Mi primera visita a la Galería Tretyakov tuvo lugar en algún momento de julio de 1995, acompañado de un español totalmente flipado por los iconos ortodoxos, de los que sabía absolutamente todo lo que había que saber. Nos pasamos cuatro horas largas viendo iconos, mientras me explicaba las excelencias de Andrei Rubliov y Feofán Grek, y se hacía lenguas de las bondades de la escuela iconográfica ortodoxa del siglo XV, por contraposición a los iconos del siglo XVII, que ya incorporan elementos occidentales, como la perspectiva, y que, según él, habían perdido buena parte del significado que habían tenido un par de siglos antes.
Desde esas cuatro horas, en las que no pude pasar de la zona de los iconos, porque el español que iba conmigo no me dejó, como que les tomé un poco de manía.
Mi segunda visita a la Galería Tretyakov tuvo lugar dos días después (un día después no me hubieran metido en un museo ni atado), totalmente solo, por si acaso. Pasé corriendo por la zona de los iconos y me concentré en el arte profano. Descubrí a Kramskoy. Descubrí a Repin. Flipé con el cuadrazo que se marcó Ivanov. Disfruté con prácticamente todo el siglo XIX ruso. Vi cuadros de pintores absoluta e injustamente ignorados en Occidente y, de pronto, me encontré con el cuadro que está ahí arriba, ilustrando esta entrada.
Si Kramskoy es el líder indiscutido de los retratos masculinos, Repin es el pintor ruso más universal, y Kuindzhi es es maestro de las sombras, Zinaida Serebryakova no ha sido superada en varias cosas, una de las cuales es el autorretrato. Y a mí, que me crie ente pinceles y paletas, entre caballetes y óleos, y que hasta hice de modelo en alguna ocasión, me resultó un cuadro extrañamente familiar, como de los que cuelgan en las casas en que trascurrió mi infancia.
El cuadro es de 1909, cuando la autora tenía veinticinco años, y causó un impacto tremendo, seguramente parecido al que me llevé yo, en su presentación en la exposición de San Petersburgo, hasta tal punto que fue adquirido para la Galería Tretyakov, donde sabían lo que se hacían y no compraban cualquier cosa. No fue el único. Las exposiciones se sucedieron (los autorretratos también, pero igualmente otros muchos géneros) hasta 1917, año en que, como para tanta gente, las cosas se torcieron. En 1919 Zinaida Serebryakova quedó viuda y pobre, porque los bienes de su propiedad, y en particular sus posesiones en Neskuchkoye, cerca de Járkov, fueron saqueadas y quemadas surante la guerra civil rusa, y tuvo que confiar en su pincel y en su lápiz para sobrevivir y mantener a sus cuatro hijos y a su madre.
No eran buenos tiempos para ser pintor realista, y Serebryakova lo era. Lo malo de los totalitarismos es que tienen un arte oficial, y en el caso soviético éste fue, en primer lugar, el futurismo y, después del primer furor, el aburrido realismo socialista. Serebryakova hubiera podido dedicarse a pintar posters en alabanza de los logros bolcheviques, o a pintar obreros de la construcción apretando tuercas en la fábrica, e incluso hubiera salido adelante con solvencia, pero fue incapaz de eso, y decidió ir a Francia unos meses para ver si mejoraba su suerte y conseguía encargos que le permitieran mantener a su familia. Ella ya había estado en Francia en 1905, recién casada, tomando clases de pintura, mientras su marido, que era ingeniero de ferrocarriles, tomaba clases de lo suyo. Entonces se quedó cosa de un año. En septiembre de 1924, a punto de cumplir cuarenta años, se fue a París. Ya no volvería a Rusia.
Ella no, pero sus obras sí lo hicieron. En 1965 tuvo lugar una exposición personal en Moscú, Leningrado y Kíev, que fue un exitazo. Para entonces, Zinaida Serebryakova tenía 80 años (moriría en 1967, un año destacado también por otros motivos). Debió ponerse muy contenta por el éxito, que fue tal que el Museo ruso de Leningrado compró una veintena de sus obras.
¿Y por qué ahora viene todo esto? Porque, desde el 7 de octubre, y hasta el próximo domingo, está teniendo lugar en el Dom Naschokina una exposición de obras de Zinaida Serebryakova con motivo del 125 aniversario de su nacimiento. La verdad es que el 125 aniversario de su nacimiento fue en 2009, por lo que podríamos pensar que va con algo de retraso, pero es verdad que las cosas hay que hacerlas con cuidado. Es posible, siguiendo esa lógica, que el centenario de Tolstoy lo celebren el año que viene.
El sábado pasado estuve en la exposición. Pero, sobre ella, me remito a la próxima entrada. Hoy se hace tarde.
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Hace 1 mes
6 comentarios:
A nosotras el que nos mantiene atontadas de los de la Tretyakov es el de la Princesa Tarakanova:
http://www.tretyakovgallery.ru/en/collection/_show/image/_id/222
¡¡Qué suerte la suya que los ha visto "en directo"!!!
Me gusta este cuadro de Zinaida Serebryakova, la verdad que sí... Gracias por compartirlo, lástima no estar allí para ver la exposición...
Entonces, ¿no vienes estos exámenes por aquí o ya estuviste?
Besos
Babunita, el de la princesa Tarakanova impresiona lo suyo, ya lo creo. Eso me da una idea para una entrada gafapastosa e histórica.
Esther, dentro de un ratillo voy para allá a dar unas vueltecillas por la Misericordia.
Zinaida Serebryakova tenia ademas otra virtud muy interesante: era catolica. Una de las muchas catolicas rusas artistas o intelectuales.
Otets Aleksandr, bienvenido.
Sí, claro que era católica. De hecho, no tenía una gota de sangre rusa. Pero su marido era ortodoxo, ella se casó por el rito ortodoxo, que ofició un pope ortodoxo (por cierto que "sobornado", pero ésa es otra historia), y está enterrada en un cementerio ortodoxo.
Si, el funeral fue celebrado en la parroquia catolica de Notre-Dame-des-Champs, boulevard du Montparnasse, de Paris y esta enterrada en el cementerio ruso de Sainte-Geneviève des Bois.
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