viernes, 31 de marzo de 2023

Colruyt

La última cadena que vamos a revisar, en estos momentos en que el sector se tambalea, es Colruyt, que, por el momento, es además la tienda que más frecuento. El modelo es totalmente diferente a los de los distintos Delhaize, Carrefour, Cora, Aldi o Lidl que hay por la ciudad, y que tampoco se parece demasiado al supermercado habitual en España. En realidad, el espacio comercial de los Colruyt es más parecido a un almacén mayorista que a una tienda, y los anaqueles no pasan de ser enormes espacios de almacén, donde, de hecho, hay toros mecánicos paseando con muchísima frecuencia, porque los reponedores trabajan al mismo tiempo que el horario comercial está en marcha. Los pasillos son, por tanto, más amplios, pero la impresión estética de la tienda es básicamente penosa.

Por contra, los precios son muchísimo mejores que los del Delhaize y que los de casi cualquier otra cadena presente en Bélgica. Supongo que es lo que tiene el minimalismo, que permite ahorrar costes. Colruyr es a Delhaize lo que Ryanair a Iberia, por poner una comparación aerolineal. El mismo que está colocando palés de cajas de leche luego te está cobrando en la caja, y ahí viene otra ventaja, porque los trabajadores del Colruyt son gente obviamente bastante musculosa que colocan ellos mismos la compra de los clientes en las cajas que lleven, lo cual convierte la experiencia en, no sólo barata, sino también rápida. Vete tú a decirle a una cajera del Delhaize que, ya que pasa la compra, te la meta en la bolsa, y verás lo que te responde. Sin embargo, los que están en huelga son ellos, mientras que los trabajadores del Colruyt, que se pasan el día moviendo pesos, ni siquiera rechistan. Para la salud del trabajador, me imagino que Colruyt, mucho menos sedentario, es mejor: no hay más que verlos a ellos, y a ellas, para darse cuenta. Eso sí que es igualdad: te puedes encontrar a una jovencita colocando cajas de botellas de lejía de cinco litros en los estantes, y a un bigardo con la cabeza rapada y tatuajes amenazadores cobrándote en la caja como si tal cosa (y luego se cambiarán de sitio, y no pasa nada).

Mi problema es que el Colruyt más cercano que tengo me obliga a desplazarme tres kilómetros. Tengo un Delhaize a trescientos metros de mi casa, pero está en huelga, y tengo un Carrefour City enfrente del Delhaize, pero decidió cerrar hace un par de semanas, lo cual limita bastante las opciones de compra sin irme a las quimbambas. Y todo indica que, a partir de final del año que viene, voy a quedarme sin coche. Es lo que pasa cuando los ecologistas y sus compinches se hacen con el poder, en este caso en la región de Bruselas.

Lo cierto es que la historia de Colruyt no es tan larga como la de los hermanos Delhaize, pero también tiene cierta veteranía. Sus orígenes hay que buscarlos en Franz Colruyt, un panadero de un pueblecito cercano a Halle (Lembeek, he pasado por allí en alguna ocasión), al que la panadería se le quedó pequeña y que decidió montar un negocio mayorista de ultramarinos. Como tantos otros, se decidió con el tiempo por la integración vertical y por hacerse con el canal minorista. Y, además, fue uno de los que ideó lo de las tarjetas de fidelidad. En su caso, los sellos que se pegaban a las tarjetas eran los sellos "Boni", un remedo abreviado de "bonificación" que han tenido su consecuencia hasta el día de hoy. Efectivamente, Colruyt tiene dos marcas blancas principales. La de nivel más bajo se llama "Everyday" y no veréis a muchos pijos comprándola; en cambio, Colruyt tiene una marca blanca de calidad bastante mejor que la anterior, y esa marca es, como aquellos sellos de fidelidad, "Boni".

Colruyt, como empresa, nació en 1950 y no ha salido de la familia del fundador, a través de, sucesivamente, Jo Colruyt y sus hermanos, que sucedieron al patriarca en 1958, y luego el hijo de Jo, Jef Colruyt, que le sucedió a su fallecimiento en 1994 y que creo que sigue siendo el jefe supremo, mientras que otros puestos de la dirección son ocupados por la parentela. Vamos, que sigue siendo una empresa familiar.

Sin embargo, no se dedica únicamente a la distribución de alimentación con el modelo de supermercado cutre, pero eficaz, que he descrito arriba. Tiene un modelo de super más pequeño, para las tiendas de barrio y en pueblos en donde no hay tamaño suficiente como para abrir un tiendorro. Se trata de Okay, similar al Delhaize Proxy o al Carrefour City. Además, tiene una red de tiendas de cosas ecológicas, Bioplanet; otra de juguetes, Dreamworld, y hasta una red de gasolineras, Dats24, entre otras cosas, algunas tan más o menos conocidas como la red de tiendas que Spar tenía en Bélgica. A todos esos sitios puedes ir con la tarjeta de fidelidad que tienen (bueno, yo también la tengo, pero la uso bien poco), que se llama Xtra y tiene una aplicación en la tienda de Google, pero sólo la podéis descargar si estáis en la tienda de Google Bélgica. Mucha diversificación, pero al final tuve que buscar la aplicación por mi cuenta, porque sí, por varios motivos, mi tienda de Google es la española.

No sé yo muy bien cómo les van las cosas en el contexto actual de crisis profunda en el sector de la distribución alimentaria en Bélgica. A ojo, creo que son los menos vulnerables a la misma. Sus empleados, me da a mí la impresión, están mucho menos sindicalizados que los de otras cadenas y no les veo yo con muchas ganas de sumarse a las huelgas, sino de conservar sus puestos de trabajo sin meterse en demasiados líos, pero bueno, me puedo equivocar de medio a medio. Ya veremos cómo se desarrollan los acontecimientos, porque, si continúan como parece y Delhaize y Carrefour City abandonan las proximidades de mi domicilio, me temo que voy a tener algunos problemillas para proveerme de víveres sin desplazarme al quinto pino, tanto más cuanto que en Bélgica hay muchos menos pinos que en España.

