El otro día cayó en mis manos un folleto de Caritas Europa, que tiene su sede en Bruselas, bien cerquita de donde, parece ser, se corta el bacalao. El folleto está formalmente muy conseguido, con muchas fotos de las acciones sociales que realizan, casos de los distintos países en que están activos, e incluso alguna sorpresa, porque a mí me ha sorprendido bastante enterarme de que hay gente que las está pasando canutas en un lugar que asociamos tan poco con la pobreza como Luxemburgo.
También he entrado en la página web de Caritas Europa, también muy conseguida, y donde hay un montón de información.
Sin embargo, hay una cosa que me ha sorprendido mucho más que saber que hay pobres en Luxemburgo. Y es que en todo el folleto, y también toda la página web, no he encontrado ninguna referencia al hecho de que Caritas es una organización católica. No se diría sino que los responsables del folleto, de la página, y de la comunicación exterior en general, han hecho todo lo que estaba en sus manos para ocultar este hecho. La palabra "católico" no aparece en todo el folleto; en la página de Internet, hay que escudriñar muchísimo para encontrar una referencia, por otra parte bastante indirecta, a la naturaleza cristiana de la organización. Parece que les dé vergüenza reconocerlo, o que se encuentran mucho más a gusto dentro del armario, como una ONG más, aunque más grande.
El asunto no es cualquier cosa. La caridad, para un cristiano, no es lo mismo que la caridad para un filántropo o para un oenegero cualquiera. Una ONG no religiosa, de las que hay a patadas, se mueve por una motivación estrictamente diferente de la que tiene, o debería tener, un cristiano.
Muchas veces me he preguntado qué mueve a los voluntarios de las ONG a prestar su tiempo y sus recursos para una causa. Así como seguramente es difícil para ellos entender qué es lo que nos mueve a los cristianos, tampoco me resulta fácil entender qué es lo que hay detrás de sus acciones. Supongo que es pura bondad, dejando aparte que hay ONG que persiguen fines que no son buenos, y que la motivación de los voluntarios es, simplemente, hacer un favor a alguien, sin ningún interés particular en ese alguien concreto, o calmar su conciencia, ésa que nos dice, muy bajito, pero muy seguido, qué es lo que está bien y qué es lo que no lo está, o quizá tengan alguna motivación estrictamente política, o quieran conocer gente, o qué sé yo.
Para un cristiano, sin embargo, todas esas motivaciones, que son legítimas y pueden existir, son muy secundarias. La típica frase que usan los mendigos cuando piden limosna es tremendamente representativa, incluso aunque ellos no lo sepan e incluso aunque, como cada vez quedan menos mendigos, digamos, tradicionales, la frase se oiga cada vez menos.
La frase es: "Una limosnita, por el amor de Dios."
Esta frase lleva implícitas muchas cosas. Aunque el mendigo sea un ser repugnante (y, efectivamente, muchos son repugnantes), aunque haya descendido a lo último de la degeneración humana, y por mucha culpa que tenga él mismo del estado en que se encuentra, sigue siendo imagen de Dios. Y los cristianos estamos llamados a ayudarle, no tanto en cuanto a persona humana, lo que sería la aproximación filantrópica irreligiosa, sino porque Dios nos lo ordena. De hecho, visto así, incluso tiene menos mérito del que tiene quien ayuda prescindiendo de Dios, porque nosotros, al fin y a la postre, cumplimos una orden de alguien que creemos que más adelante nos recompensará (o nos castigará, no vayamos a creer) según lo obedientes que hayamos sido. Tenemos libertad, sí, para ser desobedientes, pero no la tenemos para eludir las consecuencias de esa desobediencia, y un cristiano consecuente sabe perfectamente que las consecuencias no molan nada. El filántropo supongo, o quiero suponer, que simplemente ayuda porque sí.
De esta forma, aunque las consecuencia de la acción caritativa sean diferentes, la forma de llegar a ella es totalmente distinta. El folleto y la página de Internet de Cáritas enmascaran esto todo lo que pueden, poniéndose a la altura de quien ayuda porque sí, y no porque es la voluntad de Dios, que nos pedirá cuentas.
