La gente habla mucho en Bruselas últimamente sobre Chipre, ese país pequeñito e insular del Mediterráneo Oriental que en su día fue una importante base de los cruzados y sede del Reino de Jerusalén cuando Jerusalén se perdió definitivamente para la Cristiandad, allá por el siglo XIII.
Hoy, Chipre está muy venido a menos. Las deudas se lo comen, la zona septentrional está en manos de los turcos, los británicos tienen allí un par de bases militares y su sistema bancario ha naufragado. A excepción del asunto de los turcos, el resto me recuerda a otro país, éste situado en el Mediterráneo, esta vez Occidental, pero lo de Chipre ha aparecido ahora.
Durante los últimos años, también había oído hablar de Chipre, no por sus problemas, sino por ser el principal inversor, con bastante diferencia, en Rusia. La primera vez pareció simplemente un poco raro, una de esas anomalías que se le escapaban al Goskomstat (hoy felizmente convertido en Rosstat), como cuando soltó aquello de que el máximo exportador de naranjas a Rusia en 1994 había sido... Estonia. Lo que pasa es que lo de Chipre se repetía tenazmente, pero eso no era todo, porque en lugares destacados del ránking de inversores aaparecían "grnades potencias" como Luxemburgo o las Islas Vírgenes.
Los que escribíamos informes macroeconómicos no tardamos en caer del burro y darnos cuenta de que aquello eran inversiones extranjeras con muchas comillas. Como ahora todo el mundo sabe, esas inversiones supuestamente extranjeras procedían de rusos que tenían su dinero en Chipre ¿Y cómo lo habían metido allí? Bueno, legalmente del todo es posible que no mucho. El control de cambios ruso es, todavía hoy, bastante severo y no pone fácil lo de sacar dinero del país, pero hay un montón de argucias para esquivarlas. Y también hay esquemas legales, como no repatriar una parte de los ingresos por exportaciones, transferencias puras y duras, maletines... todo es ponerse.
El acontecimiento tributario ruso de hace dos años fue el Convenio de Evitación de la Doble Imposición entre Rusia y Chipre, con sus cláusulas de colaboración entre las respectivas agencias tributarias. Chipre consiguió así salir de la desagradable condición de paraíso fiscal nominal, aunque en realidad, con sus tipos tributarios chollo y sus intereses tercermundistas, por lo elevados, seguía siendo el lugar ideal para tener la pasta.
Para ofrecer intereses de amigo íntimo, la banca de Chipre tenía que invertir en productos muuuuy rentables. En España, era el ladrillo; en Chipre lo fue, entre otras cosas, la deuda pública griega. Uno pensaba que la deuda pública de un país de la zona euro era un valor segurísimo, y que siempre, a una mala, vendrían los solidarios europeos a poner la pasta que hiciera falta, con tal de que un país de la zona euro no tuviera que pasar por el oprobio de dejar sin pagar sus deudas.
Hoy sabemos que no es así, y que los que compraron títulos de la tan segura deuda pública griega se quedaron a dos velas. Los chipriotas, probablemente, sólo se quedaron a una, y gracias. Y así hemos llegado a donde estamos hoy.
Lo que se ha montado estos días con el asunto de la quiebra de Chipre es difícil que se olvide pronto. Un impuesto sobre los depósitos bancarios, nada menos, que ha pasado a convertirse en una quita de los depósitos elevados. Teniendo en cuenta el pastonazo que tienen los rusos allí, en el país que es su "principal inversor", el cabreo ha tenido que ser de órdago.
Las negociaciones Chipre - Rusia las estoy siguiendo de refilón. Rusia tiene que estarse frotando las manos, porque, si le ponen las cosas muy a huevo, podrá satisfacer una aspiración milenaria: tener una salida al Mediterráneo.
Sí. Salir al Mediterráneo es una aspiración permanente de Rusia. Ha habido muchos intentos, comenzando por las expediciones sobre Bizancio en el siglo X, siguiendo por la toma de Azov por Pedro el Grande, la conquista de la costa del Mar Negro, los intentos de Catalina II de comprar una parte de Nápoles, la toma de Ismaíl, Pablo I aceptando la jefatura de la Orden de Malta...
El problema para Rusia es que, cuando se hizo posible salir al Mediterráneo, merced al estado comatoso del Imperio Otomano, aparecieron dos países dispuestos a impedirlo: Gran Bretaña y Francia. No creo que a éstos dos les cayera especialmente simpático el Imperio Otomano, aunque Francia ya tenía un amplio historial de alianzas con los sarracenos para fastidiar, en este caso, a los españoles. Aquí, cuando el Imperio Otomano ya no estaba para trotes, llegaron los amiguetes a echarle una mano, y la mano acabó en la mejilla de Rusia en forma de toma de Sebastopol, un desastre que amargó los últimos días de Nicolás I.
Rusia no abandonó el intento de salir al Mediterráneo. Dio la vuelta por el Cáucaso, anexionándose los diferentes principados georgianos, volvió a las andadas contra los otomanos con el pretexto de ayudar a los ortodoxos de los Balcanes, participó en la Primera Guerra Mundial con la esperanza de hacerse, una vez más, con Estambul...
Lo de la Primera Guerra Mundial y años sucesivos no fue precisamente un éxito. Rusia salió de la Primera Guerra Mundial mucho más lejos del Mediterráneo de lo que la había empezado y, desde entonces, los intentos de recuperación son recurrentes, aunque más disimulados que en los siglos XVIII y XIX. Sebastopol, aunque ahora está en Ucrania, sigue siendo una ciudad básicamente rusa y los rusos tienen allí la sede de la flota del Mar Negro, que es lo más cerca del Mediterráneo "strictu sensu" que han podido llegar. Como tienen a Ucrania cogida de las... de las... orejas con el asuntillo de ser su principal y casi único proveedor de energía, han conseguido prolongar la estancia de la flota unos cuantos años. También han conseguido ampliar la costa que poseen en el Mar Negro a costa de Georgia, habida cuenta de que Abjasia es hechura suya y sería completamente inviable sin el apoyo ruso.
Y ahora viene lo de Chipre. Será cosa de permanecer atento, pero tengo la impresión de que Francia y el Reino Unido, como en los años de la guerra de Crimea, van a hacer todo lo difícil que puedan a cualquier intento ruso de sacar partida de la quita en que les han metido.
Eso desde el punto de vista geopolítico. Desde el punto de vista meramente económico, alguien, en Rusia, tendría que preguntarse cómo y por qué es posible que todo ruso de relumbrón que se precie, empresas públicas incluidas, canalicen sus inversiones en casa a través de un país todo lo estable que ha demostrado ser Chipre. Por lo que voy siguiendo la prensa rusa, nadie se lo está preguntando, porque me temo que eso significaría hacer una autocrítica demasiado dolorosa.