En cambio, Donetsk y Lugansk tienen más o menos la misma personalidad que Cartagena y Albacete, por poner una comparación española. Son una especie de cantón cuya población es étnicamente indistiguible de la que les rodea, cosa que en Abjasia y Osetia del Norte no ocurre, porque ésos tienen lengua propia y no es precisamente el georgiano. Y, aun así, no son sino una especie de protectorado de Rusia. Donetsk y Lugansk, todos cuyos habitantes deben tener pasaporte ruso a estas alturas, no creo que den ni para eso. Ya veremos.
Siguiendo con mi teoría, Ucrania debería ser un estado tapón y los ucranianos conformarse con ello, pero los acontecimientos no parecen ir por ahí. Yo no sé lo que estará pasando sobre el terreno, pero supongo que el número de prorrusos en Ucrania, que andaba por cerca de la mitad de la población, se habrá reducido drásticamente. Primero, porque los territorios donde eran hegemónicos, que eran Crimea y las dos republiquetas, directamente ya no están en Ucrania, al menos de hecho. Segundo, porque en estas circunstancias es probable que los que queden, que seguro que quedan en toda la zona costera del Mar Negro, estarán calladitos como fiambreras, suponiendo que no hayan cambiado de opinión. Y, en tercer lugar, porque los prorrusos en Ucrania tengo la impresión de que son algo así como los comunistas en Rusia: entrados en años y, fatalmente, en declive por razones estrictamente demográficas. Me da a mí que los jóvenes son más parecidos a los catalanes: educados en vernáculo y con contenidos educativos diríamos que sesgadillos en un sentido.
Y, a propósito de educación (sesgadilla, si se quiere), vamos a ver qué se estudia en Rusia sobre estos asuntillos. En este caso, me voy a basar en uno de los tesoros que me llevé de Moscú: la Enciclopedia de Historia para niños. Uno pensaría, siendo español y con la LOGSE o cualquier ley educativa basura que tenemos, que una enciclopedia infantil tendría unas cuantas paginitas dedicadas a decir que la Segunda República era un oasis de felicidad en medio de un desierto de oscurantismo franquista o reaccionario, y que dedicarían dos líneas al resto de los períodos históricos.
En Rusia, no.
La Enciclopedia Infantil de Historia que me traje de Moscú consta de tres tomos de setecientas páginas cada uno. Eso sí, tiene mapas, grabados y dibujitos, pero también tiene texto, ya lo creo que lo tiene.
El primer tomo tiene un capítulo sobre numismática, otro sobre falerística, nociones de genealogía y heráldica, un nutrido capítulo de historiografía y sólo después comienza a tratar de los pueblos veteroeslavos del primer milenio después de Cristo, que es el equivalente a nuestro Neolítico (la historia de Rusia tiene cierto retraso con respecto a las épocas en el resto de Europa, creo que ya escribí de esto en alguna ocasión). Hacia el final del primer tomo hay un capítulo que se titula: "La gran rivalidad entre Rusia y la Unión Polaco-Lituana en el siglo XVII. Anexión de Ucrania".
Yo ya sé que las comparaciones son odiosas, pero por aquellas fechas más o menos se produjo la unión entre España y Portugal, y apostaría porque hay la tira de escolares españoles que ignoran completamente que estuvieron las dos estuvieron unidas en algún momento. Y no digamos la de niños que desconocen, no ya lo más básico, sino lo que significan las palabras numismática y falerística (también es cierto que en España, en general, somos poco de medallitas, mientras que en Rusia se chiflan por ellas). Pero volvamos a lo que importa.
A principios del siglo XVII, Rusia era una birria que estaba pasando por la digestión del período confuso (del que ya quedó algo dicho aquí, aquí y aquí, e incluso en las entradas posteriores) y los polacos se paseaban por las llanuras como querían, mientras que los suecos, que entonces eran una de las grandes potencias de Europa, de la mano de Gustavo II Adolfo, dominaban la salida al mar por el norte. La nueva dinastía, los Románov, achicaba agua como podía. En 1618, los polacos estaban en Mozhaisk, que hoy está al ladito mismo de Moscú, y en Kaluga, que hoy son poco menos que ciudades dormitorio de la capital. En 1634, los polacos estabilizaron su situación y Rusia reconoció que tenía a los polacos delante de las narices después de sufrir una serie de derrotas cuando intentaron recuperar Smolensk. Miguel Románov y su sucesor Alejo Mijáilovich bastante tenían con enfrentarse a los motines de hambre que estallaban en las diferentes ciudades de sus dominios de manera poco menos que rutinaria.
