(Viene de aquí, aquí y aquí)
Por fin, después de dar buena cuenta de la fideuà, había llegado el momento de los postres. La chica guapa, pero altanera, que provisionalmente hacía las veces de camarera hasta que un príncipe azul la sacara de allí, tuvo la inmensa amabilidad de traernos la carta, por lo cual le deberíamos estar eternamente agradecidos, al ver que nada menos que ella se ha dignado a hacernos el favor inconmensurable de darnos la carta de postres, a despecho de estar llamada para empresas mucho más altas que ésas, que ha aparcado momentáneamente por razones que no vienen al caso.
En la carta de postres del restaurantes, vi que había crema catalana. Me encanta la crema catalana. El cocinero de "Las doce uvas" consiguió, sin embargo, que me arrepintiera de pedirla, y esta vez no fue por el aura de aristocracia que despedía la camarera. Bueno, quizá esa aura de aristocracia contribuyese a evaporar la capa de caramelo que debe cubrir a toda crema catalana que se precie, pero yo prefiero atribuirle la culpa al cocinero. No todas las desgracias van a ser por la camarera.
En fin, que aquello era una calamidad. no parecía sino unas natillas de supermercado volcadas y alisadas sobre un recipiente ovalado y con unas cuantas migas de galletas dentro para hacer grumos.
A lo mejor eso explica el ataque de los servicios de seguridad al restaurante. En todo caso, hoy es el día en que el restaurante continúa cerrado y, cuando vuelva a abrir, parece que le va a dar carpetazo a la cocina española y se va a dedicar a otro estilo menos incomprendido.
O a lo mejor se lo quedan los okupas del servicio de seguridad y montan un restaurante ellos mismos. En ese caso, supongo que lo coherente es que se dediquen a la cocina argentina. :D
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Hace 1 mes
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