En 1226, pues, llegaron a Valencia dos tipos bastante inconscientes, franciscanos ellos, que atendían por los nombres de fray Pedro y fray Juan. Fray Juan era de Perusa, mintras que fray Pedro era de Sassoferrato, una ciudad que los estudiantes de Historia del Derecho conocemos por ser el lugar de nacimiento del gran Bártolo. La misión, pues, de los freires era bastante peliaguda, y tenía más o menos las mismas perspectivas que un marchante de jamón ibérico en La Meca. Trataban de predicar el Evangelio y lograr la conversión de los musulmanes en pleno territorio almohade. No entre los andalusíes más, digamos, tolerantes, sino entre los almohades mismos, que venían a ser la crema y nata del Islam más estricto. Supongo que hoy se irían a la frontera entre Iraq y Siria, en territorio sarraceno fetén, y que las consecuencias de su atrevimiento no serían muy diferentes a las que experimentaron en el siglo XIII.
La orden franciscana se había fundado muy poco antes, en 1209. Parece que los dos frailes habían conocido al mismo San Francisco. Es posible (bueno, es seguro) que estuvieran llenos del entusiasmo misionero que caracteriza a los movimientos religiosos en sus orígenes. En todo caso, presentarse en la Valencia inmediatamente anterior a la conquista cristiana con la cruz y el hábito y ponerse a predicar que Jesús es el Mesías y que Mahoma es un falso profeta requería tenerlos muy bien puestos.
Abuceit, almohade él, hizo lo que todo musulmán convencido debe realizar: prender a aquellas dos prendas, torturarlos y decapitarlos, aunque sobre la naturaleza de las torturas y de la puntilla que Abuceit propinó a los hermanos menores hay algunas diferencias entre los distintos relatos que se hacen de este suceso. Quiere la tradición que ello sucediera el 29 de agosto, festividad de San Juan Bautista, otro decapitado ilustre, y no hay mucha seguridad acerca del año concreto en que tuvo lugar su martirio, pero no parece que se alejara mucho de la época en que se presentaron en Valencia.
El caso es que fray Pedro y fray Juan decidieron ofrecer sus vidas por la conversión de Abuceit, y profetizaron que no tardaría en ser destronado.
Hagamos una pausa para resaltar que convertir a un musulmán está entre lo difícil y lo imposible. Mira que hay musulmanes últimamente cerca de nosotros, y en todo este tiempo no he sabido sino de dos que se hayan bautizado. Quizá haya más que no se atrevan a hacerlo público, porque se juegan la piel literalmente, incluso en nuestra Europa que debería proteger a esta gente frente a sus correligionarios de tinte violento. Supongo que nuestros antepasados llamaban al Islam 'la secta de Mahoma' porque no había quien saliera de allí sin grave daño psicológico, como sucede en las sectas actuales.
Con Abuceit está probado que la cosa funcionó. No tenemos elementos para saber cómo sucedió su conversión. Aparte de los dos franciscanos mencionados arriba, se le atribuye haber presenciado el milagro de la Cruz de Caravaca, cuyo jubileo se celebra este año, pero a mí me gusta más el argumento de su admiración por el martirio de los misioneros. Al fin y al cabo, hacer aparecer una Cruz milagrosamente es algo en lo que poco podemos contribuir, mientras que dar testimonio está al alcance de cualquiera, siempre que tenga buena disposición e impetre ayuda desde lo alto.
Abuceit tenía una posición sumamente insegura en Valencia. El dominio almohade se desmoronaba, y finalmente Zayán Ben Mardanís le echó de la ciudad. Abuceit, en los años anteriores, había tenido algunos éxitos militares en el Alto Palancia, recuperando de los cristianos Villahermosa y Bejís, así que se dirigió hacía allá, hasta residir en Segorbe, que hoy es la capital de la comarca y sede episcopal, e incluso parece que los cristianos le conocían como rey de Segorbe.
Allí se le unió uno de los principales protagonistas de este período. Una personalidad interesante como pocas, y una mezcla de noble, militar y salteador de caminos de difícil parangón, incluso en época tan convulsa. Pero, como se hace tarde, lo dejaré para la próxima entrada.
Entretanto, como veo que hay gente que quiere saber cómo queda el feo asunto de la puerta del garaje, confieso que está llegando a su fin, y que me dispongo a pagar la última factura por la misma. Eso sí, queda un fleco relativo a la puerta de entrada que no hay manera de resolver ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me puse a buscar proveedores? Diez meses, creo. Pues eso...
Prometo que, cuando yo mismo sepa cómo termina todo, lo contaré. De verdad.
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