Todavía estoy escribiendo en Valencia, donde hará cosa de veinte grados sobre cero y una brisilla agradable, pero estoy a punto de volver a Moscú, donde, según las fidedignas referencias que me pasa mi familia, hace un frío que pela. De hecho, acabo de entrar en el pronóstico del tiempo para los próximos días en Moscú, y me he puesto de peor humor que después de dejar pasar un mate en dos. Que ya es decir.
Ayer me preguntaba un amigo, a quien había dicho que llevaban en Moscú toda la semana por debajo de veinte bajo cero, y lo que quedaba, qué ropa nos ponemos allí.
Bueno, pues, por sorprendente que parezca, diez grados sobre cero de Valencia, en cuestión de indumentaria, son algo parecido a cinco o seis bajo cero en Moscú. Sí, ya sé que esta afirmación puede ser un choque importante, y que a mucha gente se le puede haber caído el alma a los pies, pero eso se pasa. También llegué yo el otro día a cenar a casa de mis padres, les pillé viendo "Sálvame" por la televisión, y he sobrevivido a la impresión, e incluso fui capaz de comerme la cena.
Cuando la cosa se complica un poco más y las temperaturas se ponen por debajo de, digamos, diez bajo cero, ya hay que prepararse un poco más, para lo que puede ser de utilidad la foto del tipo ese de ahí arriba, que va vestido igualito que yo cuando la temperatura ronda los diez bajo cero.
La chaqueta no es especialmente gruesa, pero por debajo hay un forro polar, un chaleco de punto, una camisa y una camiseta. Normalmente, salvo que haga viento, que ésa es otra, es suficiente para aguantar sin problemas. De hecho, ninguna prenda de las que lleva el tipo ése ha sido comprada en Rusia.
Las manos, la cara y la cabeza, junto con los pies, son las partes más sensibles. En las manos la solución más radical, pero más eficaz, ha consistido en ponerse dos pares de guantes. Uno más fino y otro ya grueso, como en las marchas de alta montaña. En la cara, braga hasta las narices, y algunas veces también gafas de protección para los ojos, sobre todo los días de viento, pues de lo contrario se congelan hasta las lágrimas. Con eso, y con cubrirse bien la cabeza y taparse las orejas, ya va bien. Se ve a muchos guiris por la calle poco menos que a cuerpo serrano y con la cabeza descubierta, y seguramente deberían preguntarse, antes de que el rigor mortis les paralice del todo, por qué los rusos, que llevan más tiempo allí, van mucho más abrigados que ellos.
Eso no quiere decir que no podamos innovar, que es lo que ha hecho el de la foto con la protección de las piernas y los pies. En los pies lleva unas botarras de montaña estándar. Si uno ve a la población rusa, verá que la masculina lleva por lo común botines, mientras que la femenina incluso lleva tacones, lo cual hay que decir que es arriesgado con el hielo que hay por las calles. Este invierno ya he tenido que levantar del suelo a una chica que intentaba hacer demasiadas cosas a la vez (hablar por teléfono, fumar y guardar el mechero, todo a una), y no vio dónde ponía los pies, y poco después el trasero. Como lo principal, pues, es no resbalar, el de la foto lleva unas botas con un dibujo en las suelas bien señalado.
Atadas a las piernas lleva unas polainas, y ahí sí que se distingue de la población local, porque aquí no las lleva nadie. De mis pesquisas he logrado averiguar que existe una palabra en ruso para "polaina", pero se usa tan poco como las propias polainas y mis compañeros de trabajo tuvieron que rascarse mucho la cabeza para dar con ella.
Lo recomiendo encarecidamente. La nieve en Moscú no es blanca, como la de la foto, que es recién caída, sino un mejunje marrón asqueroso que salpica los pantalones a cada paso que da uno, con lo que uno se presenta en el trabajo como si viniera de un partido de rugby... salvo que lleve unas polainas y que los manchurrones se los lleven éstas. Además, son un cortaviento ideal para abrigar las espinillas.
Esto, hasta unos quince bajo cero. Cuando la cosa se pone realmente seria, que es cuando estamos a veinte o menos, ya hay que echar mano de ropa de invierno de verdad, pero, de momento, de esto no hay foto, porque ¡anda que no hay que tener humor para andar pensando en sacarse fotitos a veintipico bajo cero!
Y quedó pendiente lo de la enseñanza rusa de idiomas y la música moderna rusa... pero eso se queda para otra ocasión, porque me están llamando para subir al avión. Mejor será que me quite las bermudas y me ponga pantalón largo...
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teme re...
Hace 1 mes
5 comentarios:
No es que tenga nada que ver con la indumentaria, pero...
Hoy he estado en el supermercado, y al ver la enorme variedad de embutidos, he vuelto a preguntarme lo que me pregunto siempre, y he pensado que quizás tuviese sentido preguntárselo a usted:
¿Existe algún paralelismo entre los embutidos rusos con los españoles? Es decir, lo mismo que la doktorskaya se parece a la mortadela o al chóped, ¿hay alguno que se parezca remotamente al salchichón (del de verdad), al chorizo, a la butifarra o a la morcilla? Como lleva usted bastantes años aquí, igual le ha dado por probar y ha hecho algún descubrimiento culinario. Algo que echarle a las migas, si me da por hacerlas...
Por no ser demasiado impertinente con la pregunta off-topic, haré un comentario relacionado con el post. He visto que no menciona usted los marianos... Hemos estado los últimos días a veintitantos bajo cero y con un viento canalla en San Petersburgo, y no creo que fuese posible vivir sin ellos...
El briconsejo: pillárselos con los calcetines por encima, para que no se le remanguen a uno al meterse los pantalones, y quedar completamente hermético.
Beloemigrant, prometo una entrada sobre embutidos, pero mi opinión, que le adelanto, es que cada pueblo tiene los suyos y que en Rusia no hay nada parecido al embutido español.
En cuanto a los marianos, no los uso, porque en la calle están bien, pero en un lugar cerrado se sufre mucho, aunque, eso San Petersburgo puede ser diferente.
Es increíble que haya tanta variedad si todos son de cerdo al fin y al cabo... Perdone por el off-topic, ¡no lo vuelvo a hacer!
Beloemigrant, no hay problemas con los off-topic, faltaría más.
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