lunes, 4 de agosto de 2014

Sacerdocio y beaterío en Bélgica

Como ahora estoy de rodríguez en la ciudad, mientras la familia se solaza en la playa, puedo dedicarme a esos temas estivales que uno no tiene tiempmo ni ocasión para abordar en otras ocasiones. Y sí, en esta ocasión le toca de nuevo a la religión, y más concretamente a la católica, que se supone que es la más seguida en Bélgica, con gran diferencia. Tengo la fatal impresión de que eso está en proceso de cambio, y de que los musulmanes nos van tomando la delantera, no sé si poco a poco o mucho a mucho, pero hoy día, siquiera sea por el número de templos, la católica es la religión mayoritaria, siquiera sea entre aquellos belgas que tienen alguna religión.

Entretanto, otras iglesias cristianas, como los anglicanos, han empezado a ordenar mujeres, y últimamente incluso obispas. Inmediatamente han aparecido los tocapelotas que pretenden que la Iglesia Católica haga lo mismo, y que respete así la igualdad de sexos (¿o era de género?). En la Iglesia Católica, a despecho de las interpretaciones tergiversadas a más no poder que hacen algunos de ciertas declaraciones sacadas de contexto y traídas por los pelos del Papa reinante, el tema está cerrado desde siempre, y al menos desde que Juan Pablo II dijo con claridad meridiana que la Iglesia no podía ordenar mujeres, y punto. Eso es magisterio, y el que no esté de acuerdo ahí tiene a los anglicanos, entre otros, para llamar a la puerta. Entretanto, espero con curiosidad los ataques, que llegarán, insistiendo que la Iglesia no es un "equal opportunity employer" y que discrimina laboralmente a las mujeres, como si los sacerdotes firmaran un contrato de trabajo y trabajaran cuarenta horas semanales y ni una más. Esto promete.

Y esto promete porque hay países donde los ataques van a ser indudablemente repelidos con más o menos fuerza, pero con fuerza, como Francia, Italia o España (sí, quiero pensar que España también), y otros donde me da a mí que no va a ser el caso. De los que conozco, el país más sospechoso, con mucho, es Bélgica.

Ya ha tocado hablar de la Iglesia Católica en Bélgica en alguna que otra entrada, y no precisamente para elogiar lo que pasa por aquí. Como no veo muchos motivos para escribir en otro sentido, me va a tocar continuar con esta tónica, y voy a hacerlo con un ejemplo práctico del fin de semana pasado.

Estamos en período de vacaciones. La gente que puede se pira de Bruselas, y nos hemos quedado cuatro gatos y aun nosotros porque hay que ganarse los garbanzos; en cambio, nos ha llegado, lo sé, una legión de turistas que pulula por el centro de la ciudad, en el que, a Dios gracias, ya no habito. En mi barrio, hay un templo grande en el que hay tres misas los fines de semana: sábado por la tarde, domingo por la mañana (la misa mayor), y domingo por la tarde. En verano, como hay menos gente, reducen el número de misas, y las dejan en dos: el sábado por la tarde y el domingo por la mañana.

Me planto el sábado por la tarde y allí hay unas veinticinco personas, generalmente mujeres de edad bastante avanzada. Me siento en las poquitas sillas que tienen un reclinatorio, y espero a que la misa comience; pero pasan cinco minutos, pasan diez... y allí no aparece nadie revestido de verde.

En esto, una de las asistentes, que debe ser de las que corta el bacalao en la parroquia, se levantó, subió al ambón y se dirigió a los presentes:

- Parece que no vamos a tener un sacerdote hoy. Les propongo una liturgia de la palabra, y al final podemos repartir la Eucaristía.

Yo torcí el gesto, pero no vi que lo hiciera nadie más. La beata que había tomado la palabra, con otra que debía ser, igualmente, de las que manejaba el cotarro, fueron recitando el Yo, pecador y el Gloria, leyendo las lecturas (el Evangelio, fuerza es decirlo, lo dejaron para un hombre que se presentó voluntario), luego el Credo y la oración de los fieles, y finalmente repartieron la comunión. Supongo que en el sagrario habría formas consagradas.

Al final de la celebración, la beata que había hablado primero subió de nuevo al ambón, y dijo:

- Disculpen por esta improvisación. Podemos ir en paz y buena semana.

Realmente dijo "buena semana", como si diera por sentado que los presentes, con la asistencia a la celebración de la Palabra que acabábamos de escuchar, ya habíamos cumplido con el precepto. La gente salió de la iglesia y, efectivamente, supongo que hasta la semana siguiente. Yo sí fui el domingo por la mañana, y entonces sí que hubo sacerdote y la iglesia estaba razonablemente concurrida, con un centenar largo de personas, lo que para ser verano no debe estar mal.

No critico la buena voluntad de las señoras de no dejar partir a los felgreses con el rabo entre piernas. Me parece una excelente iniciativa que decidieran improvisar una celebración de la Palabra, que es una cosa buena. Pero no es una misa, ni puede serlo, ni sirve para cumplir el precepto, y las señoras, que no creo que lo ignoraran, hubieran debido advertirlo, y no ufanarse con un "buena semana", dando a la liturgia que habían realizado un valor que simplemente no tiene.

Para eso, más vale cancelar más misas y dejar sólo la del domingo por la mañana, si es que sólo se puede garantizar la presencia de sacerdote en esa misa. Y, si ni siquiera eso es posible, más vale anular directamente todas las misas en verano y que los fieles nos busquemos la vida en otra parroquia, pero no es cosa de ponerse a poner parches.

Y no, los católicos no tenemos sacerdocio femenino, pero en Bélgica ya tenemos beatas que suben al ambón y tienen pretensiones.

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