En espera, pues, de que las elecciones sean el domingo, y aprovechando los puntos de Aeroflot, heme aquí de nuevo en un avión camino del extranjero huyendo de la rusificación que se manifestaba el otro día.
Al final, lo del billete gratuito salió bien. Digo al final, porque conseguirlo fue una tortura, más para Alfina que para mí, a causa de la ineptitud de los que se equivocaban constantemente al escribir mi apellido, con lo que ha habido que hacer encaje de bolillos para que todo coincidiera. Von Buchweizen, leches, no es tan difícil.
El caso es que aquí estoy y, como he volado más que un caramelo a la puerta de un colegio, tenía puntos para viajar en primera y hasta me han sobrado. Salí de casa, tomé en metro y luego me puse en la cola de la marshrutka al aeropuerto. A la media hora de esperarla en vano (el atasco era de espanto) a cuatro bajo cero y con un viento que quitaba las ganas de sacar las manos de los bolsillos, nos juntamos cuatro de la cola y tomamos un taxi entre los cuatro. Fue bastante malo, pero pudo ser peor.
La verdad es que debo ser de los pocos pasajeros de primera que va al aeropuerto en metro y autobús y con una mochila a la espalda, y debe notárseme en la cara, porque, cuando llegue al mostrador de facturación, me puse en la cola de primera, donde no había nadie, y una indignada dievushka me gritó desde la cola de turista:
- Joven, ¿dónde va? ¡La cola es aquí!
- La de primera no, ¿pasa algo? Si a usted no le importa, pasaré yo.
La azafata, al verme, tampoco lo tenía claro.
- ¿Tiene usted billete de primera?
- Lo va a comprobar ahora mismo.
Pasé y, antes de irme al control de pasaporte, me volví a mirar a la dievushka abriendo los ojos y poniendo una sonrisa con retintín. Sí, ya sé que está feo y que algún día me partirán la cara.
En la sala VIP del aeropuerto ya se creyeron a la primera que tenía billete de idem. Se ve que, a medida que pasaba el tiempo y me adentraba en el aeropuerto, se me iba poniendo cara de ricachón. Me puse morado de pastelitos y zumitos. El lunes comienzo la preparación de la media maratón de enero, palabra.
Y en el avión estoy, agasajado por el personal de a bordo. Me he puesto como el quico en la cena y tengo un sillón en el que cabría todo el barrio.
De lo que no me he librado ha sido de la confiscación de la crema de afeitar en los controles de seguridad. Hala, otra vez a estar varios días sin afeitarme.
Bueno, ya vamos a aterrizar. Dejo aquí la entrada y otro día contaré el día que fui en primera con un ruso que nunca había pasado de turista. Tuvo su miga, pero ahora tengo que apagar el trasto.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
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