sospechas son que una parte no desdeñable de los pocos sacerdotes católicos que quedan en Bélgica no acaban de ver claro eso de vivir en castidad y ya están obrando en consecuencia. Y ahora hay dos posibilidades: o eres un adúltero como otro cualquiera (u otra cualquiera, que estamos en 8 de marzo), al ser infiel a tus votos, o cambias la doctrina y consigues que lo que era pecado deje de serlo. A ver, no lo consigues, porque las cosas son como son y no como uno siente, pero al menos debe ser un consuelo.
Y lo último es prestar atención al mundo digital. Eso tiene sentido, pero la verdad es que hay multitud de católicos, normalmente de recta doctrina, que en todo el mundo le prestan mucha atención al mundo digital y tienen contenido estupendos, que son mucho más seguidos que, por poner un caso, Cathobel y su legión de comentaristas heterodoxos, los cuales, si no fuera por su carácter de página oficial, no los iba a seguir más que Satanás y sus engendros. Para difundir las ocurrencias de los obispos belgas en el mundo digital, mejor es que las cosas se queden como están.
Esto se hunde, chicos. Se ha venido hundiendo desde hace décadas, pero es que ahora el paciente apenas boquea un poco y los médicos siguen erre que erre con las recetas que le ha llevado a este estado lamentable. Alguien debería decirles a estos señores que no son una ONG, sino que deberían ser la sal del mundo, pero se han vuelto tan sosos que son indistinguibles del mundo ¿Qué va a elegir una persona que ve una Iglesia mundanizada, pero siempre ridiculizada, y un mundo que viene a hacer lo mismo, pero sin siquiera una sombra de ese Dios que la propia Iglesia católica belga intenta disimular lo mejor que puede? Elegirá el mundo. De hecho, lo viene haciendo desde hace muchísimo.
Si no fuera porque, al final, Dios ha hecho una promesa a su pueblo y no va a traicionarla, uno pensaría que las monsergas del comunicado de los obispos belgas son señal inequívoca de que se ha hecho tarde. Es más, la noche es inminente.
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