En realidad, el arquitecto que proyectó San Marcos es un profesional que vive en Uccle, no demasiado lejos del templo que imaginó, y por lo visto debió ser un arquitecto popular entre los responsables de construir lugares de culto en el sur de la región de Bruselas. Otro ejemplo de su trayectoria es una parroquia de Forest, un municipio vecino de Uccle, en el cual se encuentra el templo del Santo Cura de Ars. No sé exactamente que pensará desde el cielo San Juan María Vianney al contemplar cómo funciona la parroquia que lleva su nombre, pero sospecho que estará lejos de mostrar regocijo.
Como edificio, es difícil llamarlo bonito, pero tampoco parece el típico adefesio buscado a propósito. Simplemente tiene pinta de edificio funcional, que aloja no sólo el templo propiamente dicho, sino también una pequeña escuela primaria, que no cerró sino muy recientemente. Sin embargo, aquí lo que llama la atención es el funcionamiento interno de la comunidad.
Veamos, a este respecto, lo que dice el antiguo párroco del lugar, ya jubilado. La traducción es mía:
A petición nuestra (se trata de una publicación unitarista, herética pues, como era de esperar), Henri Solé (el párroco) ha tenido a bien aportar algunas informaciones sobre el funcionamiento de esta parroquia:
Soy un antiguo cura de esta parroquia hasta mi jubilación, a la que accedí en 1999. La parroquia se administra en libertad y elige regularmente a sus responsables desde hace cincuenta años. Por tanto, cuando me marché, rechazó el nombramiento de un nuevo cura y es asistida con regularidad por diversos sacerdotes amigos... que desgraciadamente están envejeciendo como todos nuestros responsables eclesiásticos.
Colabora con la unidad pastoral de Forest, pero sin ser miembro de ella.
Es libre en sus palabras y responsabilidades. Acaba de llevar a cabo el acogimiento de treinta indocumentados que ha estado recibiendo a lo largo de cinco años y que tienen ahora sus permisos de residencia y de trabajo en orden.
Aparte de esto, pretende respetar las opiniones y compromisos de cada uno y no cree poseer la verdad, aunque se esfuerza en seguir a Jesús y su evangelio.
El artículo es de 2012, pero uno lee las últimas novedades de la parroquia (ahora cerrada a cal y canto, como todas) y las cosas no parecen haber cambiado nada: el mismo grupo rebelde (y menguante, con total seguridad) que se hizo fuerte cuando se fue el párroco que debió soliviantarlos, y que el arzobispado parece que no tuvo narices de poner en su sitio, sigue haciendo lo que le da la real gana.
Se empieza oficiando en un sitio feo y, lógicamente, se termina convertido en una ONG y dejando la verdad para los otros, porque no les interesa la verdad, sino hacer lo que mejor les parezca.
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