No sé si falta mucho tiempo para que Cáritas se separe de la Iglesia Católica, y pase a ser una ONG más, como tantas otras; o para que los poderes públicos decidan separarla de la Iglesia, expropiándola o algo así, para que continúe desempeñando sus funciones sin interferencias religiosas. De momento, a nivel europeo ya parece que queda muy poco para eso, y que la propia Cáritas tiene buena parte de culpa de que esto esté sucediendo.
De momento, el caso español es diferente. Uno abre la página de Cáritas España, y no puede llamarse a engaño: en portada tiene una cita del Papa, y en "quiénes somos" aparece muy clarito que son una organización católica. Quiero pensar que en otros países sucede lo mismo, pero lamentablemente parece que Bélgica no es uno de ellos, al menos, después de leer la página de Cáritas de por aquí, pulcramente presentada en tres idiomas, francés, neerlandés e inglés, pero en cuyos "quiénes somos", y no importa en qué lengua, hay que rascarse mucho la cabeza antes de comprender, bien al final del texto, que se trata de una organización católica. O eso.
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Hace 1 mes
3 comentarios:
Buenos días, Alfor:
Me alegra que saque usted el tema (el segundo, no el primero), pero teniéndome a mí como lector habitual, se expone usted a una disquisición indigesta de longitud mayor que la de su post. Quería hablar un poco sobre las razones de la caridad para una persona no religiosa, siempre desde el respeto y desde la admiración y el cariño a una persona ingeniosa que me lleva divirtiendo gratuitamente con sus posts durante unos cuantos años.
Siempre he pensado, desde mi punto de vista no religioso, si no suponía la promesa o amenaza de premio o castigo un impedimento para, realmente, obrar el bien. Me explico: si no se puede considerar que el creyente que, por ejemplo, practica la caridad, pueda tener intereses poco altruísta (la egoísta salvación de su alma). El católico escrupuloso tiene ahí material para cuestionarse a sí mismo con saña.
Sobre la caridad de los no creyentes, el motivo puede ser perfectamente egoísta: darse cuenta de que se pertenece a un pérfido lobby (el de la raza humana) y, de este modo, ayudarse los unos a los otros, como hacen los judíos, sabiendo que al final redunda todo en el pérfido lobby al que pertenecemos y que, evidentemente (porque el lobby protege a los suyos), el bien del otro acaba redundando en uno mismo, aunque sea de quincuagésima mano. Pero supongo que la gente no lo ve así (siempre suponemos que la gente es tonta), y que simplemente lo hacen por cándida bondad.
No sé cuál es la postura católica sobre lo que llamamos conciencia (la que da remordimientos), pero para mí es lo más parecido a un Dios que tengo (uno interno) que te ayuda a diferenciar el bien del mal (supongo que el cristianismo no la debe considerar tan infalible, he oído decir que el diablo le mete a uno cosas insanas en la cabeza).
"Tranquilizar la conciencia" no sería, como quiero leer entre líneas (no porque creo que usted lo haya dicho, sino porque se utilizar en ese sentido), algo más reprobable que obedecir ciegamente lo que a uno le dicen que son los designios de Dios (ni seguir ciegamente los designios de ese Dios, en el supuesto de haberlo); es decir, "¡míralo, el egoísta, hace cosas BUENAS para quedarse tranquilo con su conciencia y dormir bien!" es potencialmente tan falso como "¡míralo, el egoísta, hace cosas BUENAS para que Dios lo perdone (cuando sabemos que es un redomado criminal que sin Dios haría barbaridades)!". Recuérdese, como argumento de autoridad (en mi familia es costumbre decir las tonterías más grandes con la cara seria, así que no se asuste), la frase de Sherlock Holmes en la película rusa del "Rey del chantaje": "Es un miserable, y como tal, tiene el sueño profundo".
