Alfina y yo, pues, entramos en el rascacielos sin saber muy bien lo que nos íbamos a encontrar. La otra vez habíamos pasado por una entrada lateral a través de un portal algo vetusto, pero correcto en líneas generales. Esta vez, en cambio, nuestro camino pasaba por la entrada principal. Observémosla.
No puedo resistirme a hacer una disquisición sobre las entradas a estos edificios, de tipo muy extendido en los edificios de estilo soviético, y éste lo es y de qué manera. Se observa que la puerta de entrada es enorme, un arco innecesariamente grande, que permitiría el paso no ya de una persona, sino de un elefante si hiciera falta. Es arquitectura totalitaria en estado puro. Así como, en un estado totalitario, el estado, la comunidad, o el pueblo son mucho más importantes que el individuo, que debe someterse a los primeros, en un edificio totalitario, el propio edificio es mucho más importante que el individuo. Es decir, no es el individuo el que entra en el edificio, sino el edificio el que admite que entre el individuo. La exageración en las entradas a los edificios viene a subrayar la pequeñez relativa del individuo frente a la comunidad.
Fin de la disquisición. Sigamos con el escudriñamiento concienzudo del portal. Y así, después de atravesar un amplio vestíbulo y de preguntar a la portera (sí, señor, portera y todo) cómo llegar a la vivienda de nuestros amigos, nos encontramos ante la siguiente imagen.
Amigos, esto es otra cosa. Ni un milímetro de cutrerío. Todo impecable. Cierto que es antiguo, no en vano el edificio ya cumplió los cincuenta años, pero se nota que hay una mano cuidándolo y, dicho sea de paso, se nota que los vecinos del rascacielos son de nivel educativo alto y están a gusto en su vivienda. Veamos el pasamanos.
Es difícil encontrar un pero. Si nos ponemos realmente puntillosos, podríamos pensar que las esquinas están pésimamente pulidas, pero eso es que ya es para matrícula. De todas formas, visto el suelo, elevemos la mirada al techo.
¿Hay nostálgicos comunistas por aquí? Si los hay, que enjuguen un poco las lagrimillas de emoción que se les asoman a los ojos. Efectivamente, los techos del vestíbulo del rascacielos están adornados de pinturas como la de la foto, con el pionero con su pañuelo rojo, futuro ingeniero aeronáutico, que ya de pequeño hace experimentos con su avión de juguete bajo la atenta mirada de su camarada y la admiración disimulada de la muchacha de la izquierda, que levanta su vista con descuido del libro en que está estudiando, todo ello bajo un cielo azul en un jardín clásico ¿Es el único ejemplo del edificio? No por cierto. Veamos las cenefas superiores.
Ni una mota de polvo, amigos. Continúan los motivos comunistas, con la estrella de cinco puntas en perfecta armonía con el resto de la decoración, lo cual demuestra que el comunismo no necesariamente está reñido con el buen gusto.
Ah, un momento. Pasemos al lugar crítico de todo edificio moscovita, en donde han tenido lugar las escenas más desagradables y donde los olores más agresivos desvencijan las pituitarias de cualquiera. Sí, amigos, me refiero a... los ascensores. Veamos cómo están en este edificio.
¡Prueba conseguida! ¡Hemos encontrado un edificio moscovita que ha superado holgadamente el examen de idoneidad de vestíbulos, descansillos y zaguanes! ¡Y hasta ascensores! Alfina y yo apenas podíamos creerlo. Efectivamente, los ascensores, sin ser un lujo asiático, estaban limpios y cumplían su función con suficiencia, pero es que el acceso a los mismos estaba profusamente decorado con relieves en la pared como el que se ve en la foto, en los que se desarrolla todo el imaginario bolchevique del camino hacia el paraíso socialista en vías de construcción.
En fin, que hemos encontrado un edificio bonito y bien cuidado y, como quedó dicho en la entrada anterior, no me mueven prendas en aplaudirlo y en envidiar a sus habitantes. El día que esto sea la regla, más que la excepción, otro gallo nos cantará.
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investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
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Hace 1 mes
3 comentarios:
Así de lejos y con esa luz roja, la entrada parece deeeeee... ciertos locales nocturnos...
Quita quita, portera tendrá pero seguro que no es como nuestra portera favorita, aaaaish... La señor Paca (¿era paca el nombre?) ya hace mucho que no aparece por estos lares...
Guaaaaau pedazo entradón, con frescos y todo, y tan limpito...
Aaaaish, Alfito, han faltado las fotos del interior del ascensor y del descansillo del piso, limpios y sin cosas amontonadas....
Besitosssss
Esterita, uno fotografía como puede, y a ciertas horas todavía más. En realidad, la presunta luz roja no es sino un reloj digital con números rojos.
La señora Margarita, que no Paca, no es portera de ningún sitio, sino la vecina del primero. Que uno es tirando a pobretón (y, desde luego, pobretón de espíritu) y no está para pagar en Valencia un piso con portero, y menos pasando por allí sólo de uvas a peras.
Y las fotos que meto son sólo las justas para ilustrar la entrada preservando el anonimato de aquéllos a quienes iba a visitar. Pero sí, tanto el ascensor como el descansillo estaban impecables.
Pues yo a la señora Margarita le cambié el nombre sin querer, jeje, mis disculpas... Ya decía yo que no me sonaba.
En cuanto a lo de las fotos ilustrativas de ascensor y descansillo, sólo era para verlos limpitos, jeje, pero vamos, por supuesto respetamos desde aquí la intimidad de tus visitados.
Y has de reconocer que el reloj en la foto parece una extraña iluminación roja ¿o no?
Besitos
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