Y hasta aquí ha llegado esta miniserie sobre las cadenas de supermercados belgas en vísperas de la huelga del sector y de los cambios que se avecinan en el mismo. Ya nos ocuparemos aquí de qué sucede en las próximas semanas, porque, con este sector, tonterías las justas, y ya se sabe que con las cosas del comer no se juega.

Pero, por una vez, no se ha hecho tarde, sino todo lo contrario: es pronto para hablar sobre la huelga convocada para dentro de casi tres semanas.

miércoles, 29 de marzo de 2023

Cora

Como ya hemos visto, el sector de la distribución alimentaria en Bélgica está en pie de guerra, y no se limita sólo a Delhaize le Lion y su intención manifiesta de pasar al modelo de franquicia. En una aplicación de libro del refrán español "Cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar", dos sindicatos han convocado una huelga en todo el sector el 17 de abril, por si a las otras cadenas les da por cambiar también el modelo de negocio. Uno pensaría en que los convocantes son unos leninistas de extrema izquierda y de tomo y lomo, pero qué va: resulta que son nada menos que el CGSLB (Centrale Générale des Syndicats Libéraux de Belgique), el sindicato liberal (sí, insisto en que en Bélgica hay un sindicato que se dice liberal), y ACV ¿Que qué quiere decir eso? Pues quiere decir Algemeen Christelijke Vakverbond, y es el sindicato católico, que es el mayor de Bélgica por número de militantes. Pero no nos animemos mucho los católicos, porque uno de los folletos que se pueden encontrar entre los materiales que reparte el sindicato es para exhortar a sus militantes a que hagan respetar el Ramadán en las empresas en que trabajan.

Así pues, las cosas siguen animadas en el sector. Es el momento, pues, de seguir dando un repaso a cómo hemos llegado hasta aquí. Y, para eso, vamos a volver a la familia Delhaize, porque nos habíamos dejado a un hermano, Louis Delhaize, haciendo la guerra por su cuenta, mientras sus hermanos se asociaban.

Louis Delhaize no se mudó a Bruselas, sino que se quedó en Charleroi y desarrolló su negocio fundamentalmente en el Henao (en francés es Hainaut, y se pronuncia Enó pero no hemos estado los españoles dos siglos currándonos esta zona como para no usar los nombres españoles). Murió en 1897 y dejó la empresa a sus hijos Achille, René y Georges, que ejecutaron la expansión internacional de la empresa. Claro, al no haber fronteras naturales con casi ningún país, la expansión internacional de las empresas belgas no es muy complicada y, en este caso, se dirigió al norte de Francia. Tampoco es que fueran muy aventureros. El hijo de Georges Delhaize, que se llamaba Louis, como su abuelo, fue el siguiente familiar a cargo de la empresa. Con el tiempo, las diversas empresas familiares se unieron en el Grupo Louis Delhaize y, cómo no, se decidieron a ir un paso más allá y no conformarse con los supermercados, sino pasar a los hipermercados. Y así nació Cora.

Cora es técnicamente una empresa franco-belga cuyos dueños, al menos en la gran mayoría del capital, son miembros de la familia Bouriez, una rama de los Delhaize. Alrededor de Bruselas, y en la propia Bruselas, hay tres o cuatro hiper del grupo, y la verdad es que, si uno anda con prisas y tiene que comprar muchas cosas, están bien. Son del tamaño de los Carrefour o Alcampo grandes que conocemos en España, pero lo que realmente llama la atención es la clientela, al menos a mí. Yo voy de vez en cuando al de Anderlecht y resulta difícil resistirse a la impresión de que la mayoría de los compradores son moros y, de hecho, yo diría que a veces se escucha más árabe que francés. Es verdad que los compradores moros van en grupo y hablan entre sí, mientras que los demás tenemos tendencia a ir solos, qué le vamos a hacer. Y, claro, no hablamos, porque, si hablamos cuando estamos solos, contribuiremos a dar la impresión de que no sólo hay moros, sino también españoles, pero nos jugamos que nos pongan una camisa de fuerza.

Hace unos días estaba estudiando cuentas anuales de empresas belgas y me topé con las de Cora, que son razonablemente reveladoras de que las cosas les han ido mejor en años anteriores. Sí que parece que ha habido tiempos mejores en el sector, y que, por ello, no es de extrañar que los empresarios estén considerando cambiar de modelo de negocio. Lo que no está tan claro es si las huelgas actuales y las que se anuncian van a tener la virtud de arreglar el asunto.

En todo caso, queda una cadena belga por revisar, que además es la que visito con más frecuencia, pero eso quedará para la próxima ocasión.

sábado, 18 de marzo de 2023

Comienzos de las cadenas de supermercados belgas actuales: el león

Jean-Jacques Delhaize debía ser un tipo bastante especial. Por lo menos, innovador. Era de la zona de Charleroi (de un sitio muy valón llamado Ransart), donde nació en el lejano 1805, así que de niño y de joven le tocó vivir tiempos interesantes, como la batalla de Waterloo de 1815 o la revolución de 1830. Ya sus padres y abuelos eran comerciantes de vino y carbón, productos valones donde los haya. Recordemos que, en fuerte contraste con la actualidad, en el siglo XIX Valonia, gracias a la minería y a la industria pesada, era bastante más rica que Flandes. Hoy las tornas han cambiado y para darse cuenta de ello basta con darse una vuelta por los dos sitios.

