Posiblemente casi todo el mundo ha oído hablar de que en Rusia hay corrupción. Es verdad que la hay, y en esta bitácora hemos podido ver algunos ejemplos (en la serie que empieza aquí hay uno). Pero no sólo es el sector público, sino que el sector privado también se las trae, incluso en cosas aparentemente inocuas.
Como habíamos salido un poco antes de hora, y no habíamos encontrado grandes atascos en el camino, podía pensarse que íbamos con adelanto. A poco de salir de Pereslavl-Zalessky, la guía, Natalia se llamaba, tomó el micrófono y la palabra.
- Como vamos con adelanto, y la comida no la tenemos en Rostov hasta las doce y media, propongo que nos desviemos un par de kilómetros para visitar la piedra azul, una maravilla natural de los tiempos precristianos. A la vuelta de ver la piedra podemos ver el monasterio de San Nikita.
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! - exclamaron los viajeros más entusiastas. Yo como soy guiri, prefiero no levantar mucho la voz y me callé.
- Ahora bien, este desvío es de pago, y costará cien rublos por persona.
Silencio.
- Para que lo hagamos, eso sí, tiene que estar todo el mundo de acuerdo. Si alguien está en contra, no podemos hacerlo.
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Vamos!
- ¿Todo el mundo está de acuerdo?
- ¡Síiiiiii! ¡Todos! ¡Todos! - dijeron tres o cuatro, mientras el resto de la expedición callaba.
El conductor pasó la cestilla, en la que cayeron dos mil doscientos rublos, algo más de cincuenta euros, que estoy totalmente persuadido que fueron directamente a los bolsillos de la guía y del chófer, y no a la agencia de viajes, ni mucho menos a la administración tributaria rusa en forma de 18% de IVA ni de 13% de IRPF.
El concepto en ruso es "левая заработка", literalmente "sueldo zurdo" y, más propiamente, "sobresueldo en negro". Si en España es un fenómeno endémico, en Rusia alcanza proporciones gigantescas y en algunos oficios supera con mucho a los sueldos en sentido estricto. En este caso, me hizo gracia cómo, con la excusa de llevar adelanto, la guía hizo picar a unos cuantos, de resulta de lo cual, por cierto, el adelanto se convirtió en retraso, llegamos más de media hora tarde a la comida de Rostov y ya fuimos todo el día corriendo de un lado para otro con la lengua fuera. Y también me pareció llamativo que el impuesto revolucionario fuera tasado en cien rublos, una cantidad pequeña (unos dos euros y medio) y que la guía debió calcular que no iba a generar protestas.
Y, a todo esto, ¿valió la pena la visita a la supuestamente famosa piedra azul, y al no menos famoso monasterio de San Nikita?
Lo veremos en la próxima entrada, que desde luego se las va a traer.
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