Luxemburgo es ese país pequeñito que está encajado entre Bélgica, Alemania y Francia y en el que, según Cáritas Europa, hay algún caso de pobreza. A mí, la verdad, me cuesta creer que un país que está petado de bancos, y donde el salario mínimo son casi dos mil euros mensuales (sí, el mínimo, y lo pongo en letra para que nadie piense que me he equivocado), haya algún caso de pobreza, pero bien puede ser que haya gente en paro y que las ayudas sociales sean inferiores al salario mínimo. No conozco tanto el país como para eso, pero me consta que el paro está por el 6%, quien lo pillara, que debe ser muy poquito más que el paro friccional.
Vamos, que lo de Cáritas Europa encontrando pobres en Luxemburgo tiene muchísimo mérito. De hecho, las veces que he pasado por allí (vale, siempre he estado en Kirchberg, donde encontrar un pobre debe ser directamente imposible), lo que he visto ha sido una profusión de cochazos, proyectos inmobiliarios a precios incluso superiores a España en pleno auge de la burbuja, y restaurantes estupendos (y ni siquiera eran muy caros). No sé muy bien cómo se lo montan, pero tienen impuestos bajos, la vida no es carísima y cobran un pastón. Yo no sé por qué los independentistas catalanes quieren ser como Dinamarca o Suecia. Puestos a dividir, que se independicen por comarcas, en lugar de en bloques, y sean como Luxemburgo.
Por pura y malsana curiosidad, he entrado en la página de Cáritas Luxemburgo. Efectivamente, la mayoría de los proyectos que tienen son en el extranjero, pero, oye, alguno que otro hay también dentro del país. Parece que también hay pobres, sin techo e inmigrantes por integrar, como en todos los sitios. Supongo que serán muchos menos, pero alguno hay también.
La semana pasada, precisamente, estuve en Luxemburgo, que no encontré muy cambiado desde mi primera visita, en el lejano 1992, como estudiante de Derecho y mochilero de pro. Como entonces, siempre que te encuentras con alguien que te atiende en una estación, o un bar, o un hotel, lo más práctico es dejarse de zarandajas y hablar directamente en portugués. Los portugueses son legión aquí y, aunque hablan perfectamente francés, siempre agradecen que hagas un esfuercillo por hablar su lengua y, total, no cuesta nada.
Luxemburgo tiene fronteras porque en algún sitio hay que poner los límites, pero los controles dejaron de existir mucho antes de que Schengen (que, por cierto, está en Luxemburgo) entrara en vigor. En 1992, cuando los españoles aún necesitábamos visados para estancias de más de tres meses en la Comunidad Europea y todavía había controles en las fronteras, en Luxemburgo la frontera estaba marcada por un cartel de bienvenida y una señal de limitación de velocidad a 60 kilómetros por hora. Hoy, naturalmente, ni eso, pero las cadenas de televisión que se ven son las de Francia y Alemania, sin ningún problema; los periódicos que se venden son los mismos y así, podría decirse, gorronean medios de comunicación a sus vecinos. Yo no recuerdo haber visto ninguna noticia relativa a Luxemburgo jamás en ningún periódico, salvo cuando Andy Schleck ganó el Tour de Francia, y eso porque descalificaron por comer solomillos sospechosos al que en princnipio había quedado vencedor, y, por eso, me he hecho la pregunta: ¿Es que en Luxemburgo nunca pasa nada?
Bueno, pues, ya en la estación de tren, para volver a Bruselas, me he encontrado con que en Luxemburgo hay un periódico. En el viaje de vuelta lo leí concienzudamente, pero de lo que descubrí mejor escribo en otro momento. Hoy se hace tarde.
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