Jean-Jacques Delhaize tuvo la friolera de once hijos, nueve varones y dos hembras. Los negocios de compraventa de vinos y carbones le fueron lo suficientemente bien como para sacar adelante a su familia, y hasta para dar estudios superiores a sus hijos varones (bueno, a los que quisieron estudiar, que ésa es otra). Pasa por ser un adelantado del concepto de sucursal y de su aprovisionamiento a partir de un almacén central, pero eso quizá sea una especie que hayan propagado sus hijos, que fueron los que realmente le sacaron jugo a la idea.

Jean-Jacques Delhaize murió en 1857, a los cincuenta y un años, que, para una persona acomodada como él, no dejaba de ser un poco pronto, incluso para el siglo XIX. El siguiente comerciante destacado fue su hijo mayor, Jules, el cual era un teórico del comercio y, de hecho, era profesor de comercio en el Ateneo Real, en Bruselas. A la muerte de su padre tenía veintiocho años y le tocó hacerse cargo de la familia y del negocio familiar de venta de vinos y carbones. El tío pasó rapidito de teórico del comercio a práctico del mismo, cortando radicalmente el número de intermediarios en la distribución alimentaria (lo del carbón se lo debió dejar a los Reyes Magos, o no). Hoy eso lo hace todo el mundo, así que no veremos más que productor, mayorista y minorista, pero en el siglo XIX había todo tipo de escalones intermedios de varios niveles. El mérito de Jules Delhaize es el de ampliar el concepto de sucursal atribuido a su padre y realizar lo que hoy se llamaría una integración vertical, hablando directamente con el productor, eliminando todos los intermediarios y suministrando a las tiendas a partir de un almacén central, que también le pertenece. Por otra parte, negocia tales cantidades para todas sus tiendas que su poder de compra es enorme, lo que le permite apretar a los productores y dar unos precios sin competencia a los clientes. Me lo podéis comparar con quien queráis en la distribución actual.

La cosa le empezó a ir bien. Tan bien, que le exigió dedicación a tiempo completo y dejar su empleo de profesor de comercio en 1867. Bueno, la verdad es que no fue el primero, porque su hermano menor Adolphe (que era diez años más joven que Jules) ya había abierto su tienda, llamada "Bon Marché", con un indudable tufo de "discount", el año anterior. A los dos hermanos unidos se les unió un tercero, Auguste, que, la verdad, hasta entonces había tenido muy poco que ver con el negocio de su padre, porque se había hecho veterinario. Los tres hermanos crean la sociedad Delhaize Frères, con realmente muy poca imaginación a la hora de escoger el nombre, pero supongo que eso era lo de menos, y se ponen a abrir tiendas en Valonia. Luego se les unió en el ramo un cuñado (siempre hay un cuñado en medio, ¿verdad?), que dejó su empleo de profesor, pero no de comercio, sino de francés y latín. Siendo cuñado, supongo que les diría a sus socios cómo tenían que hacer las cosas. Y luego se les unió otro hermano más, Édouard.

Como Jean-Jacques Delhaize había tenido tantos hijos, todavía quedaban algunos por ahí, de los que iba a destacar el segundo, Louis, probablemente nerviosito por ver cómo sus hermanos iban abriendo tiendas a troche y moche. Acabará haciendo la guerra por su cuenta a partir de 1870, pero de éste tocará tratar en otro momento.

De momento, los hermanos Delhaize asociados se concentraron en el Henao, su tierra de origen, pero las cosas les fueron tan bien que se les queda pequeño y en 1871 decidieron montar la sede de su negocio cerca de Bruselas, más concretamente en Molenbeek, que hoy es un nido de islamistas, pero entonces era una agradable aldea en las cercanías de Bruselas y, para lo que convenía a los intereses de los Delhaize, muy cerca de la estación de tren.

En 1874, Adolphe se piró de la sociedad fraternal y creó una sociedad disidente: Adolphe Delhaize. Para compensar, se incorporó al equipo de Delhaize Hnos. el hermano menor (bueno, había una hija aún menor, pero fue su marido, el mencionado cuñado, el que entró en el grupo), Léopold. Así que tenemos en este momento tres empresas llamadas Delhaize: Louis Delhaize, Adolphe Delhaize y Delhaize Frères. A pesar de que Adolphe y sus antiguos socios habían concluido un pacto de no agresión (que hoy sería ilegal) cuando se separaron, me imagino que la situación debía ser confusa incluso para ellos, tanto más cuanto que la marca comercial (así se llamaría hoy) seguía siendo "Au Bon Marché" para todas las tiendas. Tocaba distinguirse, y los tres hermanos reunidos tuvieron la ideíta de ser más patriotas que nadie (recordemos que el nuevo socio se llamaba "Léopold", igual que Su Majestad), y pasaron a llamarse, y así siguen hasta hoy, "Delhaize Le Lion", como el emblema de Bélgica. Eso vende mucho. Por si fuera poco, y lo vemos en la imagen que ilustra esta entrada, adoptaron el lema nacional "La unión hace la fuerza", obviamente en francés. Entretanto, y a medida que el patriotismo belga se ha ido desvaneciendo y puede resultar problemático para despertar las simpatías de los supongo que muchos clientes independentistas, ha sido necesario un proceso de "rebranding" urgente y estilizar un poco el león, que incluso ahora parece un poco flamenco.

