Últimamente la oposición está muy díscola y no se dedica más que a hacer cosquillitas al Gobierno. El Gobierno, el ruso, para que no se diga que pasa del asunto y que no quiere jugar, ha decidido que ya está bien y ha decidido que sí, que él también sabe hacer cosquillas y que ahí están sus esbirros para jugar a pillar.
Jo, y será por esbirros... ¿De dónde saca Putin tantos policías, militares y fuerzas de seguridad? No está claro que haya tanta gente voluntaria, y más sabiendo lo que hay y que uno no entra en las fuerzas de seguridad rusas con la intención de ser más honrado que un buñuelo y servir al bien. Hace unos años, estuve en una conferencia donde el interviniente, ruso él, dijo que parte del problema era precisamente ése: que había una barbaridad de gente que, a sabiendas de que su salario "oficial" no les iba a dar ni para pipas, entraba en los cuerpos de seguridad contando con el "otro" salario.
Y sí, hay mucha gente así, como se puede ver con cierta frecuencia por Moscú. Tomemos un ejemplo reciente, el del 6 de mayo pasado, en que la ciudad estaba colapsada, como vimos en una entrada anterior, por distintas manifestaciones, políticas y deportivas, pero quedémonos con una de las primeras, la de la oposición en Bolotnaya Ploschad, una manifestación, por cierto, autorizada por el municipio.
Bolotnaya Ploschad es esa superficie arbolada que se ve a la derecha de la imagen. De buen matín mañana, y mucho antes de que Udaltsov, Nemtsov, Limónov, Ponomaryov, Navalny y los demás sospechosos habituales se hayan levantado (y no digamos Kseniya Sobchak), unos curiosos camiones de color naranja atraviesan el puente. En un día normal, ese puente está permanentemente atascado, como bien sabemos los que lo evitamos como la peste, aunque sea el camino más corto para llegar a nuestro destino.
En España, con ese color, diríamos que son los típicos camiones de butano, aunque, como veremos, lo único que tienen en común con ellos es que sus ocupantes se dedican a repartir. Sea como fuere, los camiones maniobran y bloquean el puente de manera que por ahí no pueda pasar ni el aire.
Obviamente, eso no puede hacerse impunemente, y menos a dos pasos del Kremlin, por lo que las fuerzas del orden aparecen, quizá con el ánimo de montarles un pollo a los osados conductores de esos vehículos.
Pero no. Los camiones forman parte del dispositivo de seguridad de la futura manifa. Los omones, esos chicos de gris, comienzan a situarse en sus posiciones con el parapeto de los camiones. Por un momento podría pensarse que no se trata de una manifestación autorizada, sino que la Wehrmacht está lanzando una ofensiva con varias divisiones.
Aquí tenemos a los enchufados de siempre, que se colocan en primera fila para mejor ver el espectáculo. Eso sí, los chicos han madrugado bastante y les espera un buen rato de plantón.
Al poco, llega más gente a disputarles el puesto a los anteriores. Muy ordenaditos y en fila india. Ya los traen, no en camiones naranja, sino en autobuses, camiones de camuflaje, coches patrulla y en todo lo que tenga ruedas.
Se ve que hay buena armonía y que los que habían llegado primero se aprietan un poco para hacer sitio a sus amiguetes más perezosos.
Pero al final no hay más remedio que formar una segunda fila... y sigue llegando gente.
¡Eh! ¡Aquí tenemos otra comparsa! Estos llevan cascos, palos y todo tipo de material antidisturbios.
Y también se colocan en filas, dos, concretamente, pero unos metros por detrás de los anteriores, seguramente para no molestarles.
Al final, la cosa queda con tres filas de omones de los primeros que llegaron, dos filas de los que han llegado detrás, unos cuantos espontáneos por delante y por detrás, unos cuantos camiones de butano esparramaos por los alrededores del puente y vallas por todos los sitios. Yo creo que estas cosas son fomentadas por el lobby de los fabricantes de vallas, que tienen un chollo con días como éste. Con tanta parafernalia, uno pensaría que nadie en su sano juicio se atrevería a acercarse por allí, ¿verdad?
Pues se les han colado dos ciclistas, lo cual confirma una vez más que las autoridades no saben qué hacer con nosotros.
Ah, y allá al fondo vemos que hay una nueva barrera de seguridad, casi al otro lado de Bolotnaya Ploschad. Pero acerquémonos un poco más para verlo mejor.
Efectivamente. La primera línea de defensa está casi lindando con el río, y el resultado es que los manifestantes, que se espera que sean un montón, vayan a tener que acceder a Bolotnaya Ploschad por un pasillito de un par de metros, cuando podían haberles dejado no menos de doscientos metros para que llegasen sin apreturas. Cuando lleguen los manifestantes, la cosa puede ponerse... simpática.
Hay que reconocer que la cosa promete.
En la próxima entrada veremos si cumple.
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