En esto, en 1648 se produjo el levantamiento de los cosacos zaporogos al mando de su hetmán Bogdán Jmelnitsky contra los polaco-lituanos. En la Enciclopedia Infantil se callan piadosamente los motivos del alzamiento, aunque el transcurso de las campañas se narra profusamente. Parece que Bogdán Jmelnitsky tenía sus rencillas con un vecino católico y que los tribunales no le dieron la razón, lo cual le enfadó bastante y le llevó a liarla parda. Cuando uno lee la enciclopedia infantil, parece que el motivo de la revuelta no fuera sino la liberación del pueblo ruso (en la Edad Media y Moderna era el adjetivo común para todos los ortodoxos de aquella zona).
En 1649, Jmelnitsky, unido al jan de Crimea Islam-Guiréi (que muy ortodoxo no es que fuera) derrotaron en Zvorov al ejército del rey Juan Casimiro, pero el jan dijo que hasta ahí había llegado y Jmelnitsky, que sin los crimeos era bastante menos cosa, firmó la paz con los polacos y se quedó como gobernador autónomo de la Ucrania de la vertiente derecha del Dniéper. Hasta hoy, el Dniéper sigue marcando la línea divisoria entre la parte predominantemente rusa o rusófona y la parte predominantemente ucraniana, que entonces se quedó bajo la soberanía directa de Polonia.
La paz duró poco. Y es que eso de la autonomía es una situación inestable por naturaleza, cuando unos lo que quieren es la independencia y los otros que los insurrectos vuelvan al redil. En 1651, los polacos derrotaron completamente a los cosacos en Berestechko, y Jmelnitsky tuvo que escaparse del jan tártaro, que lo había hecho prisionero. La lucha siguió con suerte diversa, hasta que llegó 1654. Los cosacos habían tanteado a los rusos para que les echaran una mano, y es verdad que Alejo Mijáilovich era bastante enemigo de los polacos que les tenían la mano en la garganta, pero también esa misma mano servía para ayudarle a sofocar los motines, así que el zar iba dando largas a los cosacos. Y ahora le cedo la palabra a la Enciclopedia Infantil. Esto es lo que se enseña a los niños en Rusia:
El 1 de octubre de 1653, el Zemsky Sobor (lo más parecido a unas cortes que había en Rusia entonces -y casi en cualquier momento-) decidió aceptar la petición del ejército cosaco y su hetmán de ser acogidos bajo la protección del zar. Inmediatamente, el boyardo Vassili Vassiliévich Buturlin, el secretario Alferiev y el diácono Lopujin se dirigieron a Pereyaslavl (actualmente Pereyaslavl-Jmelnitsky), donde debían reunirse los representantes de los distintos estamentos del pueblo ucraniano. Los rumores del objeto de tal viaje se expandieron rápidamente, así que en las distintas ciudades se les iba recibiendo con solemnidad.
El 8 de enero de 1654 se reunió en Pereyaslavl la rada secreta de los jefes cosacos, que confirmó la intención del ejército zaporogo de someterse al vasallaje de Rusia. A continuación, los tambores empezaron a llamar al pueblo a la rada. Jmelnitsky tomó la palabra y dijo: "¡Señores generales, capitanes, centuriones, tropas zaporogas y todos los cristianos ortodoxos! Ya hace seis años que vivimos sin soberano, entre peleas sin fin y derramamientos de sangre con persecuciones a manos de nuestros enemigos, que quieren arrancar la iglesia de Dios, con tal de que el nombre ruso no se recuerde en nuestra tierra..." Y el hetmán propuso al pueblo que eligiera entre cuatro poderosos gobiernos, dispuestos a acogerlos en su defensa: "El primero es el emperador turco... el segundo, el jan de Crimea; el tercero, el Rey de Polonia. Y el cuarto es el zar ortodoxo y gran príncipe de toda Rusia Alejo Mijailóvich, soberano oriental, al que ya desde hace seis años le imploramos constantemente que venga con nosotros". Tras valorar a los turcos, tártaros y polacos, el hetmán concluyó que, excepto Rusia, "excepto el alto brazo del zar, no tendremos ningún otro defensor; si alguien no está de acuerdo con nos, vaya a donde desee: camino libre". Los reunidos empezaron a gritar: "¡Queremos estar bajo el zar ortodoxo oriental! ¡Mejor morir bajo nuestra sagrada fe que someterse a quienes odian a Cristo o a los paganos!" Pavel Teteria, general de Pereyaslavl, empezó a andar alrededor de la reunión, preguntando: "¿Todos lo queréis así?" "¡Todos sin excepción!" Jmelnitsky dijo: "¡Sea, y que Dios nuestro Señor nos dé fuerzas bajo el poderoso brazo del zar!" El pueblo respondió: "¡Dios, confirmanos! ¡Dios, danos fuerzas! ¡Que estemos unidos por los siglos de los siglos!" De esta manera tuvo lugar la unión de ambos pueblos hermanos.