Para diferenciarse, ya que no por el nombre de las tiendas, que por alguna razón siguió siendo el mismo, Adolphe Delhaize se dirigía a una clientela más acomodada que sus hermanos, que pusieron el acento sobre el surtido y vendían una gama de productos mucho mayor, sobre todo conservas. En el fondo, la diferenciación era tirando a escasita, cosa que duró hasta 1950, cuando todos los fundadores llevaban muertos varios decenios, y la sociedad Delhaize Le Lion absorbió a Adolphe Delhaize y la confusión quedó reducida a dos empresas, la del león y la de Louis Delhaize.

Hoy, Delhaize Le Lion es una cadena de supermercados que quiere dejar de serlo, al menos según el modelo tradicional de que la propiedad es de la central, y pasar a un modelo de franquicia pura y dura. La verdad es que el modelo de franquicia ya lo venía explotando para sus versiones más reducidas (creo que Consum hace algo similar con los Charter), pero ahora quiere pasar a ser mayorista y suministrador de una pléyade de franquiciados. La verdad es que no les culpo por querer reducir los gastos que conlleva gestionar una enormidad de propiedades y unas plantillas enormes, porque no estoy muy seguro de que las economías de escala funcionen muy bien en este sector. Lo que está claro es que a los trabajadores les han sentado bastante mal. Y, cuando en Bélgica un trabajador está descontento, las posibilidades de una huelga son altas. En ello estamos.

Delhaize tiene un punto de flexibilidad que posiblemente quiera acentuar más todavía con esta idea de la franquicia. Ese punto de flexibilidad le hace adaptarse al hecho de que el cliente que tiene en Molenbeek, probablemente tapado hasta las cejas, si es mujer, compra cosas distintas y, sobre todo, cantidades distintas a las del cliente de, por ejemplo, Uccle, que con seguridad es blanco y tiene mucha menos prole que alimentar (eso suponiendo que tenga prole) que los de otros barrios con familias más amplias. Así, en la tienda de Molenbeek se encuentra uno con tamaños familiares y con envases bastante grandes, mientras que en la de Uccle cada vez más se ven más envases de una sola unidad, por ejemplo de hamburguesa. Cuando llegué a este barrio, todavía parece que se resistían a la evidencia, pero está visto que el cliente manda y que en esta parte de la región las personas que vivimos solas somos las suficientes como para que los envases se fabriquen pensando en nosotros.

Y hasta aquí Delhaize Le Lion. Pero, como hemos visto, en el lejano 1870 Louis Delhaize también se había metido en el sector y, a diferencia del hermano Adolphe, su sociedad se escapó de ser absorbida por el león, así que tocará escribir sobre ella dentro de unos días, cuando toque publicar la siguiente entrada.

Cosa que no será hoy, porque no son horas.


