Seguimos dando vueltas por el hipermercado, donde las estanterías de las bebidas alcohólicas son una mina. Y traen recuerdos juveniles de aquellos años que vivimos peligrosamente, cuando la panda de inconscientes que éramos mis amigos y yo con más o menos veinte años salíamos los fines de semana con los bolsillos bastante vacíos (o sea, con todo lo que teníamos). No sé si éramos unos pobres inconscientes, o unos inconscientes pobres, o las dos cosas a la vez, que es lo más probable.
Lo normal era que acabáramos comprando entre diez o doce una botella de algún licor y algo no alcohólico para mezclarlo. De las marcas caras pasábamos directamente, por incompatibilidad manifiesta con la cantidad que podíamos reunir. Además, nos hacían gracia las imitaciones. Estaba el vodka Smirnoff, de importación, que costaba lo que entendíamos que era un dineral... y al lado estaba el vodka Stienka, con la etiqueta en letras que pretendían ser ruso y que me hacían destornillarme de risa (incluso antes de beber nada), porque para entonces yo ya conocía bien el alfabeto ruso y tenía clarísimo que aquello no tenía nada que ver.
Luego mirabas bien la etiqueta, si no te habías quedado ciego, y te dabas cuenta de que estaba destilada en Torrepacheco, como la gama de productos Thipo's: ron Thipo's, ginebra Thipo's, vodka Thipo's y, para terminar, el anís Thipo´s. Yo creo que el contenido era el mismo, y que sólo les cambiaban la etiqueta. Al menos, los cuatro sabían igual.
Y, al lado, para el que prefiriese la ginebra, estaba la Larios de toda la vida, y junto a ella estaba la ginebra Lirios, destilada en Liria, con lo que, encima, comprándola potenciábamos el producto valenciano. Luego podías ir al mercadillo y comprar las zapatillas Adibas por cuatro chavos, para acabarlo de arreglar.
Las desventajas de consumir aquellos brebajes estaban claras: dolores de cabeza, resacas de órdago y algún que otro ataque de amnesia, entre otras cosas menos agradables. La mayor ventaja, aparte del precio, es que resultaba facilísimo dejar de beber. Vamos, es que no costaba ningún esfuerzo.
Bueno, pues la moda de las imitaciones ha llegado a Rusia, sí, señor. Ahí va eso.
A la vista de los diferentes precios del vermú "Martini" y del producto local "Martuni", y de mis antecedentes, un poco más y me llevo un botellón de "Martuni" para probar.
Lo que pasa es que, ya alargando la mano, sentí en el paladar, después de la tira de tiempo, el sabor insoportable del anís Thipo's y me dio un escalofrío.
Ya será otro día. O no.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
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