Pues esto no sé si se corresponde exactamente con la verdad histórica, pero que se corresponda o no a la misma importa poco, por cuanto es lo que se ha enseñado a las últimas generaciones rusas. No creo que la Enciclopedia Infantil sea un manual escolar, porque es muy bestia como libro, pero es una excelente obra de referencia. Obviamente, la versión bajo la que se educó Putin y toda su generación eran manuales bolcheviques que omitían las referencias a Dios, pero no lo de la unión de dos pueblos hermanos. En Rusia no hay prácticamente nadie que no crea que, en el fondo, ucranianos y rusos son la misma cosa.
Tres siglos después de esa unión, Jruschov, ucraniano él, tuvo la brillante idea de celebrar el tricentenario regalando Crimea a Ucrania, lo cual nos ha llevado a cosas como la situación de 2014.
Tras el episodio que acaba de narrarse, los polacos no se quedaron quietos, pero ahora el frente iba a ser más amplio. Los rusos atacaron en lo que hoy es Bielorrusia. La campaña de 1655 tuvo éxito en Bielorrusia, pero no tanto en Ucrania. Y en 1657 falleció Jmelnitsky. Su sucesor, Iván Vygovsky, se pasó inmediatamente a los polaco-lituanos y firmó con ellos el tratado de Gálich que devolvía Ucrania a Polonia. Claro, eso no le gustó a mucha gente, que prefería seguir con Rusia. Seguro que esto nos suena de algo, lo que quiere decir decir que lo que está pasando en el siglo XXI ya pasaba en el XVII. En 1659, el voivoda ruso Trubetskoy, como un Putin cualquiera, penetró con sus ejércitos en Ucrania oriental y no tardó en dar de tortas a Vygovsky y en imponer como hetmán a Yuri Jmelnitsky, hijo de Bogdán, que confirmó lo dicho en la rada de Pereyaslavl. Eso sí, sin dejar de mirar de reojo a los polacos, por si tocaba echar marcha atrás.
La ocasión de dar marcha atrás llegó cuando los polacos destrozaron completamente en la campaña de 1660 al ejército ruso del general Sheremetyev, que había avanzado hasta Leópolis (o Lvov, o Lviv, según como prefiera cada uno). Yuri Jmelnitsky, que vio la batalla desde lejos, se sometió de inmediato a los polacos, pero ya no consiguió recuperar la Ucrania oriental.
Tras unas cuantas tortas en el frente bielorruso, más bien favorables a los polacos, el rey Juan Casimiro y el líder cosaco Pavel Teteria pasaron a la acción en Ucrania. Por cierto que a Pavel Teteria lo hemos visto hace unos párrafos en la rada, animando al personal a someterse al zar de todas las Rusias, pero entretanto había pasado a tomar las armas precisamente para evitar eso mismo. Qué tiempos. Los rusos también tenían un ejército cosaco que les ayudaba, en este caso mandado por el hetmán Briujovetsky, y entre los dos lograron detener a los polacos.
Los años siguientes en Ucrania fueron un auténtico carajal, y no sería la última vez. Quizá toque contarlo en la próxima entrada, que no es que hoy se esté haciendo tarde, pero es que esto está quedando muy largo.
3 comentarios:
Me parece espeluznante el cariz que está tomando este asunto. Hablamos de gente de gatillo fácil con espadas láser. Los dirigentes rusos salivando ante un suculento steak tártaro y los poderes fácticos estadounidenses viendo otra oportunidad de negocio, como en Irak. Al final, acabaremos pagando el convite los europeos, me temo...
...Y, de regalo, más inocentes masacrados, violados, desplazados... Es que no aprendemos ni con enciclopedias.
Fer Sólo Fer, concentrémonos en las ventajas: hoy ha desaparecido de las conversaciones el repelente vodevil sobre la crisis del PP.
Si hemos de vomitar, al menos que sea por algo serio.
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