C’est véritablement à Charleroi que naît la distribution belge moderne. La famille Delhaize est déjà implantée dans la région carolorégienne depuis plusieurs générations, et plus précisément à Ransart. Jean-Jacques Delhaize y est négociant en vins et en charbon. Il épouse en 1827 Joséphine Ponsart ; ils auront onze enfants, dont neuf garçons. Parmi eux, plusieurs se lanceront dans la distribution alimentaire : Jules Delhaize (1829-1898) Louis Delhaize (1833-1897, repose au cimetière de Ransart) Edouard Delhaize (1835-1888) Auguste Delhaize (1838-1895) Adolphe Delhaize (1840-1899, repose au cimetière de Laeken) Léopold Delhaize (1843-1887, repose au cimetière d'Ixelles) Célina Delhaize (1845-1886, repose au cimetière d'Ixelles) Magasin Delhaize sur la place Charles II (détail carte postale ancienne, éditeur inconnu) Jules Delhaize, l’aîné, devient professeur de sciences commerciales à l'Athénée Royal de Bruxelles. Au décès de son père, il se retrouve chef d’une famille nombreuse. Intéressé par le système de la distribution alimentaire en Belgique, il observe de près les cascades des intermédiaires qui font augmenter le prix des denrées alimentaires. Jusqu’au milieu de XIXIème siècle, la distribution n’est l’affaire que de petits commerçants indépendants, et les intermédiaires multiples font rapidement augmenter les prix. Jules Delhaize pense un nouveau système de distribution des denrées alimentaires : plusieurs succursales réunies sous une enseigne commune seraient desservies à partir d’un entrepôt central, bénéficiant de prix de gros auprès des fournisseurs. Les magasins pensés par Jules Delhaize se veulent irréprochables, tenus par un personnel compétent. Les prix des denrées seront fixes, et affichés, comme dans les grands magasins, qui commencent à s’ouvrir un peu partout en Belgique (notamment « A la Ville de Verviers », à Charleroi, en 1846). En 1866, Adolphe Delhaize est le premier à se lancer ; il ouvre son commerce à Châtelet, sous l'appellation Bon Marché. En 1867, le 1er juillet, Jules quitte son emploi d’enseignant. Son frère Auguste, établi comme médecin vétérinaire, le rejoint. Ensemble, ils créent la société Delhaize Frères et Cie, active dans le commerce des denrées coloniales, les vins et les liqueurs. Ils ouvrent leur premier magasin sur la place de la Ville-Basse à Charleroi. Magasin Delhaize, avenue Mascaux à Marcinelle (détail carte postale ancienne, Edition A. Leclercq) En 1868, une nouvelle succursale Delhaize Frères et Cie est ouverte à Marchienne-au-Pont. Le futur époux de Célina Delhaize, Jules Vieujant (1842-1911), les rejoint, quittant son emploi de professeur de français et de latin ; il ouvre des succursales à La Louvière et à Mons. Edouard Delhaize quitte son emploi de professeur de rhétorique française, et ouvre les succursales de Namur et de Huy. En 1870, Louis Delhaize se lance également dans l’aventure du commerce, mais seul. En seulement quatre années, la famille Delhaize aura créé trois entreprises actives dans le secteurs de la distribution. La création des succursales durant ces quatre premières années se concentre principalement sur le Hainaut, terre connue des Delhaize, où le nombre de clients potentiels est élevé dans les zones industrielles. Les affaires sont florissantes. En 1871, les frères Jules, Edouard et Adolphe Delhaize s’unissent avec Jules Vieujant. Ils créent ensemble une société en commandite simple, et quittent la région de Charleroi pour s’établir à Molenbeek-Saint-Jean, à proximité de la gare de l’Ouest. Magasin Delhaize sur le boulevard Tirou En 1874, l’ambiance entre les frères n’est cependant plus au beau fixe : Adolphe décide de quitter la société ; il hérite de certaines succursales et tous signent un pacte de non-agression ; la société Adolphe Delhaize est créée. Léopold Delhaize, le cadet, rejoint ses frères Jules et Edouard. C’est en 1875 que les frères ajoutent au nom de leur société la mention “Le Lion”, emblème de la Belgique et de sa devise "L'union fait la force" ; on compte alors déjà 21 succursales à travers le pays... Bien que dépendant de deux sociétés différentes, les magasins sont exploités sous le slogan commun “Au Bon Marché”. Les magasins d’Adolphe se spécialisent attirant une clientèle plutôt aisée, tandis que les enseignes Delhaize Frères & Cie Le Lion proposent une large gamme de produits, touchant toutes les classes de la société. L’enseigne produit elle-même de nombreux produits, et importe des produits en conserve des Etats-Unis. En 1950, la société Adolphe Delhaize est absorbée par l’enseigne du Lion. De son côté, Louis Delhaize reste à Charleroi et développe son réseau à partir de son siège social de Ransart. Il se concentre principalement sur le Hainaut. Après son décès, le 11 novembre 1897, ce sont ses fils Achille, René et plus tard Georges qui reprennent l’entreprise. Ils permettent à l’entreprise de croître en dehors des frontières ; si Achille reste en Belgique, René et Georges prennent la direction de la France. René y achète en 1906 les enseignes Sanal à Nancy, et en 1920 celles de Sadal à Strasbourg. Georges fonde à Lille les Docks du Nord en 1908. Sépulture de Louis Delhaize et de sa famille dans le cimetière de Ransart - Détail En 1908, en Belgique, Louis Delhaize devient une société anonyme. A la mort d’Achille, c’est Louis, fils de Georges, et qui reprend la direction de l’entreprise. Louis, deuxième du nom, continue de diriger la société familiale depuis Ransart. Côté français, en 1965, André Bouriez, neveu français de la famille entré chez Sanal en 1929, arrive à rapprocher les firmes Sadal, Sanal, Docks du Nord et Mielle, permettant la création du Groupe Louis Delhaize. Rapidement, le Groupe se lance dans l’aventure des hypermarchés sous l’enseigne Cora. Groupe franco-belge, détenu aujourd'hui majoritairement par la famille Bouriez, le siège social reste toujours aujourd'hui situé sur les terres d'origine des Delhaize. La famille de Louis Delhaize resta longtemps proche de sa région d'origine, comme en témoignent les différentes artères qui portent leur nom (sentier Delhaize, place Louis Delhaize, rue René Delhaize). Propriétaire d’une vaste demeure située à proximité du centre de Ransart, la famille fit don du Château Delhaize à la commission d'assistance publique de Ransart ; suite à la fusion des communes, le bien fait aujourd’hui partie des propriétés du CPAS de Charleroi. Le Groupe Louis Delhaize prit également en charge la restauration de l’ancienne maison communale de Ransart. Louis Delhaize repose au cimetière de Ransart.
Source : charleroi-decouverte.be | Les Delhaize, à l’origine de la grande distribution moderne / F. Dierick

sábado, 11 de marzo de 2023

Supermercados: Delhaize le Lion

Los que me conocen personalmente saben que, en España, suelo comprar en Mercadona. No sólo es que sea simpatizante del Valencia Basket (lo soy), sino que en Valencia lo tengo directamente debajo de casa; cuando paso por Madrid, tengo que recorrer un par de kilómetros para llegar al más próximo, pero los recorro, y el único sitio en España donde acudo a la competencia es en el pueblo, más que nada porque no lo hay, y no veo justificado acercarme a los pueblos vecinos, a cinco o siete kilómetros, que es donde está el más próximo. No hay que pasarse.

En Bruselas no hay Mercadona, al menos todavía y, a la vista del cauteloso modelo de negocio de la empresa, cuya expansión internacional está limitada a Portugal, es probable que jamás vea la apertura de uno. En cambio, otras cadenas extranjeras de gran distribución sí que están mirando hacia Bélgica, y el resultado es que la competencia está creciendo entre los supermercados, hasta el punto que alguna de las cadenas tradicionales belgas está empezando a sacar la bandera blanca.

Las cadenas tradicionales belgas son básicamente tres: Delhaize le Lion, Louis Delhaize y Colruyt, todas ellas con sus diferentes marcas (Delhaize, Okay, Match, Cora, Colruyt, Bioplanet...). Las dos primeras pueden presumir de más de un siglo de existencia, mientras que Colruyt no llega a tanto, pero las actividades empresariales del fundador en el sector de la alimentación comenzaron hace muy poco menos de cien años. El resto de las cadenas presentes en Bélgica dependen de empresas extranjeras, ya sean francesas (Carrefour es el caso de libro), alemanas (Aldi y Lidl se extán expandiendo por aquí) o neerlandesas (Albert Heijn ya tiene tiendas por estos andurriales).