(sigue)
En mi humilde opinión, el seguir a la conciencia (o, quién sabe, a la razón) por encima de lo que le piden a uno las tripas ya es de por sí algo digno de admiración (aunque sólo sea por lo difícil). Qué diablos, el "tener conciencia", o tener una conciencia separada del espacio misterioso de detrás de los ojos de uno mismo, ya es un avance tremendo: mejor es una moral antropocéntrica que una egocéntrica, pues como mínimo requiere una perecepción más amplia de nuestra posición en el sistema de las cosas (no somos "Beloemigrant" y "Alfor", sino "personas" o "hijos de Dios").
Por eso me ha asustado un poco eso de entender la caridad como algo que se hace por orden de Dios. Al menos, no directamente. La caridad sería una consecuencia lógica del mandato de "amar al prójimo como a ti mismo" (que no sé si es teológicamente correcto, pero que al menos se nos divulga así a los legos), que es una forma de darse cuenta de que pertenecemos al lobby "hijos de Dios"/"personas". Ya dijo San Pablo eso de: "Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve." Ciertamente, espero que no muchos cristianos practiquen la caridad en el sentido de "metales que resuenan, o címbalos que retiñen". Por otra parte, teniendo confianza en Dios, hay que asumir lo que ordena Dios es bueno (lo cual es una ventaja bastante envidiable para los creyentes, que se ahorran tener que dar tumbos en busca del bien) y, ¿quién es el tonto que, conociendo el bien, no lo hace? Yo, como agnóstico, entiendo el bien como conocimiento infalible (limitado, eso sí, a la dimensión humana que indudablemente tiene también la religión católica). ¿Y qué es más infalible que la palabra de Dios? Lo dicho: para mí, el mal es desconocimiento, en general, del mundo y de la naturaleza de uno mismo. El amor sería un efecto del conocimiento, y la caridad una manifestación lógica del amor. Esa sería mi perspectiva no religiosa.
¿No considera usted vacía la caridad católica en cumplimiento de sólo el precepto de la caridad en sí, y no en el del amor al prójimo?
Un saludo,
Beloemigrant
Beloemigrant, interesante asunto, desde luego. No soy teólogo, pero creo que en la caridad ejercida por un católico siempre está presente Dios, y además en muchos sitios. Está en esa 'inspiración' que es la conciencia, está en el mismo prójimo beneficiario de la caridad y, puesto que Dios es amor, está en la caridad misma.
Lo interesante del asunto es que, así y todo, el hombre es libre, y siempre puede decir a Dios que no, saltándose a la torera la conciencia. El diablo, que le mete a uno tentaciones insanas, pero que no alcanza a suplir la conciencia, sino a taparla mientras pueda, siempre nos presentará una alternativa a la caridad. Al hombre le corresponde elegir qué quiere.
En cuanto a la conciencia como un dios interno que te ayuda a diferenciar el bien del mal, tiene sentido. Nosotros creemos que Dios es el bien, pero que quien nos inspira la conciencia no es un 'dios' individual, sino Dios mismo, con mayúsculas. Me ha recordado a una entrevista que le hicieron a Zapatero, en esos tiempos en que se ponía metafísico, en que dijo a su entrevistador: "Me he dado cuenta de que el verdadero Dios es el hombre".
Como Zapatero debe tener muy olvidada la formación religiosa, si el que la tuvo presente algún día, no recuerda que es precisamente eso lo que prometió la serpiente a Eva: si coméis del árbol del conocimiento del bien y del mal (no es casualidad que se llame así, ¿verdad?), no moriréis, sino que seréis como dioses.
En todo caso, cierto, mi entrada se había quedado coja, al no aclarar que la caridad se funda en el amor al prójimo. También podemos decir que amar al prójimo no es sino, una vez más, un mandamiento, y su cumplimiento no lo hace menos meritorio por el hecho de serlo. Si seguimos a Dios, y Dios es amor, el resto no es sino ser consecuente, empezando por el hecho de que caridad y amor, en realidad, son sinónimos en el sentido que los utiliza la religión católica. Benedicto XVI lo explicó en su primera encíclica, pero eso ya nos llevaría muy lejos.
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