Vamos, que, si tuviera tiempo, seguro que iría al cine con más frecuencia. Y también escribiría más entradas en esta bitácora, claro.
Una excepción a mi habitual ausencia de las salas de cine tuvo lugar el pasado fin de semana. Me sugirieron, en una cena durante la semana, un plan que prometía: asistir a la ceremonia de clausura del BIFFF ¿Que qué es el BIFFF? Bueno, pues se trata del "Brussels International Fantastic Film Festival", y es un certamen de cine para gente razonablemente friki, con muchos bichos raros en la pantalla y no poca violencia y sangre. A mí no me acaban de gustar esas películas, porque me tengo por una persona algo impresionable y no quiero tener pesadillas, ya que el sueño tranquilo es de las cosas que más valoro en esta vida, pero, por una vez, decidí que ya estaba bien. Y compré la entrada para la ceremonia de clausura, qué demonios, con entrega de premios y proyección de una última película. "Unwelcome", una película de terror.
Como se ve en la imagen que ilustra en la entrada, sacada de la zona de descarga del propio festival, el certamen tuvo lugar en Heysel, que está todo lo alejado que puede estar de mi casa, sin salir de la región de Bruselas, es decir, no menos de quince kilómetros en línea recta. Se me pasó por la cabeza ir en bicicleta, pero la verdad es que no se me pasó con mucha convicción. El acto empezaba a las ocho de la tarde, terminaría a saber a qué hora, pero no antes de las once, y meterme una hora de bicicleta después del certamen parecía por lo menos incómodo y cansado.
Además, esto es Bruselas, y estamos en primavera, pero nadie lo diría. Hace un frío que pela, llueve todos los días, incluso varias veces y, francamente, no da un pelo de gusto montarse en la bici, y menos cuando vi que la previsión del tiempo era, precisamente, que lloviese todo el domingo por la tarde. Total, que no mola. Es más, la previsión se mostró acertadísima: a las cuatro empezó a llover, y ya no paró en toda la tarde.
Y decidí ir en coche. Que para eso lo tengo.
Llamé a mi acompañante, que vive en el centro, en un lugar casi inaccesible para quien no tenga la ayuda del GPS y le dije que me venía de camino pasar por su casa. Mi acompañante es aún más ciclista que yo mismo, pero debía tener también la mosca tras la oreja con el tiempo y aceptó de buen grado la oferta de transporte. Como siempre, en esta bitácora se respeta el anonimato de las personas, así que vamos a llamar Andrea a mi acompañante y a atribuirle la nacionalidad italiana. Ninguna de las dos cosas es cierta.
Heysel es el lugar de esparcimiento típico de Bruselas. La gente conoce la tragedia del estadio, cuando murió tantísima gente y los "hooligans" ingleses se hicieron más tristemente famosos de lo que ya eran. La gente conoce seguramente el Atomium, o la Pequeña Europa y, si son muy de aquí, también Kinépolis, que está también por la misma zona. Y si hay alguien muy para nota, también conoce los jardines reales de Laeken, que están al lado. También está el centro de exposiciones de Bruselas, donde tienen lugar las ferias comerciales, y también hay una serie de edificios más o menos multiusos en los que se alojan los eventos más variopintos. En uno de ellos, el Palais 10, tenía lugar el BIFFF.
A mí siempre me causa mucho respeto lo de aparcar, supongo que por la falta de costumbre, pero encontré más o menos de chiripa un sitio al lado mismo de la entrada, lo cual, con lo que estaba cayendo del cielo, era lo mejor que nos podía pasar. Entramos al recinto sin mayor novedad, y fue un poco como cambiar de mundo. Aquello no parecía Bruselas. O sí, pero no la que había justo al otro lado de allí.
De momento, no parecía Bruselas porque la gente que había allí era étnicamente homogénea. Sólo parecía haber belgas, y belgas de Bélgica, de piel blanca y lengua... bueno, la lengua es otra cosa, ya se sabe que puede haber dos de ellas, pero aquí eso no tenía mucha importancia, o no parecía tenerla. No vi absolutamente a nadie que tuviera aspecto musulmán, no se veía un pañuelo en la cabeza en toda la parroquia, y me costó mucho distinguir a un negro entre la concurrencia, aunque finalmente encontré a dos, uno de cada sexo, un porcentaje irrisorio entre toda aquella gente.
Friquismo, eso sí, todo el que hiciera falta. A veces uno se encontraba alguna pinta que me recordaba mis tiempos metaleros de cazadoras con remaches y camisetas negras de grupos "heavies"; a veces era más "gore" que otra cosa; las más de las veces parecía gente en sus veinte o en sus treinta, o mayores, con ganas de pasárselo bien. Muchos stands, tiendecillas de parafernalia...
Si lo puedo comparar con algo, es con el ambiente que se respira en clubes de ajedrez, donde hay una fuerte presencia porcentual belga y no demasiados negros ni musulmanes, aunque alguno hay.
La gente comenzó a arremolinarse junto a la entrada de la sala de proyección, nos controlaron la entrada y pasamos a la sala. No, la película no empezaba directamente, sino que primero iba la entrega de premios y galardones, y sólo después venía la proyección.
Lo voy a dejar aquí, porque, de lo contrario, esto se va a alargar mucho, y hoy más que nunca se me está haciendo bastante tarde. Pero sí, queda materia que relatar.
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