Y es que Bélgica es relativamente pequeña y su mercado no da para mucho. Durante bastante tiempo se ha estado protegiendo de los competidores extranjeros de manera subrepticia, pero eficaz hasta ahora. Sin embargo, finalmente estamos en un mercado único. No es fácil para una cadena de supermercados expandirse, pero, cuando consigue poner la pata en otro país, el pez grande se come al chico.

Delhaize le Lion, que es, además, el supermercado más cercano a mi casa, es un ejemplo de bandera blanca. Ante la competencia que está aumentando claramente, así como las consecuencias de la inflación, mucho más rampante que el propio león del logotipo de la compañía (que, como se ve, está caminando tranquilamente, aunque con la lengua fuera), la cosa se ha puesto chunga. Delhaize ha decidido poner a todos sus supermercados en régimen de franquicia. Hasta ahora, eso ya sucedía con los de menor tamaño, el modelo "Proxy", pero ahora va a poner todas sus 128 tiendas bajo este modelo; es decir, se va a transformar en franquiciante y en mayorista, pero se va a quitar de en medio una masa salarial importante y va a adelgazar su patrimonio inmobiliario considerablemente.

La reacción ha sido inmediata: los trabajadores de más o menos un centenar de las tiendas se han puesto en huelga. Lo que le faltaba a la empresa para cabrear a sus clientes, a los que se ha apresurado a ofrecer el servicio de entrega a domicilio gratuito. En un gesto de sacar beneficio de imagen como sea, ha anunciado que iba a donar a instituciones caritativas los alimentos perecederos que seguían en los anaqueles y que, de otra manera, hubiera tenido que tirar. Y os aseguro que los alimentos perecederos de Delhaize no son precisamente baratos. Les habrán costado sus buenos cuartos.

Veremos la semana próxima, cuando termine la huelga, qué es lo que sucede. No tengo yo muy claro que esto vaya a quedar así. Es cierto que los empleados no van a perder de momento su puesto de trabajo, pero no es lo mismo que te contrate una central como Delhaize con su solidez y sus cien años de existencia (otro día nos pondremos con ello y con las diferencias con Louis Delhaize, que se llaman parecido, pero no son lo mismo), o que te contrate el señor Van Wijn, que sólo tiene esa tienda y que, si la cierra porque no le salen las cuentas, adiós muy buenas.

Seguiremos con una serie de entradas sobre dónde se compran por aquí las viandas de supervivencia. Lógicamente, la próxima tendrá que ir sobre el otro Delhaize belga, y habrá que hacer historia, pero hoy se me está haciendo tarde, así que lo dejo para la próxima entrada.

miércoles, 8 de marzo de 2023

Primavera en Bruselas

El pistoletazo de salida de la primavera en Bruselas, al menos para mí, lo da la camelia de mi jardín: en el momento en que estalla el primer capullo, es señal de que ya estamos en primavera. Y eso ocurrió el otro día, creo que exactamente el 2 de marzo. Es verdad que desde entonces ha hecho un frío del carajo, y que desde anteanoche lleva lloviendo sin parar, pero la flor de la camelia está ahí, así que el que no se consuela es porque no quiere. El tiempo es repelente y nada augura que vaya a venir algo de bonanza... pero la camelia ha florecido, así que algo, una mejora, está en ciernes.

Supongo que la camelia reacciona a la longitud del día y al tiempo que le dé la luz, porque calor, lo que es calor, ha hecho menos del justito desde las Navidades. El caso es que ya la cosa está en marcha, e incluso parece que las temperaturas, que siguen a un nivel al que el grajo vuela bajo, podrían enderezarse dentro de unos días. Si así fuere, que ojalá, incluso tendré camelias en flor en abundancia, a medida que los capullos, que están ahí, agazapados, empiecen a atreverse a abrirse.

El resto del jardín tiene menos prisa que las camelias. Es cierto que se ven brotes verdes en algunas plantas, pero con bastante parsimonia. Y el colmo de la parsimonia son, en primer lugar, el roble que se ve en la foto junto a la camelia, que aún conserva las hojas muertas del año pasado. Hojas muertas, que no secas, porque la lluvia constante las tiene mojadas de manera permanente. En segundo lugar está la parra, que, por experiencia, no va a desperezarse sino hasta entrado abril. A ver si este año, a falta de uvas, que las da escasas, pequeñas y huesudas, da sombra para sentarse a leer cuando, por fin, haga un tiempo que permita salir a disfrutar del jardín.

Igual eso no sucede pronto, porque me he despertado esta mañana y me he encontrado con esta visión al descorrer las cortinas. Todo nevadito hasta la exageración, y yo con estos pelos y, lo que es peor, no teniendo más remedio que ir en bicicleta al trabajo, porque andando no llegaba a tiempo, en coche me iba a jugar la vida sin ruedas de invierno, y en autobús iba a llegar aún más tarde que andando.

En fin, que sí, que tragando saliva (y sapos) he cogido la bicicleta, y mal del todo no ha ido, porque sólo me he caído una vez, cuando un camión de la basura frenó justamente delante de mí y tuve que utilizar el freno delantero. Me mojé los guantes, me congelé las manos, maldije todo lo que se movía, pero no me rompí nada, a Dios gracias, ni siquiera la rodilla sobre la que caí y que era la misma que me tenía parado hasta ayer mismo.

Volviendo al jardín, habría que mencionar los tomates. Pero sobre los tomates y las tomateras tocará escribir otro día, porque hoy no son horas.

lunes, 6 de marzo de 2023

El mono de marfil

Comoquiera que en la librería de Marolles no había encontrado los libros en flamenco que buscaba, pero sí una referencia interesante, me quedó en la lista de cosas por hacer una visita a la librería de viejo que me recomendó el librero francófono. Tardé un poco en hacerla, porque mi lista de cosas por hacer se vacía muy lentamente, pero un sábado me levanté con la resolución de ir sin falta. Los horarios de la librería, de martes a sábado y de diez de la mañana a seis de la tarde, no daban para muchísimo más.

