Creo que pasa algo similar con la práctica totalidad de las ciudades grandes de este mundo, pero, en todo caso, es un fenómeno que alcanza su perfección en Bruselas, una ciudad con una infraestructura vetustilla que tuvo su auge por lo menos en el reinado de Leopoldo II (entonces era nueva) y que, como la edad no perdona, toca ir renovando como se puede. Y, efectivamente, es cosa de ver, por ejemplo, la infraestructura ferroviaria, para darse cuenta de que el material rodante, que es lo que más aprecia el viajero, necesitaría un rejuvenecimiento en forma de mandar al museo ferroviario los materiales más antiguos (porque habrá gente que querrá visitarlos) y sustituirlos por algo que nos recuerde que estamos en el siglo XXI.
La infraestructura viaria y las mismas viviendas también pasaron por su mejor momento hace varias décadas. Las autoridades de Bruselas, en su día, pergeñaron una red de túneles que supongo que ha venido muy bien, no sé si para evitar los atascos de tráfico (a la vista está que no), sino al menos para que todo el mundo se comprara un coche y conseguiera de esta manera aprovechar los túneles. Los atascos los tienes igual, pero así puedes tragar más coches de lo que podrías sin túneles.
Pasar por algunos de esos túneles da un poco de yuyu. El conductor no suele fijarse en los detalles del túnel que le acoge, sino sólo en el vehículo que le precede y, si ha tenido que frenar bruscamente, quizá en el que le sigue. Únicamente se fija en el túnel cuando se encuentra atascado y no tiene absolutamente otra cosa que hacer. Como los atascos en los túneles están a la orden del día, uno se encuentra con la cruda realidad en forma de humedad, goteras, barras de hierro que sobresalen, vigas podridas y todo tipo de imperfecciones, por ser suaves, que amenazan con que el tinglado se venga abajo, atrapando debajo a quien haga falta. Y sí, hay todo un plan de renovación de túneles, que avanza muy lentamente y que puede dejar inutilizada una vía de comunicación durante meses.
Así, Bruselas está bloqueada con una frecuencia insólita, para felicidad de las empresas de construcción de la región y aledaños, que cuenta con un cliente ahíto de servicios y más servicios, un volumen inagotable de trabajos para repartir y la garantía de que exprimirá al contribuyente lo que sea necesario para pagar a sus proveedores. No me consta, como pasaba en España, que el puesto de concejal de obras públicas sea el lugar para hacerse rico, pero no sería de extrañar, a la luz de las puertas giratorias y todo tipo de influencias más o menos toleradas, que dichas facultades, si no para forrarse, sí que sirvan para dejarle a uno la vida razonablemente resuelta en forma de trabajo en cuanto los votantes, caprichosos ellos, decidan que el puesto en lo sucesivo lo va a ocupar otro.
Luego están las ecolo-obras. La mayoría del gobierno de la región de Bruselas, que coexiste con los ayuntamientos de los diecinueve municipios que la componen y entre los cuales no hay la menor separación física, porque todo es zona urbana, está compuesta por una coalición entre sociatas y ecologistas. De hecho, los ecologistas tuvieron un éxito resonante en las últimas elecciones regionales y municipales y se han colado en buena parte de los ayuntamientos de la región, además de en el gobierno de la región misma. Y ya se sabe que la prioridad de un ecologista, al menos en materia de obras públicas, que es de lo que se trata aquí, consiste en jorobar a los conductores de automóviles y en construir carriles-bici. No seré yo quien se quejé de lo segundo, puesto que yo mismo me suelo desplazar en bicicleta y no conduzco mi coche más que de uvas a peras, pero el caso es que eso lleva a una de las palabras más temidas para el ciudadano ajeno al negocio de la construcción. Y esa palabra es chantier.
Esa palabra no es fácilmente traducible al castellano, por la riqueza semántica que atesora, y quizá también por los nervios que produce en quien le toca enfrentarse a ella. Habrá que dedicarle una entrada específica, pero no será ésta, porque podría quedar larguísima. Y se haría tarde.
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