El beaterío de Bruselas no tiene nada que ver con el de otras ciudades flamencas. No hay ni rastro de que en el pasado haya habido beguinas en un lugar cerrado. Supongo que, así como en otras ciudades se respetó bastante, y así ha llegado en buenas condiciones hasta hoy mismo, en Bruselas el suelo cerca del centro de la ciudad era demasiado goloso. Es cierto que existe en Bruselas, y ahí está el mapa que ilustra esta entrada para demostrarlo, una calle, y hasta una plaza, "du Béguinage", así como la correspondiente iglesia, en este caso la dedicada a San Juan Bautista, pero hace falta bastante imaginación para hacerse una idea de cómo pudo ser el beaterío bruselense. Debió ser muy poderoso, y parece que rico, al dedicarse a la industria del paño y tejido, mucho antes de que las cosas se torcieran. Se torcieron a final del siglo XVIII, con la Revolución Francesa (Bruselas fue ocupada por los franceses hasta 1814, y ya se sabe que los revolucionarios no eran precisamente partidarios de las corporaciones religiosas) y con la casi paralela revolución industrial, que debió arruinar sus ocupaciones de tejedoras. Después del bombardeo de Bruselas por Luis XIV en 1695, la expansión de la ciudad debió arramblar con los muros y fosos que separaban el beaterío del resto de la ciudad, como ocurre todavía hoy, por ejemplo, en Brujas, Breda o Amsterdam. Parece que a principios del siglo XIX, ya con el beaterío formalmente suprimido por los franceses, las construcciones que lo formaban se fueron deteriorando, hasta que tuvieron que ser derribadas.

Así pues, el único resto del beaterío de entonces es la iglesia de San Juan Bautista, de la que ya hablaremos en otra ocasión, porque no es ése el objeto de la visita de hoy, sino la librería "Het ivoren aapje". La zona, muy próxima a Santa Catalina, se ha convertido en un lugar original y alternativo, incluso diríase que intelectual e izquierdoso. Bueno, ¡si hasta está ahí el museo Banksy!

La librería está en una esquina que da a la misma plaza del Béguinage. Un escaparate más o menos transparente permite darse cuenta de que allí se venden libros. La puerta es igual que la de una casa cualquiera, sin nada particular, como si el dueño de la librería viviera en el piso de arriba (y quizá sea cierto).

Uno entra, y hay libros, pero no como en la FNAC o en Filigranes, pulcramente ordenados en los estantes. No. Hay libros por todos los sitios, pero por todos, en un espacio reducido. Hay libros en estantes, sí, pero no hay estantes para todos los libros, y entonces aparecen en montones en el suelo. Parece imposible encontrar nada que se quiera buscar, podría pensarse que es una aguja en un pajar.

Pero ahí está el librero, que estaba hacia el fondo del local hablando con otro hombre, que evidentemente no era un cliente, sino más bien un amigo que le hacía compañía, y que hasta tenía un perro. Desde Rusia, me había quedado con la imagen del arquetipo de intelectual como un señor ya entrado en años con pelo largo y barbas también largas. Vamos, como Aleksey Venedíktov, que es el señor de la foto y que es bastante conocido por su condición de redactor jefe de la emisora de radio Ekho-Moskvy, razonablemente opositora a Putin (y que ahora ya no existe, como podía esperarse, porque hay oposiciones que no pueden sostenerse en el tiempo).

Bueno, pues el librero de "El mono de marfil" es clavadito a Venedíktov. Me dirigí a él, excusándome por mi neerlandés mediocre, pero me respondió que lo hablaba muy bien (luego me dijo que lo hacía con cierto acento alemán). Le pedí que me recomendara libros satíricos en neerlandés, a lo cual me respondió que los escritores flamencos y la sátira no es que se llevaran muy bien. Paseando por las librerías, y más en particular por las estanterías, escasas pero existentes, de libros en neerlandés, ya empezaba a sospecharlo. Y es curioso, porque los belgas son graciosos y tienen realmente sentido del humor, pero se ve que los que llegan al estatuto de literatos no están por la tarea.

Salí de allí con varios libros, incluyendo de regalo "Renart de Vos", en holandés antiguo. Además de libros de neerlandés, también los tenía en otros idiomas, pero sólo uno de esos idiomas me interesaba, aunque he de reconocer que había pocos libros de ése: me hice con un ejemplar de los "Comentarios de la guerra de las Galias" en su lengua original. Ya tenía ganas.

Esto no ha hecho más que empezar. Hemos despertado un monstruo. Como dijeron MacArthur y el duque de Madrid, volveré.

Pero hoy no, que son más de las seis, y se me he hecho tarde para ir.


miércoles, 1 de marzo de 2023

Siguiendo con la sanidad: altas y bajas

Ya sé que el asunto de la sanidad, como quedó dicho hace unas entradas, está sumamente de actualidad en España, y que es el caballo de batalla que se está utilizando, en particular en la autonomía madrileña, digo yo que para poner en problemas al actual gobierno regional, o a lo mejor para conseguir una sanidad pública puturrudefuá, quién sabe.

Yo, lo que es en Madrid, no he ido jamás al médico, y que dure, pero sí que lo he hecho en Valencia, que es de donde tengo la tarjeta sanitaria. Corría el principio del año del señor de 2018 y yo tenía un trancazo de los que entran pocos en un kilo y algo de fiebre, con toda seguridad por encima de 38 grados. Llegué al ambulatorio como pude, me planté en la entrada y le dije a la celadora que estaba hecho un asco y que quería ver a un médico. La celadora vio mi tarjeta y yo no sé si había cola o qué, pero me envío enseguida a una doctora que tenía la consulta en el segundo piso del edificio. A los pocos minutos estaba delante de ella.

No sé cómo será ahora, porque de este episodio hace cinco años, pero desde luego no puedo tener la menor queja en cuanto al tiempo que se tardaba entonces para conseguir una cita. Y no, no era yendo a urgencias, sino a atención primaria pura y dura.

Le expliqué a la doctora lo que me pasaba, y le pedí una baja laboral. Sí, es verdad, estaba de vacaciones, pero si presentaba una baja, aunque fuera española, en el trabajo me iban a devolver los días y podría tomarlos más tarde, de manera que me convenía obtenerla, aunque a la Seguridad Social española no le fuera a costar un duro. Para no tener que dar largas explicaciones (y porque estaba tan hecho polvo que no estaba para darlas), omití el hecho de que estaba trabajando en Bélgica.

La doctora me miró con el rostro torcido, como si estuviera pidiendo algo poco menos que delictivo.

- ¿Una baja? ¿Por esa gripe de nada?

- Es que no estoy para trabajar. Que estoy muy mal.

Vamos, yo pensaba que saltaba a la vista y que el termómetro no engañaba.

- Esto no puede ser... Una baja, me pide... Nada menos que una baja... En fin. Mire, le voy a dar dos días, dos: hoy y mañana, nada más que dos. Pasado mañana a trabajar. Tómese esto.

Y me extendió una baja por dos días y ni un minuto más, además de una receta de paracetamol genérico, nada de marcas, que me costó unos centimillos en la farmacia. En honor a la verdad, hizo milagros, porque efectivamente a los dos días estaba fresco como una rosa y para incorporarme al curro, si no hubiera sido porque estaba de vacaciones todavía.

Vamos, que los doctores españoles tienen, o eso me parece, una enorme resistencia a dar bajas alegremente. Indudablemente tienen instrucciones para, en caso de necesidad imperiosa, limitar las bajas a dos días laborales: según la normativa española, los dos primeros días de baja los paga la empresa y es a partir del tercero cuando interviene la Seguridad Social y le cuesta dinero al Estado.

¿Y cómo van estas cosas en Bélgica? Pues vamos a verlo.

Esta mañana, sin ir más lejos, me han operado de un chalación en un párpado, aquí mismo, en Bruselas. No es una operación complicada en absoluto (por desgracia, no es la primera vez que me pasa), pero, claro, uno sale del quirófano y de la clínica con el ojo tapado y serios problemas de visión panorámica, aunque, si no pasa nada, a las pocas horas ya se lo puede destapar y la hinchazón del ojo va desapareciendo poco a poco.

- Pues me haría falta un justificante para el trabajo - le insinué al médico, una vez salí del quirófano - para cubrir la ausencia de hoy.

- ¿Sólo hoy? - dijo el médico con sorpresa.

- Bueno...

- Se la puedo hacer para hoy y mañana.

- Hombre, pues vale.

Y salí de allí sin el menor problema con una baja para dos días, que seguramente no usaré, porque ya me he quitado el parche y estoy escribiendo una entrada, así que mañana ya debería estar en condiciones de sentarme delante de un ordenador y escribir cosas sesudas (con el parche es mucho más complicado, al menos hasta que uno se acostumbra a ser tuerto).

Eso hoy. En el pasado, cuando he ido al médico con un gripazo, como en aquel entonces en Valencia, no he tenido el menor problema para salir de allí con una baja de una semana entera. Es más, no he tenido ni que pedirla ¿Me hacía falta la semana entera de baja? Pues a veces sí, pero otras veces no y me he reincorporado antes, porque, seamos sinceros, por mucho que haya un documento que le cubra a uno, si se está en condiciones, a uno le pagan por trabajar, no por esgrimir una baja médica.

Y seguramente este régimen tan laxo es una consecuencia indeseada del sistema belga en que los médicos se establecen por su cuenta y hacen de su capa un sayo con las bajas, mientras que en España los médicos no dejan de ser funcionarios y reciben instrucciones clarísimas. En Bélgica no son funcionarios, sino que compiten entre sí. Si un médico se pone riguroso a la hora de conceder bajas, habrá pacientes a quienes les dé igual, pero habrá otros que vayan buscando precisamente bajas y tenderán a ir a los médicos que les pongan menos problemas para extendérselas. Y ya tenemos las bajas como factor de competitividad entre galenos. No es el único, pero es uno de ellos. No conozco estadísticas de bajas laborales ni en Bélgica, ni en España, pero estoy prácticamente seguro de que en Bélgica son más numerosas.

Que quede claro que no me parece que el sistema enormemente restrictivo de España sea positivo en todo caso. Está claramente enfocado en evitar abusos, y el relativamente poco tiempo que he trabajado en España me deja clarísimo que, o he tenido mala suerte, o la proporción de españoles sin principios ni escrúpulos en este siglo XXI es demasiado elevada como para que el sistema pueda reaccionar de otra forma. Lo cual es triste para quienes sí que tienen principios, que han de pasar por el mismo cedazo estrecho que la Seguridad Social ha puesto para que no se les cuelen los que no deberían.

En fin, materia para reflexionar. De momento, con el ojo a la virulé, lo cierto es que se me va cansando después de tenerlo tapado casi todo el día y de verlo bien morado ahora mismo, así que voy a dejar la entrada y me voy a poner la pomada que me han recetado, antes de que se haga tarde.

Que mañana hay que madrugar, recontra.